Saltar a dar
Koldo Aldai.
Del libro
“La Gran Comunión”
Sobran las
señales. Existe gran coincidencia en lo que respecta a lo decisivo de los
momentos que ahora vivimos. Resta por ver si esa trascendencia se juega en la
geografía de afuera o de adentro. Dicen que vienen grandes olas. Poco importa
calibrar la fuerza con la que arremeterán, lo que importa es ser dignos de la
nueva y ancha playa que tras ellas se creará, del nuevo sol que nos alumbrará.
Dicen que arreciarán virulentos vientos. Poco importa la potencia con la que
arrollarán, lo que importa es el pilar de fortaleza y fe que podemos aquí y
ahora cada uno, con la ayuda del Cielo, ya manifestar. Poco importan los meses y
los años que restan a lo que ha de desaparecer, lo que importa es ameritar
participación en lo que ha de emerger.
Los calendarios, los de antes más romanos y los de ahora más galácticos, podrían
perder su cuenta sin mayor trascendencia. Poco importa el baile de fechas de lo
que ha de venir. La ceremonia de la confusión y especulación agorera vive su
esplendor. Miramos los calendarios de las paredes ya con números romanos, ya
con glifos “nueva era” y sin embargo obviamos auscultar el verdadero calendario
de nuestras paredes de adentro.
Poco adelantamos con saber la hora de la transformación o iniciación planetaria,
mientras que aún no pongamos hora para nuestra iniciación particular, mientras
que posterguemos, una y otra vez, nuestros desafíos de adentro. Prima afrontar
nuestro propio 2012, preparar nuestra propia transición a un estado de
conciencia más elevado. El Cielo, la Jerarquía observa con reservas la
especulación sobre un mañana que en realidad puede ser ahora. El presente invita
a reparar en la posibilidad de ser algo más que humanos. El ahora anima al salto
del “4” al “5” (1 Reino mineral, 2 Reino Vegetal, 3 Reino Animal…) , del hombre
al ángel, del que sólo recibe, al que comienza a pensar en clave de dar.
Prima ensayarnos cada vez más decididamente en el servicio y el amor
incondicional. No hay otro pase hacia lo nuevo. De poco sirve poner todos
nuestros ojos en las cuentas calendáricas de afuera, si las cuentas de adentro,
que desembocan en nuestra iniciación en la entrega y el dar, no observan
progreso. Puede correr la aguja de afuera, pero si la de adentro está detenida,
no hay evolución. El Cielo observa nuestro reloj interno, pues el reloj grande y
cósmico de afuera ya lo pusieron en marcha. Sólo en nosotros el cometido de
ajuste de uno y otro. ¿Qué importa el tránsito, desde Arriba ya programado, para
antes o después del 2012, cuando podemos situar aquí mismo y ahora nuestro
propia y definitiva hora, adoptar determinación de servir a la Creación, de
egresar en la Fraternidad de la entrega amorosa y genuina?
No hay otro despertar que volcarnos al dar. Porque durante existencias hemos
estado recibiendo, ahora se nos pide transitar a las esferas superiores,
acercarnos a los que sólo sirven. No hay otro desarrollo. Ya podemos quemar
todos los inciensos, ya puede estar el “Om” el día entero clavado a nuestros
labios, ya podemos afirmar haber encendido todos nuestros chakras… Los colores
que rodean nuestro cuerpo nos delatan. Arriba sólo desean saber si estamos en
condiciones de elevar nuestra vibración, de sentir el alma grupal, de latir en
clave colectiva, de transformar nuestros días en un constante dar. Se nos pide
afrontar nuestra existencia en clave de entrega y compromiso con el prójimo y
así unirnos a los mundos superiores, a los reinos que trabajan por y para el
progreso de la Creación, por y para la evolución de los reinos que nos
anteceden.
La humanidad ha repetido una y otra vez el mismo error de adaptar las creencias
más sagradas a los intereses personales. Los credos bailan a menudo al ritmo
del beneficio particular, prescindiendo incluso de su alineación con los valores
universales. La nueva conciencia, no está exenta de este error ancestral.
La filosofía basada en la necesidad de amarnos y cuidarnos a nosotros mismos,
tan propia de determinados círculos “new age”, en muchos casos, ha sido
claramente perniciosa. Hemos marcado honda frontera, cuando no abismo, a la vera
de nosotros mismos y adornado nuestra opción individualista con el discurso más
“in”, más supuestamente de progreso. Así es como el pilar de la filosofía
individualista del sistema y del paradigma actual basado en el recibir,
instaurado en el interés propio, en aras del ajeno se perpetua entre nosotros,
ahora sí, con todas las bendiciones de una suerte de pretendida espiritualidad
muy en boga.
El presente y el pasado, la nueva era y la vieja, el ángel y el humano, el “5” y
el “4” sólo están separados por la divisoria del dar. ¿En qué lado de esa única
frontera nos queremos situar? ¿Queremos seguir en el pasado, queremos que el
mundo siga dando vueltas alrededor nuestro, o dar nosotros vueltas con el mundo
y el universo en constante evolución? ¿Estamos dispuestos a entregarnos y
contribuir al progreso colectivo, a que cada vez más hombres y mujeres alcancen
mayor conciencia y felicidad, o nos queremos limitar a nuestra propia y
exclusiva realización?
No hay escándalo por la absoluta tergiversación en círculos “nueva conciencia”
de los valores y leyes superiores. Desconocimiento o interés, el caso es que
cunde la desorientación en torno a cuestiones fundamentales. El desconocimiento
de estas pautas superiores y eternas permite el progreso de la decadencia, del
pensamiento flojo y egoísta, la perpetuación del engaño. Cunde la confusión en
dominios como el sexo, la economía, la democratización del lenguaje, del
conocimiento… Pocas veces se pregona el compromiso de entrega y de donación en
todos estos ámbitos.
Pongo en cuestión a continuación arraigados presupuestos del pensamiento “nueva
era” que, en mi humilde opinión, no se avienen con nuestra vocación última de
dar y que en esa medida no facilitan la red, la comunión.
Aro sagrado de la pareja
La pareja representa la primera red, el primer aro del amor y el compromiso. Si
ésta se quiebra, la sociedad se desmembra. La pareja fertilizada por el amor
fertiliza el mundo. Sobre la unidad familiar se construyen las otras unidades.
La familia es el primer ámbito de fraternidad, de compromiso y entrega, a partir
del cual, la sociedad se construye y articula.
La fidelidad no es valor en boga, sin embargo es un valor superior y eterno que
sienta bases del orden, la armonía y la felicidad. El compromiso para con la
pareja implica forjar voluntades. Vencer al deseo inferior tampoco va de moda.
En el ámbito de la sexualidad prima también el dar sobre el tomar. Aquí dar
significa contemplar la belleza que se manifiesta a nuestro alrededor para
exaltarla, para sublimarla…, no para aprovecharnos personalmente de ella. Aquí
dar significa ayudar a ascender y progresar, respetar, enaltecer, bendecir el
misterio sagrado de los cuerpos y las almas que Dios hace manifiestos en nuestro
camino, sin ánimo de apropiación.
Sin embargo se generaliza el pensamiento en clave de tomar, de “servirnos de” y
no de “servir a”. Si no hay amor y entrega, no hay compromiso, si no hay
compromiso, no hay fidelidad, si la pareja no perdura, se desarticula la
sociedad… Es preciso salvaguardar la primera red natural, que representa la
pareja y a partir de la cual se articulan otras redes orgánicas.
Cierta y extendida filosofía “nueva era” ha saltado las pautas sociales del
compromiso arraigado en la sociedad tradicional y retrocedido al “todo vale”
para simplemente poder nutrir al ego. Se rompen los frenos tradicionales con la
excusa de que coartaban una necesaria liberación.
Siempre está la opción de sacralizar lo que interesa en exclusiva a nuestro ego
y así evitar eventuales problemas de conciencia. Podremos enfangarnos, pensar
sólo en recibir, en la satisfacción de nuestros apetitos inferiores, que no pasa
nada, pues estamos practicando “tantra” o “sexo sagrado”... Tras estas
socorridas palabras podemos esconder deseos y apetitos que tan sólo buscan
recibir y saciar unos cuerpos siempre hambrientos.
Economía
Igualmente tras el dislate de la palabra “abundancia” podemos esconder todos
nuestros más bajos instintos de enriquecimiento a costa del prójimo. Sólo hay
una economía superior, solidaria en este y en el más remoto planeta del
universo, aquella que piensa primero en clave de dar, de entregar, de satisfacer
las necesidades de todos… De nuevo en este ámbito nos esforzamos en crear una
filosofía adornada de las mejores palabras, para sustentar unos relaciones
basadas en el recibir, en el beneficio propio. Crear un círculo, “una burbuja”,
una red… para el incremento de una cuenta bancaria particular, puede ser muy
legítimo siempre que comencemos a llamar las cosas por su nombre: lucro
personal. Las relaciones de confianza tejidas a partir de un mismo palpitar
emancipador y liberador, no se pueden devaluar para implementar en su ámbito
iniciativas de beneficio propio.
Desde el momento que asumimos la unidad de la Creación, los principios de
fraternidad humana y filiación divina, la prosperidad sólo se podrá entender
en clave colectiva. No puedo prosperar si el otro no prospera conmigo, no existe
la prosperidad individual en los mundos superiores. Encarnamos en la Tierra para
precisamente aprender esa lección de comenzar a pensar y sentir en clave
colectiva. Las iniciativas económicas, que disfrazadas de verbo “nueva era”,
sólo reparan en beneficio propio, flaco favor proporcionan al avance de la
conciencia colectiva.
Por lo demás, no contribuimos a la Gran Alianza cuando cerramos los círculos,
cuando ponemos un precio excesivo para poder participar en trabajos de sanación,
de ceremonia, de enseñanza, de palabra… La Gran Comunión cuestiona las fronteras
que coloca la avidez de dinero.
Lenguaje
Otro aspecto en el que se prodiga la confusión es el del lenguaje en las
comunicaciones y enseñanza. Abundar en lo sencillo y natural con palabras
complicadas, implica retener conocimiento para engrandecer orgullo. La enseñanza
se ha de impartir con el lenguaje más asequible. El agua viva del conocimiento
debe correr con el menor impedimento.
Son tiempos de gestar amplias alianzas en aras de un nuevo Cielo y una nueva
Tierra, para ello el lenguaje deberá estar a la altura de estas circunstancias
de urgencia. Ensanchar red, agrandar el ámbito de relaciones entre los
servidores del mundo, implica necesariamente búsqueda de un lenguaje también
amplio y universal. Huelga el lenguaje esotérico asequible sólo a los menos.
Para participar en la gran Obra Colectiva, para sumarse al Trabajo Uno, no es
preciso doctorarse en esoterismo. Dominio de ocultismo no da grado. Basta estar
mínimamente ubicados, basta intuir la razón última de nuestra presencia en la
Tierra.
Dar para engrandecer la comunión
La Gran Comunión sólo se puede conformar a partir de la disposición de sus
integrantes a dar, desde la consagración a altos ideales en favor de la
humanidad. La entrega es indispensable para tejer la Red. Damos y en esa medida
se crean vínculos y relaciones fraternas. Desde la actitud de la exclusiva
búsqueda del recibir, sólo se pueden tejer vínculos de interés personal,
simulacros de red condenada a saltar en la primera dificultad. Tejamos pues
redes sólidas a partir de la confianza que generan las almas que se dan por
entero.
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