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GRAN MADRE-MUJER ETERNA


Mari


 

A lo largo de este artículo exploraremos algunos de los análisis más interesantes, en opinión del autor, sobre la “Diosa Mari” principal entidad de origen paleolítico de las tradiciones paganas pre-cristianas del País Vasco. Del mismo modo, trataremos de establecer algunos paralelismos con casos de idénticas características a lo largo de Europa. Finalizaremos, en última instancia, con la exposición de una biografía de apoyo para el interesado en profundizar.

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Si hay algo que existe, hoy en día, en el conocimiento de prácticamente todos los ciudadanos vascos, son los mitos relacionados con la Diosa Mari. Leyendas, historias e incluso festivales populares de índole folclórico, todos ellos relacionados de algún modo con Mari, hacen acto de presencia en los “cuenta-cuentos” de cientos de ikastolas, colegios e institutos a lo largo de toda la geografía vasca. Se han publicado, además, docenas de libros sobre este asunto, algunos desde la óptica legendario-mítica, otros desde la antropología, arqueología e historia, o incluso como objeto de cuentos infantiles para los más pequeños ¡¡hasta desde la filosofía y la psicología!! En todos estos campos, y en otros muchos más está presente: Mari, la Diosa-Madre de los antiguos vascos. Son, actualmente, realmente pocas las mentes que hayan abordado esta materia desde el punto de vista “pagano”, al contrario que sucede con las divinidades de otros lugares (Irlanda, Escocia, Gales, Escandinavia, Grecia) en donde si han surgido interpretaciones a veces más reconstruccionistas, otras menos, con respecto a las divinidades autóctonas de su cultura, dentro del concepto actual del denominado “paganismo contemporáneo”.

 

En palabras del catedrático en Hermenéutica por la Universidad de Deusto Andrés Ortiz-Oses “la Diosa Mari es para la cultura vasca la personificación de la Madre Naturaleza”, creo que, si desearíamos resumirlo en una frase, esta sería la más apropiada. Sin embargo todos los que llevamos un mínimo de años en relación con la investigación sobre “nuestra ama”, sea desde la afición, la religión o la erudición académica, estamos de acuerdo que Mari es, cuanto menos, una Diosa imposible de resumir, debido a que sus bastos atributos la convierten en una entidad excesivamente compleja.

 

El posible hallazgo más arcaico del culto a esta entidad podría registrarse en Karrantza (Bizkaia) y data de la cultura Magdaleniense (una de las últimas culturas del Paleolítico Superior, que se percibió al norte de España, entre otros países de Europa -Francia, Suiza y Alemania-), es decir, una cultura que va de entre el 15.000 y el 8.000 antes de la era común. El hallazgo en cuestión se trata de un templo subterráneo dedicado a una diosa arcaica, en el interior profundo de una cueva. Estos hallazgos, perfectamente explicados por el especialista en cultura paleolítica vasca además de famoso escritor sobre Mitología Vasca, José Miguel Barandiarán, trataron de profundizar más en los orígenes de una Diosa que, ya en esas décadas, se la rastreaba hasta el Neolítico. Junto a este descubrimiento en concreto, José Miguel Barandiarán, estableció interesantes paralelismos con otros hallazgos de similar envergadura a lo largo de Bizkaia, Gipuzkoa, Nafarroa y Zuberoa, ofreciendo nuevas latitudes de investigación con respecto al matriarcalismo primitivo y las culturas rupestres:

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(Barandiarán y su Equipo de investigación)

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(Hallazgo rupestre en Gipuzkoa)

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(Cueva de Urkiola –Bizkaia-)

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(Cueva de Azkondo –Bizkaia-)

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(Bolinkoba de Atxarte –Bizkaia-)

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(más grabados rupestres en País Vasco)

 

Así mismo, la conocida “Diosa Mari” desciende de un concepto arcaico de veneración primitiva cuyos rasgos aún sobreviven a lo largo de toda la geografía vasca. Mari, también conocida como Amari, Amalur (significa “Madre Tierra”), o Maya, sabemos que no corresponde a un nombre riguroso con respecto a esta entidad. Ya muchos autores han señalado el carácter “sin nombre” que pareció imperar en las sociedades agrícolas y matriarcales de los primitivos cultos neolíticos matrifocales. Por lo que “Mari” como nombre propio, más bien responde a un título, similar al de “Señora” con el que el folclore tardío ha decidido renombrar a la común Diosa primigenia en la cultura proto-vasca, y vasca posteriormente.

El hallazgo de la estalactita en la Cueva de Zelharburu (Nafarroa Behera) fue otro de los grandes descubrimientos del origen del culto a la Diosa Mari, actualmente conocida como “el dorso de la santa” numerosas investigaciones han demostrado como esta estalactita actuó a modo de “ídolo” en el culto a la Diosa Mari de la Euskal Herria pre-cristiana.

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(Estalagmita subterránea de la Cueva de Zelharburu –Nafarroa-

que fue objeto de culto como “dorso” de la propia Diosa)

 

La evolución proto-cultural del culto primitivo a la Diosa Mari es especialmente parecida a otros casos estudiados a lo largo de Europa, esto lo han señalado autores de sobra conocidos en esta materia, como Marija Gimbutas, así como otros autores, estos menos criticados popularmente, tanto autóctonos como foráneos. Podemos ver paralelismos de evoluciones primitivas tanto en lugares popularmente estudiados por los interesados en estas materias (Germania, Irlanda, la Grecia primitiva) así como paralelismos con diosas neolíticas de lugares algo más remotos, por ejemplo Siberia o Ucrania (”The Evolution of Paleolithic Art”, Annete Lamming). Sin embargo, la “iniciación matriarcal” (en palabras de Txema Hornillas en su “Los héroes de la mitología vasca”) en la cultura vasca antigua y su relación tan íntima con el tema que aquí tratamos, sobre la diosa principal de los vascos, nos obliga a hacer una parada que destace algunos aspectos de esta estructura psicosocial.

 

El Matriarcado Vasco

Aunque solo es una opinión personal, entendiendo todos los estudios que, principalmente eruditos americanos, han hecho sobre sociedades matriarcales, y en la que muchos han incluido estudios sobre el fenómeno vasco, en mi opinión el más interesante es el elaborado por el bilbaíno Andrés Ortiz-Osés en su obra “El Matriarcalismo Vasco”. No sé si por el tratamiento explícito que le da al tema vasco, o por las revelaciones que en sí ofrece, pienso en esa obra como una de las más indispensables a la hora de ahondar más en este tema.

 

En palabras de este autor, en referencia a la Diosa Mari como personificación de la naturaleza, así como objeto de culto principal dice “impregna, coagula y cohesiona el grupo social tradicional vasco de un modo diferenciante respecto a los pueblos indoeuropeos patriarcales“. En esta obra, el catedrático elabora un estudio cuidadoso sobre el matriarcado en la cultura vasca, implantado subestructuras de afectación.

 

Específicamente hace hincapié en los factores sociales y mitológicos que, dice, giran en torno a la figura de “Gran Madre” tanto en el factor social de Etxekoandre (”Señora de la Casa” piedra angular del sistema familiar y social tradicional vasco), como en el factor Mari como diosa soberana, madre de todo (dioses y hombres), como personificación de culto a la naturaleza.

 

Otra subestructura es la heráldica, como medio de transmisión de parentesco y herencia, que en el caso vasco, siempre fue de transmisión femenina. A lo que añade (citando a Pio Baroja) es una descendencia del papel de la mujer como elemento recolector (de alimentos) y dadora de vida, ya presente en el Neolítico.

 

Otra sería la lingüística, en el euskera como lengua con comunes palabras de significado “unisex”, así como análisis de sufijos tradicionales (que como el -ba) indican “… en su interpretación primigenia de la realidad, una marca de asignación matriarcal“.

 

Y la subestructura anímina, de la mujer como objeto de dependencia familiar, social e incluso religioso. Aquí también hace un repaso a la estructura social vasca, tradicionalmente “comunalista”, que frente al modelo patrista (”Sex in History”, de G.R. Taylor) tradicionalmente “individualista”, ofrece una interpretación organizativa de descendencia matriarcal.

 

Un factor especialmente interesante en el modelo psicosocial vasco es la investidura de la figura femenina del concepto de sacerdocio, o lo más parecido que existió, en la sociedad vasca pre-cristiana. Curiosamente y al contrario de lo ocurrido en docenas de culturas, este factor no pudo (o no quiso, hay muchas teorías) erradicarse con el advenimiento del Cristianismo. Aún hoy, especialmente en los lugares donde la civilización (globalización) no ha podido instaurarse con su habitual modus tiránico, podemos percibir este modelo sacerdotal femenino. Las Ermitas tradicionales vascas eran centros de culto cristiano que amparaban un radio poblado por un número determinado de baserris (caseríos), número que podía depender de muchos factores, generalmente o económicos o sociales. Cada Ermita estaba (y está) fraccionada, en su interior, por una serie de “Yarlekus”. Cada Yarleku era atribuido a un Baserri, y por ende a una familia. Era tal dicha atribución, que los muertos de la familia pasaban a ser enterrados bajo el Yarleku que correspondía a su Etxe (casa), o lo que es lo mismo, eran enterrados bajo la Ermita. Al Yarleku no acudía diariamente “la familia”, sino su representante, esta era siempre la mujer más mayor del Baserri. Ella por tanto era la encargada de administrar los “negocios religiosos” de su familia, y la representante “ante Dios” de la familia, y luego en casa era la encargada de oficiar los ritos caseros típicos, especialmente los dedicados a los antepasados y las ofrendas que les correspondían. El Yarleku era y es tan poderoso (en concepto) que era considerado una especie de extensión del Baserri, y nadiese atrevía a allanar un Yarleku ajeno sin permiso, ni el propio cura, del mismo modo que harían con una casa; no entrar sin permiso. Si la mujer, la Etxekoandre, por cualquier motivo no podía asistir a misa, era suplantada por otra mujer que la propia Ermita disponía, a la que se le da el nombre de “Andereserora” (algo así como “Señora Soror” o algo parecido, tampoco hay una traducción debido a la inexistencia de este concepto en otros lugares de la península).

 

Esto, para la inmensa mayoría de los estudiosos, demuestra la supervivencia del conocido (y resaltado por Estrabon) código de ginecocracia vasco que investía incluso el aspecto religioso de la vida cotidiana, en palabras de Estrabon:

“…es común también la valentía de sus hombres y mujeres; pues éstas trabajan la tierra y cuando dan la luz sirven a sus maridos acostándolos a ellos en vez de acostarse ellas mismas en sus lechos”. (III, 4, 17)

 

Otro dato interesante que supone una post-existencia del matriarcado vasco es el concepto de “cosmos” en la mentalidad vasca. La Tierra, como madre, suponía el Axis Mundi de toda la existencia, dando a luz a todo lo demás que existía, incluidos al Sol y la Luna (ambas de carácter femenino en la Mitología Vasca) que actuaban a modo de hijas de Amalur. Se consideraba que cuando amanecía era que la Tierra había dado a luz al sol, mientras que la luna “había regresado” al útero materno, y cuando anochecía, se consideraba que la Tierra había dado a luz a la luna, mientras que Eguzki (la Sol) había vuelto nuevamente al útero materno. Algo que condicionó también la forma de concebir la muerte por los antiguos vascos, quienes creyeron que “volvían a la tierra-madre” y lo que provocó que el enterramiento primitivo fuese “bajo tierra” poniendo el cadáver en “posición fetal”. La Tierra era por tanto el Eje de toda la existencia, todo lo que hay por encima de ella es “vivo”, y todo lo que hay debajo es “muerto y/o sobrenatural” lo que produce, a menudo, mitos como los supervivientes, de Dioses que viven bajo tierra, se desplazan por galerías subterráneas, y acceden al mundo por aberturas naturales, convirtiendo el panteón vasco en un panteón principalmente ctónico.

 

Ahora bien, Andres Ortiz-Oses, se formula la pregunta de ¿porqué se conservan tantos rastros matriarcales ya en la cultura vasca medieval, y que llegan a la cultura vasca actual? A esta pregunta, pasa enseguida a responderse puntuando posibles razones que lo expliquen. El carácter pirenaico de la cultura vascona antigua parece ser una razón, ya que impide ciertos avances tecnológicos típicos en otros pueblos vecinos, y por ende le aísla automáticamente de muchas de las influencias indo-patriarcales.  Eso les permite conservar ciertas tipologías sociales y organizativas “autóctonas” durante muchos más siglos que otros pueblos tan inmediatamente asimilados (los Íberos, por ejemplo). La tardía cristianización (teoría arrojada por el sacerdote Miguel Barandiarán) de los accesos alejados a las “calzadas romanas” (gran parte de Euskal Herria) que permitió a la inaccesibilidad proteger, de algún modo, muchas de las tradiciones y creencias religiosas originales. Así como, en último factor, la perduración del tipo de sociedad (1º agrícola, 2º pastoril) durante mucho más tiempo, en ambas funciones, la mujer suponía una piedra angular de funcionamiento, por lo tanto prorrogar los modelos, es prorrogar el protagonismo de la mujer, y por ende, el propio matriarcado.

 

“…sean las hijas las que queden como herederas y que los hermanos sean entregados por ellos a sus esposas; porque poseen una especie de ginecocracia, y esto no es del todo civilizado”. (III, 4, 18)

 

Volviendo a Mari

A lo largo de la mitología y el folclore popular, obtenemos distintos aspectos de Mari que nos revelan distintas cosas sobre ella. Hay que tener en cuenta que a lo largo de la geografía vasca, las atribuciones de Mari eran de extremo carácter local. Mari recibía un nombre (un apodo más que un nombre propio) concreto, por los lugareños, dependiendo el lugar. La mayoría de estos apodos estaban dedicados a vincular a Mari con el lugar donde era concebida por la conciencia popular. Así podemos remunerar varios nombres populares para la Diosa, así tenemos nombres como Anbotoko Sorgina  (La Bruja de Anboto), Aketegiko Damea (La Dama de Aketegi), Yona Gorri (Señora Roja), Txindokiko Mari (Mari de Txindoki), Aralarko Damea (Dama de Aralar), Arrobibeltzeko Andra (Señora de Arrobibeltz), Lezeko Andrea (Señora de la Caverna), entre otros muchos.

 

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(Representación de Mari en óleo, por Ángel Elvira)

 

Sus principales lugares de culto son:

Bizkaia: Cuevas de Balzola, Supelaur, Urkiola y Anboto.

Gipuzkoa: Atxorrotx, Aketegi, Marizulo, Obantzun y Oiartzun.

Nafarroa: Odabe y Zugarramurdi.

Araba: Arrizalan y Aizkomendi

Y en distintos puntos del País Vasco Francés como Leizia, Zelharburu, Azalegi y Otsibarre.

 

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(Residencia de Mari en Urkiola, Bizkaia)

 

Igualmente, la presencia de esta entidad en depende qué lugar, podía afectar de un modo beneficioso o bien desastroso, la climatología, y en inmediata resonancia, la totalidad de la forma de vida de toda una comarca.

 

Del mismo modo, la multi-apariencia de Mari se convierte en algo de sobra sabido, así como su multi-situación en numerosos puntos geográficos vascos. Mari es recogida en numerosas leyendas de diferentes formas, y es percibida bajo diversos aspectos. A veces percibiendo una coherencia más o menos palpable entre forma y función. Mari aparece desde como una Dama vestida en satén rojo y con apariencia de una muy alta alcurnia, hasta como una aldeana más a veces identificable por poseer un pie de pato o de Oca (lo que la describe como Reina de las Lamias, las hadas por excelencia en Euskal Herria), pasando por: Una mujer que sobrevuela el cielo montada en un carro tirado por cuatro caballos, o sobrevolando el cielo como una hoz de fuego enorme, volando sobre una escoba (como atributo de Brujería, convirtiéndola también en Diosa de la Brujería), montada sobre un carnero, volando con la Luna Llena como Corona, como una Dama Blanca, como un árbol con torno femenino (de ahí que existiera la costumbre de dejar ciertas ofrendas a Mari bajo árboles cuyo torso evocara el cuerpo de una mujer), contando además las numerosas leyendas que nos hablan de una Mari metamorfoseada en numerosos animales: carneros, gatos, patos, caballos, perros, etc, revelando un indudable carácter chamánico a su ya muy amplia colección de aptitudes.

 

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(Representación de Mari sobrevolando los campos envuelta en una hoz de fuego, óleo de Ángel Elvira)

 

Mari y parecidos con otras Diosas y Folclores Europeos

Muchos autores han señalado la peculiar costumbre que pareció existir entre las gentes vascas pre-cristianas y la psicología especial que tuvieron a la hora de, probablemente, contactar con divinidades similares a Mari, pero que pertenecieron a otras civilizaciones extranjeras. Según ciertos autores, franceses en su mayoría, lanzan la hipótesis (nunca rebatida, que el autor sepa) de que, el pueblo vasco arcaico, a diferencia de otros pueblos donde varios Dioses extranjeros entran a una nueva tierra, substituyendo a dioses autóctonos, lo que hizo fue asemejar aptitudes de culturas vecinas a su propia Diosa nativa, permitiéndola “aumentar” su ya notoria lista de atributos. Esto especialmente sucedió con los pueblos vecinos de índole Celtíbero y Celta.

 

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(Foto tomada y cedida por Diego Javier García Zeliz, Culte Reigbord, Catalunya. Esta foto pertenece a la Iglesia de Garzolaz, en Nafarroa, donde aun quedan estas representaciones de “triple-diosa” de indudable idiosincrasia celtoide. Es un ejemplo de los atributos Celtas que Mari tomó de culturas Indoeuropeas vecinas.)

 

Algo que por otro lado también me llamada poderosamente la atención es el factor de Brujería en Euskal Herria, según parece las sorginas (brujas) cuando volaban, bien con escoba o sin ella (en este último caso gracias al “gantzugailu” o “potingue” como se llamaron los ungüentos), lo hacían comandadas por la propia Mari, quien montada en su escoba, sobrevolaba los cielos camino al Akelarre donde se iniciaba una clandestina ceremonia en honor a Etsai (el Diablo). Esta Mari “comandante de los vuelos de las brujas” no me hace sino evocar características de Diosas como Holda o Perchta, a lo largo de Suiza, Alemania y Austria y los famosos aquelarres de aquellas tierras, con sus correspondientes y voladores viajes al Sabbath. No me atrevo en absoluto, y quiero dejarlo claro, afirmar que pueda existir relación alguna, por que no lo sé. Son los etnólogos y los historiadores los que parecen opinar que Mari pudo haber absorbido ciertos aspectos femeninos de Diosas-Madres o incluso más específicamente “Madres Tribales” (las famosas “Matronaes” celtas, que estuvieron muy de moda en la Hispania Celtíbera). Sin embargo si ellos no meten “germanías” por ningún lado, no voy a ser yo el valiente que arroje la teoría. Ahora bien, por haber, sí que hay paralelismos. Concretamente Holda era una Diosa-Bruja que, como Mari, parece iniciar su existencia como “Señora de las Bestias”, incluso de una forma que llega a rozar el culto totémico a las mismas. De igual modo, Holda, una diosa del Destino y de la Muerte, aparece inmortalizada en el folclore como una Diosa-Tejedora, algo que igualmente ocurre con Mari, de quien en muchos lugares se cuenta que es una ancianita que teje en su cueva (que a la vez es su hogar). Y a la que, por cierto, no le gusta ser molestada mientras teje laboriosamente.

 

Es muy curioso que el folclore alemán nos cuente que Holda, como diosa-tejedora, fuese también la “matrona” de aquellas personas que se dedicaban a tejer. Sin embargo, a aquellas personas que lo hiciesen mal, o que se dedicaran a tal labor, careciendo de habilidad para ello, las castigaba duramente, especialmente a lo largo de las “12 noches” del Yuletide. Mari, por otro lado, no es tan exigente, sin embargo las leyendas que la inmortalizan tejiendo, la inmortalizan popularmente a lo largo del Solsticio de Invierno ¿casualidad?

 

Sin embargo esto no queda únicamente aquí, podemos ver parecidos entre Mari y otras divinidades igualmente lejanas de la geografía vasca. Tal es Annis en Dane Hills (Leicestershire) y sus leyendas de metamorfosis felinas. Annis, una arcaica Diosa local ahora convertida en una simple criatura mitológica (Black Annis) devoradora y homicida, posee leyendas concretas en las que aparece convertida en un enorme gato, como Mari y también como sus sacerdotisas y sacerdotes: las y los sorgin. Algunas leyendas aseguran que cazadores han podido llegar a alcanzar a ese enorme gato (siglo XVIII, Leicestershire) y guardan parecidos asombrosos con leyendas de Euskal Herria en las que un gato era alcanzado en una pata por un cazador, y al amanecer la “bruja” era vista coja y refunfuñando contra el cazador.

 

Sin duda, los parecidos que más me han asombrado, debo reconocer que han sido los que hay en común con Escocia, como he comentado varias veces. Hay una leyenda escocesa, concretamente de las Highland, que trata sobre las “Bean Nighe”. Aunque hace relativamente poco, Dyana O’Donoban, una gran amiga norirlandesa, me comentaba que en Irlanda también existe una leyenda muy parecida. Se trata de una mujer (o varias) que son avistadas en ríos o lagos escoceses lavando ropa ensangrentada, según el folclore popular, de la sangre de los que están a punto de morir. Parece que la visión de estas curiosas damas, es tomada como un profundo símbolo de mal augurio, algo que no debe sorprendernos, la propia Caza Salvaje también. Sin embargo si quien lo ha visto se coloca inteligentemente de cierta forma que dé como resultado interponerse entre la criatura y el agua del arrollo, el humano tendría la oportunidad de pedir tres deseos. Deberíamos remontarnos a Oiartzun (Gipuzkoa) y Lekeitio (Bizkaia) para escuchar versiones parecidas de las Lamias y la propia Diosa Mari, en las que no lavan nada ensangrentado, pero si lavan sus cabellos y los peinan durante horas. Si el que las avista es lo suficientemente habilidoso, tiene la oportunidad de preguntar cualquier cosa, con la seguridad de que la respuesta será verídica. Sabemos que tras esta leyenda en Euskal Herria, se esconde una costumbre popular vasca, de índole pagano, y vinculada a la adivinación y al oráculo, entre las sociedades pastoriles y pescadoras de lugares costeros. Tradiciones que, a su forma, aún se siguen practicando.

 

Otros detalles de idéntica envergadura los vemos nuevamente en las Highlands escocesas bajo el nombre de Cailleach Bheur (la versión irlandesa es Cailleach Beare). Alrededor de esto nos cuentas las apariciones de una clase de criatura hembra, bajo diferentes formas, simbolizando el paso de la época invernal (All Hallows Eve) hasta la estival (Beltane Eve). Tengo entendido que la versión irlandesa es más específica, y deifica de forma más clara a esta criatura, convirtiéndola en algunos condados en toda una representación de la Diosa-Tierra en ciertas costumbres de Abril-Mayo, estando muy vinculada a historias y leyendas folclóricas y populares de índole pastoril. En Euskal Herria vivimos toda una metamorfosis de Mari a lo largo de “la fiesta de los Mayos” celebrada muy intensamente en comarcas de todo Bizkaia, Gipuzkoa, norte de Nafarroa y Zuberoa. A lo largo de estas metamorfosis tenemos a toda una “Reina de las Flores” en la Diosa Mari, inmortalizada en numerosas costumbres de estas comarcas, para luego metamorfosearse en una “vieja tejedora” a medida que se llega a Noviembre y Diciembre, de forma muy parecida a como sucede en las Highlands escocesas.

 

El tema de Dragones es algo que también tenemos en común con creencias de índole Británico, así como la actitud cristiana mitificada en torno a ellos. En Euskal Herria está la creencia en el Herensuge (no confundir con Sugaar), el Dragón Primigenio, una criatura deificada que se extiende por los pirineos (además de que lo compartimos con Catalunya, ya que en los pirineos catalanes también aparece reflejado el Dragón), Gipuzkoa y la cornisa Cantábrica, así que pasa por Bizkaia y se llega a extender a Cantabria oriental, donde al igual que en Catalunya, aparece el dragón inmortalizado en el folclore popular. En Reino Unido tenemos a varios “matadragones” santificados, por ejemplo Saint Sampson de Cornwall, quien siguió al Dragón hasta su guarida y le dio muerte. Exactamente lo mismo hizo San Martín Txiki, conocido como Martintxiki, y vinculado a Mikelatz, el hijo de la Diosa Mari. Martín igualmente siguió a un Dragón para enfrentarse a él, aunque en su caso, no lo dio muerte, sino que le hirió gravemente, pero el Dragón consiguió escapar por unas galerías subterráneas.

 

El dragón, muchas veces en las Islas Británicas, y siempre en Euskal Herria viene a representar la fuerza violenta y primigenia de la naturaleza salvaje. El descontrol de los peñiscos pirenaicos que arrasan aldeas, el mortífero efecto de un incendio demasiado extendido, o el huracanado viento que logra despeñar barranco abajo a un grupo de Baserritarras. Martintxiki, vinculado a Mikelatz, el hijo de Mari, actúa en este caso como “caudillo” a modo de héroe solar dominante de la naturaleza salvaje, que en el caso vasco, se refleja en una dominación parcial, al no llegar a matar a Herensuge. Esto bien podría deberse a lo frecuente de los accidentes, o lo violento de los sucesos naturales de índole agresivo, en las cornisas pirenaicas, y la imposibilidad muchas veces más que patente de llegar a conquistar el territorio al completo.

 

Amalur y Mari. Diferencias y una misma Diosa.

Amalur y Mari son dos formas de referirse a la misma Diosa, y es cierto, sin embargo también se pueden percibir claros matices diferentes a la hora de interpretar una u otra. En primer lugar tenemos Amalur, una palabra que literalmente significa “Madre Tierra” que sin embargo es un concepto abstracto, dominador y radical. Al referirme a Mari como radical, quiero hacer hincapié en el significado de “raíz” de la palabra “radical”. El paganismo vasco es un paganismo principalmente subterráneo, no únicamente los Dioses y espíritus a menudo viven en cavernas o se sitúa el “más allá” bajo tierra (entendiéndolo así gracias al pensamiento de “vida después de la muerte” en el Paganismo Vasco, cuando se pensaba que el alma pasaba a ir a una profunda caverna subterránea donde encontraría a Mari y se encontraría con sus antepasados), sino que el Paganismo Vasco indica que “todo” proviene del mundo subterráneo. La luna, el sol, los vientos y las tempestades, estas últimas provocadas por actividades sobrenaturales que tienen lugar bajo tierra y que, a través de grutas y aberturas naturales, se escenifican en el mundo del ser humano a modo de vientos y tempestades.

 

Esto sería Amalur, el origen encarnado en la Naturaleza, tanto lo que vemos de ella, como los que, para el paganismo vasco, se haya más abajo, y nunca vemos, interpretándose la mayoría de las veces como algo sobrenatural. Aquí tenemos una Amalur dinámica, sin auto-consciencia, cuasi mecánica y que se deifica a modo de mecanismo del funcionamiento del Universo según la cosmogonía vasca, más no tiene un carácter, una personalidad, etc. Si bien podría tener pensamiento propio, este está mucho más allá de la concepción humana, por lo que ni si quiera se trata de comprender, más allá de tradiciones oraculares vinculadas a tratar de descifrar algunas cosas muy concretas.

 

Mari, por otro lado, es una personificación. Es como una extensión de Amalur (siendo, no obstante, la propia Amalur) desde lo “incomprensible”, hasta lo “comprensible”. Materializando un cuerpo (a veces mitad animal), una voluntad, un poder de interactuación con el ser humano, etc. Aún así, ya de por sí, Mari es difícil de comprender y muchas veces está rodeada de misterio y magia, camuflando sus verdaderas intenciones en un sinfín de simbologías de tipo iconográficas algunas veces, o incluso lingüísticas (juegos de palabras con el euskera primitivo, etc) en otras.

 

Me he encontrado varias veces con que algunas personas no llegan a comprender varias de las actuaciones de Mari recogidas en las numerosas leyendas populares, especialmente aquellas personas mecanizadas y que provienen de ciudad. Sin embargo, en contraste, me he maravillado de la simpleza y facilidad de comprensión a lo largo de los pueblos, incluso entre personas de confesión católica que creen firmemente en Mari como “algo extraño”, “algo que una vez va con Dios, y otras veces con el Diablo”. En el caso de estos últimos, de denominación católica, no tienden a hacerse un lío con definiciones, sino que interpretan a Mari como algo que “está” y no van más allá. Al margen de esto, he sentido varias veces una total simpatía entre la comprensión de las mentes más rurales de la geografía vasca, hacia la imagen que nos da Mari, de ella misma, a lo largo de las leyendas.

 

Me doy cuenta, entonces, que Mari recoge en su personalidad (muy compleja y para nada coherente), lo más profundo y substancial de la mentalidad rural vasca, solo que como es obvio, lo hace de una forma extremadamente exagerada y potenciada hasta llegar a los reinos de lo sobrenatural. Digámoslo así…Mari es una Diosa que “piensa en Euskera”, y es coherente con las personas de remotas aldeas que, como ella, “piensan en Euskera”. El conflicto paradigmático que el País Vasco vivió a lo largo de la década de los 70 y los 80, cuando las ciudades se llenaron de habitantes de pueblos, se presenta, casi exactamente, a la hora de abordar a Mari desde la mente “de ciudad”.

 

Según Txema Hornillas, sociólogo y psicoanalista vasco, esto se debe a la “iniciación cultural”. La tesis de Hornillas recoge puntos fundamentales en la idiosincrasia de Euskal Herria, arroja la tesis de una iniciación cultural que saltó desde “lo primitivo”, hasta lo que también era primitivo en otros pueblos; El Matriarcado. Reconoce que la iniciación estándar, el patriarcado, en Euskal Herria llegó con una asombrosa diferencia de tiempo. Hornillas habla de muchas cosas derivadas de este hecho; sociológicas, políticas, económicas, etc. Sin embargo también acampa en lo puramente religioso. Hoy en día, en lo más remoto de Euskal Herria, realmente no se ha completado del todo la mente patriarcal. Y en lo religioso esto se expresa en la inexistencia, casi sorprendente, del culto a Jesucristo, siendo el imperante el de María, quien a su vez curiosamente está muy influenciado por el primitivo culto a Mari, hasta tales máximas que en muchas aldeas, ni se molestan en llamarla María, llamándola directamente Mari.

 

El Cristianismo Vasco rural es algo digno de estudio, la preponderancia del culto Mariano compite directamente con el iracundo señor de los ejércitos más estimado en las ciudades. Esto es tan palpable, que llegada la Semana Santa, apenas tiene resonancia en muchas aldeas, mientras que Mayo, el mes de María, se celebra casi tanto como la propia Navidad.

 

Han sido muchos, muchos más de los que a muchos ministros de la Iglesia (española) le gustaría reconocer, los habitantes que han afirmado, sobre Mari, que es un “entrañable diablejo, a quien le gusta a menudo esconderse tras los azules mantos de la Virgen, y recibir las alabanzas que son originalmente dedicadas a la madre del cordero“. Esto ha sido tan real, como que algún que otro cura, de alguna que otra remota Ermita, se ha visto afirmándolo.

 

Mikelatz y Atarrabi. Los dos Hijos de Mari

Mikelatz el mal y Atarrabi el bien ¿así de sencillo? No.

 

Ciertamente nuestros abuelos nos dijeron que ese “entrañable diablejo” llamado Mari, tuvo dos hijos: Mikeltaz y Atarrabi. Con el tiempo uno se hizo cura, y este es Atarrabi, y el otro se fue a una recóndita cueva donde Etsai, el Diablo, enseñaba Brujerías y otras paganías diversas a aquellos que así lo solicitaban, este fue Mikelatz. Obviamente la Iglesia lo tiene fácil: uno es el bien (el cura), el otro es mal, pero no es tan sencillo.

 

En primer lugar esto nos cuenta un poco más de Mari, a través de sus retoños. Lo primero que nos dice es que Amalur, siendo fuente de todo, también es fuente del bien y del mal, y que por ende está por encima de cualquier concepto de dualidad. Está más allá de lo mortal, pero también más allá de lo inmortal, siendo Diosa, es en raíz “más que Diosa” y siendo humana (o con capacidad para procrear con humanos, como nos cuenta la leyenda en la que tiene un hijo con Don Diego López de Haro, señor de la Villa de Bilbao) es también “más que humana”.

 

Además, de Mari nos dice como ella conserva su posición como soberana, siendo su hijo Atarrabi el arquetipo del cristianismo, y Mikelatz el arquetipo de Paganismo, Mari nos confiesa los vehículos mediante los cuales apadrina (amadrina, en realidad) ambas espiritualidades, aparentemente en conflicto, pero complementarias para ella, de una forma que ya he ejemplificado más arriba. Mari, inteligentemente, crea un vehículo, Atarrabi, mediante el cual conservar su existencia aun con el cristianismo derramando agua consagrada por los antiguos lugares de culto. Su sangre corre por las mismas venas de los paganos (Mikelatz) y de los cristianos (Atarrabi) y así Mari se vuelve a auto-perpetuar sin necesidad de hombre. No se tiene que “casar con el hombre extranjero”, pues gracias a Sugaar, la serpiente macho, es capaz de crear a sus dos hijos, manteniendo la independencia y reafirmando su existencia.

 

¿Por qué hablamos de “sangre”? En muchos países, especialmente en la denominada “franja celta” es común vincular el paganismo, en la literatura medieval, con una especie de vínculo sanguíneo con el mundo antiguo. Así, personas comunes pero con habilidades extremadamente peculiares, terminan por descubrir un parentesco entre su estirpe y un hada. O aquellas castas irlandesas que “poseían sangre de los Dannan”, que a su vez habían creado un extraño muro al partir de Eire tras la llegada de los extranjeros. Tal es el caso de Fergal, el irlandés, que escuchaba “el susurro de los árboles” y sabía interpretar las “voces arrastradas por el aire” debido a la presencia en su genealogía antepasada de poderosos Druidas que habían establecido viejos pactos con los Dannan. Pactos que obligaban al pequeño a Fergal a ver una Irlanda que nadie más podía ver, porque lejos de concebir como muchos hoy en día, a los Dioses como entidades desconocidas, él entendía hasta cual punto “los de Dannan” eran reales y como realmente vivían en el interior de las colinas, y más allá de un misterioso muro establecido en los mares del Oeste.

 

Aquí Mari no hace eso, sino que a través de sus hijos, ata a su sangre a unos y otros, asegurándose su existencia con independencia del resultado de la batalla, aunque sujetándola por otro lado al mundo de la creencia, la religión y lo metafísico.

 

La sangre aquí juega un papel romántico, abstracto y totalmente metafórico, así como metafísico (aunque su significado no es, en absoluto, algo sencillo de interpretar,  y no, no pienso aventurarme, al menos no ahora). La “sangre” está lejos, en este caso, de un significado biológico o étnico, e interpretarlo así es distorsionar completamente (y convenientemente, añado) el significado real.

 

Mari y sus Mandamientos

Realmente no son mandamientos, en absoluto. Interpretarlo así es cristianizar algo que para nada es cristiano. Los famosos “mandamientos de Mari” es un análisis (muy particular, todo hay que decirlo) de Patxi Zubizarreta, en su obra “Atxiki Sekretua, Sorginaren Eskuliburua”. Un libro que ¿para qué os voy a engañar? No os aconsejo comprar, si no queréis tirar el dinero.

 

Aquí, el Sr. Zubizarreta, muy influenciado por su línea jesuita de pensamiento y teología, trata de resumir, no niego que con buena voluntad, un código ético común en las leyendas de Mari que él tan profundamente había estudiado (algo que tampoco debo de poner en duda). El problema, la crítica que los paganos le podemos hacer a este teórico, es la manía de tratar de vestir con traje de monja a Mari, algo que le honra como religioso, pero que le deshonra como investigador imparcial, y cito:

1º No digas mentiras

2º No Robes

3º No seas soberbio

4º No faltes a la palabra dada

5º No permitas que nadie te pierda el respeto

6º No dejes de prestar ayuda al que lo necesita

Bueno…todo muy bonito, pero desde mi punto de vista muy surrealista. Así que me voy a tomar el lujo de explicar “mandamiento por mandamiento” y ofrecer una interpretación alternativa.

 

No digas mentiras. Esto aunque bien podría ser cierto (en mi artículo “El Destino en la Concepción del Paganismo Vasco” explico por qué) no es del todo exacto, y me parece una reducción muy convenida. Se dice que “Mari vive de la afirmación y de la negación”, y nos cuentan la leyenda de una señora (Mari, camuflada) que le pregunta a un pastor cuantas ovejas tiene. El pastor, por pura avaricia, dice que solo 3, cuando en realidad tenía 6, para llegar de vuelta y ver que realmente tenía tres, ya que las tres que negó habían desaparecido pues Mari se las había llevado. Entonces el “no mentir” se convierte no en una medida a favor de Mari, sino en una medida “para cuidarse de Mari”. No es pues algo que emane de Mari, sino del Cristianismo. La mentira, en sí misma, no era negativa por efectos éticos, sino porque la misma afirmaba cosas extra-naturales que alteraban el orden de la naturaleza, y entonces la Naturaleza, Amalur personificada en Mari, debía poner orden, no por castigar una falta, sino por normalización de la transgresión cometida. El “no mentirás”, debería entonces substituirse por un “no alteres la paz natural”, o lo que es lo mismo “Respeta a la Naturaleza”. Algo que va mucho más acorde con una religión la cual, por otro lado, ponía la naturaleza conocida y desconocida como fuente de toda la existencia.

 

No robes. También hay muchas leyendas sobre esto, en las que Mari castiga el hurto, sin embargo si analizamos bien estas leyendas, vemos que debido a la naturaleza del castigo más que el hurto, se castiga la carencia de trabajo, que es lo que lleva al hurto. Luego el “No robes”, se convierte en un “Trabaja”. Algo excesivamente coherente, para el hombre y la mujer, en la educación tradicional vasca, basada desde la niñez en el trabajo y el esfuerzo y mitificada, incluso llevada al deporte, con imágenes de musculosas personas partiendo troncos o levantando pesadísimas piedras.

 

No seas soberbio. Las historias respecto a la soberbia nos hablan de castigos a aquellas personas que desafían a sus mayores o a los Dioses. No a la soberbia en sí. Esto es algo que todos sabemos, pues si algo caracteriza la educación tradicional vasca, es el máximo respeto que se le tiene a los mayores y lo espantoso de contradecir esta costumbre. Algo que era, y a menudo es, totalmente imperdonable y que se corría por toda la comarca desfavoreciendo la fama del que había faltado el respeto a algún mayor, algo que se traducía en un perjuicio incluso a la hora de casarse o establecer amistades. Cambiamos el “No seas soberbio”, por el “Respeta a tus mayores (Dioses incluidos).

 

No faltes a la palabra dada. Una extensión exacta a la primera regla.

 

No permitas que nadie te pierda el respeto. Mari como Diosa era una perfecta madre, muy difícil de comprender, pero de raíz perfecta. Protectora y bienhechora, que sin embargo si se provocada su furia era algo digno de temer. Su furia era despertada principalmente por la carencia de respeto, o por la violación del respeto a sus más fieles seguidores. Tenemos que entender el significado de respeto, que no es sumisión, ni significa martirio. El respeto es “no pasar el límite” con las personas, sin más. Ni si quiera exige ser educado, significa simplemente reconocer la dignidad de algo o alguien, nada más, pero no la dignidad por encima de la tuya, sino en igualdad de condiciones. Este “mandamiento”, podríamos substituirlo por un “Conserva tu honor”.

 

No dejes de prestar ayuda a quien la necesita. Muy cristiano, muy convenido y algo que hay que recalcar mucho para comprender, porque no se trata de un consejo desde la óptica en la que estamos acostumbrados a interpretar hoy. La vasca, como cualquier sociedad matriarcal, era comunal, no individual. Una sociedad matriarcal es comunal y extrovertida, no egoísta e introvertida como sí es la sociedad de tipología patriarcal. Mari representa el arquetipo primordial del matriarcado, y es completamente lógico que hable de comunalismo, sin embargo se traduce en caridad, haciendo un juego de palabras que ni contradice la verdad ni llega a expresarla en todo su esplendor. El comunalismo, obviando interpretaciones políticas y dedicándonos exclusivamente a las sociológicas, es el funcionamiento “en comunidad” para el bienestar “de la comunidad”. Clases, niveles, estructuras y jerarquías pertenecen al pro-feudalismo patriarcal, inexistente aquí y en este caso, incluso en las formas de Gobierno arcaicas del País Vasco, como bien comentan los Romanos, eran “Asamblearias” formando “Caudillos temporales” para tiempos de excesiva crisis (generalmente de índole militar). Como ya digo, esta afirmación debería carecer de contenido político, pues sería interesado desde cualquier perspectiva. Mari no llama al “Anarquismo”, de hecho la podemos percibir contraria a varios de los “preceptos” anarquistas, debido a su firme concepto de la familia y la ética (aunque claro, aquí nuevamente hablamos de familia en términos hoy casi olvidados, pues no es una familia tal y como hoy la concebimos). Mari aquí llama a la igualdad comunitaria y el funcionamiento de la misma. Así que substituyámoslo por un “Sé comunitario”.

 

¿Y bien? ¿Alguien se ha dado cuenta? Si os fijáis, lo que en principio eran 6 señoras negaciones, se han convertido en 6 señoras afirmaciones. Otro conflicto de paradigma, este ya no vasco, sino pre-cristiano en general. El Cristianismo aborda las estructuras morales y de función desde la negación, la prohibición y la represión. El paganismo, idealmente, propone la afirmación, a menudo tejiendo la propia moralidad junto con las costumbres tradicionales para restarle agresividad y obligación, y en el caso del Paganismo Vasco, sucede exactamente lo mismo: Respeta las leyes naturales, sé laborioso, respeta a los mayores y las cosas sagradas, conserva tu honor y dignidad mientras conservas el honor y dignidad de los demás (es decir, ser comunitario, ya que pienso que podemos enlazar 5º y 6º, entendiendo como ya hemos dicho que la 4º podemos verla como una extensión de la primera). Es un buen resumen, que sin embargo mantienen muchas ramificaciones, respetar la naturaleza va mucho más allá del ecologismo y entra en el estudio de toda la cosmogonía pagano-vasca, mientras que el respeto a los mayores es también el respeto a la cultura, el idioma, y lo que en definitiva nos han legado como inmortalización de ellos mismos, y conservar el honor y la dignidad mientras eres comunitario ofrece un basto análisis filosófico, o incluso psicológico, de todo un funcionamiento social muy enraizado en el mundo vasco.

 

¿Quién es Mari?

Este ensayo creo que puede dar unas pistas bastante claras del error que supone resumir en dos líneas a Mari, es algo muy complejo de explicar, y mientras escribo me doy cuenta que me dejo muchas cosas en el tintero, que bien podríamos explorar, lo dejaré para otras ocasiones.

 

Pero antes de despedirme me gustaría examinar una última cosa ¿qué significa exactamente “Diosa Mari”? ¿Qué demonios es un Dios? Más específicamente ¿Qué demonios es un Dios para el pensamiento antiguo vasco? Según parece Mari ni es un arquetipo, ni es una “energía”, ni un estado de conciencia, ni ninguna paranoia rara que se le pueda plantear hoy en día a la New Age. La excesiva objetividad de la tradición popular nos habla de Mari como algo sobrenatural, pero con una perfecta auto-consciencia y tal real como tú o como yo. Mari no se intuye, a Mari se la ve, ella realmente vive en el Otro Mundo, a través de profundas Cavernas situadas en los lugares más inhóspitos y salvajes de los que podemos gozar en nuestros parajes. No es algo abstracto, ni si quiera meramente lejano o distante, realmente camina cuando ella desea caminar, a lo largo de los montes y su canción sigue provocando pánico entre los lugareños, aún hay Ermitas que tocan las campanas para ahuyentarla, cuando creen escuchar sus canciones. Siguen existiendo niños que juran haberla visto, no saben si en sueños o en la realidad, pues Mari tiene una asombrosa facilidad para caminar entre el mundo de los sueños (y del trance) y el mundo de lo que consideramos real.

 

En algunos lugares incluso se sigue dejando moneditas, “No, nosotros no creemos en estas tonterías…pero por si acaso” Nos confesaba un simpático Baserritarra, hará cosa de unos meses, en los montes que acarician el Goierri Gipuzkoano. Las más ancianas siguen santiguándose cuando recuerdan que el nombre de Mari, lejos de ser un diminutivo de María, hace referencia a algo más antiguo, para ellas algo diabólico. Mientras Mari ¿por qué no confesarlo? Sigue divirtiéndose observando que su capacidad de provocar o bien miedo, o bien respeto reverencial, sigue vigente a pesar del transcurrir de los siglos.

 

Las Lamias siguen paseándose por los lugares, provocando que toda una aldea busque refugio en la Ermita y pida una ayuda desesperada al cura, quien rápidamente ordena que se toquen las campanas para ahuyentar a los espectros ¿o para ahuyentar el miedo infundado de sus feligreses? Nunca lo vamos a saber con la certeza que quisiéramos, nunca vamos a poder afirmar o negar con rotundidad la realidad de Mari, por ello se dice que ella “vive de la afirmación y de la negación”.

 

Pero… ¿si debería tener la capacidad de tragarme que un palestino resucitó luego tras días cadáver, que es el hijo de Dios, etc, por qué no me voy a tragar la afirmación, de siglos de antigüedad que en País Vasco sigue repitiéndose a menudo? Izena duen guztia omen da, o lo que es lo mismo: Todo lo que tiene nombre existe.

 

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