TANTRA:
La Novela del Mundo y la Tentación de lo Femenino
Publicado
por
Jesús Gómezen
la revista "Espacio Humano",
Septiembre-2006.
Oí
un día, hace poco, una conferencia
de un espiritualista, un yogui
hindú. Después de hablar de temas
bastante acertados acerca de la
no-realidad del mundo material, de
la necesidad de conectar con nuestro
verdadero ser, el Espíritu que
realmente somos, pasó a hacer
diversas consideraciones sobre cuál
era el camino para llegar a esa
parte de nosotros mismos que está
más allá de la conciencia corporal y
tridimensional. Y comenzó a hablar
de la necesidad de renunciar al
mundo y muy especialmente a la
sexualidad, que debía usarse sólo en
el ámbito del matrimonio y con la
única finalidad de la procreación. Y
ahí no pude por menos que quedarme
perplejo. Otra vez tenía delante de
mí la vieja energía. Una persona
espiritual, un yogui, que volvía a
reflejar toda la visión
masculinizante de la espiritualidad
que nos ha inundado por miles de
años. Lo veía claramente: era un
hombre hablando para los hombres. Lo
femenino, de nuevo, volvía a ser la
TENTACIÓN. Otra vez la manzana de
Eva.
Todo este mundo ha sido creado por
el hombre, o mejor, por la mente
masculina, por el hemisferio
izquierdo. Todas las religiones y
todos los caminos espirituales con
muy pocas excepciones (el Tantra,
algunas vías chamánicas o místicas
como el Sufismo, o en el
cristianismo…) han sido concebidos
por esa mente masculina, incluso el
yoga.
Lo que ha pasado es claro: la mente
masculina, el hemisferio izquierdo,
analítico, conceptual, comienza a
“ver” el mundo y se empieza a hacer
preguntas de porqué, de qué es, de
quién soy yo. Hasta aquí todo bien…
Y empieza entonces a darse cuenta de
que el mundo material no es sólo lo
que hay. Que hay otra realidad
aparte y que esa realidad también
somos nosotros. Es más, que esta
realidad es una fabricación, reflejo
de lo otro, es maya, ilusión, en el
sentido de carente de existencia por
sí misma. Y le pone un nombre a esa
otra realidad: le llama Dios, Krisna,
Espíritu, etc.
Y ahí comienza la locura. La mente
masculina decide que quiere ir a eso
que está más allá, y en su visión
parcial y separativista (hemisferio
izquierdo), designa el mundo
material como opuesto adonde quiere
ir. Por lo tanto, y desde esa visión
de separatividad de una cosa de la
otra, comienza ya a fabricar
doctrinas, religiones, vías
espirituales. A “canalizar” textos
sagrados, en sus múltiples formas y
tradiciones, que, entre grandes
dosis también de sabiduría y de
visión de la realidad del universo,
de alguna forma siempre confirman su
visión: tienes que rechazar la
tierra, apartarte del mundo, para ir
hacia Mi (el Espíritu). Y entonces
lo masculino decide cual es la vía:
la renuncia, el retiro de este
mundo. Y desde esa decisión, por
supuesto, esa mente conceptual del
hemisferio izquierdo, empieza a
fabricar ya una serie de normas de
comportamiento, normas morales que
condenan (pecado) un lado “en aras”
de lo otro. La demencia
(esquizofrenia) del mundo ha
comenzado.
Y en esa esquizofrenia recién
creada, esa mente de lo masculino se
encuentra con algo que le
contradice: lo femenino, y su mayor
representante aquí en la tierra, la
mujer. Se encuentra entonces con
que, a pesar de toda su lógica
dualista de que la materia es
opuesta al espíritu, la materia le
atrae poderosamente, y sobre todo
cuando ve esa fuerza de la materia
plasmada en la maravillosa energía y
formas femeninas, en la mujer.
Así que, asustada tremendamente por
su propia contradicción, esa mente
del hemisferio izquierdo no tiene
más remedio que llegar a una
conclusión: lo femenino, y por
supuesto la sexualidad, como la
fuerza subyacente de atracción, es
la TENTACIÓN, lo que le desvía del
camino.
La mujer se convierte entonces en la
representante del mal, en la
tentación que puede apartar a esa
mente masculina del objetivo que
ella misma ha decidido: escapar del
mundo.
Todo este es el esquema que subyace
a nuestro mundo, a toda nuestra
civilización humana desde hace miles
de años, ya sea en oriente, como en
occidente. Es necesario recordar
que, incluso en la India hinduista,
la madre del yoga, antiguamente las
mujeres eran quemadas con el marido,
si éste moría antes. Era el hombre
el que se “iluminaba”. Era él el que
buscaba y tenía derecho a la
iluminación. Ha sido así en todos
los lugares de la tierra, en todas
las religiones y vías espirituales,
y en muchos sitios, lamentablemente,
sabemos que sigue hoy en día siendo
de la misma forma. La mujer siempre
fue considerada un subproducto, muy
peligroso, eso sí. Y esto ha sido
así en el budismo, en el hinduismo,
en el islam, en el judaísmo, en el
cristianismo, y en prácticamente
todas las vías espirituales de los
últimos tres mil años. Sólo algunas
vías o grupos dentro de cada camino
espiritual o religioso fueron ajenas
a este tipo de demencia. Y por
supuesto, perseguidas o marginadas.
Y el Tantra fue una de estas vías.
Lo femenino, y todo lo ligado a la
energía femenina, han dado pavor al
hombre, a la mente masculina del
hemisferio izquierdo, hasta el punto
de llegar a las aberrantes locuras
que conocemos de nuestra historia.
El Tantra se remonta al origen de
los tiempos y es, de hecho, el padre
del yoga. Toda la visión actual de
la Nueva Era, todo eso que hemos
oído innumerables veces, “que el
cielo es igual que la tierra”, “que
lo de arriba es igual que lo de
abajo”, “que el microcosmos contiene
al macrocosmos”, es ni más ni menos
que la visión del Tantra. La visión
actual de la Nueva Era viene como
producto y síntesis de diversas vías
de experiencia de la realidad, cuya
confluencia se ha producido, o se
tenía que producir inevitablemente
en esta era: el Tantra Yoga, el
Budhismo, la Psicología occidental,
la ciencia occidental (especialmente
la Física Cuántica) y algunas otras
vías místicas como el chamanismo
tolteca o el Sufismo.
El Tantra vio el mundo con la mirada
de la unidad: la síntesis del
hemisferio izquierdo y el derecho,
lo masculino y lo femenino,
reconociendo que lo femenino es lo
que realmente daba el poder, la
visión holística, para salir de la
locura de una mente anclada a la
visión masculinizante del mundo. Lo
femenino, con todas sus
connotaciones, dejó por lo tanto de
ser “el peligro”. Todo lo contrario,
lo femenino, se convirtió en la
clave, siendo, de hecho, el Tantra
mencionado muchas veces como “la vía
del culto a lo femenino”.
Desde la perspectiva del Tantra, no
hay “tentación”, ni por supuesto
pecado en el mundo material. Sólo
hay niveles de conciencia y de
experimentar esa realidad que es
también Dios. Podemos experimentar
la materia desde nuestra conciencia
animal (supervivencia, ataque,
defensa), desde nuestra conciencia
emocional (culpa, dependencia
emocional, posesividad), desde
nuestra conciencia mental humana
(mente conceptual y analítica,
separatividad, poder de manipular y
controlar), o también podemos
experimentar la materia desde
nuestra conciencia espiritual (4º
chakra – corazón, unidad). Lo mismo
con la sexualidad, como energía
primordial unida a la manifestación
del universo. Podemos vivir nuestra
sexualidad desde la conciencia
animal y emocional (1º y 2º chakra),
desde nuestra conciencia mental (3er
chakra), o llevar nuestra sexualidad
hacia la experiencia de la unión (4º
chakra – espiritualidad).
Sólo nuestra ignorancia y temor nos
ha hecho, y nos sigue haciendo, ver
peligro en la sexualidad y en la
materia, y por supuesto, siempre esa
es una visión de la mente masculina,
se manifieste a través de un hombre
o de una mujer.
No hay enemigos. No hay ningún lugar
a donde ir.
"La Illaha ill'Allah"
dicen los
sufíes. "Sólo existe Allah, solo Hay
Allah". Dios Solo.
Dios es todo, materia y espíritu,
amor y sexo, cuerpo y alma.
Publicado por Jesús Gómez en la revista "Espacio Humano", Septiembre-2006.
Oí un día, hace poco, una conferencia de un espiritualista, un yogui hindú. Después de hablar de temas bastante acertados acerca de la no-realidad del mundo material, de la necesidad de conectar con nuestro verdadero ser, el Espíritu que realmente somos, pasó a hacer diversas consideraciones sobre cuál era el camino para llegar a esa parte de nosotros mismos que está más allá de la conciencia corporal y tridimensional. Y comenzó a hablar de la necesidad de renunciar al mundo y muy especialmente a la sexualidad, que debía usarse sólo en el ámbito del matrimonio y con la única finalidad de la procreación. Y ahí no pude por menos que quedarme perplejo. Otra vez tenía delante de mí la vieja energía. Una persona espiritual, un yogui, que volvía a reflejar toda la visión masculinizante de la espiritualidad que nos ha inundado por miles de años. Lo veía claramente: era un hombre hablando para los hombres. Lo femenino, de nuevo, volvía a ser la TENTACIÓN. Otra vez la manzana de Eva.
Todo este mundo ha sido creado por el hombre, o mejor, por la mente masculina, por el hemisferio izquierdo. Todas las religiones y todos los caminos espirituales con muy pocas excepciones (el Tantra, algunas vías chamánicas o místicas como el Sufismo, o en el cristianismo…) han sido concebidos por esa mente masculina, incluso el yoga.
Lo que ha pasado es claro: la mente masculina, el hemisferio izquierdo, analítico, conceptual, comienza a “ver” el mundo y se empieza a hacer preguntas de porqué, de qué es, de quién soy yo. Hasta aquí todo bien…
Y empieza entonces a darse cuenta de que el mundo material no es sólo lo que hay. Que hay otra realidad aparte y que esa realidad también somos nosotros. Es más, que esta realidad es una fabricación, reflejo de lo otro, es maya, ilusión, en el sentido de carente de existencia por sí misma. Y le pone un nombre a esa otra realidad: le llama Dios, Krisna, Espíritu, etc.
Y ahí comienza la locura. La mente masculina decide que quiere ir a eso que está más allá, y en su visión parcial y separativista (hemisferio izquierdo), designa el mundo material como opuesto adonde quiere ir. Por lo tanto, y desde esa visión de separatividad de una cosa de la otra, comienza ya a fabricar doctrinas, religiones, vías espirituales. A “canalizar” textos sagrados, en sus múltiples formas y tradiciones, que, entre grandes dosis también de sabiduría y de visión de la realidad del universo, de alguna forma siempre confirman su visión: tienes que rechazar la tierra, apartarte del mundo, para ir hacia Mi (el Espíritu). Y entonces lo masculino decide cual es la vía: la renuncia, el retiro de este mundo. Y desde esa decisión, por supuesto, esa mente conceptual del hemisferio izquierdo, empieza a fabricar ya una serie de normas de comportamiento, normas morales que condenan (pecado) un lado “en aras” de lo otro. La demencia (esquizofrenia) del mundo ha comenzado.
Y en esa esquizofrenia recién creada, esa mente de lo masculino se encuentra con algo que le contradice: lo femenino, y su mayor representante aquí en la tierra, la mujer. Se encuentra entonces con que, a pesar de toda su lógica dualista de que la materia es opuesta al espíritu, la materia le atrae poderosamente, y sobre todo cuando ve esa fuerza de la materia plasmada en la maravillosa energía y formas femeninas, en la mujer.
Así que, asustada tremendamente por su propia contradicción, esa mente del hemisferio izquierdo no tiene más remedio que llegar a una conclusión: lo femenino, y por supuesto la sexualidad, como la fuerza subyacente de atracción, es la TENTACIÓN, lo que le desvía del camino.
La mujer se convierte entonces en la representante del mal, en la tentación que puede apartar a esa mente masculina del objetivo que ella misma ha decidido: escapar del mundo.
Todo este es el esquema que subyace a nuestro mundo, a toda nuestra civilización humana desde hace miles de años, ya sea en oriente, como en occidente. Es necesario recordar que, incluso en la India hinduista, la madre del yoga, antiguamente las mujeres eran quemadas con el marido, si éste moría antes. Era el hombre el que se “iluminaba”. Era él el que buscaba y tenía derecho a la iluminación. Ha sido así en todos los lugares de la tierra, en todas las religiones y vías espirituales, y en muchos sitios, lamentablemente, sabemos que sigue hoy en día siendo de la misma forma. La mujer siempre fue considerada un subproducto, muy peligroso, eso sí. Y esto ha sido así en el budismo, en el hinduismo, en el islam, en el judaísmo, en el cristianismo, y en prácticamente todas las vías espirituales de los últimos tres mil años. Sólo algunas vías o grupos dentro de cada camino espiritual o religioso fueron ajenas a este tipo de demencia. Y por supuesto, perseguidas o marginadas. Y el Tantra fue una de estas vías.
Lo femenino, y todo lo ligado a la energía femenina, han dado pavor al hombre, a la mente masculina del hemisferio izquierdo, hasta el punto de llegar a las aberrantes locuras que conocemos de nuestra historia.
El Tantra se remonta al origen de los tiempos y es, de hecho, el padre del yoga. Toda la visión actual de la Nueva Era, todo eso que hemos oído innumerables veces, “que el cielo es igual que la tierra”, “que lo de arriba es igual que lo de abajo”, “que el microcosmos contiene al macrocosmos”, es ni más ni menos que la visión del Tantra. La visión actual de la Nueva Era viene como producto y síntesis de diversas vías de experiencia de la realidad, cuya confluencia se ha producido, o se tenía que producir inevitablemente en esta era: el Tantra Yoga, el Budhismo, la Psicología occidental, la ciencia occidental (especialmente la Física Cuántica) y algunas otras vías místicas como el chamanismo tolteca o el Sufismo.
El Tantra vio el mundo con la mirada de la unidad: la síntesis del hemisferio izquierdo y el derecho, lo masculino y lo femenino, reconociendo que lo femenino es lo que realmente daba el poder, la visión holística, para salir de la locura de una mente anclada a la visión masculinizante del mundo. Lo femenino, con todas sus connotaciones, dejó por lo tanto de ser “el peligro”. Todo lo contrario, lo femenino, se convirtió en la clave, siendo, de hecho, el Tantra mencionado muchas veces como “la vía del culto a lo femenino”.
Desde la perspectiva del Tantra, no hay “tentación”, ni por supuesto pecado en el mundo material. Sólo hay niveles de conciencia y de experimentar esa realidad que es también Dios. Podemos experimentar la materia desde nuestra conciencia animal (supervivencia, ataque, defensa), desde nuestra conciencia emocional (culpa, dependencia emocional, posesividad), desde nuestra conciencia mental humana (mente conceptual y analítica, separatividad, poder de manipular y controlar), o también podemos experimentar la materia desde nuestra conciencia espiritual (4º chakra – corazón, unidad). Lo mismo con la sexualidad, como energía primordial unida a la manifestación del universo. Podemos vivir nuestra sexualidad desde la conciencia animal y emocional (1º y 2º chakra), desde nuestra conciencia mental (3er chakra), o llevar nuestra sexualidad hacia la experiencia de la unión (4º chakra – espiritualidad).
Sólo nuestra ignorancia y temor nos ha hecho, y nos sigue haciendo, ver peligro en la sexualidad y en la materia, y por supuesto, siempre esa es una visión de la mente masculina, se manifieste a través de un hombre o de una mujer.
No hay enemigos. No hay ningún lugar a donde ir.
"La Illaha ill'Allah" dicen los sufíes. "Sólo existe Allah, solo Hay Allah". Dios Solo.
Dios es todo, materia y espíritu, amor y sexo, cuerpo y alma.
Om Namah Sivaya!