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GRAN MADRE-MUJER ETERNA


El Verdadero Poder Masculino


 Publicado por Jesús Gómez en la revista "Espacio Humano", Septiembre-2004.

 

La energía masculina y femenina se encuentra tanto en el hombre como en la mujer. El hombre es primordialmente un canal masculino, mientras la mujer lo es femenino y toda su energía y fisiología son un reflejo de este hecho. Cuando hablamos por lo tanto de lo masculino y lo femenino, no nos estamos refiriendo exactamente a hombre y mujer. En la manera en que somos canales preferenciales de cada tipo de energía, sí podríamos aproximarnos a tal identificación. No obstante todo lo dicho en este artículo puede aplicarse a ambos, hombre y mujer. Cuando hablamos de lo que la energía masculina ha hecho del mundo, deberemos tener en cuenta, que esa energía masculina se ha expresado y se expresa en la actualidad también, a través de multitud de mujeres, que, separadas de su esencia femenina, abrazan, interiorizan y expresan lo masculino en ellas. La historia de esta humanidad es la historia de la dominación de esa parte masculina y eso, hoy por hoy, esta en todos, hombres y mujeres, en el inconsciente colectivo de la humanidad.

 

La energía masculina ha venido dominando y tiranizando el mundo durante los últimos miles de años, llevándolo a la situación actual extrema, donde estamos a punto de destruir a nuestra madre, la Tierra. Toda la dinámica actual del ser humano sobre la tierra lleva a eso, una especie que creyéndose separada de lo que la rodea, se convierte en un cáncer que destruye a su propio organismo.

 

El momento actual es delicado. Lo femenino está ya en todas partes, la mujer está despertando y poniendo su presencia en todos los sitios. Pero muy pocas mujeres han tomado su verdadero poder femenino. Seguimos viviendo en una civilización completamente masculina y la mujer, por lo general, está tan desorientada como el hombre, abrazando en la mayoría de los casos, los patrones masculinos como su propia liberación. El hombre, por su parte, está perdido, aferrándose como puede a los viejos patrones y paradigmas, sin querer mirar a otro lado, aún sabiendo que éstos ya no sirven y que nos llevan al dolor y a la destrucción. Mientras tanto, la propia lógica de la civilización masculina nos lleva cada vez más a un lugar: un mundo cibernético, un ser humano esclavizado, con su mente, su cuerpo y sus emociones perfectamente controlados.

 

Todo este panorama aparentemente desalentador, encierra una realidad paralela: el nacimiento de un hombre y una mujer nuevos, la ascensión de la Tierra, es un proceso actualmente acelerado e inevitable. Únicamente nuestro estancamiento e inercia en la ignorancia, puede hacerlo más o menos traumático, más o menos doloroso.

 

Detrás de la aparente e hinchada fortaleza de la mayoría de los hombres hay un corazón débil y herido, un globo inflado que se desinfla al primer pinchazo, dejando al descubierto toda la debilidad de niños que ni siquiera han cortado el cordón umbilical con la madre. Da igual la edad, 30, 40, 60, 100 años, o la posición, presidente de gobierno, presidente de multinacional, obrero de la construcción, o mendigo. Detrás de todo hombre atado a los patrones masculinizantes de siempre, hay un corazón perdido y dolido contra lo femenino, contra la Tierra, contra sí mismo.

 

El verdadero poder masculino no tiene nada que ver con el dominio y con la aparente fuerza física. Esa es la gran ilusión que ha perdido a la mente masculina, hasta el punto de llegar a considerar a lo femenino como un subproducto (nacido de una de sus costillas, débil, incapaz y definitivamente inferior). El ser humano es un ser dual: dos cerebros (dos hemisferios cerebrales), dos lados, masculino, femenino, Yin, Yang. Esta es la realidad que Oriente entendió y plasmó magistralmente en el Taoísmo, en el Tantra. Esta dualidad está presente en todo y no es si no el reflejo de la danza cósmica de este universo, la danza del yin y el yang, Siva y Shakti, masculino y femenino, Dios-Padre-Madre, experimentándose a sí mismo en las diferentes dimensiones de la conciencia.

 

El Tantra lo comprendió muy bien: encarnamos en la Tierra para "bajar" la conciencia de Dios a la materia, para reproducir, aquí en la materia, la danza cósmica del Universo, la danza de Siva y Shakti, masculino y femenino. Y en esa danza cósmica, el papel de lo masculino, no es otro que el del Caballero del Grial, el guardián de la Tierra, venerar a lo femenino.

 

 

Venimos a la Tierra y la tremenda densidad del velo de la materia nos hace olvidarnos de nuestro verdadero Ser. Es como si Dios se olvidase de sí mismo, y en ese olvido, lo masculino, Dios, confunde su función, que no es otra que estar al servicio de lo femenino, Dios. Y en ese doloroso olvido nace la separatividad, nace el miedo, y la parte yang, lo masculino, que representa la parte activa, la fuerza en la materia, cae en la infantil ilusión de su superioridad. Infantil, pero peligrosa ilusión, que ha llevado al “machaque” y a la explotación de lo femenino, a la guerra durante miles de años y que, como decía al principio, está a punto de destruir la Tierra.

 

Se dice en el Tantra que lo masculino debe ser internamente guiado por lo femenino. Lo masculino sin la guía de lo femenino, solo ve "partes separadas", enemigos o cosas a conquistar o utilizar. Lo masculino (hombre o mujer) sin la guía de lo femenino no puede sentir un paisaje. Verá un maravilloso valle, un bosque, un río, y sólo verá lo que se puede "hacer" con él. Lo masculino sin la  guía de lo femenino sólo ve "hacer", "hacer" y más "hacer", llenar, cortar, perforar, construir... El famoso paradigma del "desarrollo" no es ni más ni menos que eso, la mente masculina perdida en su locura separativista y sin sentimiento. Lo masculino, sin la guía de lo femenino, está separado del sentimiento, convirtiéndose en una mente fría, calculadora y cibernética... y llena de miedo.

 

La mente racional es una vibración ligada a lo masculino, al yang, al hemisferio izquierdo, mientras que el sentimiento, el corazón, es una vibración unida a lo femenino, al hemisferio derecho. Una mente que niega su hemisferio derecho, se convierte en una mente separada del todo, depredadora, una mente que no ve más que sus propias fronteras.  Así ha sido la mente masculina. Lo masculino separado, sin la guía de lo femenino lleva directamente a la locura y a la guerra. Y no hay más que echar un vistazo a la historia de la humanidad y hacia donde aparentemente se dirige. Lo masculino debe servir a lo femenino. Es la fuerza activa, es la acción, es el poder de ejecución en la materia. Pero debe ponerse al servicio de lo femenino, que es lo que conecta con el todo, con la totalidad. Para la mente masculina separada, nada tiene vida, nada tiene alma, nada es explicable y nada esta unido a lo demás. El hemisferio izquierdo sólo ve únicamente piezas separadas sin ninguna relación entre sí. Algo que va totalmente contra la realidad misma, como la física cuántica ya ha demostrado sobradamente. Pero para poder percibir "algo más que piezas separas", es necesario que esa mente del hemisferio izquierdo, se ponga al servicio del hemisferio derecho. Es ahí donde se abre la puerta a poder percibir la totalidad. Y el hemisferio derecho es femenino, y la puerta del hemisferio derecho es la energía del corazón. Por eso siempre han hablado las religiones y las tradiciones del corazón como "la puerta del alma". Por eso siempre la mujer ha tenido más acceso a  la intuición, a lo no manifestado, a lo que no se ve, al conocimiento directo que sobrepasa lo racional. Porque la energía femenina es una energía ligada al corazón.

 

La energía del chakra del corazón es la energía de la unión, de la fusión. Por debajo del chakra del corazón está la energía del ego, del "yo", donde todo está separado, y donde, por lo tanto, existen el miedo y los enemigos.

 

Es necesario y vital que el hombre tome su verdadero poder. Que el hombre abra su pecho y ponga su mente al servicio del corazón. Que se abra a lo femenino en su interior, no para hacerse afeminado u homosexual, sino para acceder al verdadero poder del Sol que hay en él. El Sol que alimenta a la Tierra con su calor incondicionalmente, el Sol que siempre está ahí, sea de día o de noche. El Sol que no tiene miedo de la Tierra, que no se plantea qué puede hacer con ella, como puede explotarla, poseerla o controlarla. El Sol que no quema a la Tierra con su compulsividad eyaculatoria y posesiva. Simplemente está ahí, la observa, se maravilla ante su energía y su belleza y la venera y la protege con su poder masculino.

 

Ese el nuevo hombre que ineludiblemente está apareciendo en la Tierra ascendida. La nueva energía, que junto con una nueva mujer, desde su verdadero poder femenino, traerán paz, dicha y consciencia a este maravilloso planeta azul, a esta biblioteca danzante del Universo que es nuestra Madre Gaia.

 

 

  

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