La Sanación del
Vientre Femenino: El Poder de la Diosa
Publicado por
Jesús Gómez
en la revista "Verdemente",
Enero-2005.
El cuerpo es un
símbolo y el vientre, el útero
femenino, es el símbolo de la
conexión con lo no manifestado, la
Diosa. El vientre femenino ha sido
agredido durante miles de años, por
el mundo masculino y la energía
metálica separada del corazón y la
Madre Tierra que ha dominado nuestra
civilización.
Y aún hoy sigue
siendo agredido terriblemente en
nuestra “avanzada” civilización. Se
le agrede cuando el hombre sigue
utilizándolo para descargar toda su
frenética compulsividad mental,
cuando tantos y tantos hombres se
masturban dentro del vientre de una
mujer y a eso le llaman hacer el
amor. Le agrede la propia mujer
cuando permite que cualquier hombre
entre dentro de ella, y cuando ella
misma copia los patrones sexuales
masculinizantes, dirigiéndose a una
sexualidad superficial
(clitoridiana) y convirtiéndose en
ese tipo de mujer, tan común hoy en
día, que utiliza activamente la
sexualidad desligada del
sentimiento. Se le agrede por
supuesto en los hospitales, en el
llamado “parto tecnológico”
dominante hoy en día, donde tantas y
tantas mujeres paren de forma
antinatural y son sometidas a la
atrocidad de la episiotomía y otras
aberraciones médicas, en aras del la
“efectividad técnica”. Se la agrede
cuando se ha inventado la píldora,
que destruye el ciclo femenino, o
todos los otros sistemas
anticonceptivos intrusivos en el
cuerpo de la mujer, curiosamente
siempre sistemas para la mujer,
¿porqué no para el hombre?. Se
agrede el vientre femenino, cuando
se ha hecho creer a la mujer que su
regla es un trastorno, una molestia
“que tiene que sufrir” y que la
impide actuar en un plano de
“igualdad” con el hombre. Cuando se
la ha hecho separarse del momento
sagrado que es la menstruación y a
base de “tampax” apartarse e incluso
repudiar su propia sangre. Podríamos
continuar con un sin fin de
agresiones más de una civilización
masculina que, desde su
“omnipotente” hemisferio izquierdo,
ha cometido y sigue cometiendo para
controlar y aplastar a la Diosa, a
la cual ha temido y no ha entendido.
No es de extrañar que nuestra
civilización esté destruyendo la
Tierra, siendo la Tierra la
expresión por excelencia de la
energía de la Diosa.
La Diosa es la
energía femenina y representa la
conexión con lo que se siente, con
aquello que está ahí pero no se
puede aprehender con la razón. Y en
la mujer, canal femenino en la
Tierra, la Diosa está ligada al
poder de su vientre, que sanado, la
une directamente con la energía del
corazón y con la Presencia del Ser,
del Todo.
Es necesario que el
vientre femenino sea sanado de todo
el dolor, de todo el miedo y de todo
el rencor, del karma colectivo, de
miles de años de aplastamiento de lo
femenino, de desprecio y de agresión
a la Diosa.
Existen diferentes
formas, y lo que podríamos llamar
técnicas de sanación, que desembocan
todas en tomar consciencia de la
verdadera identidad, despejando
todas las creencias erróneas sobre
uno mismo incrustadas en nuestra
mente-cuerpo. El mismo acto sexual,
en la forma tántrica, es una potente
forma de sanación.
La mujer tiene que
“abrazar su dragón”. Hacerse
consciente de su herida y sanarla a
través del perdón consciente. No se
trata aquí de establecer culpables.
La curación del ser humano exige que
comprendamos que nuestra historia es
una historia colectiva, es la
historia del despertar de la
consciencia, y en esa historia todos
hemos estado implicados en multitud
de vidas, unas veces haciendo de una
cosa y otras de otra. Y lo mismo que
la curación del planeta requiere que
el hombre abra su pecho e integre lo
femenino dentro de él, esa misma
curación requiere que la mujer cure
su herida a través de la comprensión
de sí misma y del perdón consciente.
Sanación no se
refiere sólo a los síntomas físicos
ya manifestados. Ese sería
únicamente el final del proceso de
la enfermedad original, la mente. La
sanación real requiere un proceso
consciente. La medicina alopática
tradicional sólo entiende de los
síntomas externos una vez
manifestados, que considera, además,
ajenos a nosotros mismos, algo que
“le viene a uno” no se sabe porqué.
Cuando sólo intentamos curarnos de
los síntomas externos cuando
aparecen, y lo hacemos sin asumir la
responsabilidad de nuestra
enfermedad y de nuestra curación,
sin tomar partido en ella,
únicamente a través de medios
externos, de medicamentos, de
operaciones quirúrgicas, como
propone la medicina convencional, no
se produce realmente la sanación.
Podrán remitir temporalmente los
síntomas específicos, pero el origen
energético/mental sigue ahí,
reproduciéndose más tarde, puede que
de otra manera.
Cuando hablamos de
sanar no nos referimos a sanar una
enfermedad física ya manifestada.
Como decíamos, eso no es más que el
final del proceso de una mente no
curada. Aunque no haya enfermedad
física manifestada, la sanación es
igualmente necesaria, puesto que el
problema es mental/emocional, se
manifiesta en nuestra propia vida,
que no es más que un reflejo de
nuestra mente y nos impide tomar
nuestro verdadero poder, acceder a
la esencia de lo que somos. De esta
forma, la sanación de nuestra mente,
nos lleva a encarnar quien realmente
somos, por una parte, y a evitar las
manifestaciones físicas en forma de
enfermedad, por otra.
Sanar es “desatar”
las causas. Comprender y liberar el
pasado, no repitiendo en el presente
las actitudes que previamente
originaron los problemas. Por eso es
tan efectiva la terapia de
regresión. A través de regresar al
pasado de esta vida o de vidas
anteriores, comprendemos desde una
visión más amplia de la historia de
la vida, lo que nos permite entonces
liberar nuestra mente a través del
perdón. Cuando la mente “ha
comprendido”, la sanación física se
produce.
Sanar la mente es
sanar el cuerpo porque mente y
cuerpo no están separados. Cuando
sanamos el cuerpo, cuando llevamos
consciencia a una parte de nuestro
cuerpo, activamos la parte del
cerebro, antes dormida o bloqueada,
que controla esa parte del cuerpo.
De manera que cuando sanamos el
cuerpo “conscientemente” (no a base
de medicamentos,
“irresponsablemente”) también
estamos sanado la mente, activando
partes de nuestro cerebro antes
dormidas o bloqueadas, liberando y
elevando el nivel de nuestra mente,
ampliando sus horizontes y elevando
nuestra consciencia.
La sexualidad
tántrica puede ser una ayuda
poderosa en el camino de sanación
del vientre femenino, pues revierte
el proceso de la enfermedad del
desamor que inunda las células del
vientre femenino. Cuando una mujer
hace el amor con “penes
emocionales”, con penes compulsivos
y egoístas, que no saben estar
presentes amorosa y
desinteresadamente dentro de su
vientre, está acentuando la herida.
El contacto con el pene de un hombre
que ha sanado o que está en el
camino consciente de sanación, que
ha abierto su corazón, que ha
integrado en él mismo la energía
femenina, la energía de la Diosa,
comienza, sin embargo, a purificar
el vientre femenino. Comienza a
darle “nueva información”, esta vez
desde la consideración, desde el
amor. Por eso es muy importante para
cualquier mujer en el camino de
sanación consciente, ser cuidadosa
en sus relaciones. No se trata de
represión, de negar ahora el derecho
de libertad sexual, tan arduamente
conseguido; sino de una toma de
consciencia de “lo que estamos
haciendo”. Pasado el tiempo, tan
necesario, después de siglos de
locura de represión, de la
liberación sexual de los hippies,
estamos ahora en otro lugar, donde
debemos empezar a tomar
responsabilidad sobre las verdaderas
consecuencias de lo que hacemos.
“Id y no pequéis
más” decía el maestro Jesús, después
de una curación, utilizando ese
lenguaje bíblico tan desafortunado
del “pecado”. Frase que no hacía si
no exponer esto mismo: sánate y una
vez sanado, se consciente para no
repetir los viejos esquemas que te
llevaron a la enfermedad.
Publicado por Jesús Gómez en la revista "Verdemente", Enero-2005.
El cuerpo es un símbolo y el vientre, el útero femenino, es el símbolo de la conexión con lo no manifestado, la Diosa. El vientre femenino ha sido agredido durante miles de años, por el mundo masculino y la energía metálica separada del corazón y la Madre Tierra que ha dominado nuestra civilización.
Y aún hoy sigue siendo agredido terriblemente en nuestra “avanzada” civilización. Se le agrede cuando el hombre sigue utilizándolo para descargar toda su frenética compulsividad mental, cuando tantos y tantos hombres se masturban dentro del vientre de una mujer y a eso le llaman hacer el amor. Le agrede la propia mujer cuando permite que cualquier hombre entre dentro de ella, y cuando ella misma copia los patrones sexuales masculinizantes, dirigiéndose a una sexualidad superficial (clitoridiana) y convirtiéndose en ese tipo de mujer, tan común hoy en día, que utiliza activamente la sexualidad desligada del sentimiento. Se le agrede por supuesto en los hospitales, en el llamado “parto tecnológico” dominante hoy en día, donde tantas y tantas mujeres paren de forma antinatural y son sometidas a la atrocidad de la episiotomía y otras aberraciones médicas, en aras del la “efectividad técnica”. Se la agrede cuando se ha inventado la píldora, que destruye el ciclo femenino, o todos los otros sistemas anticonceptivos intrusivos en el cuerpo de la mujer, curiosamente siempre sistemas para la mujer, ¿porqué no para el hombre?. Se agrede el vientre femenino, cuando se ha hecho creer a la mujer que su regla es un trastorno, una molestia “que tiene que sufrir” y que la impide actuar en un plano de “igualdad” con el hombre. Cuando se la ha hecho separarse del momento sagrado que es la menstruación y a base de “tampax” apartarse e incluso repudiar su propia sangre. Podríamos continuar con un sin fin de agresiones más de una civilización masculina que, desde su “omnipotente” hemisferio izquierdo, ha cometido y sigue cometiendo para controlar y aplastar a la Diosa, a la cual ha temido y no ha entendido. No es de extrañar que nuestra civilización esté destruyendo la Tierra, siendo la Tierra la expresión por excelencia de la energía de la Diosa.
La Diosa es la energía femenina y representa la conexión con lo que se siente, con aquello que está ahí pero no se puede aprehender con la razón. Y en la mujer, canal femenino en la Tierra, la Diosa está ligada al poder de su vientre, que sanado, la une directamente con la energía del corazón y con la Presencia del Ser, del Todo.
Es necesario que el vientre femenino sea sanado de todo el dolor, de todo el miedo y de todo el rencor, del karma colectivo, de miles de años de aplastamiento de lo femenino, de desprecio y de agresión a la Diosa.
Existen diferentes formas, y lo que podríamos llamar técnicas de sanación, que desembocan todas en tomar consciencia de la verdadera identidad, despejando todas las creencias erróneas sobre uno mismo incrustadas en nuestra mente-cuerpo. El mismo acto sexual, en la forma tántrica, es una potente forma de sanación.
La mujer tiene que “abrazar su dragón”. Hacerse consciente de su herida y sanarla a través del perdón consciente. No se trata aquí de establecer culpables. La curación del ser humano exige que comprendamos que nuestra historia es una historia colectiva, es la historia del despertar de la consciencia, y en esa historia todos hemos estado implicados en multitud de vidas, unas veces haciendo de una cosa y otras de otra. Y lo mismo que la curación del planeta requiere que el hombre abra su pecho e integre lo femenino dentro de él, esa misma curación requiere que la mujer cure su herida a través de la comprensión de sí misma y del perdón consciente.
Sanación no se refiere sólo a los síntomas físicos ya manifestados. Ese sería únicamente el final del proceso de la enfermedad original, la mente. La sanación real requiere un proceso consciente. La medicina alopática tradicional sólo entiende de los síntomas externos una vez manifestados, que considera, además, ajenos a nosotros mismos, algo que “le viene a uno” no se sabe porqué. Cuando sólo intentamos curarnos de los síntomas externos cuando aparecen, y lo hacemos sin asumir la responsabilidad de nuestra enfermedad y de nuestra curación, sin tomar partido en ella, únicamente a través de medios externos, de medicamentos, de operaciones quirúrgicas, como propone la medicina convencional, no se produce realmente la sanación. Podrán remitir temporalmente los síntomas específicos, pero el origen energético/mental sigue ahí, reproduciéndose más tarde, puede que de otra manera.
Cuando hablamos de sanar no nos referimos a sanar una enfermedad física ya manifestada. Como decíamos, eso no es más que el final del proceso de una mente no curada. Aunque no haya enfermedad física manifestada, la sanación es igualmente necesaria, puesto que el problema es mental/emocional, se manifiesta en nuestra propia vida, que no es más que un reflejo de nuestra mente y nos impide tomar nuestro verdadero poder, acceder a la esencia de lo que somos. De esta forma, la sanación de nuestra mente, nos lleva a encarnar quien realmente somos, por una parte, y a evitar las manifestaciones físicas en forma de enfermedad, por otra.
Sanar es “desatar” las causas. Comprender y liberar el pasado, no repitiendo en el presente las actitudes que previamente originaron los problemas. Por eso es tan efectiva la terapia de regresión. A través de regresar al pasado de esta vida o de vidas anteriores, comprendemos desde una visión más amplia de la historia de la vida, lo que nos permite entonces liberar nuestra mente a través del perdón. Cuando la mente “ha comprendido”, la sanación física se produce.
Sanar la mente es sanar el cuerpo porque mente y cuerpo no están separados. Cuando sanamos el cuerpo, cuando llevamos consciencia a una parte de nuestro cuerpo, activamos la parte del cerebro, antes dormida o bloqueada, que controla esa parte del cuerpo. De manera que cuando sanamos el cuerpo “conscientemente” (no a base de medicamentos, “irresponsablemente”) también estamos sanado la mente, activando partes de nuestro cerebro antes dormidas o bloqueadas, liberando y elevando el nivel de nuestra mente, ampliando sus horizontes y elevando nuestra consciencia.
La sexualidad tántrica puede ser una ayuda poderosa en el camino de sanación del vientre femenino, pues revierte el proceso de la enfermedad del desamor que inunda las células del vientre femenino. Cuando una mujer hace el amor con “penes emocionales”, con penes compulsivos y egoístas, que no saben estar presentes amorosa y desinteresadamente dentro de su vientre, está acentuando la herida. El contacto con el pene de un hombre que ha sanado o que está en el camino consciente de sanación, que ha abierto su corazón, que ha integrado en él mismo la energía femenina, la energía de la Diosa, comienza, sin embargo, a purificar el vientre femenino. Comienza a darle “nueva información”, esta vez desde la consideración, desde el amor. Por eso es muy importante para cualquier mujer en el camino de sanación consciente, ser cuidadosa en sus relaciones. No se trata de represión, de negar ahora el derecho de libertad sexual, tan arduamente conseguido; sino de una toma de consciencia de “lo que estamos haciendo”. Pasado el tiempo, tan necesario, después de siglos de locura de represión, de la liberación sexual de los hippies, estamos ahora en otro lugar, donde debemos empezar a tomar responsabilidad sobre las verdaderas consecuencias de lo que hacemos.
“Id y no pequéis más” decía el maestro Jesús, después de una curación, utilizando ese lenguaje bíblico tan desafortunado del “pecado”. Frase que no hacía si no exponer esto mismo: sánate y una vez sanado, se consciente para no repetir los viejos esquemas que te llevaron a la enfermedad.