Rey histórico de la dinastía tartésside. Reinó –según Herodoto- entre los años 630-550 a.C.
Su nombre, Arganth-onios es derivado del nombre etrusco arcnti, más concretamente es la forma griega de este término. Por su parte, los Cempsi (celtas que habitaban la Meseta y lindaban con el Imperio de Tartessos) puede que derivaran este nombre, Arganthonios, se su palabra argant que empleaban para designar la plata, Tartessos, como rey de la plata. Esta es una explicación harto probable, ya que existen varios nombres célticos formados con este mismo término, argent-eilin (codo de plata), Argeitlan (mano de plata)… Lo que nos parece evidente es que el hecho de que su nombre derive del término plata no es más que un símbolo de la riqueza legendaria de Occidente. Asimismo, nos habla a favor del origen etrusco del nombre Argantonio la circunstancia de que en la costa de Misia se encuentre, junto con otros muchos vestigios etruscos, una montaña del mismo nombre.
Varias ciudades de la Bética pretenden ser la cuna de nuestro personaje, pero es posible que la verdadera deba buscarse en la región del Sudeste, famosa por su minería de plata y oro, como nos lo sugiere la relación que posee el mismo nombre de Argantonio con toda la producción de plata de la cultura argárica, base fundamental del surgimiento de la misteriosa y potente nación de Tartessos. Con respecto a la dinastía tartésside en sí, no se han conservado los nombres de los monarcas, pero el testimonio unánime de la gran antigüedad de la monarquía tartessia, y el que se hable con insistencia de la larga tradición en el sur de la Península de muchos elementos culturales, parece indicar que la dinastía histórica de Argantonio puede considerarse enlazada legítimamente con la de HAbis (más conocido por Habidis). Maluquer de Motes opina que también abona este criterio el observar el hondo arraigo que ha de tener la institución monárquica en sí.
No sabemos en qué momento exacto podemos considerar constituida la dinastía tartéside histórica, pero parece evidente que los primeros siglos del contacto comercial del mundo fenicio debieron contribuir a favorecer el proceso de concentración hacia un poder monárquico amplio. Así vemos, según las distintas aportaciones arqueológicas, que en pleno siglo VIII a.C. existían ya numerosas factorías fenicias en las costas, en las que viven comunidades urbanas florecientes, como son Sexi, Malaca, Adra, etc. Y, a su vez, los hallazgos arqueológicos de interior (Carmona, Cástulo, etc.) nos confirman que por aquellas fechas el comercio regular establecido había conseguido penetrar hasta zonas muy interiores, lo cual puede ser un indicio fehaciente de que ya existía la monarquía tartéssica, regulando y posibilitando ese comercio interior. Por ello, debemos admitir, según afirma Maluquer de Motes, que la dinastía histórica de Tartessos debió comenzar antes del siglo VII, Argantonio, el monarca filoheleno. Pero este desconocimiento no debe extrañarnos, pues no habiéndose localizado la sede de la monarquía, no tenemos documentos originales como pudieran ser inscripciones reales, anales históricos, listas de tributos, leyes, etc. Así pues, si acudimos a los textos históricos, hemos de lamentar una vez más que o se hayan conservado las obras de los historiadores púnicos y quedemos reducidos a una deficiente información que nos proporcionan los historiadores y textos griegos. Pero el contacto griego con Tartessos es muy breve, apenas medio siglo, y al único rey que mencionan es a Argantonio.
Los marinos focenses, que prontamente conocieron la ruta de Tartessos, entablaron relaciones directas con las costas meridionales y fundaron la ciudad de Mainake (Málaga), e incluso la práctica del comercio les puso en contacto directo con las jerarquías tartéssides; entre los focenses y el rey, Argantonio, habría de hacer pronto una buena amistad que se mantuvo por espacio de casi cuarenta años. Esta amistad resulta interesante por dos razones principalmente: primero porque queda fielmente reflejada a través de textos conservados y, segundo, porque este mismo reflejo es indicio claro de que nos hallamos ante algo poco frecuente. Argantonio llega incluso a proponer a los focenses que se establezcan dentro de su propio territorio, cuando el crecimiento y expansión del poder del imperio persa amenazaba las ciudades griegas jonias de la costa occidental del Asia Menor. Pero los focenses no aceptaron el ofrecimiento, aunque no obstante si aceptaron el ofrecimiento monetario que se les brindaba, con objeto de reforzar las murallas de Focea.
La idea de una emigración jonia a Occidente, implícita en la propuesta de Argantonio, persistió y, con motivo de la asamblea panjonia celebrada para acordar medidas conjuntas contra la expansión persa, el filósofo Bias llegó a proponer la evacuación total de la Jonia y la fundación de una nueva patria en la isla de Cerdeña.
Este peligro al que se refiere la ayuda propuesta por Argantonio corresponde a la progresión persa de mediados del siglo VI a.C. Los jonios no pudieron atajarla, y las ciudades jonias fueron cayendo una a una bajo el dominio del monarca persa; Focea fue tomada y destruida sobre el año 540, cuando ya nuestro rey tartésside había muerto, de lo cual se deduce que su reinado comprende la primera mitad del siglo VI.
Fue Argantonio un monarca longevo, y el historiador Herodoto le atribuye ochenta años de reinado, concretamente entre 630-550 a.C. Por su parte, su contemporáneo Anacreonte, alude a este personaje a través de una preciosa poesía encomiástica, en la que se le atribuye, de modo exagerado, un reinado de ciento cincuenta años. Todo esto, pues, se nos revela como una prueba más de esta longevidad, a la que aludíamos, y que quedará como una de la características más destacadas, de la monarquía tartésside, incorporándose como un lugar común al mito de la Felicidad y de la Riqueza.
Pacifismo, longevidad y hospitalidad constituyen los rasgos sobresalientes de la monarquía de Argantonio. Por ello precisamente no se ha conservado el nombre de ningún otro monarca. Y de ser cierto su largo reinado, los griegos no habrían conocido en realidad otro rey. Es por ello por lo que algunos historiadores han querido ver en el nombre de nuestro monarca la referencia no a un individuo en concreto, sino a un hombre dinástico que englobaría a varios reyes. Pero de los textos conservados no se puede deducir esta explicación, pues en la referencia de Herodoto se nos muestra a un Argantonio altamente personal, con unos rasgos tan característicos que difícilmente pueden hacer mención a varios personajes. El hecho excepcional de esta longevidad es atribuida por los antiguos a especialísimas condiciones climáticas de bonanza y salubridad del clima andaluz. Así pues, si se admite el largo reinado de Argantonio, las fechas probables son las calculadas por Schulten, basándose en el aserto de Herodoto, es decir, del 630 al 550 a.C.
Después de Argantonio, desaparecen los datos concretos sobre la monarquía de Tartessos. La política filohelena de Argantonio no era tan desinteresada como a primera vista nos puede parecer, pues la prosperidad de la monarquía dependía exclusivamente de los fenicios, por ser éstos los únicos que por sus exportaciones valoraban los productos del país. Por ello era forzoso que la política de los monarcas estuviera mediatizada. La presencia de otros intereses comerciales hubiera evitado esta conducta, pero no fue éste el caso, hasta la entrada en escena de los mercaderes focenses, que permitió al monarca desprenderse de la tutela fenicia y seguir una política económica propia, cuyo resultado inmediato sería la revalorización de los productos tartéssicos. Esta política de deliberada competencia debió ser muy molesta para los fenicios, que hallaban en los focenses competidores de excepción y vieron desaparecer su tradicional monopolio. La reacción no tardaría en manifestarse y poco a poco se enrarecería el clima con la competencia e inseguridad hasta que se abocaría a la lucha abierta entre el mundo griego y púnico en la segunda mitad del siglo VI. Se han esgrimido ciertas alusiones bíblicas del libro de los Salmos para suponer que los fenicios someterían a los tartessios. La Biblia, al referirse a la toma de Sidón y Tiro por los asirios, alude a la liberación de Tharsis del yugo fenicio. También Estrabón hace referencia a este hecho de un modo vago y confuso, al decir que las mejores ciudades turdetanas eran habitadas por los fenicios, lo cual podría ser prueba suficiente del dominio al que “in supra” aludíamos.
Schulten, en su obra Tartessos, se inclina a admitir ese dominio fenicio y que Tartessos se liberaría con la caída de Tiro. De ser cierto esto, la verdadera dinastía de Argantonio no habría empezado hasta el siglo VII.
Las relaciones de los focenses con Tartessos fueron intensas y duraderas, al menos hasta que en la destrucción de Focea, en el año 540 a.C. se marca el fin de su expansión. En el mar sardo, los focenses sufrieron poco después, sobre el 535, la derrota de Alalia, colonia que tenían fundada, desde hacía más de cuatro lustros, en la isla de Córcega, concretamente frente a la costa oriental de esta isla. El pueblo focense, en esta lucha contra cartagineses y etruscos, aliados, perdieron su poderío marítimo, y los habitantes de Alalia no pudieron sostenerse y evacuaron la ciudad trasladándose a la de Velia, en el Sur de Italia, engrosando posteriormente los contingentes de Massalia y Emporión.
La relación comercial focense con Tartessos se basaba en el principio de amistad personal con sus reyes concretamente con Argantonio, como ya hemos reseñado. No obstante, estas relaciones no pudieron evitar, a pesar de su altruismo y generosidad, la desaparición del Imperio tartésside, pues proseguía su decadencia interior, siendo el propio reinado de Argantonio, a causa de su larga duración, uno de los motivos que desencadenó el proceso disolutivo del poder. En todo caso, el sentido de un dominio tan amplio pudo evocar un momento concreto, que bien pudiéramos hacer corresponder con el reinado de nuestro tan famoso y celebrado rey de la plata, Argantonio.-
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