TARTESSOS |
||
EL SANTUARIO DE CANCHO ROANO
|
||
Sebastián Celestino Pérez (Científico Titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) |
||
|
El
complejo arquitectónico, orientado al sol naciente, se levantó en una
pequeña vaguada junto al arroyo Cagancha, en el término municipal de
Zalamea de la Serena (Badajoz). Su origen se remonta a los inicios del
período orientalizante, cuando sobre una cabaña ovalada se erigió el
primer edificio, ya con una técnica de clara inspiración
mediterránea. Sobre este primer monumento se construyó un segundo, del
que conocemos su planta, en la que se han documentado hasta tres altares
de adobe, dos de ellos en forma de piel
de bóvido. Por último, a mediados del siglo V
a.C., se decidió clausurar este segundo santuario para edificar
el ahora visible, muy bien conservado.
Se
construyó con un sólido basamento de piedra y alzados de adobe, y fue
enlucido por el exterior con arcilla roja, como los suelos de las
habitaciones, mientras que el interior fue totalmente encalado. Para
realzar aún más el cuerpo principal del santuario, se construyó una
terraza de piedra de gran tamaño, también encalada, que lo rodea por
completo. Al cuerpo principal se accede por un patio cuadrado, con un
pozo en el centro, que aún hoy mantiene su nivel de agua. La entrada al
edificio se realiza mediante una escalera de piedra construida en la
esquina septentrional del patio, que conduce a una estancia que, a su
vez, comunica con un gran ambiente transversal, que cruza todo el
edificio y sirve de distribuidor a los espacios del fondo. Se disponen
en tres cuerpos independientes en la zona meridional, almacenes en los
que se hallaron ánforas y orzas que contuvieron cereales, aceite, vino,
miel y otros productos alimenticios, así como una gran cantidad de
objetos de bronce —calderos, recipientes rituales, jarros, arreos de
caballo, etcétera—; la septentrional consta de una habitación
alargada, en cuyo fondo había un telar, a la que abren tres pequeñas
estancias en las que se halló gran parte de los materiales de
importación que caracterizan al yacimiento: alabastrones, copas
griegas, cuentas de pasta vítrea púnica, escarabeos egipcios, marifies,
sellos de lidita, cuentas de ámbar y cornalina y buena parte de las
joyas de oro del santuario. En el eje central del edificio se erigió la
habitación principal, verdadero lugar sacro del complejo, en cuyo
centro se levantó un gran pilar rectangular que haría las veces de
altar. Tal vez lo más sobresaliente de este espacio principal es que el
pilar se alza sobre respectivos altares de los dos edificios anteriores.
Por último, el monumento está rematado, a modo de torres, por dos
habitaciones: la de la entrada, donde se construyó una escalera para
acceder a la terraza y a la planta superior hoy perdida, y la
suroriental, tal vez lugar de residencia.
Rodea
el edificio una serie de estancias perimetrales, seis por cada lado,
donde se depositaron ricos ajuares a modo de ofrendas. Todo el complejo
monumental está rodeado por un foso excavado en la roca, que en algunos
puntos busca los niveles freáticos para mantener siempre una lámina de
agua que ensalce la construcción. En la zona oriental, por donde se
llega al santuario, se construyó una pequeña muralla con dos torres
poligonales en el centro que flanquean la única entrada posible a la
construcción.
El
edificio fue intencionadamente incendiado, destruido y posteriormente
sellado con tierra antes de ser abandonado, echándose en falta tan
sólo los elementos sacros, seguramente recuperados para mantener el
culto en otro lugar. El continuo cauce de agua del arroyo Cagancha, aún
en épocas de fuerte sequía, así como la construcción de pozos en el
interior, avalan el papel primordial que debió jugar el agua tanto para
la construcción como para el culto en el lugar.
|