TARTESSOS

 
                                                     

LAS ESTELAS DE GUERRERO

 

  Sebastián Celestino Pérez (Profesor de Arqueología Universidad Autónoma de Madrid)

 

 

 

 

Las estelas de guerrero o del Suroeste, llamadas indistintamente así por las figuraciones que presentan y el marco geográfico que ocupan, son sin duda alguna el elemento más característico del Bronce Final meridional, aunque perduran en el tiempo hasta el Período Orientalizante, cuando toda la zona queda impregnada por la cultura del Mediterráneo Oriental. Por tanto, aparecen hacia el siglo XI y desaparecen en el VII antes de nuestra Era, momento en las que se las puede denominar como estelas tartésicas. Las estelas se pueden agrupar en cuatro grandes zonas geográficas diferenciadas: sierra de Gata, Montes de Toledo; valle medio del Guardiana y valle del Guadalquivir; aunque se van perfilando dos zonas bien dibujadas: el Sureste francés y el Algarve portugués. Los monumentos más antiguos coinciden con las zonas más septentrionales, donde sólo se representan las armas del guerrero sobre soportes rectangulares que sirvieron para tapar tumbas de inhumación; las armas no obedecen a tipos foráneos, lo que evidencia el indigenismo del fenómeno. A partir de la zona del Tajo los monumentos sufren grandes transformaciones: los soportes se erigen para ir hincados en el suelo, aparece dibujada la figura del guerrero y se representan armas de origen atlántico y numerosos objetos de adorno de clara procedencia mediterránea; a medida que nos acercamos a la zona más meridional, esos objetos de adorno o de prestigio social —peines, espejos, instrumentos musicales, pinzas o imperdibles— aumentan en detrimento de las armas, momento que además coincide con la introducción de la incineración en el ritual funerario.

Tres dibujos sintéticos de estelas tartéssicas del tipo más complejo, con figuras humanas acompañadas de su armamento y el carro para el viaje al más allá. El de la izquierda corresponde a la Estela de Ategua.

El mejor ejemplo de esta última fase de las estelas es el monumento de Ategua, en la provincia de Córdoba, donde se puede apreciar la complejidad tanto escénica como social que adquieren estos monumentos en el Período Orientalizante. En ella se aprecian tres escenas bien diferenciadas; en la superior, se representa al guerrero con coraza y rodeado de sus armas y objetos de adorno personal; en el centro, la escena se centra en la muerte del guerrero, tumbado sobre la pira funeraria y acompañado por los lamentos de sus seres más queridos; el carro asido por el guerrero, símbolo del viaje al más allá, protagoniza la escena inferior de la este la, donde dos grupos de antropomorfos realizan una danza ritual para facilitar la travesía. La composición escénica de la estela no deja duda de la complejidad social que adquirió la sociedad tartésica en estos momentos.