Galera es uno de los ejes
fundamentales en el desarrollo de los conocimientos que
sobre arqueología ibérica en las altiplanicies granadinas se
han desarrollado desde principios de siglo. Es, además, uno
de los escasos ejemplos en que conocemos el emplazamiento de
una ciudad amurallada (oppidum) con su nombre
indígena (Tútugi) y la necrópolis que fue utilizada
durante la existencia de la ciudadela ibérica; sirviendo
igualmente, como se ve en otro capítulo específico sobre el
tema en este mismo libro, de buen ejemplo artístico del
desarrollo de esa cultura ibérica, sobre todo en su
expresión funeraria.
Y es quizás esta expresión funeraria la
que más suele acercar al conocimiento, diferenciación e
identificación de las distintas realidades culturales de una
región dada en un momento concreto. De hecho, ya el profesor
Almagro Gorbea intentaba definir un área bastetana en el
sureste de la Península Ibérica en razón de determinados
comportamientos funerarios, y, en concreto, con la presencia
de tumbas de cámara y la dispersión de las cajas funerarias
en piedra o arcilla cocida, consecuencia de unas conexiones
que tenían su raíz en el contacto de estas poblaciones
indígenas con las comunidades fenicias que se habían
asentado en las costas de la Alta Andalucía (Almagro-Gorbea
1982). Este es el primer momento en que se intenta hacer una
definición del área bastetana a partir de datos meramente
arqueológicos.
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Yacimientos citados en el
texto (elaboración propia)1. Molata de Casa Vieja, La
Puebla de Don Fadrique.2. Cerro de la cruz, Bugéjar.3.
Cortijo del Duque, La Puebla de Don Fadrique.4. Cerro
del Trigo, La Puebla de Don Fadrique.5. Tutugi, Cerro
del Real, Galera.6. Basti, Cerro del cepero, Cerro Largo
y Cerro del Santuario, Baza.7. Barranco del Moro, Zújar.8.
Canto Tortoso, Gorafe.9. Abula, Abla.10. El Cardal,
Ferreira.11. Peñón de Arruta, Jerez del Marquesado.12.
Acci, Guadix.13. Cerro de los Ayozos, Montejícar.14.
Cerro del Centinela, Iznalloz.15. Illiberri, Albaicín,
Granada.16. Ilurco, Cerro de los Infantes, Pinos
Puente.17. Cerro de la Mora, Moraleda de Zafayona18.
Cerro del Moro, Ventorrillos de san José.
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No cabía duda de la existencia de un área
diferente a lo que existía a su alrededor; pero aún no
quedaban claros ni los límites geográficos, ni los límites
culturales; ni tan siquiera se planteaban los límites
cronológicos de lo que debía ser la Bastetania. De por sí,
tampoco los textos de los antiguos escritores latinos
parecían ponerse de acuerdo; ni Pomponio Mela, ni Plinio, ni
Estrabón hacen referencia clara a la ubicación de la
Bastetania; y, para empeorar aún más la situación, ni
siquiera hacen referencia a una ciudad epónimano parecían
conocer claramente una Basti que diera nombre a la región.
Quizás la primera referencia a Basti venga de la mano de
Itinerario Antonino, que la cita como una mansio, es decir,
que no sería sino un pequeño centro de postas para el
camino, situada muy próxima a la actual población de Baza,
en Cerro Cepero.
A pesar de dicha indefinición, se viene
aceptando que la región existente entre las actuales
provincias de Granada, Almería, suroeste de Murcia, sur de
Albacete, Oeste y sur de Jaén y Oeste de Málaga debieron
formar parte de esta entidad cultural.
Poco a poco, uniendo los escasos
resultados de algunas investigaciones de excavación a los
más numerosos datos de prospección superficial cada vez nos
vamos apercibiendo de esquemas progresivamente más complejos
de interpretar sobre los grupos humanos que habitaron estas
tierras antes de la llegada de los romanos.
Hace algunos años se realizaron
excavaciones arqueológicas en Cerro Cepero, en Baza (Marín
Díaz 1992) aportando interesante información sobre el
yacimiento, que, no obstante la entidad de las necrópolis
que lo circundan (Cerro del Santuario por un lado, conocido
por la presencia de la Dama de Baza, y Cerro Largo por el
otro, que recientemente también nos ofreció de sus entrañas
la escultura del Togado) no parece sino ser un oppidum de
tamaño mediano (no superaría, en ningún caso, las seis
hectáreas). En definitiva, nos encontramos con que el
yacimiento epónimo (no es lógico dudar sobre el asentamiento
de la antigua Basti en dicho cerro) de toda una región
apenas puede ser considerado como un yacimiento de reducidas
dimensiones; pongamos, como ejemplo, que Cástulo, importante
ciudad oretana (que no ciudad epónima) ocupa una superficie
de 44 hectáreas (Almagro Gorbea, 1986, 24); una ciudad
epónima, como Edeta (San Miquel de Lliria, Valencia),
capital de la Edetania, parece presentar entre 10 y 15
hectáreas (Bonet Rosado 1995, 337).
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Paisaje de bad-lands en el
entorno Canto Tortoso. Destaca la escasa capacidad
productiva de estas tierras, propias de las
altiplanicies septentrionales granadinas.
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Por tanto, concluimos que las ciudades
son grandes o pequeñas independientemente de su
"capitalidad"; en nuestro caso, Basti no es mayor que
algunos de los asentamientos contemporáneos que se conocen
en la zona de Granada; pongamos por caso el yacimiento de
Galera, Tútugi, al cual se le supone una extensión de 6,5
hectáreas (Schule 1980); o, más al norte, Molata de Casa
Vieja, en Puebla de Don Fadrique, cuya extensión de unas
catorce hectáreas (Adroher 1991, 175-176); si nos vamos a la
zona de la Vega de Granada, encontramos poblados como la
antigua Ilurco, en el Cerro de los Infantes de Pinos Puente,
con una superficie de 13 hectáreas (Moret 1996, 523), sin
duda el mayor de la zona, pues el resto de los conocidos
apenas han sido publicados o bien se desconce su extensión;
de la ciudad de Granada, la antigua Iliberris, recientes
excavaciones dieron con la aparición de un paño de muralla
de grandes dimensiones (Casado et al. 1997) que, más que en
el siglo VII a.C. debería ser datada con posterioridad
dentro, probablemente, de una fase ibérico-plena, y que
podría encerrar un recinto de unas 4 ó 5 hectáreas; próximo
a Loja, en Ventorrillos de San José, existe otro recintor
amurallado que podría ocupar unas 4 ó 5 hectáreas, el Cerro
del Moro (Pachón, Carrasco y Gamiz 1983, 335).
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Caja bastetana de la
necrópolis ibérica de Galera.
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Seguimos, no obstante, con una fuerte
indefinición sobre la extensión de las distintas poblaciones
que ocuparon la zona de la actual provincia de Granada. En
todo caso parece no existir ningún asentamiento de mayor
extensión que el de Ilurco o el de Molata de Casa Vieja.
Estos asentamientos, todos ellos fortificados, existen por
oposición a otros que no lo estuvieron; bien sea como
pequeños villorios agrícolas, como santuarios o como
necrópolis, el paisaje humano del territorio era mucho más
complejo de lo que pudiera considerarse en un primer golpe
de ojo.
Los cuatro tipos, así pues, de
asentamientos o espacios de ocupación de un territorio
quedarían de la sigueinte forma: los asentamientos o
poblados fortificados, denominados oppida, que estarían
acompañados de una o varias necrópolis; es el caso de Cerro
Cepero, del que conocemos, como dijimos anteriormente, al
menos dos necrópolis; existirían también poblados no
amurallados, a modo de asentamientos, generalmente en llano,
cuya función primordial sería la explotación, generalmente
agrícola, de un territorio; por último, existen una serie de
asentamientos de pequeñas dimensiones, y que definimos como
santuarios al aire libre, o, más bien, espacios
sacralizados.
Como decíamos anteriormente, hay que
valorar distintos elementos externos de una sociedad para
aproximarnos a su entidad como conjunto cultural; pero, ¿a
qué hacían referencia los antiguos escritores greco-latinos
cuando se referían a Bastetania? Si se trataba de una
realidad o conjunto cultural, político o económico, es
difícil de establecer. Hemos visto que los asentamientos
existentes en la actual provincia de Granada son
difícilmente superiores, en extensión, a las diez hectáreas,
a excepción hecha de Ilurco y de Molata de Casa Vieja. Desde
luego, en comparación con lo que sucede en otras áreas
colaterales, como el Alto Guadalquivir, no cabe duda que
tanto la intensidad de población como el número de poblados
en notablemente inferior en las intrabéticas septentrionales
(Vega de Granada y Hoya de Guadix-Baza-Huéscar). Una lógica
nos permite establecer el motivo: la explotación agrícola es
uno de los elementos que determinan los sistemas productivos
de las comunidades del Alto Guadalquivir (Ruiz Rodríguez
1978); esta explotación parece tener un carácter
excedentario, según se desprende de la distribución de los
asentamientos en relación con los tipos y rentabilidad de
los suelos de esa zona. En las intrabéticas no existe
posibilidad de producir un excedente de la entidad del Alto
Guadalquivir.
Pongamos un ejemplo algo más reciente; en
Guadix, en el siglo XVIII, de las 60.870 hectáreas de
territorio de su término municipal en la época, 53.610 lo
eran de tierras inútiles (el 88,07 %), 2.607 eran cultivos
de regadío (4,28 %) y poco menos del doble, 4.651, de secano
(7,64 %); es decir, la posibilidad de explotacion agrícola
es realmente muy baja; no cabe duda que esta proporción
podría variar de un lugar a otro, pero, al menos en la zona
de Guadix-Baza-Huéscar, no podría ser muy distinta, habida
cuenta del paisaje y la distribución del poblamiento. Algo
superior debió ser la Vega de Granada, no es por menos que
nos encontramos con un gran oppidum (Ilurco), y dos de
tamaño medio (Iliberri y Cerro del Moro), junto con otros
poblados ubicados en la Vega y que debieron potenciar dicha
explotación agraria. En todo caso, entre la Vega de Granada
y el Alto Guadalquivir existe una notable diferencia de
extensión que permite considerar que, en su conjunto, la
rentabilidad de la explotación debió ser bien distinta en un
punto y en otro.
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Bajorrelieve de Pinos Puente (publicado
por M. Sotomayor en: De Ilurco a Pinos Puente.
Poblamiento, economía y sociedad en un pueblo de la vega
de Granada).
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De esta forma ya podemos considerar que
la zona de las intrabéticas granadinas presentan un
funcionamiento económico distinto de sus vecinos jienenses;
no son verdaderos núcleos de producción directa de
excedentes; por tanto, debe existir otra posibilidad que
explique la presencia de los ricos materiales de importación
que existen desde los primeros momentos de la formación del
mundo ibérico en la zona, pues sabemos que piezas como copas
jonias estaban presentes en los ajuares domésticos de
algunas casas en el siglo VI a.C. (Adroher 1991, 181); mejor
conocidos aún, son los ajuares funerarios del siglo IV, como
los de las necrópolis de Mirador de Rolando en Granada
(Arribas 1967), Cerro del Santuario en Baza (Presedo 1982;
Adroher y López 1992; Ruiz, Risquez y Hornos 1992) o la de
Galera (Schüle 1980), donde la presencia de material griego
de importación es notable. Estos elementos de prestigio
permiten pensar que nos encontramos ante una sociedad que
produce algún tipo de excedente. Ya que hemos comprobado que
el excedente agrícola no debió ser tan estructuralmente
básico, deben existir otras fuentes de producción y la
respuesta está en un factor productivo, el metal, sobre todo
el procedente de zonas como las cordilleras costeras
almerienses, como la Sierra Alamilla o las estribaciones
septentrionales de Sierra Nevada, en la zona conocida como
Marquesado del Zenete. Recientes descubrimientos nos
permiten afirmar que el mineral en el Marquesado se
explotaba, al menos, desde el siglo IV a.C., como lo
demuestra la existencia de dos importantes asentamientos
minerosel Peñón de Arruta (González, Adroher y López 1997) o
el Cardal, en Ferreira, aún por publicar. Ambos son
asentamientos fortificados, aunque de escasa entidad, ya que
no superan la media hectárea. Aún quedan muchas zonas por
prospectar, pero no cabe duda que conforme vayamos avanzando
en el conocimiento del territorio, sobre todo de las áreas
tradicionalmente mineras, podremos aproximarnos, con mayor
precisión, a la explotación metalúrgica en época ibérica.
Pero la explotación del metal no es
suficiente para explicar este proceso, por lo que no queda
sino una última alternativa de obtención de un excedente
económico importanteel comercio. El descubrimiento y estudio
de un pequeño asentamiento del siglo VI a.C. en la zona
norte de la provincia de Granada nos permitió lanzar una
interesante hipótesis en esta línea (González, Adroher y
López 1995)Canto Tortoso, en Gorafe. Dicho asentamiento, de
1,5 hectáreas de extensión fortificada, con un curioso
sistema de acceso a la puerta principal conocida con el
nombre de callejón lateral, es especialmente interesante por
el material cerámico que apareceen su mayor parte son
ánforas, pero por su variabilidad tipológica y tecnológica
no cabe duda de que proceden de muy diversos centros de
producción; el yacimiento desaparece a finales del siglo VI,
o quizás, muy a principios de siglo V a.C. A partir del
mismo, y conociendo otros casos semejantes en el valle del
Guadiana Menor, podemos establecer que existen una serie de
pequeños asentamientos que están funcionando a lo largo del
siglo VI a.C. y cuya función bien pudo ser la de servir de
conexión entre las producciones vinarias de las costas, en
manos de fenicios occidentales, y los centros de
distribución de los excedentes agrícolas del Alto
Guadalquivir. Estos pequeños asentamientos sólo estarían
presentes en la zona de las depresiones intrabéticas de
Guadix-Baza; pero la presencia de pequeños asentamientos en
otras zonas, no muy lejanas, como es el Cerro del Centinela
(Jabaloy et al. 1983) o el Cerro de la Coronilla en
Cazalilla (Ruiz et al. 1983) hacen pensar que este esquema
forma parte de una organización bien estructurada en las
relaciones entre la costa y el interior. Por otra parte,
estos datos nos hablan de que la zona de las depresiones
intrabéticas mantienen una fuerte tradición de intercambio,
de donde, probablemente, procedería gran parte de ese
excedente necesario para poder obtener los objetos de
prestigio a los que hacíamos referencia con anterioridad,
como las cerámicas griegas de importación.
Este esquema, no obstante, parece
quebrarse a finales del siglo VI a.C. momento en el cual
existen una gran cantidad de yacimientos que desaparecen o,
al menos, sufren un fuerte impacto destructivopensemos, sin
ir más lejos, en el caso de la destrucción de los elementos
escultóricos del Cerrillo Blanco de Porcuna. Pues bien, en
el caso que nos ocupa no tenemos sólo a Canto Tortoso, sino
al Barranco del Moro, en Zújar; en todo caso los pequeños
asentamientos desaparecen en favor de una serie de centros
nucleares que van absorviendo la población y la producción
consecuente, con un posible control del territorio más
directonacería, desde nuestro punto de vista, el oppidum
clásico, una ciudad fortificada que controlaría de forma
directa un área de captación de materias primas, en una
acepción amplia del término materias primas.
Es el momento de Cerro Cepero, del Cerro
del Real (Tútugi), del Cerro de los Ayozos (Montejícar), de
Iliberri (Granada), de Ilurco (Cerro de los Infantes), en
definitiva, de los grandes núcleos fortificados. Pero no es
sino hasta finales del siglo IV a.C. o inicios del siglo III
a.C., cuando se inicia la colonización del espacio agrícola
circundante a los grandes oppidaaparecen pequeños
asentamientos en llano, sin sistemas de defensa de ningún
tipo, de reducidas dimensiones, que en ningún caso superan
la hectárea, y que, en muchos, parecen pervivir hasta época
romana Bajo Imperial.
El siguiente impacto importante es la
llegada de las tropas romanas; y aquí viene precisamente uno
de los momentos más interesantes para comprender el
verdadero sentido de la Bastetania.
Hemos hablado de ciudades, de necrópolis,
de espacios sagrados; pero ¿cuándo sucedía todo ésto?; la
referencia más antigua de Basti se encuentra en el
Itinerario Antonino que data del siglo IV d.C. Dejando de
lado la ciudad epónima y buscando citas del gentilicio o de
la región (bastetanos o Bastetania), una de las citas más
antiguas es de Polibio, en el siglo II a.C.; y de principios
de ese siglo, concretamente de los años 190-189 a.C. es una
referencia histórica la que nos habla de la BastetaniaTito
Livio habla de esta región cuando narra la derrota del
entoces gobernador de la ulterior Lucio Emilio Paulo cerca
de Licón (probablemente Ilurco; Tito Livio, XXXVII, 46). Por
tanto es sabido que desde ese momento debió existir el
concepto de Bastetania. Pero, hacia atrás podemos cotejar un
dato que resulta de sumo interés; en la Ora Martítima de
Avieno no existe ninguna referencia a esta región; si bien
la Ora Marítima se fecha en el siglo IV d.C., parece ser que
Avieno toma un periplo masaliota del siglo VI a.C. como base
para su redacción. Esto nos permitiría inferir que en el
siglo VI a.C. posiblemente el término Bastetania no
existiría.
Por tanto, parece ser que dicho término
aparece cuando, por primera vez, los romanos se encuentran
en la obligación de controlar un territorio que se escapa de
lo que sucede en otras zonasdistinto al alto Guadalquivir,
por un lado, distinto al sureste peninsular, al área de
Cartagena, por otro, quedaba una zona de nadie. Y en ese
contencioso deciden definir un espacio que jamás llega a
tener entidad de forma clara, como se puede ver por la
variedad de límites que imponen cada uno de los autores
clásicos a dicha entidad.
Un área que, en ningún caso debió tener
una organización política internase trataba de una zona que
no era otra cosala bastetania existía en tanto que por
oposición a pueblos que la delimitaban y quizás sí tenían
mayor entidad en su organización política. De los más
importantes oppida ibéricos de las altiplanicies granadinas,
unos fueron completamente abandonados a la llegada de los
romanos, como Cerro de los Ayozos (que aún presenta un
sistema de muralla realmente imponente), que finaliza su
ocupación a finales del siglo III a.C.; algo parecido pasa
con Molata de Casa Vieja, que lo hace antes de mediados del
siglo II a.C.; también el Cerro de La Cruz, en Bugéjar se
abandona en fecha semejante.
Otros asentamientos, como Galera o Basti,
perviven; también perviven yacimientos como Ilurco, Iliberri
o el Cerro de la Mora (Moraleda de Zafayona); pero otros,
como el Cerro del Moro en Ventorrillos de San José
desaparece en la misma época que los anteriores, a finales
del siglo III o principios del siglo II a.C.
Todo ello no demuestra sino que el
comportamiento de cada oppidum es diferente e independiente
del vecino; si bien se observan algunas realidades
específicas según en qué áreas; pongamos por ejemplo La
Puebla de Don Fadriqueno sólo se abandonan los dos oppida
ibéricos (Molata y Cerro de la Cruz), sino que, además, se
crea en época cesariana un campamento romano en la zona de
acceso desde el sur (Cerro del Trigo); y, para mayor
presión, una de las necrópolis, concretamente la del Cortijo
del Duque (Fernández y Serrano 1993), es completamente
arrasada para ubicar un asentamiento suburbano sobre ella
(no sabemos aún si se trata de una villa o de un pagus) en
época alto imperiales el único caso que conocemos en las
intrabéticas granadinas en que una necrópolis ibérica es
masacrada por parte de la ocupación romana; esto podría
interpretarse como una represión político-militar ante
comportamientos hostiles a la presencia y conquista romana.
Es más, mientras algunos oppida consiguen el grado de
municipium (Tútugi o Ilurco), incluso en época muy temprana
(como Iliberri), otros apenas llegan a convertirse en mansio
(Abula en Abla o Basti en Cerro Cepero); los hay incluso que
se convierten en colonia, también cesariana, como es el caso
de Acci, Guadix; por último hay otros, como hemos visto, que
simplemente desaparecen. No obstante, podemos observar que
todos los oppida de una u otra forma, responden claramente a
la presencia romanade hecho, ninguno de ellos se limita a
sobrevivir en época alto-imperial como un simple oppidum ni
tampoco desaparece progresivamente durante ese período;
realmente, desaparecen o consigen un estatus romano que
permita su supervivencia, económica, jurídica o fiscal.
Vista la variedad de comportamientos
políticos así como la independencia consecuente de la que
debieron hacer gala cada uno de los oppida de las
intrabéticas, debe considerarse que no hay una respuesta
homogénea a la presencia romana, por lo que se desprende que
no debe existir una unidad política que permita esta
pretendida respuesta homogénea.
Un último aspecto a analizar, sobre todo
desde el punto de vista cultural, es el comportamiento
religioso; ya habíamos hecho mención al caso de las cajas
funerarias; pero hay otro ejemplo que consideramos sólo
característico de esta zonaexiste un conjunto de pequeños
yacimientos, repartidos en todo el área de las altiplanicies
de Guadix-Baza-Huéscar; no parecen presentar restos de
estructuras construidas en piedra (no hay concentraciones de
piedras en superficie) y el material que aparece se limita a
cerámica común ibérica, y siempre en torno a una misma
forma, el cuenquecillo de borde entrante (también conocido
como cuenco-lucerna) o su variante más tardía de cuenco de
borde recto divergente. Los asentamientos, de muy reducidas
dimensiones, que no superan, en ningún caso, los 2.000
metros cuadrados, suelen situarse en zonas de altura
relativa considerable, controlando un valle de forma casi
absoluta. Con cierta frecuencia, los denominados
tradicionalmente santuarios se relacionan bien con cavidades
como abrigos o cuevas en sentido estricto; pero la zona de
las altiplanicies, por sus propias características
morfoestructurales, no suele presentar cuevas naturales,
salvo en algunos puntos concretos; por tanto, y siendo
necesaria una respuesta religiosa de estas características,
quizás se dé por bueno la creación de espacios naturales con
determinadas características comunes, que aún debemos
dilucidar. En todo caso, llama la atención que entre las
figuraciones escultóricas de época ibérica existentes en la
zona, sólo conocemos figuras humanas (la Dama de Baza, la
Dama de Tútugi y el recientemente hallado caballero togado
de Cerro Largo); además, no conocemos ningún caso de exvotos
del tipo clásico, de metal (bronces) en esta zona, mientras
que en los alrededores son relativamente frecuentes, como en
el Alto Guadalquivir o en la zona murciana. Por su parte, la
zona de la Vega de Granada, sí presenta su propia entidad;
al margen del santuario limítrofe del Pajarillo (Molinos et
al., 1998), la representación animalística de esta
intrabética es mayornos referimos a la presencia de cierta
cantidad de bajo relieves que configuran caballos, y cuya
relación con estructura alguna aún queda por dilucidar.
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Murallas de la Plaza de Armas de Puente
Tablas (Jaén) © J. Blánquez.
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Como consecuencia de todo lo anterior,
pensamos que la Bastetania, si bien pudiera presentar
algunos aspectos socio-culturales comunes, como hemos visto
en parte de los componentes religiosos, así como un
comportamiento económico común, al menos en determinadas
ocasiones, no responden de igual manera a la presencia
romana, lo que permite pensar que no se trata en ningún caso
de una unidad política compleja, sino más bien, de una
asociación de poblados que dependiendo de las circunstancias
se amoldan a situaciones distintas con respuestas distintas.
La Bastetania, es, así pues, desde nuestro punto de vista,
un término acuñado en la república romana para describir o
nombrar una zona que no debieron controlar desde un punto de
vista cultural, una zona que apenas debió tener mayor
importancia y que sólo de forma colateral entra dentro de la
estructura imperial, y, siempre de forma algo
tardíarecordemos que cuando se funda la primera colonia en
la zona, es decir, la Colonia Iulia Gemella Acci en
la actual Guadix en época cesariana, en el resto de la
Península Ibérica no son pocas las fundaciones ya
existentesCorduba, Valentia, Pollentia, Carthago Nova, y un
largo etcétera. Por tanto, muy probablemente, la Bastetania
nunca fue una realidad ibérica con conciencia propia y mucho
menos de carácter político. |