TARTESSOS |
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ÁRGORIS Y HABIDIS
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DICCIONARIO ANDALUZ |
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Dioses y reyes civilizadores andaluces. Sobre el 9000 a.C. "Un hombre de la casa de Leví fue a tomar por mujer una hija de Leví. Concibió la mujer y dio a luz un hijo; y viendo que era hermoso lo tuvo escondido durante tres meses, pero no pudiendo ocultarlo ya por más tiempo, tomó una cestilla de papiro, la calafateó con betún y pez, metió en ella al niño, y la puso entre los juncos, a la orilla del río. La hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que pasaba. Bajo la hija del Faraón a bañarse en el río y, mientras sus doncellas se paseaban por la orilla, divisó la cestilla entre los juncos, y envió una criada suya para que la cogiese". Aquel niño era Moisés salvado de las aguas al que Yahveh había elegido para liberar a su pueblo y establecer con él la Alianza. Esta narración tiene un gran paralelismo con el episodio de Gárgoris y Habidis que a continuación vamos a contar:
"Erytheia tendrá con Hermes un hijo, Norax quien marca la continuidad del florecimiento de Tartessos y el reencuentro de Geryón en la frondosidad de Atlantis: Gárgoris y Habidis. Gárgoris, de la estirpe de los curetes (Diodoro, 5,65), es considerado como el dios civilizador y creador de la apicultura, descubriendo el valor de la miel. Habis o Habidis se presenta en nuestra mitología como otro curete, como otro dios civilizador que organiza y promulga leyes. Habidis es el fruto de los amores incestuosos de Gárgoris con una de sus hijas; el nacimiento del vástago civilizador puso al descubierto la acción incestuosa y se decretó su muerte. Habidis, andaluz por una de sus ramas de origen, es abandonado en el monte por mandato de su padre para servir de pasto a las fieras, pero éstas le amamantan y ofrecen cariño. Ordenó entonces el rey Gárgoris arrojarlo a una jauría de perras y a otra de cerdas hambrientas para que lo devoraran; pero fue respetado y agasajado por éstas. Por último es arrojado al mar por fieles servidores de Gárgoris en un lugar alejado de la costa, mas el niño flotaba y las olas le protegieron hasta la playa donde fue encomendado a la protección de una cierva que fue su madre de leche. Creció junto a ella mamando ligereza y viviendo en disfrute de energía y libertad por las tierras tartéssides. Más tarde, y con motivo de una cacería, fue víctima de una trampa. Apresado y conducido a la presencia del rey Gárgoris, éste se reconoció en el joven al que le prestó toda clase de miramientos y atenciones, nombrándole único sucesor y devolviéndole el nombre de Habidis. Fue un monarca sabio, generoso, prudente y grande; dio leyes y unció los bueyes a la reja. Su acción civilizadora hizo que Tartessos fuera el Dorado de paz que rezuma leche y miel. Dentro del corpus simbólico y civilizador tartésside, aparece la antigua costumbre del comercio sexual entre padres e hijos en Turdetania, costumbre atlante extendida por todo el área de civilización de los curetes y que se producía con el ánimo de reproducir y aumentar las virtudes de los seres con virtuosidad; de la misma forma que el comercio sexual consanguíneo agrava los defectos u otros males que posean cualesquiera de las partes, en el caso de ser virtudes, las agudiza. El andaluz curete Habidis, significa un período pacificador, sedentario y civil que relanza un ciclo más en el largo periplo de los tartéssides. Si como parece demostrarse, el hombre medio del Mediterráneo veía en Tartessos el país de la Fortuna y Felicidad, no debieron ser las únicas arribadas por el Estrecho las que narran estos mitos. Recordemos que toda nuestra historia está marcada por el fatal destino heraclida: doblamientos, despoblamientos y redoblamientos serán nuestra patente de corso. Gárgoris y Habidis junto con Gerión, protagonizan la mitología más antigua de todo occidente. Sánchez Dragó recoge la muestra de que el mito de nuestros dioses originarios toma su primera presencia en los dibujos rupestres del Tajo de las Figuras situado <<por los esteros de la Janda>>, en el marco de Vejer, Facinas, Paterna, Medina y Alcalá de los Gazules. Van a ser los andaluces Gárgoris y Habidis los inventores de la apicultura, ganadería, agricultura y de la industria de los metales. Diodoro se refiere a estas colectividades andaluzas asentadas en elevados bosques y riscos, junto a aquellos otros andaluces atlántidas –titanes- que vivían en los llanos, conectando una vez más Andalucía, la hespéride blanca, con una parte de la Atlántida. En tiempos pasados los dioses se distribuyen las diferentes regiones de la tierra, y dicha distribución se hizo sin protestas, pues sería absurdo creer que hubiesen ignorado lo que sabiéndolo disputasen a causa y a propósito de sus partes respectivas. Habiendo, pues, obtenido de Diké –la Justicia- que a suerte repartió los lotes, le tocó a cada uno el que más y mejor le convenía, estableciéndose en el país que le tocó en suerte y justicia, y ocupándose de los hombres que les pertenecían <<tal cual los pastores se ocupan y tienen cuidado de sus rebaños>>. De este modo, los dioses originarios gobernaron unos aquí y otros allá, los países que les habían tocado. Así pues, en lo que respecta a la explicación mitológica de lo que daré en llamar el Arca de Tartessos o la Hespéride blanca, cabría la siguiente explicación, simplemente esbozada, de otra esquina convergente que deambula por el campo de la mitología. En efecto, viendo Poseidon que los atlántides no cumplían sus prescripciones civilizadoras; que se habían entregado a la ambición y al comercio de la guerra enfrentándose los pueblos hermanos entre sí, se indignó en su corazón y dijo: <<voy a exterminar de sobre la haz del suelo a los países y pueblos que me tocaron en gobierno, desde el hombre hasta los ganados, fieras, sierpes e incluso las aves del cielo, porque me pesa ser padre y guardián de mi lote en heredad>>. Pero Evenor, andaluz tartésside, halló gracia a los ojos de Poseidón. Dijo, pues, Poseidón a Evenor: <<he decidido acabar con toda vida porque nuestros pueblos y la tierra están llenos de violencia por culpa de ellos. Por eso he aquí que voy a exterminarlos de la tierra>>. Poseidón manda a Evenor, hombre nacido de la tierra, justo y cabal, que habita el país desde sus orígenes, que se ponga a resguardo de su ira, junto a su mujer y su única hija Klito, en lo alto de una colina, que cerró y aisló por todas partes. Y precipitando las aguas sobre la tierra, inundó el terreno del Atlantis con la catástrofe de Deukalión en terrible diluvio, acabando con toda carne que tiene vida y hálito bajo su férula. Todo cuanto existió sobre la tierra pereció en los abismos del océano, pero Poseidón estableció una alianza con Evenor, de tal forma que, cuando ellos murieron –pues ambos tenían tan sólo una hija-, el prometió que la desearía en la edad núbil. Poseidón la deseó y se unió con ella. Luego, para mejor proteger su descendencia, cerró y asiló por todas partes la colina, con tres grandes fosos marinos, tal cual si partiendo del centro de la isla, hubiera hecho funcionar una rueda de alfarero cosmogónico, alternando estas cinturas en torno al esótero de la Gran Madre Klito. Luego, valiéndose de su poder, como dios que era, embelleció portentosamente aquella tierra que acababa de formar, poblándola de vida. Allí por cinco veces, Klito le hizo padre de dos gemelos y a los diez crió. Tras lo cual, habiendo dividido aquella tierra en diez partes, dio al primogénito de la primera pareja la mansión de su madre con la vasta y rica campiña que le rodeaba. Hízole rey con poder sobre sus hermanos, y a estos príncipes vasallos; bien que cada uno tuviera a su vez, autoridad sobre un gran país y una numerosísima descendencia. Y a todos les impuso nombres. Los hijos de Poseidón y sus descendientes habitaron este país durante largas generaciones dando origen a los pueblos andaluces del venerado Tartessos: los ágiles curetes, el pueblo de Asta, bastetanos, los mastienos, massienos, cilibicencos, túrdulos, maesess, los etmanei, los ilates y los propiamente de la ciudad-Estado Tartessos. Todos unidos forman la Turdetania, que es lo mismo que decir hermanos Tartéssides. Pues bien, a este linaje pertenecen nuestros dioses civilizadores Gárgoris y Habidis. Se erigió un hermoso y tremendo templo donde Klito y Poseidón habían engendrado y traído al mundo a los diez jefes de las dinastías civilizadoras turdetanas. En el centro se encontraba una hermosa columna de orialko –bronce tartésside especialmente enriquecido-, que conservaba las leyes de la Santa Alianza con Poseidón, grabadas por los primeros guardianes de Andalucía en dicha columna. Era el símbolo de la elección como pueblo y del pacto de Justicia.
Mientras dure la tierra, sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán. (Génesis 8, 22) |