TARTESSOS

 
                                                     

TARTESSOS Y EUROPA

 

  Miguel Romero Esteo

 

 

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3. De las polémicas varias con respecto a los misteriosos tartesios


Saltando hacia delante unos mil quinientos años en esto de la tartesiofobia —lo dicho, Estrabón escribe en tiempos del nacimiento de Cristo— y llegándonos al siglo XVI y sus agitadas universidades renacentistas, habría que decir que en éstas, no recuerdo si españolas o si no españolas, se origina una muy erudita polémica con respecto a la hispana Tartessos y sus tartesios. Un poco o un mucho el asunto estaba en que éstos, en las fuentes escriturarias de la mediterránea antigüedad, asoman como especie de alta civilización imperial o cosa parecida —que eso es lo que va implicado en lo que de tierras de la abundancia de la plata y del oro- y pues que más bien no tenía base sólida. Pero lo cierto es que en las tales fuentes —escritores tanto griegos como romanos, y la Biblia incluida en el asunto- los textos relativos a la hispana Tartessos y sus tartesios, mayormente textos breves, llegan casi a cuatrocientos si sumados todos. Lo cual, a primer vistazo parece ser una base bastante sólida. Pero no menos cierto es que la mayoría de los tales textos vienen referidos a los legendarios tartesios, o proto-tartesios, o a los legendarios asuntos del no menos legendario gran rey tartesio Gerión, o no tan legendario. Y asuntos que se integran en la mitología de los antiguos griegos, aunque a modo de un injerto especial y algo anómalo. De lo cual y como resultado de la tal erudita Polémica renacentista, el que a la hispana Tartessos y sus misteriosos tartesios se los calificara de fantasía meramente mitológica, un invento sin base ninguna, y resuelto el asunto. Y así la honorable academia universitaria, en general.

 

Pero en realidad el polémico asunto era ideológicamente orientalófilo e incondicionalmente orientalófilo En concreto, y como substrato de la tal polémjca: Dios había creado el inicial mundo humano —el paraíso— en el Oriente mediterráneo —la Mesopotamia de los ríos Tigris y Eúfrates, en los alrededores de las ahora tierras de Irak— y el bíblico libro del Génesis al respecto. Y de allí se habían luego seguido una tras otra civilizaciones, incluido Egipto, y paseándoselas luego a los griegos, y a todo el ámbito del Mediterráneo Oriental y sus alrededores, y finalmente de los griegos pues pasando el asunto civilizatorio a los romanos. Del tal ámbito mediterráneo-oriental, en gran parte mediterráneo-asiático la hispana Tartessos y sus tartesios resultan descaradamente desvinculados. Y tanto en sus legendarios orígenes, más o menos océano-atlánticos en el euro-afro entorno del estrecho de Gibraltar, como no menos en su aflorar a superficie histórica al llegar a la hispana Tartessos mediterráneo-orientales mercaderes griegos en el siglo VII a.C. o no se sabe si en el VIII. En concreto, los hispanos tartesios afloran como unas oceánico occidentales gentes muy autóctonas, muy aisladas, y sin conexión ninguna ni con el Mediterráneo occidental, ni con el Mediterráneo oriental en cuanto que cuna de civilizaciones, o en suma, una especie de enigma.

 

Y de enigma sobre poco más o menos siguen, O en fin, que se los daba por mera elucubración mitológica, O por desaparecidos hacía ya muchísimo tiempo. Y resultaba que de repente e insospechadamente seguían luego Vivos, existían, tenían bulto y color. Otro enigma en los remotos tiempos mediterráneos eran los culturalmente proto-europeos minoicos de la diosa Europa en su pre-griega y mediterráneo-Oriental gran isla de Kéreta o Creta, y que también legendarias gentes mitológicas, y con toda tranquilidad. Pero bien entrado ya el siglo XX, y de la mano de excavaciones arqueológicas, los desaparecidos y mitologizados minoicos dejaron de ser una civilización perdida y olvidada. Aparecieron como que muy espesamente protohistóricos. Y como que un culturalmente proto-europeo gran esplendor de refinadísima civilización. Acaso fue por esto por lo que, en plan de fervorosamente tartesiófilo, el gran arqueólogo alemán Schulten se animó a investigar a la otra refinada civilización perdida y olvidada:los tartesios hispanos. Años bastantes le dedicó al asunto, o no sé si muchos, o si gran parte de su vida al menos. Buscando la perdida y nunca encontrada Tartessos, la portuaria capital de los tartesios, excavó arqueológicamente en la desembocadura del río Guadalquivir, antiguamente no sólo río Betis sino que también río Tertis, con nombre etimológicamente vinculable a tartesios, y encontro un anillo en el que una mas o menos misteriosa inscripción Publico finalmente su algo monumental obra Tartessos en plan de sus investigaciones en el tartesio asunto, y que monumental al menos por el gran rastreo de fuentes y por el enorme despliegue de erudición.

 

Con el acierto de haber vinculado inicialmente a los enigmáticos tartesios con los no menos enigmáticos minoicos —nombre que les viene del legendario gran rey Minos, el primogénito de la diosa-princesa Europa— y en el sentido inevitablemente orientalófilo de que los tartesios hispanos fueron una más o menos borrosa extensión cultural de los minoicos, los minoa en muy arcaicos topónimos.

 

Pero ahora pues parece que resultando va el que invertida queda la tal extensión cultural, y que va en sentido contrario. Y lo cierto es que en su obra Tartessos dejó Schulten el asunto de los tartesiópetos minoicos y su tartesia extensión cultural, o no sé si colonial, y en beneficio de los muy refinados lidios de refinadísimas músicas. En los que una tirrena componente de los no menos muy refinados etruscos itálicos. Con o sin el asunto de que en la itálica y muy pre-romana lengua etrusca la palabra ítalo significa toro. Pero sin tampoco olvidar que, y también en la lengua etrusca —con nombre que remitiendo hacia un previo eturusko más o menos tyrio o tuno— el nombre del famoso y vinatero dios Dionisos era curiosamente Feflun, con variante en un Peplun o Pépilun, y que etimológicamente ligado al asunto de los pepilos o papiros, al asunto de las escrituras, O sea, que de un dios-caudillo muy escriturario y letrado en la versión etrusca, al menos etimológicamente, luego en la versión griega resultó un dios- caudillo bastante iletrado y muy alegremente borrachín. Habría que decir que los etruscos fueron unos fiebres con respecto al cultivo de las acuáticas plantas de los papiros en sus lagos y ríos, con el nombre de muchas de sus ciudades más o menos etimológicamente referido al tal asunto de los papiros y las escrituras. Y en la misma línea etimológica el populis de los latinos romanos —muy originados en los etruscos como sabido es— para significar el. pueblo, desde un originario sentido en la clase alta que era la de los que, y aparte poder y riquezas, sabían leer y escribir.

 

Fuere lo que fuere de los tales asuntos, lo cierto es que finalmente Schulten estuvo en que los hispanos tartesios muy bien pudieran no haber sido más que una extensión cultural de los mediterráneo-orientales lidios en el extremo oeste mediterráneo. Con lo que, y si bien mirado, y como en los tales tiempos de hablas fonéticamente muy dialectales, y desde esta perspectiva y como variantes de un lidios pues un lidsios y no menos un lisios igualmente, todo parece apuntar hacia que Schulten se pasó de los yavonios de Tarsis —los tartesios, claro está— a sus bíblicos hermanos, los yavonios de Elisa, los elisos o ilisos, ulíseos al menor descuido —los tartesio-kynetos topónimos Uilix que llevan finalmente a los Vélez— y meramente ya unos lidsios o lidios a la menor oportunidad. Tengo la idea, pero pudiera equivocarme, de que por debajo del tal asunto los que están, y en su mediterránea fase pre-caucásica, son los ibero-caucásicos lazes y con nombre que fonéticamente un ladses y que acaso —la vinculación etrusco-itálica que en los lidios detecta Schulten— pues en la base de lo del Lacio y sus borrosos y originarios lacinos o latinos.

 

Total, que con su obra Tarressos —ya un clásico en los tartesios asuntos— lo de la ya tan perdida y olvidada Tartessos hispana el bueno de Schulten lo animó un poco. Y quedó de más bien algo loco, claro está. Y en tanto que demasiado metido en los tartesios, que seguían como que muy marginal o más bien pintoresco asunto en el panorama de la solemne o solemnísima Protohistoria mediterránea en su versión estrictamente académica y tradicional. Luego, en la segunda mitad del siglo XX, años cincuenta, años sesenta, el asunto tartesio se volvió a animar de la mano de especie de pioneros españoles en los tales asuntos, y profesores universitarios si por más señas. Caso del prof. Gómez Moreno con sus fundamentales trabajos con respecto al hispano alfabeto tartesio, y en plan de que alfabeto más bien occidentalópeto, y no precisamente orientalópeto. A continuación, resulta una especie de hito —y ahora ya un gran clásico— la obra del arqueólogo catalán Maluquer de Motes, y que también titulada Tartessos. Pero que también inevitablemente orientalófila. O sea, los tartesios como resultado de una borrosa o borrosísima extensión cultural desde las asiático-anatolias tierras del Mediterráneo oriental, o tierras de la ahora Turquía asiática. En la que igualmente los tartesiópetos lidios tan gratos al buenazo de Schulten, y que geográficamente anatolios, o más bien egeo-anatolios, en tanto que asentados en la ahora finalmente turco-asiática costa egea de Esmirna y Éfeso, y que tras lidia resultó luego griego-jonia. Tierra adentro, la capital lidia, Sardis. Y que una Sfard en la lengua lidia, pero remitiendo a un Séfarad, que tan demasiado homófono con la palabra hebrea sefarad para significar el Oeste, en general, y la Península Ibérica, en particular. Curioso asunto. Por otra parte, fueron los lidios los primeros en acuñar moneda. De inscripciones lidias, en su lengua parece que la palabra kauen significaba sacerdote, y Bakivelis era el nombre del dios Dionisos de los vinos y las uvas o también Bakiuelis, con el uelis pues demasiado homófono con el geográficamente kyneto-tartesio Uelix malagueño, que lleva finalmente a un Vélez. Y para probablemente significar el sol, o dios-sol. Y en relación con el griego helios para no menos significar el sol. Que al fin y al cabo, y de las tales inscripciones —en arcaico alfabeto lidio, similar al arcaico alfabeto jonio, lo que implica que no menos similar al arcaico alfabeto tartesio— la lengua lidia parece estar en la misma familia que la lengua frigia —los frigios del calcetinero gorro rojo, similar a la no menos calcetinera y roja barretina catalana— y que la lengua griega. Al menos a medias, O en suma, los muy refinados y escurridizos lidios.

Siguiendo del asunto tartesiófobo, o demasiado orientalófilo si dicho de otro modo, todo pareció acabar en que la hispana civilización tartesia en gran medida pues no fue más que mera extensión de la asiático-mediterránea civilización cananea —los fenicios, vulgarmente trasvasada al sur ibero- peninsular en el extremo oeste mediterráneo. Y con casi cuatro mil kilómetros de mar pues de por medio, y que ya son kilómetros y demasiados. En fin, ya se va rectificando todo este algo aberrante asunto, que la ciencia avanza rectificando errores. En las muchísimas inscripciones de alfabeto tartesio no hay ni tan siquiera una en fenicia lengua cananea. Lo cual dice bastante, y hasta incluso dice demasiado, O en suma, que se va abriendo camino lo de que una muy autóctona civilización hispana fue la cada vez menos misteriosa civilización tartesia. Y así, y con tal, pues asomando ya va al menos en los manuales escolares de Historia de Andalucía, con los tartesios como una especie de proto-andaluces muy meritorios. Y con la borrosa influencia cananea pues evaporándose poco a poco, con sus borrosidades del Mediterráneo oriental, y camino ya del esfumarse del todo y desaparecer.

 

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