TARTESSOS

 
                                                     

TARTESSOS Y EUROPA

 

  Miguel Romero Esteo

 

 

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7. Donde nos lleva muy tranquilamente al fabuloso país de Jauja


Queda por desollarle el rabo a la familia lingüística de los griegos en cuanto a los lingüísticamente helenoides lidios, y no menos los frigios. De los lidios algo dicho quedó. Y acaso no queda más que decir que los lidios o lidsios llevan no sólo a los yavánicos elisos, ibero-peninsularmente ilisos más bien —los topónimos Ilix y Uilix, que finalmente Elche y Vélez—, sino que hasta incluso a los lusitanos e ilusitanos como que terminalmente ilisos. Y no sólo porque del topónimo Olisippo o Ulisippo que finalmente Lisboa —en alguna fuente recogido el asunto de que fundación del legendario y muy navegante Ulisis y el asunto se lo desecha como apócrifo— sino porque, y en otra fuente está, los fieros lusitanos se honraban de ser étnicamente medio-galaicos. Cosa que habría que ir entendiendo como que medio-griegos si tenemos en cuenta que el cuadrante noroeste ibero-peninsular viene ya resultando como que borrosamente demasiado proto-griego. Y tanto como para que el tal galaico muy bien pudiera resultar ya un karaiko en variante dialectal que evolucionando fonéticamente hacia un kraiko y que era el nombre que los itálicos les daban a los helenos. Y de lo que resultó lo de griegos como nombre con el que, en sus diversas variantes fonéticas en las diversas lenguas europeas, los europeos hemos venido nombrando a los helenos. Por más que, impertérritos, ellos en su helena lengua han seguido autodenominándose helenos, y no menos autodenominando Hellas a lo que todos los demás europeos llamamos Grecia. Y a destacar el que en las nórdicas lenguas germánicas los más o menos heli son los infiernos. No menos a destacar la homofonía entre el griego Hellas y el nórdico-escandinavo Valhalla. Parece como que los nórdico-escandinavos proto-germánicos muy bien pudieran haber escapado de su borrosísimo paraíso ibero- peninsular porque huyendo de los hispanos proto-griegos como infierno. Por otra parte, en las proto-irlandesas y gaélicas historias épicas legendarias asoma una Graeccia ibero- peninsular que más bien meramente una Kalaica o Galaica en su variante de Karaika. O sea, el ibero-peninsular y borrosamente muy proto-griego noroeste oceánico.


O en resumidas cuentas, que el tartesio golfo galaico o galáctico —la amplia curvatura de la oceánica e hispana costa atlántica desde el estrecho de Gibraltar hasta el extremo sur de Portugal— parece como que no tiene nada que ver con los ibero-peninsulares proto-gaélicos que luego finalmente irlandeses, sino que más bien con los hispanos proto-griegos galaicos. Que de iniciales pre-tartesios o proto-tartesios, y expulsados del suroeste ibero-peninsular, pasaron luego a residenciarse en el muy lluvioso y no menos ibero-peninsular noroeste oceánico, el amplio y peninsular cuadrante noroeste en el que demasiadas las borrosidades proto-griegas. Tengo la idea de que en el asunto, y desde las legendarias historias, el gran Krisaor de la espada de oro que hermano del famoso Pegaso —en la lengua vasca, la pagauso es la torcaz paloma grandona— o gran caballo volador del océano, y padre del proto-tartesio y gigante gran rey Gerión. No menos tengo la idea de que Krisaor es el Kritias o Critios —mecánica y dialectal variante fonética, un Krissios— que en alguna fuente asoma, y creo que en el gran Plinio, como que el oceánico navegante que comenzó a traer de las Islas Británicas el estaño al suroeste tartesio. Y para fabricar el tan necesario y vital bronce del que resultaban los no menos muy necesarios instrumentos del cortar y despanzurrar: mazas mineras, cuchillas de carpinteros, hachas, etcétera. Para mí al menos tengo claro que en lo del tal caballo oceánico está ya lo de las tartesias naves-caballos. Y en plan de catamaranes. Tan necesarios para saltar el largo rosco de olas que se forma en los sumergidos bancos de arena que hay, metidos agua de mar adentro, en la desembocadura de los ríos. Y así al respecto en los catamaranes que, en cuanto a la larguísima cornisa atlántica en las costas guineanas que mitad afra y mitad europea, han venido sobreviviendo desde remotos tiempos. Que lo de alado y volador para el legendario y monstruo gran caballo Pegaso no es más que jerga metafórica para significar un gran catamarán que visto a lo lejos, y con los blancos lienzos de las velas desplegados al viento, pues igual que una pagausa gran paloma. O sea, el asunto.


Pero nos hemos dejado ya otra vez colgados del hilo a los helenoides lidios, helenoides al menos lingüísticamente. O más bien y colgados del hilo a los no menos helenoides frigios. Y nos lo volveremos a dejar colgados. Porque con lo del gran Krisaor de la espada de oro remitiendo a un más o menos kirios-zar o un kirios-sol más bien —es el único que no es un monstruo en las legendarias genealogías y parentelas del gran Gerión que tan plagadas de monstruos por todas partes— y sabido que en la lengua griega lo de kirios significa gran señor, pues que su relación con el kalay o estaño lo relaciona con el inicialmente tan estañero noroeste oceánico ibero-peninsular que luego pues tranquilamente kalaico o galaico y muy lógicamente. Y del mismo asunto lo de que el finalmente golfo de Cádiz como inicialmente kalaico golfo estañero. Y valga la redundancia. Por si sabido no es, en las lenguas ibero-caucásicas el kalay es precisamente el estaño. Y probablemente tenga relación con la palabra griega kalos para significar hermosura. Y no menos con el originario nombre de helenos —también un hellenos, obviamente— por vía de un previo kelenos para tranquilamente significar estañeros. Tiene su miga el que, en la legendaria genealogía de oceánicos monstruos que en el extremo oeste mediterráneo — incluido su lado atlántico— lleva finalmente a los prototartesios del gran Gerión y de sus monstruosas parentelas, los górgonos previos al estañero Krisaor remitan etimológicamente a ibero-caucásicos occidentales. Y que muy occidentales en cuanto que todavía en su fase muy pre-caucásica. Otro nombre para el estaño fue el de kashios o similar. Con o sin meter en el asunto el que a las sierras malagueño- gaditanas se les llamó precisamente montes Kashios. Parece remitir a lo mismo el ceutí gran monte Cacho en el estrecho de Gibraltar, en la orilla africana de su mediterránea boca.


Por otra parte, en el ámbito griego y en el ámbito atlántico, occidental en general, el estaño rodó con el nombre de cassiteros que parece remitir a que inicialmente metal kashiotyrio o kassio-turio, o cosa parecida. Y al respecto, el que según especialistas de los temas ibero-caucásicos el nombre del Cáucaso en el extremo suroeste europeo —la colosal y altísima cordillera de montes en la que, a caballo entre a un lado el Mar Negro y al otro lado el inmenso gran lago que llamamos Mar Caspio, está e) siempre nevado monte Elbruz con sus casi 6.700 metros, el más alto monte europeo- proviene de los desaparecidos ibero-caucásicos kashki, que no sé si también los kassita que más abajo en el mapa, en el famoso río Eúfrates, por otro nombre también río Alazán en remotos tiempos, con nombre tan homófonamente ibero-peninsular. Los kaskhi que más ortográficamente los khaskhi —y que relacionados con los enigmáticos proto-europeos lingüísticamente burushaski y en plan de unos más o menos ibero-kashki en el asiático curso del río Indo, y entre ellos los hunza étnica-mente muy ex-mediterráneos en su pinta y al pie del altísimo Karakorum con sus algunos picachos de ocho mil metros de altitud— pues como que de substrato previo a los ibero- caucásicos georgianos dejaron en la georgiana Iberia su comarca de Khakhia, también Khakhetia, y con otro río Alazán en el asunto si es que no recuerdo mal. Pues bien, fonética- mente Khakhia es Jajia. Y no menos, y desde la misma raíz, los montes Khaukha _helenizados en un Cáucasos— son Jauja, y los más bien khaskhi son unos jasji y así como quien no quiere la cosa. Todo demasiado homófono con el nombre de la remotísima y fabulosa Jauja que asoma en los tradicionales y antiguos cuentos campesinos españoles. Y no menos con el nombre de alguna que otra Jauja que, de topónimo muy pre-romano, asoma a mitad de las ex-tartesias tierras andaluzas. Y tan demasiado homófono el asunto como para que muy bien no pudiera ser pues que meramente casual. Y en fin, de la burushaska lengua de los hunza y si remitiendo a los kunetos o konios, muy bien pudieran descifrarse los enigmáticos euro-silabarios de los refinados minoicos de la diosa Europa. Y que están en el origen de los mediterráneos euro- alfabetos arcaicos, incluido el tartesio, e incluido el tartesoide y rúnico escandinavo. Que no ya tan mediterráneo, claro está.


Y en fin, el hilo de los frigios helenoides con respecto a la familia de las lenguas más o menos griegas metida de substrato en el asunto de los tartesios. Por de pronto, inicial- mente los frigios son una rama de los tárrakes o trakes —los tracios, en la latinización romana del nombre— y que con el nombre de briges habitaban en la algo balkánica costa-norte del mediterráneo-oriental Mar Egeo —con sus varios archipiélagos de islas griegas por allí a la mitad— y al arrimo del gran río Ibero, que actualmente y en su bajo curso sirve de frontera entre la tierra griega y la Turquía europea, al lado del famosamente troyano estrecho de los Dardanelos, famoso de la famosísima guerra de Troya según versión Homero. Y con los griegos llamándolo río Ebro desde no se sabe qué remotos tiempos, como ya dicho quedó. Que los briges con nombre luego unfriges o frigios habitaran en las riberas del río Ibero pues a mí me remite a que el étnico nombre no es más que un ibérikes contraído luego fonéticamente en un brikes o briges que luego un friges o frigios. Y del mismo modo que, y paralelamente, el tárrakes pues fonéticamente contraído en un trakes y latinizado en un tracios. Y pues tan felices, a lo que parece.


Tampoco habría que olvidar, en la familia lingüística de los indoeuropeos, a los gaélicos-celtas. En el grupo lingüístico de los celtas y los galos. Lo de los celtas es bastante liante, que ibero-peninsularmente resultando van cada vez más fantasmales, al igual que lo mismo ocurriendo va con respecto a los fenicios o cananeos libaneses. De hecho, y en algún párrafo de sus libros de geografía, Estrabón nos avisa que los celtas ibero-peninsulares no tienen nada que ver con los celtas galos en las ahora tierras de Francia. Y valga la redundancia porque galos es abreviatura de gálatas, también kálatas, y que si metido en contracción fonética pues resulta un keltas o kaltas. De hecho, un keltic latinizado luego en un celtas. O sea, que olvidémonos de los celtas, y enganchemos en el substrato lingüístico del tartesio gran ámbito hispano a los gaélicos que tras previamente atartesiados o tartesiófilos en el ibero-peninsular sur oceánico —lo de Gades, Gadir, etcétera es básico en sus legendario-épicas genealogías— y tras estañear del kalay o estaño en el oceánico noroeste ibero-peninsular, en las kalaikas o galaicas tierras, dejaron de ser protogaélicos hispanos y pasaron a ser proto-gaélicos irlandeses. Y al respecto, lo más interesante es que en la lengua gaélica —que sobrevive en el oeste de Irlanda— la palabra dionach significa guardián. O sea, protector, o benefactor. Y si helenizándola de un zeus como sufijo y para significar dios —hubo muchos zeus y no sólo el gran Zeus, en paralelo con que, del hércules para significar caudillo, hubo también hércules muchos— pues nos resulta un Dionisos, previo un diona-zeus o cosa parecida. Pero sin tampoco olvidar que bakka era el nombre del vino en los peninsulares iberos —de las tres palabras hispano-iberas que se conocen, las otras dos son salam e ilis y para respectivamente pues significas el río y la ciudad. O en suma, las etimológicas raíces en el nombre del dios Dionisos, el famoso y alegre dios de los vinos y las uvas. Presuntamente de misterioso y mediterráneo origen anatolio —la Anatolia era la ahora Turquía asiática, entre el Mar Negro y el Mediterráneo— pero que etimológicamente hurgado pues parece como que originariamente muy demasiado occidental. Y lo que son las cosas.


Con respecto a los gaélicos pues tampoco habría que olvidar que en esa especie de extensión cultural tartesia que a veces parecen ser borrosamente las ahora tierras de Marruecos arqueologicamente asoman por allá y acullá puntas de lanzas tartesias, las lanzas a modo de alabardas— está, y desde remotos tiempos, la lengua beréber en la que los filólogos especialistas detectan una componente de la familia celta —se la denomina así— o familia en la que una rama son los gaélicos y otra rama los celtas-galos que remitían su origen borroso a la isla de Sicilia, y cuya lengua sobrevive en la de los británicos galeses —en el oeste de Inglaterra - por enfrente ya de Irlanda- y en la de los bretones franceses —la Bretaña o gran cuerno oceánico, una tierra del proto-tartesio estaño misterioso— y que ya y finalmente pues bastante residual. Para rematar el ~ fantasmal celta asunto, habría que recoger que, según nos especifica Estrabón, el auténtico y antiguo nombre de los celtas hispanos —los celtíberos fue el de ibero-skytes y así y no más. O sea, una especie de iberoescotos, y que ibero-escitas si latinizado el asunto. Los escitas oceánicos y occidentales, tan lejos de los escitas orientales en las ahora costas ucranianas del Mar Negro, y con el río Hispanis y sus manadas de salvajes caballos en la cabecera del río. Y blancos los caballos.


Y a propósito del euro-oriental gran río libero y que desde siempre río Ebro para los griegos —el actualmente río Maritza que desde las montañas búlgaras acaba finalmente desembocando al arrimo del estrecho de los Dardanelos, donde la famosísima Ilión de la famosísima y homérica guerra de Troya, en la orilla nordeste del mediterráneo-oriental Mar Egeo, por donde la frontera entre la Turquía europea y Grecia— pues acaso habría que recoger el curioso asunto de que, al menos en antiguas fuentes griegas, el guapo Jasón legendario —que en su nave Argos y con sus argonautas va a la Cólquida de los mingrelios a por el famoso vellocino de oro y allí se enamora de la terrible y kolko-ibera Medea, etcétera— asoma de padre-origen de los iberos. Al menos de los euro- orientales iberos pre-georgianos o proto-georgianos. O no sé si también de los euro-occidentales iberos, que el guapo Jasón legendariamente no sólo navegó desde una Iolkos pre-griega en el Mar Egeo sino que también navegó en las mediterráneas aguas de la ibérica península y por sus alrededores. Se lo identifica con el no menos legendario y pre-georgiano o proto-georgiano gran príncipe Azo que, y en no se sabe qué remotos tiempos, fundó la ciudad de Méshketa, la capital de la Iberia georgiana. Que, y dicho sea de paso, se extendía mucho hacia el sur, e incluía el muy sagrado monte Ururut, que luego Ararat. Estoy en que el asunto remite a los minoicos o pre-minoicos etheos o eteos. Y que son los iberopeninsulares etes metidos en lo de los proto-tartesios kynetes o kunetes y en plan de que unos konio-eteos o kaunio-eteos. Y largando un larguísimo hilo en el tal asunto. O probablemente llevando pues a los muy ibero-caucásicos avares o everes. O cosa similar.
 

 

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