TARTESSOS

 
                                                     

TARTESSOS Y EUROPA

 

  Miguel Romero Esteo

 

 

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16. De los tardo-tartesios pálidos tras la oceánica Tartessos

Pues qué alivio el dejar atrás ya las lingüísticas familias que más o menos substratos tartesios en remotos los tiempos. Y entrar en lo más concretamente tartesio y con toda tranquilidad. Por de pronto, y para ir ordenando un poco el asunto, está claro que las tales familias sucesivamente fueron entrando y saliendo en el panorama tartesio de la mitad-sur peninsular -las ahora finalmente tierras de Andalucía, sobre poco más o menos- en el que algunas de ellas pues quedando fueron de residuales un poco por aquí y por allá, en zonas montañosas preferentemente, y en alguna que otra aldea en caso extremo. Y me parece que fueron entrando y saliendo -en líneas generales, y salvo excepciones, e incluido el entrar o salir un par de veces, caso de los lingüísticamente germánicos, o muy proto-germánicos más bien- pues más o menos invirtiendo el orden en el que yo las ha venido catalogando. Incluyendo en el tal sucesivamente a la obscura familia lin­güística de los finalmente itálicos etruscos en plan de ibero­peninsularmente hibernados pre-tartesios más bien, o cosa parecida. Y con respecto a que los hispanos kunetos o khaunzaq saltaran estañeramente a las Islas Británicas, pues si teniendo en cuenta que a las tales islas saltaron ibero­peninsularmente los gaélicos, y borrosamente o no tan borrosamente los kartvelianos, y residuales onomásticas al respecto, y me parece que hasta incluso saltar pudieron los ibero-peninsulares cherkessios o kéretos, pues no veo por qué no los también muy navegantes khaunzaq o kunetos, tan vinculados al nombre del océano para las marinas aguas atlánticas. Más bien la tal vinculación pues apuntaría hacia que ellos pues los que precisamente más. O al menos los que precisamente sí. O en fin, averígüenlo los interesados en el asunto. Y por otra parte, pues ya dicho quedó que, en los macizos montañosos malagueños, algunas de las tales ibero­arcaicas gentes pues como que sobrevivieron etnolingüísticamente hibernadas hasta lo del invadir los árabes el sur de la ibérica península a comienzos del siglo VIII, y valga el asunto.

En líneas generales, a los tartesios los especialistas del tema -historiadores, o protohistoriadores, según los casos­ pues se los vienen cronológicamente subdividiendo en tres períodos. Y así pues los proto-tartesios hasta aproximadamente el siglo XIII a.C. o cosa parecida, y desde no se sabe cuándo para el comienzo. Y luego, y es otro período, pues los tartesios más o menos ya históricos. Que, en siglos previos al nacimiento de Cristo, van del tal siglo XII hasta el año 500, que es donde se sitúa el borroso final de los tartesios estric­tamente tartesios, y a manos de unos borrosamente cartagineses norteafricanos, con alguna que otra opción nada cartaginesa para el tal final. Y como ya más o menos post-tartesios, y es otro período, pues a los tartesios turdetanos o tursetanos. Con los cartagineses ya echándoseles imperialmente encima y con muchas ganas luego los romanos, y como que mucho más imperiales, y algo bestias. En concreto, el asunto de los turdetanos o período final de los tartesios pues desde el tal año 500 previo a Cristo se lo puede prolongar hasta al menos
los tiempos en los que el romano-imperial escritor Silio Itálica visita las hispanas tierras turdetanas cuando cónsul romano en tiempos de Nerón, siglo 1, año 50, o cuando va de escritor inmensamente rico desde el año 77 en adelante, y nos describe muy de primera mano en alguno de sus textos -una interminable epopeya de las guerras cartaginesas en la ibérica península- el famoso templo del famoso Hércules en Cádiz, y como un monumental y muy arcaico santuario tartesio e indígena en el que, lo dicho, en los altares no hay más que un sagrado fuego perenne. O sea, que residual de la pre-caucásica fase de los finalmente iberos caucásicos y su religión del fue­go. Con los khaunzaq everos o avares, por ejemplo, y entrando más en la cuestión de los tartesios ya terminalmente turdetanos, y que más o menos proto-andaluces en las ahora tierras de Andalucía, y en sus históricos y turdetanos tiempos ya cartagineses, y que luego romanos. O sea, desde aproximadamente el año 500 previo a Cristo hasta medio siglo después de ya Cristo nacer, pues el asunto de que pues qué es lo que de los tartesios sabemos en cuanto que refinados indígenas primeramente algo colonizados de los cartagineses, o bastante avasallados. Y luego, pues romano­imperialmente aculturizados, y no ya tan sólo colonizados hasta la saciedad. O sea, saqueados, expoliados, expropiados, y en cuanto que aculturizados, pues despojados gradualmente de todos sus signos de identidad cultural. O sea, embrutecidos. Por dentro de todo este asunto van ríos de lágrimas, ríos de asesinatos y masacres, y muerte y desolación. Y lo subrayo porque en la versión académica de la romana imperial colonización todo va de rosas y de ángeles, ocultándonos piadosamente la inmensa rueda de cuchillos cortando indígenas cabezas hispanas, y que sin parar. Miles de tartesias cabezas turdetanas incluidas. Y todo a mayor honra y gloria del traerles una alta y romana civilización. O sea, omitiendo que ya los turdetanos y tartesios indígenas tenían otra que no menos alta y refinada. Y que los europeos historiadores de la Historia Antigua pues nos la han venido académicamente arrojando al cubo de la basura. En la piadosa ideología, muy rentabilizable, de que apuntarse al carro de los triunfadores siempre está muy bien considerado, y es meritorio. O que el poder llama al poder. O que bíblicamente el abismo llama al abismo. O que los infiernos llaman a los infiernos: el Mal cunde. O en otras palabras, el Mal tunde.

Aparte soflamas, lo cierto es que, con respecto a los turdetanos indígenas hispanos ya más o menos tardo-tartesios, y tanto para tiempos cartagineses como para los tiempos ya romanos de larguísima colonización inicial, pues lo dicho, hasta por ahora pues que ningún interés específico ni ninguna específica especialización académica. Y ni tan siquiera un específico y mal libro. Lo dicho, los perdedores pues a los cubos de basura de la Historia.

En la hispana Historia Antigua relativa a tan largo período de turdetanos tiempos inicialmente cartagineses y luego ya romano-imperiales, en las manos de los historiadores todo está centrado en cartagineses y luego en romanos. Y en los tales hispanos asuntos romano-cartagineses, los indígenas pues mera comparsería para animar un poco los percances bélicos. Y tanto si turdetanos como si no. Concretamente, en los asuntos de las arqueologías. Que lo que exhumándose arqueológicamente va para el período hispano-cartaginés pues siempre resulta más o menos cartaginés, o taxativamente, o borrosamente en el peor de los casos. O sea, que la turdetana y autóctona creatividad indígena pues cero, tanto si en turdetanos tiempos cartagineses, como si en turdetanos tiempos romanos, al menos hasta años después de Cristo. Que, a continuación, pues parece como que, al menos académicamente, la romanización es total, incluidas la latinización y exterminio de las hispanas lenguas indígenas casi en su totalidad. Y salvo en el caso de las lenguas vasconas, llamadas luego vascas. Pero ya dicho quedó que en los macizos montañosos las hispanas lenguas indígenas sobreviven -no sé si penosamente- hasta el siglo VII, los visigodos tiempos del muy polígrafo San Isidoro en Sevilla. O no menos dicho quedó que hay atisbas de que en los malagueños macizos montañosos pudieran haber sobrevivido hasta llegados ya los islámicos árabes, o casi. Por otra parte, y en el cultural plano antropológico, en hispanos tiempos tanto visigodos como altomedievales en general hay ciertas cosas -por ejemplo, en musicologías y músicas- que ni apuntan a raíces germánico-visigodas ni a raíces latino-romanas. Y que más bien apuntan hacia que por debajo de la romana colonización imperial siguió impertérrita y viva una autóctona creatividad cultural indígena, también tecnológico-cultural. Y que hundía sus raíces en la indígena Hispania pre-romana. Y probablemente con base en las zonas o macizos montañosos en los que los indígenas resultaron como que lingüísticamente hibernados hasta el siglo VII. O sea, culturalmente hibernados, pero no culturalmente muertos. O lo dicho, que la gradual aculturación no fue total sino que bastantes raíces indígenas se le resistieron antropológicamente-culturalmente, y en muchas cosas. Y que de la mano de etnohistoriadores pues aflorar puede la Hispania indígena que sumergida tanto en la Hispania visigoda como no menos en la Hispania romana. Y aplíquese el tal asunto a la tartesia Turdetania que sumergida en la Hispania romana y en la Hispania visigoda.

En concreto, y con respecto a los tardo-tartesios turdetanos en las ahora tierras de Andalucía, pues no todo es Turdetania sumergida y tanto en los romanos tiempos como en los cartagineses tiempos. Por ejemplo, en la serie de escritores que, y tanto si romanos como si greca-romanos, viajan y residen por turdetanas tierras -Polibio, Poseidonio, etcétera, un largo etcétera- asoman fugaces e indígenas datos antropológicos, pese a que sus libros mayormente van de guerras y contraguerras, y que son datos muy de agradecer. Otras veces no van de fugaces los tales datos sino que de extensos. O libros más o menos en plan de etnohistorias, perdidos todos ellos. Me supongo que porque secundarios al usual interés en los cultos romanos. Pero no tan perdidos que otros autores -caso Estrabón- los utilizan como bibliografías y fuentes. Y aquí hay que entrar en el caso Estrabón, el gran geógrafo greco-egipcio, hijo de una ibero-caucásica -lo dicho- y director durante algún tiempo de la famosa e inmensa biblioteca de la portuaria y egipcia ciudad de Alejandría, prácticamente la capital de Egipto desde unos cuantos siglos antes, desde que la fundara el gran Alejandro Magno, el gran caudillo del helenismo griego. Lo dicho, de Alejandría se lo llevó de gran intelectual a Roma el emperador César Augusto en tiempos del nacimiento de Cristo, aproximadamente. A describir la Península Ibérica, y muy al detalle, dedica uno de sus tantísimos libros geográficos. En los que, y dicho sea de paso, asoman fugaces párrafos relativos a las hispanas tierras, y muchos. Y lo interesante es que no va sólo de geógrafo sino que de etnohistoriador también, y muy tranquilamente. En el tal libro, dedica Estrabón a los turdetanos o terminales tartesios todo un capítulo completo, y otro también en gran parte. Y párrafos, a veces muy claves, en los demás capítulos y al respecto, el párrafo en el que, y en el inicial capítulo muy geográfico y general con respecto a la ibérica península, asoma lo de que los turdetanos, aparte de ser unos más o menos iberos algo especiales, y los más cultos de entre los iberos, pues tienen alfabeto propio -o gramática, en la griega jerga de la época- y libros, y tanto de la propia Historia como de las historias legendarias o epopeyas. O poémata en la jerga griega. Que Estrabón, griego de educación y crianza, y no sé si también de padre al menos, ya que no de madre, siempre escribe en griego. Y se basa mayormente en autores griegos que, desde el siglo II antes de Cristo, anduvieron por la ibérica península. De alguno de los cuales recoge el tal párrafo. Y en el que no menos recoge lo de que, según los propios turdetanos, su gramatiké de escritura -e incluida la memoria de antiguos tiempos, en lo de los turdetanos libros tanto de Historia como de epopeyas- les venía de hacía unos seis mil años. Cosa que euro-académicamente ha sido muy difícil de tragar. Y que pudiera ser asumida como sintético redondeo sexagesimal -que los tartesios tenían su numeración en el tal sistema centrado en el número 60, y el 600 y el 6.000 y etcétera, no menos que los demás indígenas ibero-peninsulares, y de lo que nos ha quedado lo de numerar en docenas y medias docenas- y pues para significar que desde muy remotos tiempos, o remotísimos. Claro que un escriturario origen en base a proto-escrituras tan lejanas pues que tampoco debiera ser ya muy difícil de tragar si teniendo en cuenta que las danubianas proto-escrituras balkánicas en cerámicas -y la lituana arqueóloga Gimbutas les ha dedicado un libro, si mal no recuerdo- resultan al radio-carbono pues datadas de hacia el milenio VI previo a Cristo, o algo antes. Y sobre poco más o menos los tiempos en los que los euro-occidentales y muy navegantes megalíticos ya comienzan a pulular y navegar a medias entre el ahora norte de Portugal y la ahora Bretaña francesa, y en plan de que muy oceánicos. Los océanos.

Lo interesante es que en los tardo-tartesios turdetanos la escritura es una tartesia tradición que viene de muy lejos en el tiempo. Y en este caso pues una tradición como que demasiado ancestral, incluidos los proto-tartesios en el asunto. Y hasta incluso los pre-tartesios, a lo que parece. Y hasta incluso pues gentes demasiado pre-tartesias y remotísimas. Con respecto a los tartesios datos antropológicos que, de sus fuentes en los asuntos hispanos, recoge Estrabón -viajó bastante, lo usual por entonces en los geógrafos, pero ni viajó ni residió por peninsulares tierras hispanas- y tanto si etno­tecnológicos como si etno-culturales, y tanto si datos étnicos como si étnicos signos de identidad, pues que como todo lo étnico no vienen referidos todos ellos a tiempos presentes e inmediatos, con la colonización romana ya encima, sino que referidos a tiempos ya bastante previos a la tal colonización, y hasta incluso referidos a veces a tiempos muy remotos. Por
ejemplo, lo que recoge -y de personal experiencia- con respecto a que las naves turdetanas de transporte de mercaderías eran enormes, y de hecho las naves más enormes que llegaban al puerto de Roma, el puerto de Ostia, en el extrarradio de la Roma imperial, pues parece remitir en directo a las naves-monstruos que en el ámbito del estrecho de Gibraltar -incluido el territorio tartesio- pululaban en las legendarias historias, y referido el asunto a los proto-tartesios tiempos iniciales. En concreto, el asunto de Pegaso, el navegante gran caballo-monstruo del océano. Y con alas. Lo dicho, una monstruo-nave velera que, con las lonas de las velas en el viento oceánico, pues como si vista a lo lejos una gran paloma pagausa nominalmente vascona, y gorda y torcaz. Que en los remotos tiempos la terminología tecnológica eran palabras vulgares en tecnológico uso metafórico. Las palomas.

De alguna de sus fuentes recoge también Estrabón que el ámbito de los turdetanos era de un urbanismo muy demasiado desarrollado: nada menos que unas doscientas ciudades, sobre poco más o menos tantas como aproximadamente hay ahora en las ex-turdetanas tierras andaluzas, incluidos los pueblos grandes como más o menos pequeñas ciudades. El tal desmesurado urbanismo tartesio es también una tradición no reciente -los romanos fundaron muy pocas ciudades, o más bien las refundaron como en el caso de Córdoba, en la que el nombre es muy indígena y pre-romano, y no precisamente romano- y que remite hacia remotos tiempos. Que un tal desmesurado urbanismo -literalmente, las ciudades turdetanas eran numerosísimas- no se improvisa en unos cuantos siglos, ni locos. De sus fuentes recoge igualmente Estrabón que la Bastetania -las tierras de los bástulos iberos poenes y étnicamente hispanos, las ahora tierras de la Andalucía oriental, andaluzas provincias de Jaén, Granada, Málaga y Almería entraba dentro de los tartesios como turdetanos, así como no menos las tierras de la ahora mitad sur de Portugal. Y que tiene sentido si recordamos que en éstas habitaron hasta pre­romanos tiempos los kunetes, y tanto si tartesios o ex­tartesios como si atartesiados. Y en las bástulas tierras pues los tartesios kynetes en remotos tiempos, según recogió del asunto el transpirenaico e ibero-romano Trogo Pompeyo. O sea, que tanto las bástulas como las kunetas pues tenían la misma coloratura antropológico-cultural que las tierras más propiamente tartesias, las ahora tierras -Córdoba, Sevilla, Cádiz, Huelva- de la Andalucía occidental. Recoge también Estrabón que en las tardo-tartesias tierras turdetanas hay un intenso tráfico comercial, con mucho de indígenas naves y barcazas entrando por los ríos, incluidos los ríos más bien modestos y no precisamente grandes. O lo que implica una desmesurada e ingenieril actividad naviera, cosa que también remite a tradición que viene de muy lejos. Y desmesurada actividad ingeniero-naval que asoma en el no menos dato de que sus enormes e indígenas naves de cargamento -transporte de mercaderías- eran tantas como las que llegaban de las larguísimas y ya también muy romanizadas mediterráneas costas norteafricanas. Lo que incluye el gran puerto greco­egipcio de Alejandría, en las bocas del famoso río Nilo, y que funcionaba de la gran capital portuaria para todo el Mediterráneo, con cientos de naves, incluidas barcazas. Lo que subraya la importancia del tal dato tartesio-turdetano que de alguna de sus fuentes recoge Estrabón. No menos recoge que el hispano y turdetano aceite de oliva, y entre los muchos aceites que a Roma llegan, es el de mayor calidad. Y no menos recalca que de máxima calidad son las indígenas telas turdetanas. Lo dicho, turdetanas tradiciones que o vienen de muy lejos en el tiempo o lo parecen.

No sé si porque las tales tradiciones turdetanas remiten a un indígena y sumergido gran esplendor tartesio que nos lleva a muy lejos en el tiempo -que bien sabemos que las tales agrario-industriales poblaciones eran de lentísima evolución tecnológica en el tiempo, y las cosas perduraban milenios y con toda tranquilidad- yeso deteriora el académico asunto
con respecto a que la neolítica Prehistoria llega en los tartesios hasta el siglo VII antes de Cristo. Acaso porque viene predominando en las arqueologías de la Protohistoria -e incluida preferentemente la borrosamente tartesia- el predominio de la denominada cultura material estrictamente en base a los objetos arqueológicamente exhumados -de los que se deducen generalidades de tipo antropológico- y en versión más bien cientifista. Y de cerrado horizonte más bien muy reduccionista: cada excavación, una aldea; cada aldea, una isla. O no sé si por ambas cosas a la vez, lo cierto es que, y con respecto a la Hispania indígena, Estrabón viene estando muy desprestigiado desde hace unos veintitantos años. Desde que lo de la cultura material inició su andadura. Y no sólo Estrabón sino que todo lo relativo a filológicas fuentes documentales. Lo de las fuentes que vengo yo aquí haciendo asomar de cuando en cuando. O sea, lo que arqueológicamente se viene denominando el argumento filológico y que en plan de rechazar a todo tipo de fuentes escriturarias, en el caso más drástico del asunto, y como que siempre pues más bien demasiado interpretativas. Y así pues más bien dudosas, y en consecuencia poco o nada fiables. Esto inicialmente fue una juvenil reacción bastante sana contra la ideología del difusionismo y que con respecto a la Protohistoria mediterránea pues muy apoyado en el alegre manejo interpretativo de las fuentes. Cuando no la más o menos también alegre manipulación ideológica de las fuentes, que no sólo alegre sino que más bien descarada. Pero lo inicialmente sano ha terminado luego en malsano. Una especie de encerrarse en el arqueológico aldeanismo de decide adiós a todo difusionismo y recalcar -en principio- la pura y dura autoctonía creativo-material de cada excavación arqueológica como una especie de aldea-isla en no se sabe qué otro mundo.

Pudiera yo estar equivocado, pero me supongo que detrás de todo eso está el cientifismo como ideológica religión del llegar a científicas verdades absolutas e incuestionables y no ya meramente sensatas y aproximativas. Cosa demasiado idealista en el ámbito de los saberes humanos -y no ya exactamente ciencias- en el que cada punto es un universo y convergencia de bastantes parámetros -si dicho en terminología matemática- y de muchísimas variables. O sea, un asunto interdisciplinar, y de resultados aproximativos, y no contundentemente absolutos y eternos.

Con o sin tener en cuenta, y valga de paso, lo de que la ciencia es terminológicamente un asunto y vocablo que de la teología, y relativo a Dios, pasa luego al ámbito profano del investigar y conocer los intríngulis ocultos de los físicos objetos. Pero en fin, que el tal cientifismo furiosamente arqueológico para las protohistorias, y descabalgado del argumento filológico y sus fuentes documentales, es en el europeo gremio arqueológico meramente sectorial, pero con el agravante de que se le viene vinculando el algo descarriado sector más progresista y joven del gremio. Que mayoritariamente sigue siendo una especie de ideológicamente muy demasiado conservador emplasto muy demasiado corporativo, si es que no tranquilamente corporativista, lo cual es mucha rémora. Y que centrado en el muy piadoso y tradicionalista ámbito arqueológico centroeuropeo -y del que las europeas corporaciones arqueológicas nacionales no son más que devotas y filiales sucursales, o algo así- pues manteniendo atascada en una especie de cuello de botella, y con tapón, a toda la larguísima Protohistoria mediterránea, y tan tranquila. La botella. O sea, el tapón. De algún modo, el descabalgar el argumento filológico -en vez de aplicarle un correctivo a su tradicionalista desvirtuar y manipular- pues resulta un recorte fatal en lo de los protohistóricos y mediterráneos asuntos. Que o los asimile a los de la Prehistoria, o exalta una especie de autoctonismo facista. ¡Oh dolor!. Que todo reduccionismo es más o menos un facismo. O lo parece.
Pero en fin, fuera lo que fuera de los tales berenjenales, y retornando el hilo Estrabón, lo cierto es que en sus textos ­geográficos, demasiado ordenados y demasiado científicos para la época, va más bien de hipercrítico. De hecho, y con respecto a los tartesio-turdetanos asuntos, pues que polemiza bastante con sus fuentes, y les debate y rebate cosa un poco por aquí y por allá. O sea, bastante. Y hasta incluso puede que algo demasiado. Lo cual es una garantía. Y en el sentido de que los datos que no polemiza es que le parecen sensatos, razonables y fiables. Especialmente si teniendo en cuenta que lo que polemiza es lo que le parecen fantasías algo impresentables en los textos de las fuentes. Pero dejándonos ya de Estrabón, entremos en el gran Plinio. Que, con respecto a ibero-peninsulares asuntos, fuente fundamental no para la Hispania indígena -indirectamente también, es un acervo de hispanas toponimias indígenas que pre-romanas fueron- sino que más bien para la Hispania romana. Pero le asoman algunos datos indígenas y muy significativos. Y con respecto a la tardo-tartesia Hispania indígena turdetana, que es lo que aquí nos interesa. Por ejemplo, el que en los hispanos turdetanos había una muy singular tradición hortelana con respecto a injertos de árboles frutales, unos en otros. Y así lo de injertar ciruelos en manzanos, y lo de injertar almendros en otro árbol frutal -no dice el nombre, me supongo que el ciruelo- y que originaba una sabrosa fruta con su almendra pues dentro del hueso. A comienzos del Libro II de su Naturalis Historia tan monumental, nos informa de que, en tiempos del nacimiento de Cristo, una expedición romana al arábigo y océano-índico Mar Rojo había encontrado por allí -y él escribe unos setenta años después- características naves indígenas tartesias que habían circunnavegado el continente africano desde el estrecho de Gibraltar. Implicado queda que tartesio-turdetanas. Que éstas, y de otras - fuentes, afro-circunnavegaron de lo mismo unos cuantos siglos antes. En mi opinión, ambos turdetanos asuntos o remiten o parecen remitir a tradiciones que también vienen de muy lejos: nadie improvisa una afro­circunnavegación. Y dos, pues todavía menos.

Lo mismo con respecto al dato, en Plinio, de que en la ibérica península el cultivo de la vid mayormente era a base de parras y emparrados. Y que cosa pues singular y única en los antiguos tiempos Mediterráneos, tanto si protohistóricos como si ya históricos y romano-imperiales. Y al respecto, y de las tradiciones tartesio-turdetanas recogidas por Plinio, pues que no de previas fuentes documentales sino que más bien recogidas por él personalmente durante sus años de alto jefe político-administrativo romano-imperial en hispanas tierras. y que así la garantía de los tales asuntos. Y no menos al respecto del muy singular cultivo hispano de la vid a base de emparrados -y que sobreviviendo ha venido residualmente en el mediterráneo sureste hispano, en las finalmente andaluzas tierras de Almería, las de los muy tempranos cultivos hortofrutícolas de los megalítico-ciclópeos millarenses del año 3400 antes de Cristo, y que pues lo dicho, los primeros ciclópeos mediterráneos- pues que la cepa de la vid es una planta enredadera y trepadora, con sus vegetales ganchos -o zarcillos- para por los árboles ir enganchándose y trepando con sus larguísimas y viñateras ramas trepadoras. Y en otras palabras, que el más temprano y hortelano cultivo de la vid parece estar implicado en lo del masivo asunto y muy pre­romana tradición hispana de que exclusivamente parras o emparrados, imitando así los tempranos viñateros el natural estilo de la vid en tanto que planta de larguísimas e interminables ramas trepadoras. O al menos así el asunto, a mi modo de ver. Y hasta aquí lo de los turdetanos o terminales tartesios. Parece como que sus peninsulares camaradas los iberos pues que lo tienen peor. Al menos lingüísticamente. Yo más bien estoy en que no iban de varias lenguas, que es lo que recoge Estrabón, sino que de un asunto de muchas las mini­lenguas, y varias las familias lingüísticas al estilo de las ibero-caucásicas mini-lenguas en el caucásico Daguestán. O sea, que lo del finalmente descifrar la larguísima serie de las enigmáticas e hispanas inscripciones iberas arqueológicamente exhumadas, pues que francamente difícil. O sea, los enigmas.

O incluidos los ex-iberos hunza de la Iberia del río Indo -llanuras centrales del Pakistán- y su iberuzca lengua burushaski con afro-circunnavegaciones oceánicas de por medio y desde el estrecho de Gibraltar y sus alrededores. O lo de los everos o eberes khaskhi que no menos pues un khavkhi del que se llega a lo del khaukhi para significar Cáucaso. Pero que fonéticamente un jauji llevando a un hispano Jauja, y a un no menos hispanísimo y muy pre-romano Ujíjar en las proto-tartesias tierras de la ahora finalmente Granada. O sea, algo así como que de los iberuzcos hunza a los everos khaun­zaq y luego a los proto-tartesios kunetes o kúneta que, lo dicho, un kunta pues a la menor oportunidad. Y un kunza pues en cualquier momento. Y finalmente un hunza pues al menor descuido. O sea, lo dicho. O en suma, borrosidades y aproximaciones.
 

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