TARTESSOS |
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TARTESSOS Y EUROPA
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Miguel Romero Esteo | ||
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26. Donde el tartesio Nórax resulta un oceánida de la diosa Europa y pues como
que muy tranquilo.
Y desde el final de los famosos hiksos imperiales con respecto a sus asuntos egipcios y hacia el año 1532 antes de Cristo -y también el más o menos final de la refinada y culturalmente proto-europea civilización minoica de las gentes de la diosa Europa en la pre-griega isla de Creta, y el comienzo de las inscripciones tartesias en las orillas de los ríos norteamericanos- pues nos volvemos hacia precisamente los comienzos de la tal minoica civilización en la isla de Creta e islas aledañas y en tomo al año 2000 antes de Cristo. O sea, unos cuatrocientos años antes de llegar a Egipto los hiksos tan demasiado imperiales. En concreto, y en tomo al tal año 2000 o más bien antes, el hecho histórico que subyace al legendario relato en el que el oceánida y navegante Agenor llega primero a Egipto con sus oceánicos hijos -Kilix, Cadmo, Phoenix y Europa, que tuvo altares en las tierras carias, al arrimo de la isla de Rodas, y por eso yo la vengo llamando diosa Europa- y se va luego con sus agenóridas gentes a la muy pre-fenicia y pre-cananea costa libanesa. Y cuando los egipcios la llamaban el país de los qeru muy en plan de significar que el país de los carios. Después la tal oceánida princesa-diosa Europa, con sus no menos oceánidas y europos muchachos, navegó a la isla de Creta desde una asiática costa mediterráneo-oriental. Y en su siglo IV el gran Herodoto tan viajero recogió de las isleñas gentes cretenses que, sí, de una costa asiática llegaron a la isla de Creta las europas gentes, pero que no eran precisamente mediterráneo-asiáticas sino que originariamente y geográficamente muy europeas.
Bueno, legendariamente el asunto estaba en que un cretense dios Zeus, y que no
necesariamente el muy previo gran Zeus, se enmascaró de toro y raptó a la
muchacha Europa en la costa libanesa, y se la llevó a la todavía muy pre-griega
isla de Creta y fecundó a la muchacha. Y del asunto resultó el europo y
primogénito gran rey Minos, del que recibió nombre la culturalmente muy proto-europea
y refinadísima civilización minoica de los palacios y las flores, de la que -lo dicho culturalmente provenimos todos los europeos. Claro que también del tal
Zeus -y parece que un krisaórida zeus caria, el tartesio Krisaor era el
gran
Zeus de los carios, y éstos, previos en el ámbito de Creta, fueron los navieros
e ingenieros navales del gran rey Minas, también ya dicho quedó- tuvo de europos
hijos pues también al muy militar Sarpedón, y al muy legislativo Radamanto,
vinculado legendariamente a lo de juzgar las almas en el ámbito europeo -tierra
más o menos tartesia- del estrecho de Gibraltar, y enviar luego las almas buenas
a la lejana y oceánica isla del paraíso, o isla de los
Bienaventurados, y las almas malas pues a pudrirse en el
Tártaros. Que para Estrabón, en tiempos del nacimiento de Cristo, eran
sencillamente una variante del nombre de la oceánica Tartessos hispana. En la
que las legendarias historias situaban el río Erebos o río de los infiernos, el
actualmente río Tinto con su más o menos tufo a minerales de azufre, al menos
en verano y con poca el agua. Y previo en los territorios de los infiernos y la
muerte el bastante jerezano río Lete, que tras la arábiga invasión islámica en
el año 711, pues se lo arabizó en un Guadalete.
En fin, y siguiendo de la legendaria historia, la oceánida Europa se casó luego
con un tal rey Asterio. Y que con nombre que pues homofónicamene casi un
asturio. Y escribo esto porque, y hasta bien entrado ya el siglo XX, y al arrimo
de la raya entre tierras leonesas y tierras de Asturias, pervivió en algunas
montañesas aldeas -y de la mano de los folklores musicales, el asunto asoma en
una muy espesa Historia de la Música Española- la piadosa y ancestral costumbre
de que, al anochecer del día previo a la boda, el novio se metía en la cabeza
un mascarón de toro, y así enmascarado de toro, pues simulaba raptar a la novia.
Y se iba luego con ella al bosque, a pasar allí ambos la noche, a consumar por
allí entre los árboles el amor. Este más o menos asturio rapto nupcial -la tal
zona leonesa fue también Asturias en tiempos lejanos, y de ahí la pre-romana
Astúrika, o similar, la finalmente ciudad de Astorga- no sólo resulta demasiado
en paralelo con lo de
raptar un dios Zeus a la muchacha Europa sino que, y además, resulta
geográficamente bastante cercano con respecto al macizo montañoso en el
que -y allí, en una cueva, el santuario de la Virgen de Covadonga- pues ha sobrevivido precisamente el nombre de
Europa para designarlo, en plan de que picos de Europa. Y parece como que desde
los muy preromanos tiempos, y desde los que pues así también muchos topónimos
de la zona, que casi todos ellos pues con pinta de que muy primitivos. Y por
otra parte, está el dato -en no recuerdo qué fuente- de que los astures eran
una de las más primitivas etnias de la ibérica península, si es que no
precisamente la más primitiva. En concreto, Estrabón incluye a los astures
entre las gentes de hispana coloratura más o menos muy griego-arcaica, como
quien dice proto-griegos. Que en el gran Plinio -cincuenta años después de
Estrabón- los astures llegan hasta el río Duero -el Durius, con o sin unos
dorios oceánicos metidos en el asunto- por las ahora tierras de Zamora y
Valladolid, y resultan colindantes con los hispanos helenos -los griegos, y que
más o menos muy proto-griegos
en Estrabón, a menos en cuanto que muy arcaica la coloratura- que ocupan la
zona desde Zamora hasta la gallega Tuy, o sea, todo el ahora norte de Portugal.
Y el dato resulta interesante porque, al fin y al cabo, de los mediterráneo-orientales
micénicos no menos proto-griegos es de donde nos van a llegar precisamente las
legendarias historias de la muchacha Europa y sus europos y su casamiento con
el obscuro Asterio. Que de nombre pues casi un asturio, lo dicho.
Y entrando al toro, de Europa a lo que parece. Yo estoy en que lo de oceánidas
para el muy viajero gran Agenor y su familia de hijos -incluida la princesa
Europa- remite al océano. O sea, al extremo oeste mediterráneo. Con o sin tener
en cuenta pues lo dicho, que los tales oceánidas -y parece que significa
ex-oceánicos el tal calificativo- son una de las dos genealógicas ramas
-siguiendo de las legendarias historias del muy oceánico Poseidón, el
dios-caballo de los océanos en su ámbito del estrecho de Gibraltar. Y la otra poseidonia rama pues la que, entre las naves-serpientes, o la gran Medusa
oceánica de la cabellera de serpientes, y las oceánicas y pagausas
naves-caballos en el asunto del gran Pegaso y su hermano, el gran Krisaor, pues
lleva precisamente al tartesio y proto-tartesio gran gigante y rey Gerión y sus
geriónidas. O sea, tanto los oceánidas de Agenor y su muchacha Europa como los
oceánicos tartesios geriónidas son especie de bifurcación de una previa y
compartida raíz étnica. O civilizatoria
al menos. En plan de etnogénesis, pues habría que irse a los kyndonios o
kunetonios, o konio-danaos, que sumergidos etimológicamente en el nombre de
Poseidón, y que los hispano-kyndonios o hispo-kyndonios. De lo cual el muy
preromano topónimo Sidonia, al arrimo de Jerez -y que oculta un Kyndonia- y en
el ámbito más ancestralmente tartesio, al
menos según las tanto romanas como pre-romanas fuentes, pues parece como que es
el toponímico final, y la terminal onomástica. Por otra parte, en las
legendarias historias, los oceánidas del gran Agenor -y la muchacha Europa con
sus
europos pues incluida- son poseidonios que vinculados a libios y no menos
-vinculados a una Menfis que egipcia para los antiguos griegos. Pero que acaso
no tan egipcia sino que algo proto-malagueña, si dejándonos del helenizado
Menfis nos pasamos al egipciamente originario menuf con sus mecánicas variantes
en un Mainuba y en un Menupa, que nada griegos y fonéticamente más originarios.
O sea, que el asunto se nos sale de Egipto, y como que pues se nos encamina muy
tranquilamente hacia el sur de la Península Ibérica. Y así. O sea, el Menfis
pues llevándonos a Huelva y su muy preromana Onoba.
Dicho sea de paso, y dejándonos del helenizado Menfis, el más originario
Menufa
o Menupa, con el Mainuba incluido, no sólo resulta ser paralelo, en sufijos,
con el nombre de la no menos egipcia Teba o Tebas, sino que igualmente paralelo
con la muy pre-romana y proto-malagueña Teba, y con la desaparecida y cordobesa
gran Tebas, o Teba la Mayor, y que en cuanto al nombre pues que también muy
demasiado pre-romana. O que en fin, el asunto nos lleva a los tan característicamente
tartesios sufijos en -oba que más bien muy proto-tartesios, caso de las
portuarias y malagueñas Mainoba
-tan fonética del Manufa egipcio- y Mainóbora. Y la no menos muy portuaria
Onuba, que finalmente la ahora andaluza Huelva. Y no menos Korduba,
terminalmente Córdoba. y etcétera. Que en la tal -opa y sus variantes, pues sus
preromanos y atartesiados topónimos en el oceánico suroeste hispano -entendido
en sentido muy amplio, e incluidas Estepa y la Olisipo que finalmente
Lisboa-
pues eran un montón. No menos incluido el Basilippa donde finalmente la
sevillana El Arahal, con el remotísimo substrato urálico-turcoide metido en el
asunto. Y dicho quedó, y si metidos en borrosa etnogénesis, que los tales
topónimos tienen su paralelo en las caucásicas gentes cherkessias o kérketas,
con topónimos de idéntico sufijo, que cherkessio. O que no sé si del substrato
lingüístico svano previo a los cherkessios, o cosa parecida.
Vaya también de paso el que en la oceánica zona muy ancestralmente tartesia
estaba el río Maenoba -fonéticamente Mainoba- en romanos y pre-romanos tiempos,
el ahora río Guadiamar, con nombre que remitiendo a un ya arabizado uad-elMan,
al arrimo de un arcaico topónimo Pilas. Que remitiendo acaso a un previo y helenoide
Piloso. Del mismo modo que un pre-romano Arcos pues muy bien pudiera
remitir a un no menos muy helenoide Argos. Y con o sin legendarios argonautas
metidos en el asunto. Y todos tranquilos.
Pero a lo que voy. Y es a que el nombre del gran Hércules Tarsio -que parece
remitir al geriónida y cario gran Krisaor, y que al fin y al cabo en la
qeru y
pre-cananea Tyrso libanesa o Tursa pues estaba su Tarsio gran templo, la
Tiro
fenicia para los antiguos griegos- pues era un Tars-klem con la semítica
desinencia en -m pero así, escrito de izquierda a derecha y para significar un
Tarsio-Hércules. De cuya contracción fonética -o semítico-fonética más bien- el
tal más o menos Tars-klem resultó. Pero que luego, e invirtiéndole el orden de
las letras a las dos componentes del nombre, al pasarlo a escritura de derecha a
izquierda desde previa escritura de izquierda a derecha, pues resultó un algo
trabucado Melkart como ya nombre para el gran Hércules Tarsio de los precananeos carios libaneses y sirios konios, y finalmente pues
el gran hércules Melkart de los cananeo-libaneses más o menos tardo-fenicios.
Del mismo modo pues que Agenor es un Age-Nor, con no menos un Nor-Age cono
mecánica variante. O en suma, un Norage que de la siempre más o menos muda vocal
terminal pues en un Norag acaba. O en otras palabras, el legendario nieto del
tartesio gran Gerión, el legendario y geriónida gran Nórax, era el oceánida y
algo europo gran Agenor. Y que, y no menos, legendario gran hércules Nórax para
los muy pre-romanos sardanas o sardos de la mediterráneo-occidental y
finalmente italiana gran isla de Cerdeña. O que, pues lo dicho, que no sólo
fundó en el extremo sur de la isla -zona bien estratégica- la sarda y muy pre-romana
ciudad de Nora, que para los indígenas más bien Nurri, y así el nombre residual del
sitio. Y nombre que, desde el Nórax fonéticamente más bien Nor-Aks, y
ortográficamente un NorAx, desde el indígena Nurri pues al cherkessio
Niur y
para con el Nor pues significar la luz. O sea, un rey-luz si con el
Aks o Ax llevando a un arga previo. O que un dios-luz o dioscaudillo si el
Ax
pues llevando al oise etrusco para significar dios. O al as proto-escandinavo
para no menos significar dios. O el asunto de los famosos y legendarios dioses
Ases proto-escandinavos en su atlántico-sureño paraíso o Valhala. Pero lo dicho, que
de muy pre-romano origen parece el nombre del malagueño río Falhala en su no sé
si ancestral o si tradicional paraíso de árboles frutales, y con nombre que el
fonéticamente Falhala de los proto-escandinavos pues lo calca y recalca.
También ya dicho quedó que del geriónida gran Nórax, originariamente pues más
bien un Núrax o Niúrax, proviene el hasta ahora enigmático nombre de
nuragha
para los colosales y ciclópeos torreones-atalayas que sobreviven en puntos
estratégicos de la gran isla de Cerdeña -también en su hermana, la isla de
Córcega- y remitiendo a remotos tiempos como que muy demasiado pre-romanos. O
que los nuraghi si en plural el asunto. Claro que también el -akn o -agha que en
el nuragha asoma pues muy bien pudiera significar torre. Y hay paralelos
homófonos en otras mediterráneas lenguas arcaicas, caso del beréber y norte
africano aga para significar
ciudadela amurallada. Y así en los topónimos Agadir. Con el Nur o
Niur
cherkessios significando luz, al menos en la arcaica lengua de los cherkessios abadajos y que es la que yo tengo estudiada un
poco, pues que el nur-agha sardo lo que significa etimológicamente, y
literalmente, es torre de luz y con razón. Porque eso es lo que vienen diciendo
precisamente los especialistas del tema, que los tales nuraghos
torreonesatalayas eran para encenderles hogueras arriba del torreón, en la
altísima terraza. Y no hogueras de la religión del fuego
-acaso también sí, y logrando así y de un tiro dos pájaros sino que más bien en
plan de faro para guiar las naves a buen puerto. Que para internarse en alta mar
y lejos de las costas -por ejemplo, navegar desde las Baleares a la isla de
Cerdeña, en directo- y tanto para acortar el rumbo como no menos para evitar
las endémicas piraterías, que se les echaban encima a la navegación de cabotaje
al ir bordeando las costas, pues había que navegar de noche y guiándose por los
caminos de estrellas en el nocturno cielo. Así ya los muy navegantes y
oceánico-atlánticos megalíticos -lo dicen los especialistas del megalítico
asunto- y al menos mil años antes de los asuntos del geriónida Nórax. Con nombre
que acaso, y más que dios-luz, lo que su nombre significaba más bien era
torre-luz, y en el sentido de gran guía, gran caudillo.
O en suma, que la diosa-princesa Europa -y de la mano de su legendario padre
Agenor que finalmente el geriónida y tartesio Nórax llegó de tartesia primero a
la isla de Cerdeña, y luego a las libanesas Tiro y Sidón en la orilla asiática
del Mediterráneo. O en otras palabras, que sus europos iniciales eran más bien
tartesios. Y todos pues que muy tranquilos.
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