CAPITULO VII
LO QUE SUPIERON E IGNORARON DE TARTESSOS LAS POSTERIORES GENERACIONES.
... multa et opulens civitas
Los textos bíblicos del siglo V (Gen. 10, 4;
Isaias, 66,19; Jeremias, 10, 9; v, cap. I) no nos autorizan tampoco a concluir
que Tartessos existiera aún en esa fecha. En esta época los judíos no tenían
ninguna relación con el Occidente; por lo tanto, esos textos no pueden derivarse
de un conocimiento directo Tartessos no es para los judíos mas que un termino ya
tradicional, fijo, que designa, en general, el remoto Occidente. El texto de
Jonas I, 3, en donde Tartessos aparece como objetivo real de un viaje, no tiene
tampoco aplicación al caso, pues la leyenda de Jonas parece haber existido desde
el siglo VII y aun desde el VIII.
Esta misma noticia del oricalco se encuentra
igualmente en Plinio (n. h. 34, 2), que trata del aurichalcum al hablar
del cobre, considerándolo, por lo tanto, como metal natural, lo mismo que
Platón. Y, como este, dice también:
Los atlántides descendían de Poseidón (Krit., 113 c; 116 c). Igualmente la serie de los reyes tartesios comienza con Sol, Oceani filius. Los atlántides dominaban hasta la Tyrrhenia y el Egipto (Tim., 25 b; Krit., 114 c). Los tartesios también podían ufanarse de tal dominio, si se interpreta en el sentido de hegemonía comercial (v. cap. VIII). Entre los atlántides siempre el mas viejo es el rey (Krit, 114 d). Este detalle recuerda al longevo rey Arganthonios, y se compagina bien con el respeto que los tartesios tributaban a la ancianidad (capítulo VIII).
También concuerda la descripción del país (118 a-c). La ciudad de los atlántides se alza en una llanura amplia y alargada, abierta por el sur y rodeada de altas montañas por los demás lados; esas montañas descienden a pico en el mar y protegen la llanura por el norte. Esta descripción concuerda con Tartessos. La amplia llanura rodeada de montanas corresponde al valle del Betis, como asimismo la orientación hacia el Sur; también el periplo dice que el Betis en su postrer trayecto fluye hacia el Sur (Avieno, 290). Las montanas que protegen la llanura del viento norte corresponden a la Sierra Morena, y las que caen a pico en el mar, a las altas sierras de la costa meridional (Sierra Nevada y Montes de Málaga), que el periplo menciona (Avieno, 425, 434). También es notable la circunstancia de que la ciudad de los atlántides no esta, como era de esperar, a orillas del mar, sino junto a un ancho canal o brazo de mar navegable por los grandes navíos, en una isla rodeada de aguas corrientes (115 d; 118 c, d)201. También estos detalles coinciden con la topografía de Tartessos, que estaba situada aguas arriba de la desembocadura del río, en una isla formada por los dos brazos principales del Betis (v. cap. IX). Los numerosos canales de que habla Platón (115 d; 118d) son igualmente un rasgo característico que se encuentra en el Betis, cuya intrincada red de canales pondera Estrabón (143), y que sin duda fue construida por Tartessos. Los atlántides usaban como puerto el canal o brazo de mar que une la ciudad al mar. El mismo uso hacían los tartesios del brazo de mar en donde desemboca el Betis, estuario que Estrabon (140) llama igualmente άνάπλους 202. El cuadro lleno de vida que nos pinta Platón (117e) del rumoroso y laborioso trajín, de los almacenes y depósitos, de los navíos anclados junto a la orilla, del ruido que noche y día hacen los marineros 203, recuerda vivamente las ciudades modernas como Burdeos 0 Amberes, sitas en el estuario de los grandes ríos. Ese cuadro conviene perfectamente a Tartessos.
Otros detalles menos característicos son también aplicables a Tartessos: la thalassocracia de los atlántides; la ciudad guarnecida de fuertes muros y torres (116 a); los puertos y arsenales (115 c; 117 d); el templo en el mar —quizás sea este el fani prominens [el promontorio del templo] que cita el periplo (Avieno, 261,304) —; el trafico mundial (114 d; 117 e); la riqueza del país en productos naturales de todas clases, plantas y animales (115; 118 d), principalmente toros (119 d), lo cual hace pensar en los toros de Geryoneus y recuerda la descripción que Estrabon hace (142 y ss.) de Turdetania; la serie de los antiguos reyes descendientes de los dioses (Tim., 25, Krit., 114); las viejísimas leyes escritas en pilares de bronce, que recuerdan la referencia de Estrabon sobre las leyes de Tartessos de 6.000 años de antigüedad; el Estado perfectamente organizado. Por ultimo, lo que leemos en Platón (Tim., 25 d; Krit, 108 e) acerca de los bajos fondos producidos por el hundimiento de la Atlántida, ¿no concuerda también con lo que referían los cartagineses sobre los bajos fondos en el Océano, allende las columnas, para disuadir a los extranjeros de viajar por estos mares? La fabula de la Atlántida, sumergida de pronto en el fondo del mar, ¿no podría ser la forma poética en que los griegos explicaban la súbita desaparición de Tartessos y la interrupción de toda noticia de ella?
Tantas y tales coincidencias en particularidades que se aplican a Tartessos como a ningún otro país, abona, pues, la opinión de que Platón, al componer su descripción de la Atlántida, pensaba principalmente en Tartessos. Nadie pretenderá sin duda que todos los rasgos de la Atlántida concuerden punto por punto con Tartessos; tampoco todos los caracteres de la Troya homérica coinciden exactamente con la Troya histórica. El poeta es libre de tomar de donde quiera los colores para sus cuadros; el poeta mezcla lo ficticio con lo verdadero, y al trazar la imagen de una gran realidad histórica intercala inventos de su fantasía y aun rasgos de otros objetos reales. Es muy posible que Platón haya tornado de Egipto el detalle de los canales 204. Los muros del castillo real, pintados de blanco, negro y rojo (116 a), proceden sin duda alguna de la descripción del castillo de Ecbatana por Herodoto (1, 98), y los 1.200 navíos provienen del segundo canto de la Iliada (v. Tucid., 1,10, 5).
Podría muy bien ocurrir que la isla Atlántida de Platón fuese como la «isla de los bienaventurados» de lambulos, situada en el remoto Oriente (Diod., 2, 55-60), la cual, a pesar de todas las fantasías decorativas, alude indudablemente a la isla de Sokotra en Arabien (R. E, v. Saba, pag. 1.402). Cabria objetar que si Platón, en efecto, se refiere a Tartessos, habría destacado en primer termino entre los metales no el bronce, sino la plata, porque la plata es el metal mas veces citado por Herodoto en las relaciones focenses. Pero en los tiempos de Platón la plata era vulgar, mientras que el bronce tartesio era un producto fabuloso que había desaparecido, como mas tarde desapareció el bronce de Corinto; y lo que mas le interesa al poeta es justamente lo maravilloso 205.
Es inconcebible que habiéndose localizado la Atlántida en todas partes, incluso en el Spitzberg y en América 206, no se le haya ocurrido a nadie buscarla en Tartessos. En efecto, el que crea en la realidad del mito no debe buscar la Atlántida en regiones desconocidas. El error, empero, se explica por la atetesis literaria de Tartessos, que indujo a los sabios modernos a destruir espiritualmente la ciudad, como los cartagineses antaño la destruyeron materialmente (v. mas adelante).
También la forma en que Teopompo (fr. 76) nos ha transmitido la leyenda de la Atlántida recuerda por algunos detalles a Tartessos: la longevidad de los atlántides, sus riquezas en oro y plata, y principalmente sus viajes hacia el norte, a los pueblos hiperbóreos —¿quien no relacionara esto con los viajes de los tartesios a la tierra de los oestrymnios?—207. Menciona Teopompo en otro libro la soberanía de los tartesios sobre los mastienos (fr. 224, La tierra de Massia sometida a los tartesios]); pero se funda sin duda en un texto antiguo —quizás Hecateo, del que suele hacer un uso frecuente—, pues en aquella época Tartessos y los mastienos estaban ambos bajo la dominacion cartaginesa. Eforos refiere lo siguiente acerca de Tartessos: 1° Tartessos estaba a dos días de navegación a partir de las columnas (Escimn., 162)208. 2º Tartessos recibía de la Céltica el estaño, que arrastran las aguas del río Tartessos (Escimn., 165) 3º Los tartesios cuentan que los etíopes vivían antaño en la Erytheia209. 4º La extraña referencia en Josefo, c. Apion, 1, 12: "Eforos... opina que los iberos constituyen una sola ciudad" se explica quizás por el hecho de que Eforos haya designado todo el Sur de España como imperio de la ciudad de Tartessos 210. 5º De Eforos procede también el fragmento 103 de Nicol. Damasc. [colección de costumbres]), que dice-. [entre los tartesios no le es licito al mas joven deponer contra el mas viejo]211. 6° Sabemos por Plinio, 4,120, y Escimn., 159, que Eforos buscaba la Erytheia no hacia Tartessos, sino hacia Gades. Entre los antiguos que Estrabon (148) aduce en pro de esa identificación hay, pues, que suponer se hallaba también Eforos 212. 7º Por esos antiguos, y entre ellos Eforos, supo Estrabon que entre las dos desembocaduras del Betis estaba la ciudad de Tartessos, y que el rio se llamaba «Tartessos» y la comarca «Tartessis».
Estos datos no pueden proceder sino del siglo VI 213, pues en los tiempos de Eforos el estrecho estaba cerrado por los cartagineses que justamente entonces prohibieron la navegación mas allá de Mastia, en el segundo tratado con Roma (año 348). Por otra parte, el dato de la historia tartesia, reproducido bajo el numero 3, tiene que proceder de la época en que los focenses iban a Tartessos. Otro tanto puede decirse de la noticia transmitida por Nicolas Dam., reproducida bajo el numero 5. Además, si los datos que Eforos da acerca de la Iberia no procediesen del siglo VI, ¿como explicar su notable coincidencia con el periplo en los siguientes puntos-. 1° La leyenda del estaño que acarrea el río Tartessos (Escimn., 165; Avieno, 296). 2º Los tres pueblos que habitan las costas meridionales y orientales de España, libiofenicios, tartesios, iberos (Escimn., 197 y s.; Avieno, 421, 463, 472). 3º Los Berybrakes, que solo reaparecen en el periplo (Escimn., 201; Avieno, 485). 4º La mención de Mainake y Tartessos como aun existentes (Escimn., 147,164; Avieno, 269, 431). 5º La mención de la isla de Mainake (Escimn., 146; Avieno, 428). 6° La mención de los celtas como habitantes del interior (Escimn., 165,167; Avieno, 195, 257, 301). 7° La columna del norte en la Bretaña, termino de los viajes tartesios a Oestrymnis, [columna septentrional] Escimn., 189; Avieno, 88) y otras mas?214. Si, pues, Escimnos llama a Tartessos [ciudad ilustre], no debe inferirse de aquí que esta ciudad existiese aun en tiempos de Eforos, sino que existía en tiempos de la fuente utilizada por Eforos (siglo VI). La fuente que utiliza Eforos es, en parte, el periplo mismo, de quien toma el principio de su periegesis, el itinerario de la Bretaña a Massalia, añadiendo datos de autores mas recientes (Himilcon, Euktemon, Esilax, Damastes, Phileas). La refundición del periplo por Eforos se conserva en dos adaptaciones métricas del siglo 1 a. J. C: una de ellas completa en el libro escolar griego que tradujo Avieno, y la otra muy abreviada en Escimnos.
Hay algunos datos que demuestran muy bien la ignorancia en que estaban los geógrafos del siglo IV a. J. C. sobre el Occidente remoto. Así, la descripción de España por Escilax no empieza a ser exacta sino a partir de Emporion, esto es, al Norte del limite que, en el ano 348, impusieron los cartagineses a la navegación extranjera. Así, Aristóteles cree que el río Tartessos, antaño tan famoso, desciende de los Pirineos 215, y considera que el Océano occidental no es navegable, por las calmas y los bajos que hay en el (Meteor., 2, 1, 14) — ¡los consabidos cuadros terroríficos, exagerados por los cartagineses!
Pero en la oscuridad, que desde hacia ciento cincuenta anos envolvía las comarcas de allende las columnas, encendiose de pronto una luz, con el audaz viaje que el investigador massaliota Piteas emprendió hacia el Norte en el ano 340 a J. C. Dijérase que Piteas había sido alentado por el viejo periplo a emprender su valiente expedición, deseoso de ver e investigar por si mismo las regiones septentrionales, de las que su predecesor solo obtuvo noticias obscuras por medio de los tartesios. En efecto, Piteas visito las comarcas citadas en el periplo: Oestrymnis, Gran Bretaña, costas del mar del Norte216. Sería muy grato para nosotros saber si hablo de Tartessos y que dijo de ella. Erastotenes, que utilizo a Piteas, daba el nombre de «Tartessis» a la región allende el estrecho, y citaba también la Erytheia (Estrab., 148). Así, pues, parece que Piteas, aunque, por lo general, se preocupa exclusivamente de la actualidad, hablo de la ciudad desaparecida, con la cual le unían, como massaliota, lazos en cierto modo personales.
Pero pronto volvió a descender sobre la región oceánica la niebla espesa que Piteas, por un instante rasgara. La mezquindad del os geógrafos posteriores hizo burla de sus descubrimientos, y, considerándolos como falsedades, contribuyo a extender sobre ellos el manto del olvido. Hacia 270 Timeo (De mirab. ausc, 84) atestigua que los cartagineses tenían cerrado el estrecho, y en 230 a. J. C, Eratostenes afirma que por consecuencia del bloqueo cartaginés es imposible saber nada sobre el occidente, y aconseja la desconfianza frente a toda noticia de esta parte (Estrabon, 802). Por tercera vez fue descubierta la región de allende las columnas, merced a la conquista romana (218 y ss. a. J. C). En Polibio encontramos las consecuencias geográficas de este suceso. En el Libro XXXIV, que contiene la descripción de Iberia, Polibio habla también de la Turdetania y la Lusitania. Habiendo visitado personalmente los lugares, hubiera tenido una excelente ocasión para preguntar por Tartessos e informarse de ella; pero su interés se circunscribía a lo actual y apenas si alguna vez citaría a Tartessos, sobre todo si Piteas había hablado de esta ciudad, porque Polibio opone a los dichos de Piteas una total desconfianza. No da ya el nombre de tartesios a los habitantes del país, sino que les llama por el nombre ibérico de «turdetanos» y «túrdulos» (34, 9, 1). Sin embargo, en fuentes cartaginesas encontró los viejos nombres de Ταρσήιος θ Θερσϊται.
Artemidoro, que visito la Turdetania por el año 100 a. J. C. (Estrabon 137) discutió con Eratostenes acerca de Tartessos, y parece que negaba la existencia de esta ciudad217, fundándose acaso en las mismas razones que Polibio —a quien por lo demás le une cierta afinidad intelectual—, esto es, en que Piteas había hablado de Tartessos. En Artemidoro se encuentran los nombres de ToupToi y ToupTitavoi aplicados a los habitantes del país. Posidonio, que residió en Gades durante un mes y trato detenidamente de su topografía, parece haber dedicado un interés especial a la predecesora de Gades, Tartessos, como se ve por Estrabon, que debe su hermosa pintura de la Turdetania (3, 2) a Posidonio. Posidonio dio crédito a las afirmaciones de Piteas, incluso, sin duda, en lo que se refiere a Tartessos. De Posidonio procede probablemente la importante noticia transmitida por Estrabon acerca de la literatura tartesia y sus seis mil arios de antigüedad. La larga disertación de Estrabon (148-151) sobre Tartessos tiene su origen, sin duda, también en Posidonio que utilizo a Eforos218. Estrabon reseria primero lo que dijeron sus predecesores, que son-. 1°, los [antiguos], entre los cuales debe ponerse a Eforos; 2º, Eratostenes; 3º, Artemidoro, y luego también los textos míticos —que para Estrabon son históricos—, sobre todo Homero, cuyo Tártaros es interpretado por el en el sentido de identificarlo con Tartessos. La referencia que hace Estrabon (148) a los dos brazos del río Tartessos y a la ciudad, situada entre ellos, procede naturalmente de fuentes mas antiguas.
Los romanos, nuevos dueños del país, concedieron poca atencion al pasado de los territorios conquistados. Los anales romanos (Liv., e. 21 y ss.) solo hablan de la incapacidad guerrera de los turdetanos. Caton, en la reseña de sus campanas, nombra a Tuna, entendiendo bajo ese nombre el país de la Turdetania219. Mela, que había nacido en Turdetania, menciona la identificación de Tartessos con Carteia, y da importantes noticias sobre el estado en que se encontraba el delta del Betis en aquella época. Poco antes de su desembocadura, el río vierte en un gran lago y sale de el por dos brazos. El lago es el lacus ligustinus del periplo. La diferencia entre los datos del periplo —según el cual, el río sale del lago por tres brazos—, y los datos de Mela se explica por la desaparición de uno de ellos, el brazo occidental (v. cap. IX).
La confusión de Tartessos con Gades, que quizás se encuentra ya en Herodoto y Aristofanes y seguramente en Eforos y Platón, fue mas tarde general, sobre todo en la época romana. Igualmente la ciudad de Mainake fue confundida con Malaca (Estrabon, 156, Avieno, 426), y también en este caso, la vecina ciudad púnica, heredera de la antigua urbe destruida, asumió los recuerdos de esta221.
El primero de los autores romanos que atestigua el citado error fue Ciceron, que llama «tartesio» al gaditano Balbo (ad Att. 7, 3, n). Encuéntrese luego en Salustio, Hist, 2, 5: Tartessum Hispanise civitatem, quam nunc Tyrii mutato nomine Gaddir habent [Tartessos ciudad de España, que poseen ahora los Tirios, con el nombre cambiado de Gadir], en Val. Max., 8,13, 4 (Arganthonius gaditanus), en Plinio, 4, 120 (Gades ...nostri Tartessum appellant) y 7, 156 (Arganthonium gaditanum), Arriano, 2,16, 4 [Tartessos, fundación de los fenicios, sujeta a la ley fenicia y el templo consagrado al Hércules de allí]), en Silio, 16, 465 (en el cual el joven Tartessos procede de Gades), en Avieno, Ora; 269 (Gadir vocabat, ipsa Tartessus prius cognominata).
En lugar de Gades, supusieron otros que era Carteia la sucesora de Tartessos, a causa de la semejanza de nombre. Dicen Plinio222 y Apiano223 que por lo general Ios griegos sostenían esta opinión, mientras que los romanos optaban mas bien por Gades. Varron acepto la opinión griega, siguiendo a Artemidoro224. La identificación de Carteia con Tartessos se encuentra también en Estrabon, 151 [algunos (Artemidoro) llaman Tartessos a la actual Carteia], en Mela (2, 96: Carteia ut quidam putant Tartessos), en Silio, 3, 396, Arganthoniacos armat Carteia nepotes [Carteia arma a los hijos de Arganthoniosl), en Pausanias, 6, 19, 3 [hay quienes piensan que Carteia, ciudad de los iberos, se llamaba antiguamente Tartessos]).
Pero todavía es mas grave la confusión que introdujeron los traductores y comentaristas del Antiguo Testamento. Los LXX traducen, generalmente, Tarschisch por Θαρσεϊς; pero también emplean θάλασσα [mar]: por ejemplo, en Isaías, 2, 16, substituyendo un nombre incomprensible para ellos por un concepto corriente y general; otras veces ponen [Cartago] (Isaías, 23,1, 6; Ezequiel, 27, 12; 38, 13; véase en Suidas; Eusth. a Dionys., 195), que luego los árabes substituyeron por Tunez. Josefo (ant. 1, 6) cree que Tartessos es Tarsos de Cilicia, y esta opinión encuentra eco (Estef. Biz.; véase Λιγυστίνη, cod. A; Eusth. a Dionys., 195; Schol. Lycophr., 653). Julio Africano (en Synkellos, pag. 380) busca Tarschisch en Chipre y Rodos, porque en el Antiguo Testamento aparece junto a Kittim y Rodanim; otros, la situaron en la India, porque los navíos de Tarsis iban a la comarca del oro, Ofir (Suidas, [Tarsis, comarca de la India, de donde traían a Salomón el oro. La Vulgata escribe filia maris (Isaias, 23, 1-10), gentes maris, mare.
Lutero, siguiendo a los LXX, tradujo oniyoth tarschisch por «naves del mar», y de este modo elimino del Antiguo Testamento el famoso nombre (salvo en Gen., 10, 4, y en Cron., 1, 7, en donde era claro que Tarschisch representa un nombre). Dio, pues, Lutero el impulso a las posteriores confusiones, que llegaron al punto de negar la existencia de la ciudad de Tartessos. Comenzaron los teólogos diciendo que Tartessos era el nombre de un país; los teólogos, efectivamente, se atenían a la tradición bíblica confusa y vaga, y no tuvieron en cuenta las fuentes griegas. Luego vino Movers, el erudito, pero poco critico historiador de los fenicios, y fundándose en todo el material de los textos antiguos, se empeñó en demostrar (Hist, de los fenicios, 2, 594-614) que no había existido nunca la ciudad llamada Tartessos, error enorme y tanto mas imperdonable, cuanto que Movers conocía todo el material de textos.
La inmensa erudición de Movers impuso respeto a los sucesores y nadie creyó necesario investigar el asunto por cuenta propia. Así ocurrió que el veredicto de Movers se convirtió en dogma y Tartessos paso generalmente por un concepto vago, nombre de tierra o de región. Así aparece en los trabajos de E. Hubner (R. £., VII, 439), de W. Christ (Abhandl. der bayer. Akad., 1865, 122), de H. Kiepert (Lehrb. d. alt. Geogr., 484), de E. Curtius (Griech. Geseh., 1,370), de Meltzer (Gesch. d. Karth., 1,153), de Karl Muller (G. G. M. I., 164), de Mullenhoff (D. A., 1, 125)225, de v. Gutschmid (Kl. Schriften, 2, 54), de Busolt (Griech. Gesch., 1, 227), de Beloch (Griech, Gesch., 1, 1, 223; 251; 296) y otros. Otros sabios, principalmente los franceses, cayeron en la antigua confusión de Tartessos con Gades, así H. Berger (Erdkunde, 2, 42), C. Jullian (Hist, de la Gaule, 1, 258: «cet etat de Cadix ou de Tartessos» y también en las pags. 197, 198), Philipon (Les Iberes, 62), A. dejubainville (Premiers habitants de TEurope, 2,16), Dechelette (Manuel dArcheol, 2, 3, 1662: Tartesse-Gadir) y Gsell (Hist, de TAfrique du Nord, 1, 415, nota 3) que vacila. Pocos investigadores modernos han visto la verdad, por ejemplo, Ed. Meyer (Gesch. d. Alt, 2, 692), Atenstadt (de Hecataei Fragm., 93), Sieglin (Atlas ant. hoja 29), Dopp (Geogr. Studien des Ephoros, 1, 8).
Movers creyó que Tartessos era una invención posterior de los escritores griegos. K. Muller vio bien que Tartessos es citada por Herodoto y Eforos claramente con el sentido de una ciudad; pero no por eso desecho la opinión de Movers, sino que adopto la mas absurda aún de creer que la ciudad de Tartessos fue inventada ya en el siglo V. ¡Y, sin embargo, Herodoto, Eforos, Estrabon, Pausanias, llaman a Tartessos πόλις y el viejo periplo habla claramente de la civitas (270, 290) y de sus murallas (297)! Pero los datos del periplo se aplicaban generalmente a Gades, como hace el propio Avieno aun cuando la ciudad junto al Betis no podía ser otra que Tartessos, ya que Gades no esta en tal sitio. Entre los teologos226 encontramos muy extendida la opinión de que Tartessos era una colonia fenicia, aun cuando aparece clarísima la hostilidad entre Tartessos y Gades. Esta confusión culmina en Redslob que intento probar que Tartessos era Dertosa (hoy Tortosa) junto al río Ebro y en Hiising (Memnon, 1907) que la busco en el Golfo Pérsico. Dijérase que el error de Movers y sus secuaces es como una literaria damnatio memoriae de Tartessos. Culpa suya es que el nombre de Tartessos, antaño tan famoso, haya quedado hoy casi desconocido; culpa suya que nadie haya pensado en precisar la situación de la vieja metrópoli ni en buscar sus ruinas.
NOTAS
192. Véase mi edición de Avieno, Pág. 133. No
existen tampoco fragmentos de Hecateo que se refieran a la costa libica del
Océano allende las columnas (v. RE. VII, 2.727 y s.). 193. "Y domino en el mar monstruos prodigiosos y sondeo las corrientes de los bajos fondos". Si se pudiera fijar la fecha de esta oda —cosa por desgracia imposible (v. Bockh en su edición 2, 2,363)— tendríamos un terminus ante quern para la destrucción de Tartessos. 194. Mullenhof. D. A. 1, 210; Rehm RE. VI, 1060. 195. Véase Eforos, en Eseymn. 143. que reproduce el mismo dato acerca de las dos islas y su distancia. La concordancia obedece a que el periplo se transmitió por medio de Eforos, el cual le introdujo interpolaciones tomadas de Euktemon, Himilcon, etc.
196. Véase mi edición de Avieno, pag. 102.
198. El mismo Aristóteles, que poseía tan amplios conocimientos de historia
natural, ignoraba lo que fuere el oricalco (Escol. Apoll. Rhod. 4, 973:
[Aristoteles, en los Misterios, dice que no sabe ni lo que significa ni lo que
es]).
200. Pausanias 6.19, 2: [bronce tartesiol. 202. Por ejemplo, 140: [llámanse estuarios las cavidades que el mar llena con la subida de la marea y, como los ríos, resultan navegables en medio del campo... el brazo navegable del Betis... los brazos de los demás estuarios... el Anas... de dos desembocaduras... con dos brazos navegables]. 203. [todo aquel lugar estaba ocupado por muchas y apretadas habitaciones, el brazo de mar y el puerto mayor estaban llenos de navíos y mercaderes venidos de todas partes que hacían gran estrépito con las voces y golpes de tanta multitud día y noche ]. 204. Wilamowitz: Platón, 1, 588. 205. Para la ecuación Atlántida = Tartessos es decisivo que las dos fuentes del templo de Poseidón de la Atlántida (Kritias, 117, a) son evidentemente las dos fuentes del templo de Hércules en Cádiz (Estrab. 172 y ss.). De aquí se deriva la ecuación Atlántida = Gades, etc., y puesto que en tiempos de Platón todo el mundo buscaba Tartessos en Gades, resultara la ecuación Atlántida = Tartessos. (Comunicación de Netolitzki en Czernowitz). 206. Vease H. Martin; Etudes sur le Timee de Platón (1841), I, 259.
207. Diodoro da una tercera versión de la leyenda
(Diod., 3, 56). También hay en ella rasgos que convienen muy bien a Tartessos:
el haber reunido Urano a su pueblo en una ciudad; la dominación extensa de los
atlántides, sobre todo por el Norte y el Oeste; el culto del sol, la luna y las
estrellas; la hospitalidad (v. cap. VIII). 209. Escimn., 157, Estrabon, 33: así Dopp, el códice dice: [dice Eforos que según los tartesios contaban, los etíopes, cuando hubieron recorrido la Libia hasta el Occidente, permanecieron algunos allí, pero que algunos otros ocuparon parte de la tierra del otro lado (así Dopp; el códice dice: parte de la costa marítima)]. 210. Así piensa Forderer: Ephoros und Strabon, diss. Tubingen, 1913, 13. 211. Sobre Eforos como fuente: Riemann, Philologus, 1895, 654 f. 212. Estrabon, en 444: [Macris es citado por los antiguos] se refiere a Eforos (v. Escimn., 568 y Plinio, 4, 64; Macris... ut Dionysius et Ephorus tradunt [Macris... como refieren Dionisio y Eforos]. ...las posteriores generaciones. 213. Por lo demás, Eforos usa ampliamente de la antigua geografía jónica (y fenicia) del siglo VI-V (Berger. Erdk. der Griecherf 108, 237; Bauer: Benufzung Herodots durch Ephoros-, Fleckeisen Jahrb. Suppl. X; Forderer-. Ephoros und Strabon, pag. 52, y ss., acerca de Hecateo, Herodoto, Antioco como fuentes de Eforos). En mi comentario a Avieno (pag. 33) se encuentran datos sobre Hecateo, Hellanikas, Herodoto, Piteas, Escilax de Karyanda, Damastes, Euktemon, Kleon, Hannon, Himilcon. 214. Véase mi edición de Avieno, pag. 33. 215. Meteor., 1,13: [del Pirineo ... descienden el Istro y el Tartessos, este mas allá de las columnas]. 216. Véase mi edición de Avieno, pag. 22. 217. Estrabón, 148:[y Erastóstenes dice que la región contigua a Calpe se llama Tartessis y que la Erytheia es la isla afortunada. Pero Artemídoro le replica diciendo que todo esto es una fábula].
218. Véase Ohling.: Qusest. Posidon. Diss.
Gottingen, 1908,30. Artemidoro es el autor mas reciente que cita Estrabon,
basándose sin duda en Posidonio; Artemidoro es en efecto el predecesor de
Posidonio, continuamente citado y criticado por este (v. Estrabon, 138,157,172,
267, 830; véase Norden, Germania, 466). 221. En Italia muchas veces el nombre de una ciudad antigua se traslada a una fundacion medieval proxima. Por ejemplo el nombre de Coere se ha pasado a Ceri (siendo asi, que la antigua Coere corresponde a la actual Cerveteri) y el de Volsini (Orvieto) a Boisena. 222. 3, 7 (en Varron)-. Carteia Tartessos a Grsecis dicta [Carteia llamada Tartessos por los griegosl. v. 4, 120 (en Anon, de insulis): maiorem Timoeus Cotinusam ab oleis vocitatam ait, nostri Tartessum appellant, Poeni Gadir [dice Timeo que la isla mayor (de Gades) se llama Cotinusa por sus aceites; los romanos la llaman Tartessos, y los cartagineses Gadir]. 223. Iber., 63. El general romano Vetilio huye a Carteia: ooov 6vond£ea8ai [a Karpessos, ciudad a orillas del mar, que yo creo, de conformidad con los griegos, haberse llamado antes Tartessos]. 224 Vease el texto de Plinio, 3, 7, citado mas arriba, y la cita de Varron en Hie-ronymus (Migne, 26, 253): oppidum Tartesson, quod nunc vocatur Carteia. 225. «... pues, en realidad, no ha existido nunca la ciudad Hamada Tartessos». 226. Por ejemplo. Gesenius, Komment. a Isaias, 1, 719, Redslob, Tartessus (Pro-?r. d. Hamburg. Acad. Gymnasium, 1849); Schenkel. Bibellexicon,- Winer, Bibl. Realworterbuch; Riehm, Handworterbuch des bibl. Altertums,- Kalwer, Bibelw-drterbuch; Herzog, Realenz. f. protest. Theologie; Dahse, Ein Zweites Goldland Salomosilt. i. Ethnol., 1911)
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