Al
hablar de tumbas principescas de época orientalizante (s. VII – VI
a.C.) no estamos refiriendo a sepulturas que bien por su superestructura,
bien por lo ajuares que contenían, se diferencian de las que les rodean
que, aún conteniendo gran riqueza, no alcanzan a las que son objeto de
esta introducción a este mundo.
La
conclusión más inmediata que podemos entrever de todo ello es la
existencia de una estructura social, reflejada en el mundo funerario,
jerarquizada, piramidal en la que en la cúspide se situaría el.... ¿Rey,
Príncipe?, o ¿Primus Inter Pares, el que destaca de
entre los iguales?.
No
obstante, no defendemos aquí la idea de que estas tumbas
pertenezcan a un rey. Creemos más adecuado tratar este tipo de
tumbas “especiales” como pertenecientes a una clase dirigente,
que destaca sobre el resto, compuesta de muy pocos miembros que
son lo que controlan la producción de la sociedad y también se
hacen con el control de las relaciones comerciales con los
navegantes fenicios que arriban a estas costas andaluzas en estas
fechas.
Estos
hechos hacen que este pequeño grupo aproveche para sí mismo ese
acceso que tiene a la riqueza, y la muestra en su enterramiento,
ora a través de una superestructura bien visible y espectacular
bajo la que se entierra, ora por la riqueza incomparable con el
resto de tumbas de su alrededor, o, mejor dicho, con los elementos
de prestigio con los que se hace enterrar.
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Ajuares
de la necrópolis de La Joya
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¿Cuáles
son estas tumbas principescas – en el sentido de “especiales”-?;
se distribuyen entre las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Jaén.
En Huelva nos encontramos con tumbas, que no túmulos, como las
identificadas con los números 5, 9 , 17 y 18 (para la primera una
cronología hacia el 625 – 550 a.C. y las tres restantes hacia el 750
a.C.) de la necrópolis de La Joya. También tenemos el túmulo de El
Palmarón (s. VII a.C. aproximadamente), que parece depender del poblado
de Niebla. Ya en Sevilla, en Lora del Río, la necrópolis de Setefilla,
vinculada al poblado de Mesa de Setefilla. Entre las múltiples tumbas y túmulos,
destacan los túmulos A y B (s. VII a.C.).
Dispersión
de hallazgos en el periodo Orientalizante
1.
la Condomina, 2. Peña Negra, 3. Castillarejo de Peñarrolla, 4.
Boliche, 5. Villaricos, 6. Cerro de S. Cristobal, 7. Cerro de la
Velilla, 8. Andujar, 9. Toya, 10. Jardín, 11. Trayamar I y II,
12. El Acebuchal, 13. El Carambolo, 14. La cruz del Negro, 15.
Marchena, 16. Setefilla, 17. Castinblanco, 18. Utrera, 19.
Lebrija, 20. Cortijo de Ebora, 21. Cadiz, 22. La Joya, 23.
Tharsis, 24. Segura de León, 25. Aliseda, 26. Serradilla, 27.
Gaio, 28. Nora Velha, 29. Torre Vá, 30. Outeiro da Cabeça
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En
Carmona, la necrópolis del Acebuchal, en la que el Túmulo
G (s. VI a.C.) destaca sobre los otros 10 que componen
la necrópolis. También creemos necesario incluir en
enterramiento principal, megalítico, que se descubrió
en la necrópolis del Cerrillo Blanco (s. VII a.C.), en
Porcuna (Jaén).
Aunque
en esta estructura no se halló ajuar alguno,
seguramente fue saqueado en la antigüedad, sus características
frente al resto de tumbas que le acompañan (24 tumbas
“normales”) y la presencia en su interior de dos
inhumaciones, frente a 1 sola en el resto de tumbas,
bien le merecen aparecer dentro de este tipo de tumbas
principescas.
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¿Por
qué elegimos estas tumbas? ¿Qué tienen de especial?. Hagamos un paseo
imaginario por ellas para comprenderlo; y vamos a empezar a caminar en el
túmulo de El Palmarón (Huelva): Este enterramiento, de tipo megalítico
aunque podría ser una reutilización de época orientalizante, es la
única tumba que compone la necrópolis. Sí se encontró un rico ajuar en
su interior. Piezas como un recipiente ritual de asas de manos, jarro
piriforme de bronce, placa de cinturón, hachas de piedra, cerámica roja
de importación, etc... y lo que más nos llama la atención: una espada
de hierro (de las pocas que han aparecido), puntas de lanza, joyas como
una diadema de plata o cuentas de oro.
Los
túmulos de Setefilla y Acebuchal tienen unas enormes dimensiones,
que varía entre los 20 metros de diámetro del túmulo H a los 30
de El Acebuchal, en comparación con los de su alrededor.
El
túmulo A cubre varias fosas en las que se depositan los restos
cremados del individuo, en urna o directamente sobre el suelo y a
la vez, la cámara funeraria principesca es ocupada no por cremación
sino por inhumación y que, al haber sido saqueada no nos ofrece
ningún ajuar.
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Diadema
de extremos triangulares de Ebora, Cádiz.
Micrografía
de una de las piezas
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Sin
embargo el túmulo H, que con sus 20 metros de diámetro cubre un único
enterramiento en cámara central con vestíbulo, es decir, no ocurre como
en la tumba anterior que hay varias tumbas, deparó a su reexcavadora, Mª
Eugenia Aubet, joyas de oro placas de marfil decorados con flores de loto,
restos de un Oinochoe de bronce y una pátera, etc...
Diadema
con decoración de filigrana y granulado formando rosetas,
Aliseda, Cáceres. Micrografía
del bocel doble con granulado
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El
rito utilizado aquí se ha indicado que sería en del inhumación
como el túmulo A para en enterramiento principal, aunque no se
han encontrado restos que nos lo confirmen.
Los
túmulos de La Joya, otra vez nos encontramos en Huelva, destacan,
no por la superestructura que los cubre, sino por sus ricos
ajuares.
De
nuevo ánforas fenicias, cerámica de barniz rojo, copas a mano de
retícula bruñida, en la tumba 9.
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En
las cuatro tumbas identificadas como principescas (especiales), el rito
utilizado ha sido el de cremación y nos han suministrado unos
ajuares muy especiales en los que podemos encontrar los restos de un carro
de 4 ruedas, bocados de caballo, un jarro de bronce y, de nuevo,
recipiente ritual de asas de manos, un thymiaterion, espejo de bronce, ánforas
fenicias entre otros ricos objetos en la tumba 17, o cerámica a mano,
placas de bronce, un huevo de avestruz con borde dentado, colgante de oro,
cuchillo de hierro de hoja curva, más ánforas fenicias en la tumba 18;
fragmentos de marfil decorados con flores de loto, chapas de plata, jarro
de bronce tipo rodio, cuentas de collar de ámbar, cerámica a mano y a
torno, más recipientes rituales de asas de manos, en la tumba 5 o las
piezas macho/hembra de un cinturón torques, alabastros (4), cuentas de ámbar,
escarabeo de piedra caliza.
Ante
tanta resplandeciente riqueza podemos atisbar algunas cosillas;
Primero lo que ya adelantábamos unas líneas arriba: asistimos a
la prueba de una sociedad jerarquizada en
la que unos pocos controlan la mayor parte de los
recursos y riquezas de tal modo que pueden permitirse amortizar en
tumbas joyas y productos de importación.
También
podemos discernir que esta aristocracia o grupo dominante no se
caracteriza por ser una elite guerrera exclusivamente a tenor de
las escasas armas halladas en las tumbas, aunque también es
cierto que las estelas decoradas del SE nos hablan de un grupo
guerrero que muestra toda su panoplia, tal como más tarde lo
demostrarán sus lógicos herederos, la cultura ibérica.
Por
último, no creemos que estemos ante jefes absolutos, reyes, sino
que nos inclinamos a pensar más en sociedades basadas en líneas
de parentesco, es decir, los miembros de un mismo grupo se harían
enterrar con sus “modestos” ajuares junto a o alrededor de su
líder o el primer entre ellos tal como parece ocurrir en el
túmulo A de Setefilla.
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Tesoro
de Aliseda
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BIBLIOGRAFÍA
MARTÍN
RUIZ, J.A. (1996): Las
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RUIZ
MATA, D y PÉREZ PÉREZ, C.J.
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Andalucía Occidental. Arqueoloxía da morte. Arqueloxía da morte na
Península Ibérica desde as orixes ata o medievo, Limia. Pp 171 - 221.
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