1. EL MITO.
La historia de la isla de
la Atlántida llega primero con los dos diálogos de Platón El Timeo y
Critias. La historia de Platón se centra en torno a Solón, un gran
legislador griego y poeta que viajó a Egipto unos 150 años antes. En la
ciudad egipcia de Sais Solón recibió de los sacerdotes la historia de la
Atlántida . Los sacerdotes recibieron bien a Solón porque respetaban su
reputación. Ellos también respetaban a los Atenienses, a los cuales
estimaban como parientes, porque ellos creían en su deidad Neith por ser
la misma deidad de los griegos a la que llamaban Atenea. Por lo tanto se
creía que ella era la madrina y la protectora de los griegos y los
egipcios.
La historia que contaron los sacerdotes a Solón era desconocida para él.
De acuerdo con los registros del antiguo templo egipcio, los atenienses
pelearon en una guerra agresiva contra las reglas de los atlantes unos
nueve mil años antes y ganaron. Aquellos reyes o gobernantes antiguos y
poderosos de la Atlántida formaban una confederación con la cual
controlaban la Atlántida y también otras islas. Ellos empezaron una
guerra desde su tierra natal en el Océano Atlántico y enviaron tropas de
ataque contra Europa y Asia. Contra este ataque los hombres de Atenas
formaron una coalición venida de toda Grecia para hacerlo frente. Cuando
esta coalición encontró dificultades, sus aliados desertaron y los
atenienses pelearon solos por la derrota de los gobernantes atlánticos.
Ellos pararon una invasión de su propio país así como también liberaron
a los egipcios y pasado el tiempo a casi todos los países que estaban
bajo el control de los gobernantes de la Atlántida.
Poco después tras su victoria, incluso antes de que los atenienses
volvieran a casa, la Atlántida sufrió un catastrófico terremoto y una
inundación hasta que desaparecieron bajo el mar. Todos los hombres
valientes fueron tragados del día a la noche de acuerdo con la leyenda.
Este es el porqué de que los egipcios siempre estuvieran agradecidos a
los atenienses. La historia de Platón también dice la historia de la
Atlántida con la cual se muestra cómo los gobernantes destruían
cualquier estado que quisieran conquistar. Esta historia ha sido
registrada en las notas de Solón las cuales pasaron por su familia.
De acuerdo a las notas de Solón, la historia de la Atlántida empieza en
el principio del tiempo. Era cuando los dioses inmortales se dividían el
mundo entre sí y cada uno gobernaba su parte. El dios Poseidón recibió a
la Atlántida, una isla más grande que Libia y Asia juntas. Él eligió por
mujer a la mujer mortal Clite con la cual comenzó la familia real de la
Atlántida. Poseidón construyó la casa de Clite en una colina alta en el
centro de la isla. Desde la casa se veían las fértiles llanuras que eran
bordeadas por el mar. Para su amada esposa Poseidón dió protección
alrededor de su casa con cinco anillos concéntricos de agua y tierra. Él
talló los anillos con la facilidad y la habilidad de un dios. Hizo
brotar fuentes de calor y frío desde la tierra. Con el desarrollo de la
futura ciudad sus descendientes nunca carecerían de agua. Clite dio a
luz a diez hijos de Poseidón, cinco pares de chicos. Atlas fue el primer
hijo del primer par de gemelos, que fue rey del vasto territorio de su
padre. Sus hermanos fueron nombrados príncipes y cada uno gobernaba una
gran sección del reino permaneciendo la casa de su madre en lo alto de
la colina y con las tierras rodeándola. Esto es lo que poseía Atlas.
Atlas se dio a sí mismo muchos hijos con la sucesión del trono pasando
siempre al hijo mayor.
Durante generaciones los atlantes estuvieron apacibles y tenían éxito.
Casi toda la población necesitaban las minas, campos y bosques de la
isla. Cualquier cosa que el reino no producía era importada. Esto era
posible gracias a un canal que se construyó con el cual se atravesaban
todos los anillos desde el océano al centro del reino o la acrópolis. De
esta forma el palacio real estaba cerca de la casa original de Poseidón
y Clite. Cada éxito de los reyes hicieron que se construyera un gran
reino. Finalmente la espléndida ciudad de Metrópolis y las ciudades
exteriores de la Atlántida estaban detrás de un gran muro exterior.
Poseidón asentó las leyes de la Atlántida según las cuales todos los
gobernantes eran iguales. El cuerpo del gobierno se reunía regularmente.
Consistía en diez gobernantes que estaban representados por los primeros
gobernantes, Atlas y sus nueve hermanos, que reinaron con poder absoluto
de la vida y la muerte sobre los demás asuntos. Ellos se reunían en el
templo de Poseidón donde los primeros gobernantes inscribieron las leyes
en un pilar del oráculo. Primero, tal y como era requerido por la
antigua ceremonia, se intercambiaban compromisos. Luego un se capturaba
y mataba un toro sagrado. El cuerpo se quemaba en un sacrificio al dios.
La sangre se mezclaba con vino y se vertía sobre el fuego como un acto
de purificación para cada hombre. A los gobernantes se les servía vino
en copas doradas, cada uno vertía un poco sobre el fuego y hacía el
juramento de juzgar según las leyes inscritas. Cuando terminaban su voto
bebían de su vino y dedicaban su copa al templo. Esto continuaba con una
cena, en la cual los gobernantes estaban vestidos con magníficas túnicas
azules, en la que juzgaban asuntos concernientes al reino de acuerdo con
las leyes de Poseidón.
Mientras tanto ellos juzgaban y vivían según las leyes de Poseidón y el
reino prosperaba. Los problemas empezaron cuando se empezaron a olvidar
las leyes. Muchos de los gobernantes se casaban con mortales y hacían su
vida como los estúpidos humanos. Pronto los gobernantes mostraron
codicia por más poder. Luego Zeus vio lo que les estaba pasando a los
gobernantes. Ellos habían abandonado las leyes de los dioses y actuaban
como hombres en una malvada coalición. Él se reunió con todos los dioses
del Olimpo y ellos pronunciaron el juicio sobre la Atlántida. Es justo
aquí donde la historia de Platón se detiene.
Si Platón tenía la intención de contar el final de la historia de la
Atlántida eso no lo sabe nadie. Tampoco se sabe si Platón creía en la
existencia real de la isla o si era un reino puramente mítico. Muchos
han dicho que Platón creía en la existencia de la isla porque él dio
muchos detalles en su descripción, mientras que otros dicen que la
historia es pura ficción y que Platón así podía dar tantos detalles como
quisiese. Pero esto no prueba nada. También surge la duda sobre el
periodo de tiempo en el que se desarrolla la historia. Solón escribe que
la isla existían 9.000 años antes. Este tiempo sería en la Edad de
Piedra. En este periodo es difícil imaginarse el tipo de agricultura,
arquitectura y sistemas de navegación por mar que se describen en la
historia. Una aclaración sobre este periodo de tiempo es que Solón
podría haber malinterpretado el símbolo egipcio para "100" y "1000". Si
este fuera el caso entonces la Atlántida habría existido 900 años antes.
Esto situaría a la Atlántida en la Edad de Bronce en la cual se poseían
las herramientas necesarias para llegar al desarrollo que se describe en
la historia.
Para corroborar esta teoría de los 900 años, está la evidencia geológica
de que alrededor del año 1500 antes de Cristo hubo una gigantesca
erupción volcánica que causó que la mitad de las islas se hundieran en
el mar. También se dice que se hundió una ciudad en la Bahía de Nápoles.
Al mismo tiempo han sido localizados en la zona varios balnearios ricos
y lujosos. Cuando se narra la historia de la Atlántida es fácil llegar a
ver cómo una de esas ciudades podría ser asociada a ella. La historia
aún cautiva a muchas personas, tanto que se han realizado muchas
excavaciones arqueológicas para encontrar alguna evidencia de la
existencia de la Atlántida, tal y como exponemos a continuación.
2. LA BÚSQUEDA DE LA
ATLÁNTIDA.
(Esta
información ha sido sacada de "De nuevo la Atlántida" en: Espacio
y Tiempo, nº 2, abril 1991, pp. 40-50).
César Luís de Montalbán, explorador y viajro incansable, profundizó
como pocos en la historia y leyendas de Asia y América, y en los
conocimientos más secretos de sus sacerdotes y magos. Producto de todo
ello fue su convencimiento absoluto acerca de la existencia del mítico
continente.
Durante uno de sus viajes a Egipto, Montalbán convivió con sacerdotes
del alto Nilo, quienes le confesaron ser descendientes de los atlantes,
ya que éstos llevaron a Egipto todos los conocimientos y logros de su
civilización. Por cierto, que tal afirmación coincide con el texto de un
rollo de papiro que se conserva en el Museo de San Petersburgo, escrito
durante el reinado del faraón Sent, de la II dinastía, donde se explican
las investigaciones ordenadas por el monarca y llevadas a cabo por una
expedición en busca de La Atlántida, por considerarla la tierra de sus
antepasados.
En otra ocasión, encontrándose en los Andes Orientales, Montalbán entró
en contacto con el más alto sacerdote, el "Pistaco", de aquellos
territorios, perteneciente a una dinastía inmemorial que conservaba la
historia de su estirpe y las más ocultas tradiciones de su pueblo. El
enigmático personaje, al escuchar del viajero una alusión a Jesús,
replicó: "Es mi dios; el dios de mis padres encamado en el culto atlante
de lo, el habitante del templo transparente". Profundamente impresionado
Montalbán por las palabras del "pistaco", insistió para que le contase
cuanto supiera de La Atlántida; pero en aquel momento fue inútil. Hubo
de transcurrir mucho tiempo hasta que, con ocasión de encontrarse ambos
a la vista de La Guardia (puerto de Venezuela), sin solicitarlo pregunta
alguna, el "pistaco" dijo con tristeza mirando las olas espumosas del
Atlántico: "Estas aguas cubren la sepultura de mis mayores, que vivieron
en la hundida tierra, la que está en el fondo del mar. Sus habitantes
fueron muy felices al principio; eran justos y sus ciencias alcanzaron
un progreso grande, pero luego llegaron al vicio y a la maldad.
Entonces, un día, la tierra osciló, los picos fueron cubiertos por
penachos de fuego, y el mar furioso dejó sepultada para siempre La
Atlántida, la tierra de las artes y las ciencias, de las grandes
ciudades con pirámides y obeliscos, de los bellos templos transparentes
de lo, la tierra de los sabios que conocieron la verdad única".
No fue César Luís de Montalbán el primero en obtener en América
testimonios del continente sumergido: ya Orellana, en el curso de sus
conquistas y descubrimientos en tierras de Venezuela, contempló en manos
de los aborígenes unos mapas donde aparecía, perfectamente situado, el
continente de La Atlántida, de donde aseguraron provenir.
Por otra parte, en la "Historia Universal" de Dextro, libro famoso entre
todos los libros perdidos, prohibidos y condenados, que pocos tuvieron
el privilegio de leer, se encontraba - al parecer - la relación completa
de todos los monarcas atlantes que hubo en España, quienes dieron
pobladores a Irlanda, Escocia, Inglaterra y América, los mismos que
enviaron colonias a Asia y poseyeron parte de África, proporcionando
también reyes a los celtas y troyanos. España, en definitiva, aparecía
en aquellos tiempos como la cabeza de todo Occidente. Desgraciadamente,
esta joya bibliográfica desapareció misteriosamente, siendo sustituida
por la más conveniente "Historia" de Flavio Lucio, la cual, desde
entonces, se tuvo por la auténtica historia de Dextro.
Don
Benito Arias Montano (1527-1598), políglota y heterodoxo extremeño,
maestro y sabio, fue uno de los pocos privilegiados que tuvo en sus
manos la obra; y no sólo éste, sino también otro libro de similar
contenido e igualmente prohibido y condenado: "El Cronicón" de Pedro
Orador, de Zaragoza. Arias Montano hizo partícipe de su sorpresa y
emoción a Felipe II, y éste le encargó escribir para la naciente
biblioteca de El Escorial unos pliegos sobre ambas obras, así como un
epítome de los reyes hispano-atlantes, lo cual resulta tan significativo
como revelador. Una copia de estos escritos fue llevada por Montano a su
"Peña", sumándose así a los muchos secretos que el gran maestro dejó
sepultados para siempre en su querida y enigmática Peña de Alájar.
Mario
Roso de Luna, un ilustre extremeño astrónomo y escritor, publicó en 1904
un primer estudio sobre la escritura ógnica en Extremadura, defendiendo
la hipótesis de la existencia de atlantes en esta tierra. En sus páginas
aparecieron también algunas fotografías de extraños caracteres, un buen
número de los cuales con forma de cazuelas, lo que indujo a Roso a
referirse a "una escritura de cazoletas", asegurando que la misma
correspondía a un enigmático pueblo de astrónomos muy anterior a iberos
y celtas, un pueblo misterioso que, según deducciones de Roso, sólo
podía provenir de la legendaria Atlántida.
Uno
de los testimonios más importantes acerca de la existencia de La
Atlántida se debe a Heinrich Schliemann (1822-1890), el célebre
arqueólogo descubridor de Troya. Un nieto de Heinrich, Paul Schliemann,
publicó un artículo que causó cierto escándalo en los medios científicos
e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título, "Cómo
encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización", era ya
suficiente para alborotar a los arqueólogos. Contaba el autor del mismo
que, días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre
lacrado con la siguiente inscripción: "Este sobre sólo podrá ser abierto
por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las
investigaciones que están bosquejadas y contenidas en él." Y en una nota
confidencial añadida al sobre lacrado añadía: "Rómpase el recipiente con
cabeza de lechuza. Exáminese el contenido. Concierne a La Atlántida.
Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el
cementerio del valle Chacuna."
El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y
rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias
fotografías y documentos. En uno de ellos leyó: "He llegado a la
conclusión de que La Atlántida no era meramente un gran territorio entre
América y las costas occidentales de Africa y Europa, sino también la
cuna de nuestra civilización. En las adjuntas compilaciones se
encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto
existen en mi mente."
"Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya -relató Heinrich
Schliemann en uno de sus escritos- y descubrí en la segunda ciudad el
famoso "Tesoro de Príamo", encontré en él un hermoso jarrón con cabeza
de lechuza y de gran tamaño. Dentro se hallaban algunas piezas de
alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado.
Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase
en caracteres jeroglíficos fenicios, que decía: "Del rey Cronos de La
Atlántida". El que esto lea podrá imaginar mi emoción. Era la primera
evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han
perdurado por todo el mundo. Guardé en secreto este objeto, ansioso de
hacerlo la base de investigaciones que creía serían de importancia mayor
que el descubrimiento de cien Troyas. Pero debía terminar primero el
trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros
objetos que procedieran directamente del perdido continente. En 1883,
encontré en el Louvre una colección de objetos desenterrados en
Tiahuanaco; y entre ellos descubrí piezas de alfarería exactamente de la
misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los
que yo había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Príamo."
"Está fuera de rango de las coincidencias que dos artistas hicieran dos
jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del
mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza, colocadas en
idéntica forma. Conseguí algunos de estos objetos de Tiahuanaco y los
sometí a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron,
concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los
troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más
tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América.
Analicé los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que
había visto. El análisis químico demostró que estaba hecho de platino,
aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los
restos de las antiguas ciudades. Los objetos no son fenicios, micénicos
ni americanos. La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un
centro común. La inscripción grabada en mis diálogos indicaba ese
centro: ¡La Atlántida!"
"Una inscripción que desenterré cerca de la
puerta de Los Leones,
en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el
hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de La
Atlántida, quien, habiéndose enamorado de una hija del rey Cronos,
escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer
templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra. Toda esta inscripción
es muy importante, y la he mantenido en secreto".
Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmáticos jarrones,
encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en
la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras:
"Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes". "Siguiendo las
indicaciones de mi abuelo - resumió Paul Schliemann sus investigaciones-
he trabajado durante seis años en Egipto, África y América, donde he
comprobado la existencia de La Atlántida. He descubierto este gran
continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda alguna, todas las
civilizaciones de los tiempos prehistóricos..." En este punto del relato
las noticias sobre sus descubrimientos se pierden.
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