Resurrección de una
antigua polémica a la luz de las fuentes históricas, filológicas,
toponímicas y epigráficas.
(I
Parte)
Georgeos Díaz-Montexano.
Presidente Fundador Eméritus de la Sociedad Epigráfica (España)
Anverso: Cabeza viril diademada a
derecha.
Reverso: Jabalí a derecha, sobre punta
de lanza.
Debajo CELTITAN. (http://www.tesorillo.com/hispania/2latinas1.htm
)
Durante mucho tiempo hemos leído numerosos libros y folletos que afirman
y reafirman el origen galo-germánico o centro-europeo de los pueblos
denominados genéricamente como “Celtas” (Keltoi) y “Celtiberos” (Keltibero),
que poblaron la Hispania Prerromana. Se ha repetido una y otra vez, de
manera, casi siempre categórica, esta “supuesta” realidad, apoyada en no
pocas interpretaciones arqueo-históricas. En la actualidad diríase -tal
como se enseña en escuelas y universidades- “que el postulado teórico ha
sido demostrado científicamente”. Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿Se
han analizado con suficiente rigor y sin actitudes preconcebidas, todas
las fuentes auxiliares de la Historia antes de emitir tales
conclusiones? Un estudio (que aún, consideramos en fase preliminar) de
aquellas fuentes que contribuyen a todo proceso de enriquecimiento y
reconstrucción histórica como son las tradiciones, la simbología y
Religiones comparadas, la Lingüística, la Epigrafía, la toponimia y las
referencias de los antiguos historiadores, ya nos permite responder
negativamente. El tema sobre el origen de los celtas hispanos, tal y
como se acepta hoy día, como oriundos de centro Europa, no puede darse
aun por inapelable, y mucho menos ya zanjado.
A partir de este artículo iremos abordando, paso a paso, los múltiples
elementos detectados dentro de cada una de las fuentes de la historia ya
citadas, y que, a nuestro juicio, bastarán para sustentar, de manera
sólida y objetiva, una antigua realidad histórica (desplazada por una
hipótesis, posteriormente convertida en dogma):los Celtas son oriundos
de la Península Ibérica.
Para dar inicio a la exposición y desarrollo de nuestro enunciado,
comenzaremos por un breve recuento de los investigadores que nos
precedieron en la defensa de este polémico asunto.
El primero que, al parecer, expuso la hipótesis fue el ilustre erudito
Masdeu, “padre de la crítica de la historia de España” (S. XIX). Según
él “los celtas eran originarios de España”. Posteriormente Fernández
Guerra afirma en el artículo “La Cantabria”, Boletín de la Sociedad
Geográfica, tomo VI, que los celtas fueron iberos en su origen. Sin
embargo, después, curiosamente, se retractó. Por otra parte, el Sr.
Malte-Brun creyó también a los celtas, de origen ibérico, al igual que
Vallonce en su “Ensayo de la lengua céltica” y Pelloutier en la
“Historia de los celtas”, tomo I. Humboldt creyó en el parentesco entre
iberos y celtas. Lo mismo pensaron Pictet, Hübner y el Padre Fita, quién
examinó más de doscientas inscripciones hispano-romanas, llegando a
establecer una división de la lengua de los celtas-hispanos, en dos
ramas: una relacionada con la hibérnica o antigua irlandesa (Gaélica),
la más temprana, que ocupaba la Bética y la Lusitania; y otra, más
parecida a la Gaélica y Británica, esparcida desde el extremo
delFinisterre hasta la cabeza del Guadiana. Mas adelante veremos que nos
dicen las más recientes investigaciones epigráficas y lingüísticas al
respecto.
Mención aparte merece el insigne filólogo y epigrafista español D. Juan
Fernández Amador de los Ríos, quién en 1.922 dedicó un extenso capítulo
al tema, en su libro “Monumento y tesoro de la Lengua Ibérica”, una
obra, sin duda, erudita y de valiosa consulta. Amador de los Ríos llegó
a la conclusión de que el nombre celta, propiamente dicho, era de origen
hispano, derivándose de la ciudad de Celti o Kelty, población importante
de las orillas del Betis, de la cual se formó el término “célticos”. El
análisis lingüístico de las palabras griegas keltoi, keltike y keltisti,
realizados por numerosos celtólogos de la época no aclararon más que, el
término hacía referencia a gentes celtas, país celta y lo que es
céltico, probándose a su vez que estos nombres no eran de origen
helénico.
Otro elemento importante, a tener en cuenta, es la inexistencia de
topónimos, hidrónimos y nombres de ciudades con los nominativos Celti o
Kelti, en las Galias y en, la Germania. Sólo se encuentran en Escocia y
en Irlandalos pueblos de Quilty o Kilty. Sin embargo, en España
existieron tres ciudades: una denominada Celti y Celtitan (el pais de
los celtas) en la Bética; otra, llamada Céltici, en la Lusitania y la
tercera, Celta o Celsa en las orillas del Ebro. Referenciados por varios
autores de la antigüedad, entre ellos Estrabón, quién al referirse a los
célticos de Gallaici (Galicia), afirma que procedían de los célticos de
las orillas del río Ana (actual Guadiana); y junto a Solino anota que
emigraron desde el sur en compañía de los Turdulis o Turdetanos
(ibéricos del mediodía, emparentados con los Tartesios).
Son varias las razones que pueden aducirse como prueba de que los celtas
de España son más antiguos que los de la Galia y Gran Bretaña, según el
destacado lingüista y epigrafistaespañol Amador de los Ríos:
“... Primero, el hecho deque en Iberia, a pesar de existir el roble y la
encina, no existieron druidas o sacerdotes dedicados a su culto -los
cuales tomaron su nombre de drus, es decir, encina en griego, idioma que
usaban y escribían los druidas en la Galia, según Julio Cesar.
Segundo, si los celtas hubieran venido a España desde las islas
Británicas, como planteaba Hirt, o de las Galias como afirmaban H.
D´Argois De Jubajinville, Phhilipon y Jullian (padres del actual
postulado galocentrista), hubieran existido los druidas en España,
sacerdocio que nunca fue referenciado por cronista alguno, pero que sí
existió entre los galos y britanos; entre los que, según Cesar, “...
tuvo su origen , donde los que quieren estudiarlo a fondo van a
aprenderlo....”
Tercero, se tienen noticias de los autores clásicos sobre las
migraciones de los celtas hispanos a las islas británicas, y por el
contrario ninguno habla de emigraciones a la inversa.
Cuarta, constan numerosos nombres ibéricos en Escocia, Gales, Irlanda,
Francia (fundamentalmente en la Bretaña francesa, colonia de los
bretones), y en Gran Bretaña, donde se encuentran abundantes
nominaciones de lugares semejantes a los de Hispania...“
Nosotros creemos que estos argumentos son bastantes convincentes, pero
quizás aún más significativo sea el de la inexistencia del druidismo en
España.
Sobre este asunto vale la pena que abundemos un poco más. Pero... ¡OJO!
No debemos entender al pie de la letra al druidismo como sinónimo
exclusivo de actividades ceremoniales o casta sacerdotal. El hecho de
que no exista ni la más mínima referencia sobre Druidas o actividades
propias de éstos en la Hispania prerromana, no significa que entre los
celtas ibéricos no existieran sacerdotes con otras denominaciones y
otros cultos. La importancia de esta observación radica en una lógica
elemental, en efecto, si los celtas de España eran descendientes de los
galo-germanos y/o de los británicos irlandeses, no se explica entonces
que existiendo una marcada actividad druídica, sobre todo en las Islas
Británicas, no se haga referencia de la misma en Iberia. Contra esto
pudiera argumentarse que el druidismo fue una invención tardía, que en
la época en que Cesar estuvo en la Galias, aún no se había implantado en
Hispania. Es posible, pero poco probable, pues significaría que fue
creado casi con la entrada misma del Imperio Romano. Por otra parte,
resulta ilógico pensar que entre Francia y Britana existieran relaciones
druídicas (como planteaba Cesar) y que no ocurriera lo mismo entre galos
y celtíberos que estaban mucho más cercanos. Sin embargo, es evidente
que el druidismo ya debía contar con una larga tradición a la llegada de
los romanos a las Galias.
Por consiguiente, la única explicación lógica posible sería que, tal
vez, aunque en un principio Galos, Británicos y Celtas tuvieron un
origen común, a la llegada de los romanos ya hacía mucho tiempo que
estos habían tomado rumbos diferentes (como pueblos) al de los celtas
hispanos, sus ancestros. Los grupos que quedaron en la península ibérica
después de las migraciones, y al menos durante unos cuantos siglos, no
debieron mantener contactos sistemáticos con sus derivados. Otro dato
que resulta contundente en su valoración es la referencia de Julio César
sobre el origen de los galos. Según él, éstos tienen como orgullo el
descender de Dite, lo cual, dicen, han descubierto los druidas,
divinidad a la que ofrecían sacrificios humanos.
La mayoría de los escritores clásicos afirman que Dite, Hades o Plutón
(Señor de la muerte, de la región inferior o infierno (también de donde
se extraen los metales) y de los pueblos dedicados a la minería, reinaba
en las tierras del Ocaso y Occidente, y remarcaban que esta era la
Iberia. Al respecto he descubierto inscripciones prerromanas y
monogramas relacionados con la citada divinidad en varios puntos de
Galicia. Estrabón expone (refiriéndose a la región de Dite): “...se
halla situada en los últimos confines de la tierra, donde se dijo que se
había ubicado el país de Hades o infierno...”. El finisterri.
En la Península Ibérica hubo una comarca consagrada a Dite, por sus
grandes explotaciones mineras, llamada la Deitania y creían los helenos
(cuya lengua y escritura conocían los druidas) que en ella había vivido
la divinidad, como en toda la Hispania. Por lo tanto, puede entonces,
interpretarse que al decir que los galos eran descendientes de Dite se
refirieran a que, lógicamente, procedían de la tierra donde habitaba
Dite, o sea, Iberia.
Hablando, pues, de leyendas, Dionisio de Halicarnaso refería sobre el
origen de los celtas y su semejanzas con los iberos, que Ibero y Celta
fueron dos hijos de Hércules, los primeros reyes de los países que por
ellos se llamaron Iberia y Céltica, así como sus habitantes Iberos y
Celtas. Y Dionisio Sículo afirmaba que la madre de Celta e Ibero se
llamaba Pyrene (¿Pirineos?). y era hija del rey Bebrykos. Estas leyendas
pudieran tener, como casi todos los mitos, un trasfondo histórico real,
que esté haciendo alusión a la región de origen de iberos y celtas.
La segunda parte de
este trabajo aparecerá escaneado de las páginas de la "Revista
Arqueología Sin Fronteras"