En 1979, Manuel Riquelme Impartía la
asignatura de prospección Geofísica en la Escuela de Ingeniería de Minas
de Huelva. Hacía poco que se habían construido los puentes que unían su
querida Punta Umbría con la capital, Huelva, cuando, en su mente,
renacieron la palabras del célebre arqueólogo e hispanista alemán Adolf
Schulten. En los años cuarenta, el estudioso germano afirmó que los
tartesios habían habitado Huelva capital, la isla Saltés y lo que hoy es
Doñana. Por este motivo, Riquelme decidió aplicar sus conocimientos en
prospecciones de agua subterránea, petróleo, gas y rocas para hallar
evidencias de dicha presencia mediante una «calicata eléctrica», un
método de exploración del subsuelo. Aquel estudio ayudó a encontrar
cuarenta yacimientos, entre ellos una factoría romana de salazones en
Punta Umbría.
Ya en la década de los 90, Riquelme descubrió
el bioelectromagnetismo de la mano del Padre Pilón y, a partir de
entonces, decidió aplicar sus nuevos conocimientos a la sanación, así
como a la arqueología. Según explica: «toda materia, sea orgánica o
inorgánica, emite radiaciones de una frecuencia determinada, "ondas de
forma" diferenciadas, que pueden ser cuantificadas por medio de un
índice y un instrumento radiónico. En otras palabras, se puede medir el
valor vibratorio de cualquier objeto y expresarlo mediante un valor o
código numérico». En opinión de Riquelme, «cada yacimiento tiene su
propia identificación energética».
A partir de ahí, Riquelme continuó aplicando
las cuadrículas y perfiles de calicata sobre mapas de prospección
geofísica, pero ahora realiza la prospección mediante aparatos
radiónicos y a distancia. «Los más sencillos constan de tres o más
diales para determinar los índices, un pozo para testigos y un
detector táctil». Eso sí, Riquelme destaca que «la capacidad de
percepción extrasensorial es necesaria; se debe trabajar en estado
'alfa', con la mente concentrada, para una perfecta sintonía entre la
mente y lo que se está investigando».
Utilizando este inusual método, en el verano
del 2004 realizó la cartografía de la factoría romana de salazones, que
se encuentra en los límites del casco urbano de Punta Umbría, junto a la
ría, enterrado a escasos 2,5 metros de profundidad. Tras el excepcional
descubrimiento comenzó a interesarse por la cultura tartéssica y, unos
meses después, elaboró su propia cartografía de «los límites de la
civilización de Tartessos». Los más de 300 yacimientos cartografiados
delimitan con claridad muchos de los ya conocidos y permiten atisbar que
el misterioso reino de Tartessos sirvió de base a culturas posteriores.
Esta cultura perdida comprendería todas las provincias andaluzas, sur de
Badajoz, Ciudad Real, Albacete y Murcia, parte del sureste de Alicante y
el norte de Marruecos. Localidades como Valdepeñas, Utrera, Jerez, San
Fernando, Córdoba, Estepona, Málaga o Granada son sólo algunas donde se
encuentran los restos más importantes.
Según Riquelme, en Punta Umbría se ubicó una
gran ciudad del reino tartésico. La abundancia de yacimientos en esa
zona se explica por que las marismas la han mantenido aislada de la
«furia» constructiva del exterior; hasta que se hicieron los puentes
citados, sólo se podía llegar a la localidad en barca: la carretera
llegó hace poco tiempo.
EL CSIC INVESTIGA
El interés por la civilización
tartéssica se ha renovado con fuerza como consecuencia de los avances
tecnológicos. Gracias a unas imágenes tomadas mediante satélite, los
científicos alemanes W. Wic bolt y R. W. Kühne descubrieron hace apenas
tres años unas extrañas formas circulares en la marisma de Hinojos, eb
el corazón del Parque Natural de Doñana. Dichas estructuras, en opinión
de los estudiosos alemanes, pertenecerían al reino de Tartessos pero
dejaron la puerta abierta a una posible relación con la Atlántida.
Aquellas imágenes venían a corroborar otras realizadas anteriormente,
tomadas desde 100 metros de altura, y que mostraban formas circulares de
200 metros de diámetro. También se apreciaban en ellas figuras
rectangulares, lo que confirmaría su origen artificial.
En la actualidad los historiadores no han
podido datar con seguridad la civilización tartéssica, aunque se cree
que se desarrolló entre los siglos X y VI a. C. El santuario de Coria
del Río (Sevilla), una necrópolis onubense y el santuario de Cancho
Roano (Badajoz), son algún de las estructuras de esta cultura
descubiertas hasta el momento. A los mencionados estudios de Wickbolt y
Kühne hay que sumar también los esfuerzos de un grupo del CSIC (Centro
Superior de Investigaciones Científicas). Este equipo de científicos
españoles no se atreve a afirmar con rotundidad que las huellas de
Tartessos está efectivamente en Doñana, pero están realizando
excavaciones en busca de restos de asentamientos humanos. En
verano del año 2006 tomaron muestras del subsuelo que arrojaron
resultados más que interesantes: «donde tenía que haber sólo arcilla,
hay dos capas que pueden tener un metro de concentración de arena»,
explicó el profesor de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez. Esta
anomalía podría estar indicando la existencia de yacimientos. Rodríguez
explicó que en la zona hay evidencias geológicas de dos episodios
violentos, probablemente tsunamis. Uno de ellos dataría del 1500
a. C. y otro del siglo II de nuestra era. De confirmarse que en la zona
se produjo un cataclismo, «cuadraría perfectamente con la teoría de una
ciudad prerromana borrada del mapa», explicó Rodríguez. Un hipoteco
escenario que recuerda inevitablemente al mito de la Atlántida.
Curiosamente, Manuel Riquelme ha llegado a conclusiones similares a
pesar de que desconocía estas investigaciones. En 2005 el estudioso
onubense decidió dar un paso más en sus pesquisas e intentó localizar la
Atlántida utilizando cartas marinas de una amplia zona del océano
Atlántico, al oeste de África y España.
En su opinión, «la Atlántida era un
archipiélago, una de cuyas islas habría estado entre Portugal y la
ensenada de Huelva. Habría otra en el Mar de Alborán». Las islas
Canarias serían, según él, la parte más alta de otra isla de la
Atlántida -con una extensión como la de Andalucía- que se habría
hundido.
Continuando con sus trabajos en los
alrededores de Huelva, Riquelme descubrió un yacimiento en la ría de
Punta Umbría junto a los ya mencionados, con forma de fortaleza
amurallada. Riquelme no vacila en afirmar que a sólo nueve metros bajo
tierra hay un yacimiento atlante . . .
IMPERIO IBERO-MAURETANO
Todos estos datos se unen a los de otros «heterodoxos». El polémico
investigador Georgeos Díaz es uno de los que ha apoyado las teorías de
los autores alemanes en relación a la validez de la Atlántida de Platón,
definiéndola como un «Imperio íbero-Mauretano de la Edad del Bronce».
Apoyando su teoría se han descubierto pilares, murallas y losas bajo el
mar en las costas onubense y gaditana. Díaz ha estudiado los textos
originales de Platón, encontrando malinterpretaciones de su texto sobre
la Atlántida, lo que daría nuevas claves para dar con su paradero. Para
el investigador de origen cubano, la desaparición de la Atlántida, según
el Critias de Platón, habría tenido lugar entre el 1500 y el 3000
a. C.
En el Timeo, Platón describe cómo la
potencia unida de los reinos atlantes trató de esclavizar todo el
Mediterráneo oriental. Pero Platón no inventó la historia de la
Atlántida, sino que la tomó de un texto anterior, de los tiempos de
Salón, volcándola posteriormente en Critias y en parte del
Timao. A su vez, Solón escuchó esta historia a unos sacerdotes
egipcios, que le contaron cómo «los reinos Atlantes trataron de invadir
ambas regiones: la nuestra y la vuestra». Ciertamente, en torno al siglo
XIII a. C. el oriente mediterráneo sufrió una invasión masiva de
consecuencias devastadoras a manos de una confederación de reinos de
origen incierto, denominados como «Los pueblos del Mar». En un periodo
muy corto de tiempo, el imperio hitita y la civilización micénica
sucumbieron ante ellos, y el Egipto de Ramsés III logró frenar la
invasión, aunque no sin dificultades.
Con estos datos, Díaz sitúa la desaparición de
la civilización atlante al final de la edad de Bronce o en el periodo
Micénico, por lo que podría coincidir con los tartessios. Para él,
Platón nunca habló de la Atlántida como un enorme continente, sino como
nhsos, es decir, como una «isla o península» y la situó
precediendo la boca de los Pilares de Hércules: Gibraltar.