El
islote de Sancti-Petri corresponde al
extremo Sur de San Fernando y se halla en la
desembocadura meridional del caño del mismo nombre. En
la Antigüedad se hallaba unido a la isla de Cádiz por
una calzada hoy desaparecida en el mar aunque existen
vestigios de ella.
Según los geógrafos antiguos era el emplazamiento del
famoso Templo de Hércules, también
llamado Herakleion (asimilado del
Melkart fenicio), uno de los santuarios
más importantes de Mundo Antiguo.
Según
el historiador latino Pomponio Mela
bajo el templo estaban enterrados los restos del dios
mitológico, de ahí su gran fama. Las fuentes
histográficas clásicas relatan que muchos personajes
célebres, ilustres por sus hazañas o su nobleza
visitaron este templo. Tito Livio narra
que Anibal arrivó a la isla para
ofrecer al dios sus votos antes de emprender la
conquista de Italia. En este santuario, Julio
Cesar tuvo un sueño que le predecía el dominio
del mundo después de haber llorado ante el busto de
Alejandro Magno por haber cumplido su edad sin haber
alcanzado un éxito importante.
Estrabón, en el s.I a.C., en su
Geografía, refiere que los tirios
fundaron “Gadeira” y alzaron el
santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en
la parte occidental.
El santuario probablemente sería un conjunto de
edificaciones donde el templo estaría en la zona más
antigua: un patio abierto con una puerta flanqueada por
dos grandes columnas. Las famosas puertas mostraban los
trabajos de Hércules, labrados en bronce.
Se
decía que el templo había sido fundado en tiempos de la
guerra de Troya (comienzos del s. XII
a.C.). Según Silio Itálico, del s. I
a.C., “Las vigas puestas en los orígenes del templo no
las habían tocado sino las manos de sus constructores”.
Añade que en el frontispicio aparecían los doce trabajos
de Hércules, y que la divinidad del templo era
invisible, pues ninguna imagen había en el interior del
recinto con la figura del dios al que estaba consagrado.
Asimismo hace referencia al hecho de que los sacrificios
humanos estaban prohibidos y que un fuego permanente y
nunca extinto ardía en sus aras, cuidado por la
incesante vigilancia de sus sacerdotes. También comenta
Silio Itálico: “Los sacerdotes, que son
los únicos que tienen el honor de penetrar en el
santuario, han cerrado su entrada a las mujeres y cuidan
de alejar de él a los puercos. Llevan ante el altar
vestidos de un sólo color; el lino cubre sus miembros;
una cinta brilla en sus temporales. Por lo general,
cuando ofrecen incienso se cubren con un vestido talar,
y cuando inmolan víctimas dicha vestimenta va bordada de
púrpura, según vieja costumbre; llevan los pies
descalzos, la cabeza pelada y guardan celibato.”
Según
Estrabón, en las columnas de la
entrada, probablemente de bronce, los navegantes hacían
sus sacrificios.
Abundaban en el santuario los altares de bronce con el
fuego sagrado o mostrando escenas de la vida de
Hércules. Además de los restos de este dios tenia
reliquias tan famosas como el cinturón de Teucro,
héroe griego hijo de Telamon, y el
árbol de Pigmalión cuyos frutos decían
que eran esmeraldas, lo cual se puede relacionar con los
dragos que existen en Cádiz de varios
siglos de antigüedad. Del tesoro del templo nada queda
por las expoliaciones durante las campañas militares.
Muy famosos fueron los dos pozos de agua dulce que
tenían un régimen de crecidas inverso al de las mareas,
estudiados desde la antigüedad surgiendo las primeras
deducciones sobre los movimientos del mar y su conexión
con las fases de la luna.
Durante la época romana persistió el esplendor del
templo que alcanzó máximo esplendor en tiempos de
Trajano.
Desde
principios de nuestro siglo importantes hallazgos
arqueológicos denotan la relevancia que debió tener el
santuario: un emperador romano divinizado, de gran
tamaño (1905); una estatuilla de bronce representación
de la fama dirigiendo una cuadriga; una gran estatua
thoracata de bronce, hallada en Rompetimones en 1925.
El
templo comenzó su decadencia en el siglo IV hasta perder
su pasada grandeza por completo durante el dominio
visigodo. Sufrió ataques y destrucciones, la acción del
mar, la explotación de canteras de piedra ostionera y
las sucesivas ocupaciones que sobre él se han ido
desarrollando, por lo que prácticamente el santuario ha
desaparecido. Su existencia la constata los hallazgos
arqueológicos y los textos griegos y latinos,
reafirmados desde el siglo XVI por historiadores y
eruditos.
En la
actualidad el castillo es un conjunto de edificaciones
levantadas a partir de finales del siglo XVI y durante
el XVII, que se encuentran en estado de completo
abandono. A lo largo de su historia ha sufrido los
ataques de piratas, a veces sus piedras han sido
reutilizadas para obras de fortificaciones en otros
puntos. Durante la invasión francesa el castillo fue
duramente bombardeado de 1810 a 1812 y también
posteriormente en 1823 durante el segundo bloqueo
francés.
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