TARTESSOS: CONOCIMIENTO Y SABIDURÍA

 
                                                     

 

 

 

 

 

 

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De AIN SOPH emana toda la Creación, pero la Creación no es igual ni en su esencia ni en potencia al Ain Soph, quien por medio de su Divina Luz Increada irradia de sí mismo una inteligencia, un poder, que si originalmente participa de la perfección e infinitud de su creador, por derivarse de Él tiene un aspecto finito. La Kábala llama a esta primera emanación espiritual del Ain Soph, el inefable Anciano de los Días, que es el Ser de nuestro Ser, el Padre y Madre en nosotros.

 

No pudiendo expresarse Ain Soph en el Mundo Físico limitado, se expresa por medio de sus "DIEZ SEPHIROTES".

 

En Ain Soph existe una extraña evolución que ni los Dioses ni los hombres conocen. Más allá del Intimo está el Logos o Cristo. Más allá del inefable Anciano de los Días está Ain Soph o el Absoluto. A su exhalación se llama Día Cósmico (Mahanvantara), a su inhalación Noche Cósmica (Gran Pralaya).

 

Durante la Noche Cósmica el Universo se desintegra en Ain Soph y sólo existe en su mente y en la de sus Dioses, pero lo que en la mente de El y en la mente de Ellos existe, es objetivo en el Espacio Abstracto Absoluto.

 

Antes de que el flamígero corazón del Sistema Solar de Ors en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser, comenzara a palpitar intensamente después del Gran Pralaya, el Tiempo no existía, pues yacía dormido entre el seno profundo del Espacio Abstracto Absoluto.

 

Si al final del MAHANVANTARA, las Siete Dimensiones básicas del Universo quedan reducidas a un simple punto matemático que se pierde como una gota entre el Gran Océano, es evidente que entonces el Tiempo deja de existir.

 

Los mundos como los hombres, los animales y las plantas, nacen, crecen, envejecen, y mueren. Todo lo que alienta bajo el Sol tiene un tiempo definido.

 

La Sabiduría Antigua dice que Brahama, el Padre, el Océano del Espíritu Universal de Vida, al llegar la Gran Noche (eso que los Indostaníes llaman Pralaya o disolución del Universo), se sumerge entre el Espacio Abstracto Absoluto durante 7 Eternidades.

 

Las 7 Eternidades significan "Evos" o períodos de tiempo totalmente definidos, claros y precisos. Se nos ha dicho que un Mahakalpa, Gran Edad, Día Cósmico, tiene un total de 311²040.000¹000.000 de años. Es obvio que un Mahapralaya, Noche Cósmica, equivale a la misma cantidad de tiempo.

 

Cuando llegue la Noche Profunda de los Creadores de este Sistema Solar, éstos se absorberán en el seno del Absoluto, quedará un grupo de lunas. Los Planetas, el Sol, la Tierra y la vida habrán desaparecido con todas las Chispas Virginales; a nosotros nos corresponde una Chispa Virginal, a cada criatura viviente le corresponde una Chispa Virginal y éstas se absorberán en el Absoluto por 7 Eternidades.

 

Si observamos a Selene (nuestra Luna) veremos que es un cadáver, tuvo rica vida, mares, volcanes; hay otras lunas que giran alrededor de Marte, Saturno, etc., que un día tuvieron vida. En el pasado MAHANVANTARA que fue un Padma o Loto de Oro hubo en la Luna una humanidad, 7 razas y murió.

 

Antes del amanecer del MAHANVANTARA el Universo dormía en la terrible Oscuridad.

Al comienzo o aurora de cada Universo, la Eterna Luz Negra u Oscuridad Absoluta se convierte en Caos.

Las Tinieblas son en sí mismas Padre-Madre; la Luz su Hijo, dice la Sabiduría Antigua.

Es evidente que la Luz Increada tiene un origen ignoto, absolutamente desconocido para nosotros.

De ninguna manera exageramos si enfatizamos la idea de que tal origen son las Tinieblas.

Hablemos ahora sobre la Luz Prestada, Cósmica, Secundaria; es obvio que cualquiera que sea su origen y por bella que sea, tiene en el fondo un carácter pasajero, Mayávico.

 

Las inefables TINIEBLAS PROFUNDAS, constituyen pues, la Matriz Eterna, en la cual los orígenes de la Luz aparecen y desaparecen.

 

Se dice que el Absoluto son Tinieblas, de las Tinieblas sale la Luz, LA LUZ INCREADA DEL ABSOLUTO sale de las Tinieblas Profundas de la Gran Noche, de esas Tinieblas que no tienen la Luz, brota la Luz Increada. Si a nosotros nos colocarán ahí no veríamos mas que un abismo y tinieblas profundas, pero para los habitantes del Absoluto (Paramarthasatyas), esas Tinieblas es Luz Increada ni por un hombre ni por un Dios, donde reina una Felicidad inagotable, una Dicha inconcebible.

 

Hay tremendos genios del mal como Belial, Bael, Moloch, etc., terribles Maestros; sabiendo que la Luz sale de las Tinieblas se precipitaron en el Abismo aun cuando saben que van a involucionar. Del Abismo sale la Luz, por eso nos toca descender a las Tinieblas para destruir al "Yo", al Satán para arrancarle la Luz a las Tinieblas.

 

LOS DIOSES MEDIANTE EL FUEGO SURGEN DEL ABISMO Y SE PIERDEN EN EL ABSOLUTO.

Luz y Tinieblas son fenómenos del mismo Noúmeno ignoto, profundo, inconcebible para la razón.

 

El que percibamos más o menos la Luz que resplandece de las Tinieblas es cosa que depende de nuestro Poder de Visión Espiritual. El Absoluto es Tinieblas profundas para los ojos humanos, y Luz Increada y terrible para la Jerarquía Inefable de los Paramarthasatyas.

 

"Lo que es la luz para nosotros, es tinieblas para ciertos insectos, y el Ojo Espiritual ve Iluminación allí donde el ojo normal tan sólo percibe oscuridad".

El Universo sumido en Pralaya después del MAHANVANTARA, disuelto en su elemento primordial, reposa necesariamente entre las Tinieblas Profundas del Espacio Infinito.

 

Es urgente comprender a fondo el misterio profundo de las Tinieblas Caóticas. Del Caos sale el Cosmos y de las Tinieblas brota la Luz; oremos profundamente...

 

Escrito está y con palabras de fuego en todos los libros sagrados del mundo, que el Caos es el semillero del Cosmos.

La Nada, el Caos, es ciertamente y sin la menor duda el Alfa y Omega, el Principio y el Fin de todos los Mundos que viven y palpitan en el inalterable Infinito.

 

En el Aitareya Brahmana, preciosa lección magistral del Rig Veda queda en verdad demostrado hasta la saciedad la tremenda identidad entre esas luminosas ideas de Brahmanes y Pitagóricos, pues unos y otros se apoyan en las matemáticas.

En el citado volumen indostánico se alude con frecuencia al Fuego Negro, a la Obscura Sabiduría Abstracta, Luz Absoluta incondicionada y sin nombre.

 

Esa Seidad Abstracta, el Cero-Aster primitivo de los Parsis, la Nada saturada de vida, Aquello... Aquello... Aquello.

Dios en sí mismo, es decir, el EJÉRCITO DE LA VOZ, el Verbo, la Gran Palabra, muere, cuando llega el Gran Pralaya, la Noche Cósmica, y renace terriblemente divino en la aurora del MAHANVANTARA Divino.

 

El CERO ABSOLUTO RADICAL en Aritmética Trascendente, el Espacio Abstracto en Geometría, la Incognoscible Seidad (no se confunda con Deidad que es diferente) no nace, ni muere, ni se reencarna.

 

De ese Todo Incognoscible o Cero Radical, emana al comenzar cualquier Universo Sideral, la Mónada Pitagórica, el Padre-Madre Gnóstico, el Purusha-Prakriti Indú, el Osiris-Isis Egipcio, el Protocosmos Dual o Adam-Kadmon Kabalista, el Teos-Chaos, de la Teogonía de Hesíodo, el Ur-Anas o Fuego y Agua Caldeo, el Iod-Heve Semita, el Perú-Ama Parsi, el Uno-Único, el Aunadad-Ad Budhista, el Ruach Elohim o Divino Espíritu del Señor flotando sobre las Aguas Genésicas del primer instante.

En la NOCHE PROFUNDA sólo Tinieblas llenaban el Todo sin límites; pues, Padre, Madre e Hijo eran una vez más Uno, y el Hijo no había aún despertado para la Rueda y su peregrinación en ella.

Escrito está y con caracteres de fuego inconfundible en el Libro de la Gran Vida que al final del Mahanvantara, Osiris (el Padre), Isis (la Madre), y Horus (el Espíritu Divino), se integran, mezclan y fusionan como 3 Fuegos para formar una sola Llama.

 

Busquemos a OSIRIS, ISIS Y HORUS dentro de nosotros mismos en las ignotas profundidades de nuestro propio Ser.

Es obvio que Osiris, Isis y Horus constituyen en sí mismos la Mónada, la Duada y la Tríada de nuestro Ser Interno.

¿Habéis oído hablar de Brahama? El es en sí mismo Padre-Madre-Hijo.

 

En cada nueva Aurora Cósmica, el Universo resucita como el Ave Fénix de entre sus propias cenizas.

En el amanecer de cada Mahanvantara, la Mónada se desdobla nuevamente en la Duada y en la Tríada.

 

Al rayar el alba del nuevo Día Cósmico después de la Noche Profunda, el Hijo, la Tríada, Horus (el Espíritu Divino de cada cual), emana de sí mismo su Esencia, sus Principios Místicos, la Rueda del Samsara, con el sano propósito de adquirir Alma-Diamante.

¡Ah! ¡cuán grande es la dicha de Horus al adquirir Alma-Diamante! entonces se absorbe en su Divina Madre y ésta, fusionándose con el Padre, forman una sola Llama diamantina, un Dios de esplendente belleza interior.

 

El Espacio está lleno de Universos, mientras algunos sistemas de mundos salen de la Noche Profunda, otros llegan a su ocaso, aquí cunas, más allá sepulcros.

 

Al inicio de la Aurora del MAHANVANTARA la Heterogeneidad se desenvuelve de la Homogeneidad, renace el Ejército de la Voz (Dios), para volver nuevamente a Crear.

 

Cuando se anunció la Aurora del Día Cósmico, el Universo se estremeció de terror. En la Conciencia de los Dioses y de los Hombres surgió un extraño y aterrador crepúsculo y la Luz Increada comenzó a alejarse de la Conciencia de ellos.

 

Entonces los Dioses y los hombres lloraron como niños ante LA AURORA DEL GRAN DÍA CÓSMICO. El Logos Causal del primer instante recordó a los Dioses y a los hombres sus deudas kármicas y comenzó el peregrinar del hombre de un mundo a otro, hasta la Tierra, donde actualmente vive sujeto a la "Rueda de Nacimiento y Muerte", hasta que aprenda a vivir gobernado por la Ley del Amor.

 

El Universo surgió de las entrañas del Absoluto y la Luz Increada se hundió en un nostálgico poniente. Así descendieron los Dioses y los hombres entre las sombras del Universo.

 

El Sacrificio quedó consumado y la Kábala lo registra en su Arcano Mayor No. 12. Si sumamos el número 12 entre sí nos da 3. Uno es el Principio Masculino, el Fuego. Dos el Principio Femenino, el Agua, el Semen. Tres el Universo, el Hijo.

El Día Cósmico actual, está simbolizado por un pelícano azul, abriéndose el pecho con el pico para beber sus propias entrañas de las cuales emanó todo lo creado.

 

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