|
Donum dei (pintura s. XVII) |
2ª Parte
La Iniciación
Hemos
considerado a la Rueda como símbolo del movimiento y de
lo cíclico, es decir en forma temporal, y también en
forma espacial como centro y como eje. En este último
caso todos los pueblos tradicionales han situado su
ciudad, su templo, inclusive su casa, en puntos
significativos del paisaje amorfo, es decir: del caos y
el devenir. Esos puntos son centros específicos de
generación e irradiación de una cultura por considerarse
que conectan precisamente con otros planos de la
realidad, de forma vertical, y se manifiestan en ese
omphalos. De ese modo igualmente se expanden de
manera horizontal los conocimientos obtenidos por
inspiración de los dioses.
Lo que es
válido para el círculo también lo es para el
cuadrángulo; la figura del cuadrado por ser la de una
contracción, o solidificación del círculo, se presta
especialmente para la arquitectura, y su simbolismo es
el de fijar un espacio significativo en el transcurrir
del tiempo. Afirma Mircea Eliade que:
"La
creación del mundo se convierte en el arquetipo de
todo gesto humano creador, cualquiera que sea su
plano de referencia. Hemos visto que la instalación
en un territorio reitera la cosmogonía. Después de
haber colegido el valor cosmogónico del Centro, se
comprende mejor ahora por qué todo establecimiento
humano repite la Creación del Mundo a partir de un
punto central (el 'ombligo'). A imagen del Universo
que se desarrolla a partir de un centro y se
extiende hacia los cuatro puntos cardinales, la
ciudad se constituye a partir de una encrucijada".
Y también
que:
"El
verdadero Mundo se encuentra siempre en el 'medio',
en el 'centro', pues allí se da una ruptura de
nivel, una comunicación entre las dos zonas
cósmicas".
Ya hemos
citado algunos casos de símbolos del eje, o del polo,
aunque en principio todo aquello que denote verticalidad
se le asocia; en el plano estaría representado
particularmente por la cruz svastika, –según
opinión de autores calificados–, símbolo tradicional, al
que le ha cabido ser un ejemplo típico de la degradación
de la mentalidad simbólica contemporánea. El árbol es
asimilado a la verticalidad, o sea a la ruptura de
nivel, y también a la irrupción de la vida, a la
generación y fructificación en el plano horizontal.
Unánimemente ha sido conocido este Arbol de Vida –o su
equivalente el poste ritual, el obelisco, la columna, o
el menhir– presente tanto en la Cábala Hebrea –cuyo
Modelo del Universo, constituido por las sephirot
(= numeraciones), se denomina precisamente así– como en
la civilización maya, cuyo árbol sagrado era la ceiba,
la que aún hoy está plantada en medio de la plaza
central de los pueblos de esa área; también para
egipcios, griegos, romanos, celtas, y aborígenes
norteamericanos, africanos y australianos.
Heinrich Khunrath de Leipzig,
Amphitheatrum sapientiae aeternae, 1602. |
El
simbolismo del árbol admite tres niveles: raíces, tronco
y copa, relacionados con los mundos subterráneo,
intermedio y celeste; en las culturas que toman como
símbolo vertical al propio ser humano, los niveles son
tierra, hombre y cielo. Ambas versiones nos están
hablando de la idea de un Universo jerarquizado en
distintos mundos, que también están presentes en el
hombre, configurando distintos planos de la realidad.
A ello se
refiere también el simbolismo de la montaña, y su
réplica humana: la pirámide (o el zigurat), cuyo
ascenso ha de realizarse de manera escalonada.
Igualmente el simbolismo de la misma escalera no
significa otra cosa, y ha de recordarse aquí el tan
citado episodio bíblico del sueño de Jacob, en donde
éste ve ascender y descender ángeles por una escala,
asegurándose así la comunicación entre cielo y tierra.
Estos
niveles se establecen en el símbolo de la Rueda, como
círculos concéntricos, que se encuentran más o menos
alejados del punto central, equivalente del eje
vertical. En la tradición hindú, un eje invisible, un
hilo, el sushumnâ atraviesa todos los mundos; en
el hombre el eje está representado por la columna
vertebral, en cuya base yace dormida la serpiente
kundalinî, y en donde se articulan los diferentes
chakras, discos o ruedas, energías que ella activará
al despertar, las que están íntimamente vinculadas al
proceso del Conocimiento y su ritualización: la
Iniciación.(
1 )
Rueda hindú. |
Estos
grados de conocimiento van de lo más denso a lo más
sutil, de la base del monte, o pirámide, a su punto más
alto; desde el chakra inferior de la columna vertebral (mûlâdhâra)
al superior, el de la coronilla (sahasrâra);
expresado en términos cabalísticos, al espacio, al
"recorrido" que separa Malkhuth de Kether,
o sea, a la manifestación universal de su Principio;
lógicamente, en el símbolo de la Rueda los círculos
concéntricos se hallan jerarquizados en virtud de su
proximidad con el punto central en donde los rayos cada
vez se aproximan de un modo más íntimo a Él. Asimismo
podemos asociar estos grados de conocimiento con niveles
de la consciencia humana, o planos de lectura de la
totalidad de la manifestación, y no sólo con una de sus
partes, o componentes. Básicamente queremos señalar
cuatro planos de lectura de la realidad, los que en
muchas tradiciones son tres ya que se funden los dos
asignados al plano intermediario.(
2 )
Estos niveles de lectura son los mismos que se le
asignan a cualquier texto o libro sagrado, comenzando
por la Biblia, y son propios de todas las tradiciones,
en especial las llamadas del "libro" (judía, cristiana,
islámica), ya que ellas simbolizan con este "libro" la
manifestación original de la palabra, la revelación, una
teofanía permanente (sobre todo en el Islam), o sea el
eje central que permitirá el ascenso ordenado por la
jerarquía de los mundos.(
3 )
Lectura metafísica
Atsiluth
Lectura cosmogónica
Beriah
Lectura alegórica
Yetsirah
Lectura literal
Asiyah
|
La Iniciación es conocida unánimemente por los pueblos
arcaicos y tradicionales; en realidad sólo la época
moderna la desconoce, aunque siga estando presente en el
seno de nuestra sociedad por su carácter arquetípico;
tal es el caso de Occidente, donde el Cristianismo, y la
Masonería, a través de sus símbolos y ritos ofrecen a
los interesados una vía de realización siempre y cuando
pudieran penetrar en los arcanos, en la esencia de su
ser, lo que no estará exento de todo tipo de
dificultades, dado el grado de alejamiento de sus
orígenes en que se encuentran las religiones y las
instituciones; esto es también válido para el judaísmo;
de allí la importancia que adquiere la gnosis de la Vía
Simbólica y la Tradición Hermética como vehículo de
realización espiritual. Igualmente subsisten ciertas
iniciaciones entre los pueblos "primitivos" lo que es
atestiguado por la antropología; en general aún
permanecen las ceremonias llamadas "sociales" por los
antropólogos, como los ritos de pubertad, o sea, del
paso del adolescente a hombre o mujer y ello se debe a
que en estas iniciaciones participa toda la comunidad en
oposición a aquellos ritos llamados "sapienciales"
–aunque en ellos no sea necesario saber leer o
escribir–, realizados sólo para las individualidades
llamadas al Conocimiento. Sin embargo, ¿qué mayor
experiencia de sabiduría, en la práctica, que enfrentar
una nueva posición en la vida, haciéndose así el nuevo
hombre responsable de sí mismo y de su acción en el
mundo? ¿Cómo no sería un nivel de conocimiento vital el
asumir una postura ordenada en el cosmos participando
inteligentemente de él, siendo ésta, además, una actitud
ante uno y los demás? Las iniciaciones en todos los
lugares y tiempos se han obtenido merced a pruebas y
sacrificios (sacrificio, de sacrum facere, hacer
sagrado) que se expresan simbólicamente por la sangre,
elemento esencial; es sabido que el proceso psicológico
que supone el sacrificio es la mejor preparación para el
Conocimiento. En este sentido, no son pocas las pruebas
que a diario debe enfrentar el estudiante de la
simbólica y la alquimia (llamado familiarmente "mixto"):
no sólo debe luchar contra sí mismo, contra las
concepciones estrechas y aprendidas del medio, sino
contra el medio mismo que se opone a que cualquiera
pueda atreverse a no pensar de una manera literal y
"oficial". En los tiempos que corren no hay un espacio
ideal –o a veces concreto–, donde las iniciaciones
puedan ocurrir. Tampoco hay un tiempo específicamente
señalado, pues el tiempo tiene la virtud de regenerarse
perpetuamente; siempre es ahora para trabajar, y desde
luego hay una estrecha relación entre la Simbólica y la
realización espiritual, expresada por lo que se ha dado
en llamar la vía Simbólica, uno de cuyos medios, la
oración del corazón, u oración concentrada, es una
reiteración circular y constante de la invocación.
Esperar el tiempo y lugar oportuno para la iniciación
puede ser una causa de alejamiento definitivo.
Michael Maier, Tripus aureus, 1618. |
En realidad
la Iniciación ritualiza el proceso de Conocimiento, y
por ello, lo que en definitiva interesa es éste, puesto
que es el verdadero, el real; muchas personas pueden
participar a veces de ritos iniciáticos tradicionales
sin siquiera enterarse de qué significa el Conocimiento,
y a la inversa, un individuo que no hubiere participado
de ningún ritual podría coronar su proceso de
Conocimiento, de realización, que es, en definitiva, lo
que la Iniciación simboliza. Esto de ninguna manera
significa que aquéllos que tienen la oportunidad de
iniciarse en alguna forma tradicional no lo hagan por
considerar que se ha producido en ellos el Conocimiento.
Al contrario, toda Tradición auténtica posee los medios
espirituales y los ritos exotéricos necesarios para
ayudarlo en su recorrido, y aun contienen la posibilidad
de "regularizar" su situación e integrarse en una
corriente espiritual que le aportará su energía y a la
que él brindará su esfuerzo; en muchos casos el
estudiante opta por alguna forma distinta a las de
Occidente. Debemos recordar que el ritual tradicional
ejemplariza la historia arquetípica de la encarnación,
el mito del dios–hombre y el hombre–dios.
Conjunción de Opuestos
Un
símbolo que resulta muy claro y que está directamente
emparentado con el de la Rueda, por su propia forma y
naturaleza es el conocido Yang–Yin de la
Tradición Extremo
Oriental, símbolo de la analogía y por lo tanto, como el
sello salomónico, expresión de la propia ciencia
simbólica en sí.
Como se sabe
el taoísmo considera que el equilibrio cosmogónico se
debe a la acción permanente de dos fuerzas opuestas el
Yang (positiva) y el Yin (negativa), las
que conjugan una armonía, la cual es el propio universo,
y que estas energías, figuradas por una doble espiral,
se hallan presentes en cualquier cosa, ser o fenómeno y
configuran todo proceso creativo.
Este
proceso al que nos referimos, permanente y mágico, que
por un lado contiene un poder vinculado con lo pasivo,
lo frío, lo inerte y el cuadrado (Yin) y otro
relacionado con lo activo, lo vital, el calor y el
círculo (Yang), alternándose y equilibrándose
constantemente configura un solo indestructible, puesto
que está claro que aquellas no podrían ser la una sin la
otra.(
4 )
O sea, que hay en una algo de la otra, una afinidad, sin
la cual no podrían oponerse. En realidad son dos focos
polarizados de una misma fuerza. Esa oposición, en el
vasto Plan Universal es una complementación, puesto que
la dialéctica es parte de la armonía y el discurso del
Mundo. Por lo que el taoísmo, como cualquier otra
tradición no excluye el mal, la destrucción, etc. de su
cosmogonía, sino que lo incorpora como un componente de
la realidad, tal cual el símbolo de su dragón, o
monstruo acuático–ígneo, que representa tanto la energía
ctónica como la uránica. O sea, que no excluye los
contrarios sino que los complementa. La enumeración de
los opuestos seria imposible por interminable aunque es
muy importante hacer personalmente una lista de ellos,
ya que no hay mejor ejercicio para conocer los temas de
la simbólica, la metafísica, la cosmogonía y el
esoterismo en general, que conjugarlos permanentemente.
Nada hay bueno o malo en sí: lo que es bueno para unos
puede ser malo para otros, lo que ayer fue deseable es
atroz para hoy, o viceversa. Lo que sí es sumamente
inconveniente es tener opiniones inamovibles sobre
diversos temas, que aparte de ser fijadas por usos y
costumbres, no son personales, como se piensa, sino que
se han extraído del abanico de posibilidades del medio,
muchas veces de manera casual; esto sin mencionar la
cantidad de fobias, manías y los condicionamientos que
ellas generan, con las que el sujeto se identifica, a
punto de ser capaz de matar, tomándolas por realidades
verdaderas en un mundo que no es sino una representación
teatral, una caja de luces y sombras en perpetuo
devenir.
El
taoísmo no habla demasiado del Tao, por su propia
inaprehensibilidad, pero algunos textos como el
Tao-Te-King mencionan un Tao de la tierra, un
Tao del hombre, un Tao del cielo y un
Tao de Taos o Tao Innombrable.
Generalmente se suele comprender que el Tao es el
aro invisible que contiene los poderes yin–yang.
En ese caso, de la Unidad perfecta e indiferenciada del
Tao, un andrógino o hermafrodita
( 5 ),
se produce un par de opuestos que constantemente se
complementan, generando todos los planos, constituyendo
con el propio "cuerpo" del Tao una Trinidad indisoluble.
Por eso es que el texto taoísta también afirma que de la
combinación de los tres primeros números proceden todos
los otros.
El taoísmo
sin embargo, nos habla de otra tríada:
cielo–tierra–hombre, siendo este último el intermediario
entre los primeros términos. En la simbólica de la rueda
podría atribuirse el punto central al cielo, la
periferia a la tierra, y el rayo que los une al hombre.
En la simbólica cristiana podrían ser correlacionados
con espíritu–alma–cuerpo, y en alquimia con
manifestación aformal, sutil y grosera o azufre,
mercurio y sal, y también en términos de Platón con la
Esencia conjugando lo Mismo y lo Otro, aunque estos dos
últimos ejemplos estarán mejor simbolizados gráficamente
con un triángulo equilátero cuyo vértice superior se
polariza en la base. También esta interpenetración de
energías que el símbolo yin–yang representa, esta
doble helicoide, podría ser equiparada simbólicamente al
movimiento ascendente–descendente del modelo de la
rueda, y, al igual que éste, se subdivide conformando un
cuaternario ya que el símbolo del yin y yang
da lugar a una nueva partición, puesto que en cada
yin ha de haber una potencia de lo yang, y
en todo yang la presencia de lo yin.
Desde luego
este cuaternario es generado por el misterio del Tao, o
del punto inmóvil, por su emanación que se expresa por
medio de su propia dialéctica, y que encuentra su
sentido en la complementariedad de los opuestos. Esto
último es simbolizado por el número cinco, en el que la
civilización china basó toda su cultura, al igual que
las precolombinas, las cuales fundamentaron su vida en
un cuadrángulo, símbolo de la tensión alternada de
opuestos y de un punto central, lugar de reposo,
equilibrio y no contradicción, espacio sagrado y axial,
donde pudiera establecerse la conexión con otras
realidades, o seres llamados espíritus, ángeles o
dioses. Este eje es denominado Tien–Tao en la Tradición
china.
La
conjunción de opuestos es pues uno de los temas
centrales del esoterismo y la simbólica a la que también
se suele representar con dos columnas, por ejemplo los
pilares J y B en la Masonería, o las de misericordia y
rigor del diagrama del Arbol de Vida cabalístico. Esta
representación, en verdad, corresponde igualmente al
símbolo de la puerta, símbolo de pasaje por excelencia,
ya que ella separa –y une– dos espacios disímiles, dos
mundos diferentes, y establece un límite, lo que queda
clarísimo cuando lo referimos a la entrada de un templo
religioso, donde esta línea actúa como divisoria entre
lo profano y lo sagrado. En este caso, conjugar
opuestos, permitiría el ingreso a espacios o mundos
nuevos y distintos.
Consideraciones Finales
Hemos
tratado brevemente algunos temas relacionados con la
Simbólica y la Cosmogonía Perenne. Hemos utilizado el
símbolo de la Rueda, presente en distintas tradiciones,
como lo hemos hecho otras veces, convencidos de su valor
didáctico, por no decir de su poder de transmisión
sagrado, mágico y transformador.(
6 )
Debemos todavía aclarar algunos puntos de conexión con
la Cosmogonía Perenne.
Michael Maier, Symbola aurea mensae,
1617. |
En
efecto, la descripción del mundo, la cosmovisión
esencial, ha sido revelada por todas las tradiciones
conocidas, así hayan sido éstas pueblos "primitivos" o
grandes civilizaciones.(
7 )
Eso se debe, antes que nada, a que la cosmogonía es sólo
una y es la misma para todo tiempo y lugar; por lo tanto
la descripción que de ella se hace ha de ser idéntica,
puesto que corresponde a un sólo Conocimiento; lo que se
suele olvidar es que es en ese mismo cosmos donde
vivimos los contemporáneos y también que la comprensión
de su descripción, no sólo es válida para hoy, sino
actuante, al promover en la psiqué una revulsión de
imágenes, sugeridas por los símbolos, hasta el cambio
completo, o conversión de la misma. Porque la
sustitución de las concepciones chatas, pequeñas,
asfixiantes o históricas con que nos ha proveído el
mundo moderno provocará en nosotros, y por lo tanto en
nuestro pensar–actuar, una verdadera transmutación, si
se han vivenciado de forma concentrada los símbolos de
la Cosmogonía Perenne y se los ha absorbido en el
corazón. En ese caso el modelo del universo se ha
constituido en un mandala multidimensional que abarca la
totalidad del ser y el soporte más indicado para la
construcción del hombre nuevo, de la ontología, como
paso previo a la metafísica; se podría decir que el ser
que edifica su vida de acuerdo a los Universales, o
Arquetipos, se inicia en el Conocimiento de la realidad,
lo que ha sido el caso de todos aquéllos que
construyeron las culturas de las que somos herederos.
Todas las
cosmogonías conocidas, o sea las proyecciones de la
cosmogonía primordial, a saber: el conocimiento íntimo
de la realidad, llevan inmediatamente (por oposición a
la ilusión y al engaño de los sentidos en un mundo de
apariencias) al reconocimiento inmediato de otra
posibilidad siempre presente, cuya manifestación
misteriosa es la totalidad del cosmos, el cual no
constituye sino la sombra de esa presencia, sin la cual
ese mismo cosmos no podría ser de ninguna manera.
Para la
descripción cosmogónica conocida, tal vez la más
antigua, la egipcia, el Mundo tiene sentido en cuanto
reflejo de la Vida Eterna. La navegación del Nilo
(fuente de vida) adquiere validez porque es una
reproducción de un paradigma: la navegación del Nilo
celeste, el recorrido del alma después de la muerte,
representada y presidida por Osiris, su dios más
importante. Este hecho es, en verdad, el fundamental en
todas las tradiciones y el fin último de las cosmogonías
y las simbólicas; se lo suele representar en el plano
humano como un peregrinaje, remedo del peregrinaje final
del alma, y todas las tradiciones han conocido este
rito, efectuado por los egipcios a la ciudad de Abidos (Tis)
situada en la margen occidental del Nilo, en la rivera
perteneciente a los muertos, lugar de culto del dios de
los difuntos y su corte. Por eso, y ya que el
Conocimiento de la realidad del cosmos se funde con el
Conocimiento de la Creación de un Creador, esta ascesis
puede alcanzarse, puesto que ha sido revelada a hombres
inspirados, los que la han transmitido en el medio
social a través de conocimientos y energías sutiles
presentes en los símbolos, los mitos y los ritos. Esto
es, precisamente la Iniciación, que se presenta
unánimemente en las culturas tradicionales, la cual
consiste en enseñanzas que se reciben a través de los
medios arriba señalados y cuyo fin último es la
Realización total. Por lo que este proceso de sacrificio
y conocimiento de la realidad cosmogónica, estas
enseñanzas encarnadas, que caracterizan a la Iniciación,
promueven en el adepto el acceso a otro grado de
Conocimiento y experiencia de nuevos planos de la
Realidad, como se ha dicho, lo que incluye una muerte a
sus viejas concepciones y un renacer a un mundo otro,
donde le espera nuevamente un largo viaje de asombros.
Como se ve, la Iniciación es en esta vida una imagen del
viaje del alma al país de los muertos y lo representa
efectivamente hasta en los menores detalles, de acuerdo
a las leyes de la analogía. No podemos extendernos más
sobre el tema de la Iniciación pero repetiremos que hay
varios niveles en las mismas, correspondiendo a grados
de consciencia o Conocimiento. Deberíamos mencionar
distintos tipos de Iniciación: las sapienciales, las
guerreras, las artesanales; es interesante estudiar las
diferentes estructuras en que se manifiestan tanto en
diversos pueblos arcaicos como en grandes
civilizaciones. Sin embargo, en lo esencial, estos ritos
siguen siendo "primitivos" en su forma, aún hoy día, por
más sofisticados que parezcan en determinadas
religiones, muchas de las cuales los conservan sin tener
casi ninguna idea de su valor; v. gr. los sacramentos
cristianos del Bautismo, la Confirmación y el Orden
Sagrado, correspondientes en la Masonería a los grados
de Aprendiz, Compañero y Maestro.
Además, los
diversos tipos de iniciaciones no tienen por qué
contraponerse, y así tenemos el ejemplo de innumerables
sabios que han sido a la vez guerreros y artistas.
Queremos
también destacar que el mito, bien observado, siempre
presenta características circulares. En primer lugar
esto está dado porque en él generalmente se narra una
historia cíclica, que incluye el tema de la muerte y
resurrección, principio y fin, o diferentes
transformaciones, o cambios de estado; en los casos en
que se han conservado distintas y varias historias
arquetípicas, éstas se entrelazan entre sí,
constituyendo la estructura circular de lo mitológico,
donde unas narraciones engarzan con otras de modo
indefinido –a veces mediante lazos familiares–, sin
solución de continuidad. Incluso en una misma tradición
puede darse el caso de una historia que se repite varias
veces, adornada con distintos ropajes, determinados por
razones originadas en causas cíclicas, pero que
esencialmente manifiesta lo mismo.
En términos
generales podría ser descripta la cosmogonía arquetípica
como el plano de un templo, o de una ciudad sagrada que
la representa en el mundo. Un punto o eje central
gobierna toda la construcción y la conecta con otros
planos de la realidad vertical. La base es cuadrada (o
su equivalente circular) y se abre al exterior por medio
de las (dos) columnas de una puerta. A través de ella se
tiene acceso al templo en el cual hay diferentes
espacios (tres o cuatro) hasta llegar al Sancta–Sanctorum.
Estas salas en el templo egipcio van de mayor a menor,
disminuyendo la luminosidad de cada una de ellas hasta
llegar a la penumbra de la última. Esos espacios son
equivalentes y previos a los invisibles y verticales,
que se articulan a través del eje y alcanzan la bóveda,
o el techo, imágenes del cielo. En algunos templos
existen en las bóvedas aberturas marcando la salida a lo
supracósmico, como en el Panteón de Roma; en otros esa
salida está implícita en el mismo firmamento que se
halla pintado en la sumidad, como es el caso del templo
egipcio (el de Dendera por ejemplo) y también el de la
logia masónica.
La
numerología y la geometría expresan las "medidas", los
módulos reguladores de la armonía universal, las
"proporciones"; ese juego de tensiones en permanente
desequilibrio–equilibrio que conforma la totalidad de lo
creado y prohija la onda de emanaciones de la que el
hombre es el sujeto. Por eso mismo, a través de la
conjunción de todos los opuestos y de la fundamental
contradicción de sus dos naturalezas, éste no sólo puede
encontrar su Ser y su papel en ese cosmos como parte
activa, sino supuestamente trascenderlo, para pasar a
vivir aquí en vida y después de su muerte, otros grados
inmanifestados del Ser Universal.
Michel Maier, Tripus aureus, 1618. |
Si el
símbolo es manifestación y si en lo más hondo de
cualquier expresión se halla escondida una significación
oculta, una realidad otra, es lógico pensar que el arte
cumple una función extraordinaria como sistema de
comunicación, y sobre todo de cohesión en el mundo, y
gracias a él (a la concentración que le dio origen y la
que a su vez origina), no se han perdido determinados
valores universales que él ha fijado en distintos sitios
y tiempos, testimoniando de esa manera la voluntad de
ser, y señalando (más o menos conscientemente) los
caminos de la libertad a través de la repetición de un
acto creacional primigenio. El arte es símbolo en
acción, y por lo tanto rito; y no hay rito más perfecto
que la cosmogonía, el funcionamiento complejo y sutil de
la máquina del mundo, una entidad orgánica que
constantemente vive el despliegue de sus posibilidades
hasta sus propios límites, configurando la más bella,
profunda e inteligente obra de arte, de cara a la cual
todas las otras son reflejos, aunque las mejores de
ellas se encuentran cargadas, cosmizadas, por las
vibraciones de la propia estructura viva de la
manifestación Universal, figurada por una doble espiral
de energías que se reciclan a perpetuidad.
El mundo,
como el más preciso objeto de diseño incluye a la
creatura y al Creador amalgamados en un continuo donde
la expiración de uno constituye la inspiración de otro y
viceversa. Este hecho es un milagro reiterado y
configura la identidad del ser y del Ser Unico, la
Suprema Identidad, la que no admite ningún dúo pues es
toda la realidad.
El artista
es entonces el ser capaz de condensar por su mediación
las fuerzas cósmicas, el oficiante del rito creacional;
y su arte más elevado: el constituirse en el objeto de
su obra.
Anotaremos finalmente que en el Proceso de Conocimiento
(gnosis) o experiencia directa de la Cosmogonía Perenne,
nada hay comparable con la deidad llamada Inteligencia,
la Gran Madre o Madre Eterna (Binah en la cábala
hebrea, Nârâyâni en el tantrismo hindú), energía
capaz de seleccionar los valores y ponerlos en su lugar
creando un orden mental en oposición al caos de la
ignorancia.(
8 )
De allí la importancia del modelo del Universo y su
Orden Arquetípico, puesto que es capaz de activar y
generar el auxilio de esta deidad, la que siempre se
manifiesta en el microcosmos como la comprensión
inmediata, efectivizada en el corazón. Esta energía, por
su propia virtud, rechaza los pretenciosos paradigmas
culturales con los que estamos condicionados los hombres
actuales, en particular aquéllos referidos a falsas
ideas de progreso y evolución, es decir, las de la
ciencia oficial contemporánea
( 9 ),
y permite así la apertura de un espacio en donde las
cosas, los seres y los fenómenos, podrían ser
completamente distintos de la visión Occidental,
horizontal, personal y empastada, heredada apenas de los
últimos siglos; y más aún: fomentaría la posibilidad de
percibir y actualizar lo que los sentidos muchas veces
niegan, y rechazar la ilusión general y profana. Se
puede afirmar que, por su propia universalidad, nadie ha
dejado de ser convocado a este rito de la Inteligencia,
nombre divino que puede ser rechazado o aceptado, de
acuerdo a los niveles del ser individual, y según éste
decida ser cómplice de un engaño hipócrita u opte por la
lucidez como estado permanente. "Tu esposa será como
jarra fecunda en el secreto de tu casa." (Salmo 128, 3,
Biblia de Jerusalén).
NOTAS
1
La traducción del término chakra es
literalmente rueda.
(R)
2
En la cábala hebrea los mundos intermediarios de
Yetsirah y Beriah, están conformados por
las sephirot llamadas de "construcción".
(R)
3
En el islam este Conocimiento, esta Gnosis,
está asimilada a Ilmut Tauhyd (ciencia de la
unidad), de la cual derivan todas las ciencias.
Igualmente hay tres grados de Conocimiento: islam,
imán, efibsán, correspondientes a tres
categorías de creyentes, muslimún,
mu'minún y Muhsinún.
(R)
4
La famosa armonía o equilibrio griego fue también
obtenida a partir de conjugar lo apolíneo con lo
dionisíaco; una vez que se comprendió que entre
estas dos energías las contradicciones son
aparentes.
(R)
5
Como es sabido este símbolo era visto por Platón
como las dos mitades idénticas de una esfera.
(R)
6
El "juego" del Tarot, cuyo nombre es la inversión de
la palabra "Rota" = rueda, combinado con el esquema
del Arbol de la Vida cabalístico y con el auxilio de
las artes liberales, constituye un excelente medio
introductorio muy propicio para las iniciaciones
herméticas modernas.
(R)
7
Las llamadas "altas civilizaciones" han sido también
sociedades "primitivas", y de su "época mitológica"
es que se ha extraído el meollo de su cultura. Para
ellas era ésa su Tradición, recibida de modo
completo y no incipiente o defectuoso. Eso explica
la aparición aparentemente repentina de grandes
monumentos y ciudades y la irrupción en la historia
de sistemas consumados de pensamiento, comunicación,
lenguaje, etc.
(R)
8
El río Ganges es el esperma de Shiva, y esa
semilla contiene potencialmente la energía de la
Inteligencia (asociada igualmente a las letras del
alfabeto sagrado del mundo, o a un sonido primordial
–AUM–) o Madre Eterna, Nârâyâni, energía
ordenadora y formadora, inmanente en la
manifestación, inteligencia cósmica y sensible
asimilada indistintamente a Pârvatî (Shakti
de Shiva) y Lakshmî (Shakti
de Vishnu).
(R)
9
Con la excepción de la ciencia más moderna.
(R)
Cestería
indios Pima-Papago. U.S.A.