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EL PERIPLO DE HANNON

 

 

 

 

   

 

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Se trata del relato de una navegación púnica efectuada hacia el año 425 a. E.C. en la que, al parecer, partiendo de Cartago (en la actual Túnez), se navegó rodeando Africa hasta internarse en las profundidades del Golfo de Guinea, en la desembocadura del Camerún. El único manuscrito que subsiste en la actualidad data del siglo X. Aquí ofrecemos la versión de la traducción castellana del libro "Los Fenicios", de Donald Harden.

 

EL TEXTO

Esta es la historia del largo viaje de Hannón rey de Cartago a las tierras libias más allá de las columnas de Herakles que él mismo dedicó al templo de Kronos (Baal Hammón) en una tablilla.

I. Los cartagineses decidieron que Hannón había de navegar más allá de las Columnas de Herakles y fundar ciudades libio-púnikes. Se hizo a la mar con sesenta pentekónteras y unos treinta mil hombres y mujeres así como provisiones y todo lo necesario.

II. Después de navegar dos días más allá de las Columnas fundamos la primera ciudad que llamamos Thimiaterion. Detrás de ella había una gran llanura.

III. Navegando desde allí hacia Occidente llegamos a Soloeis un promontorio libio cubierto de árboles. En él fundamos un templo a Poseidón.

IIII. Caminamos medio día hacia el este y encontramos un lago no lejos del mar cubierto de una gran aglomeración de altas cañas en las que pacían elefantes y muchos otros animales salvajes.

V. A una jornada de ese lago fundamos ciudades en la costa que se llamaron Karikon Teijos, Gytte, Akra, Melitta y Arambys.

VI. Dejando aquello llegamos al ancho río Lixos (río Draa) que viene de Lybia junto al que unos nómadas llamados lixitas hacían pastar sus rebaños. Estuvimos algún tiempo con ellos y quedamos amigos.

VII. De allí hacia el interior habitaban los inhospitalarios etíopes en un país cercado por altas montañas y lleno de animales salvajes. Dicen ellos que el río Lixos nace allí y que entre las montañas viven trogloditas de raro aspecto y que según los lixitas puden correr más rápidamente que los caballos.

VIII. Tras tomar a algunos lixitas como intérpretes navegamos hacia el sur a lo largo de la costa del desierto durante dos días y después un día más hacia el este y encontramos una islita de cinco estadios de circunferencia en el extremo más lejano del golfo (¿cercana al delta del río Senegal?). Nos establecimos allí y le llamamos Cerne. Por nuestro viaje consideramos que el lugar estaba completamente opuesto a Cartago ya que el viaje desde éste a las Columnas y desde éstas a Cerne era completamente semejante.

IX. De allí remontando un gran río llamado Jretes (Senegal) llegamos a un lago en el que había tres islas más grandes que Cerne. Para terminar la jornada llegamos desde allí al final de lago dominado por algunas altas montañas pobladas por salvajes vestidos con pieles de fieras que nos apedrearon y nos golpearon impidiéndonos desembarcar.

X. Navegando desde allí llegamos a otro amplio río lleno de cocodrilos e hipopótamos. Desde allí volvimos atrás y regresamos a Cerne.

XI. Desde allí navegamos doce días hacia el sur pegados a la costa que estaba toda habitada por los etíopes quienes no se quedaban en sus tierras sino que huían de nosotros. Su lengua era ininteligible incluso para nuestros lixitas.

XII. El último día echamos el ancla junto a unas altas montañas cubiertas de árboles cuya madera era de suave aroma (Cabo Verde).

XIII. Durante dos días las rodeamos y llegamos a un inmenso golfo (la desembocadura del Gambia) en cada una de cuyas orillas había una llanura en las que de noche veíamos hogueras grandes y pequeñas que ardían a intervalos por todas partes.

XIIII. Hicimos aguada allí y navegamos durante cinco días a lo largo de la costa hasta llegar a una gran bahía que nuestros intérpretes llamaban El Cuerno del Oeste. En ella había una amplia isla y en la isla un lago de agua salada dentro del que había otra isla en la que desembarcamos. De día no podíamos ver nada más que el bosque. Mas por la noche distinguíamos muchas hogueras y oíamos sonido de flautas, tañer de címbalos y tímpanos y gran estrépito de voces. El terror se apoderó de nosotros y los adivinos aconsejaron abandonar la isla.

XV. Navegamos pues apresuradamente y pasamos frente a una costa ígnea llena de incienso ardiente. Grandes corrientes de fuego y lava fluían hasta el mar y era imposible acercarse a tierra a causa del calor.

XVI. Dejamos aquello deprisa por temor y durante cuatro días de navegación vimos la tierra envuelta en llamas. En medio había una llama altísima mucho más que las otras que llegaba al parecer a las estrellas. De día vimos que se trataba de una montaña muy alta llamada El Carro de los Dioses (¿el Monte Camerún, de 4070 metros?).

XVII. Navegando desde allí durante tres días pasamos corrientes ardientes de lava y llegamos a un golfo llamado el Cuerno del Sur.

XVIII. En el extremo más lejano de esta bahía había una isla como la anterior también con un lago en el cual había otra isla llena de salvajes. Desde lejos la mayor parte eran mujeres con cuerpos peludos a las que nuestros interpretes llamaron gorilas. Los perseguimos pero no pudimos capturar a ningún hombre pues todos ellos acostumbrados a trepar por los precipicios se escaparon defendiéndose tirándonos piedras. Cazamos tres mujeres que mordieron y magullaron a los que las cogían no dispuestas a seguirles. Las matamos al fin y desollándolas llevamos sus pieles a Cartago. No navegamos más allá porque se acabaron nuestras reservas.