TARTESSOS GNÓSTICO

 
                                                     

KHETER - "CORONA"

 

  Samael Aun Weor

 

 

 

 

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Keter, la primera de las diez sefirot, corresponde al reino de la superconsciencia, de la experiencia, y esto se corresponde con la imagen de una "corona", lo que sugiere un aura rodeando la propia conciencia.

 

 

La Corona, está colocada a la Cabeza del Pilar del Medio, el Equilibrio; y más allá de El están los Velos Negativos de la Existencia. Kether, Primer Manifestado, representa la cristalización primaria de la manifestación, de aquello que antes era inmanifiesto, y por lo tanto, incognoscible para nosotros. Respecto a la raíz de la que surge Kether no sabemos nada pero sí podemos saber algo respecto a Kether mismo. En nuestro actual estado de desenvolvimiento podrá ser para nosotros el Gran Desconocido, pero no es el Gran Incognoscible. La mente del mago puede abarcarlo en sus visiones más elevadas. Según nuestro propia experiencia, en la operación conocida como ascenso a través de los planos, que consiste en elevar la conciencia por el Pilar del Medio, mediante la concentración sobre los sucesivos símbolos y los Senderos, en ocasión en que logramos alcanzar sus fronteras, Kether se nos apareció como una Luz blanca cegadora, en la cual quedó aniquilado todo pensamiento.

 

En Kether no hay forma, sino ser puro. Podríamos decir que es una latencia sólo un grado más acá de la no existencia. Estos conceptos tienen que ser necesariamente vagos y no estamos capacitamos para darle la nitidez que debieran tener, pero es suficientemente que reconozcamos grados de devenir, y que la cruda diferenciación y el Ser y el No Ser no representan los hechos. Con la existencia manifestada aparecen los pares opuestos; pero en Kether mismo no hay semejante división, manifestándose recién cuando se produce la emanación de Chokmah y Binah.

 

Por consiguiente, Kether es uno, y existía antes de que hubiera ningún reflejo de sí mismo para servirle de imagen en la conciencia y establecer así una polaridad. Debemos creer que trasciende todas las leyes conocidas de la manifestaciones al existir por sí solo sin reacción alguna. Cuando hablamos de Kether debemos recordar que no queremos significar una persona sino un estado de existencia; y ese estado de sustancia existente debe haber sido completamente inerte, un puro ser hasta que comenzó la actividad cuya emanación fue Chokmah.

 

En la mente humana, que no conoce ningún otro modo de existencia que el de la forma y de la actividad, tiene la mayor dificultad en lograr un concepto adecuado de un estado absolutamente informe, de pasividad, que, sin embargo, es muy distinto del no ser. No obstante, hay que hacer el esfuerzo si queremos comprender la filosofía cósmica en sus fundamentos. No podemos poner los velos de la Existencia Negativa ante Kether, porque nos condenaríamos a una perpetua dualidad insoluble. Dios y el Demonio lucharán siempre en nuestro Cosmos, y su conflicto no tendrá fin. Debemos acostumbrar la mente a que conciba un estado que sea puramente existencia, sin atributos ni actividades. Podemos pensar en que es una Luz Blanca, cegadora, sin diferenciarse en los múltiples rayos del prisma de la forma. O podemos pensar en la oscuridad del espacio interestelar en que no hay nada, y que, sin embargo, es la potencialidad de todas las cosas. Estos símbolos, en los que puede reposar el ojo interior, ayudan mucho a comprender a Kether, mucho más que todas las definiciones filosóficas que pueden hacerse. No podemos definir a Kether: sólo podemos referirnos a su existencia.

 

Encierra continuas sorpresas y aclara muchos conceptos el descubrimiento de los extraordinarios significados que contiene la tabla de correspondencias y la manera en que van guiando la mente de un concepto a otro. El Primer Sephirah se llama la Corona, no la Cabeza. Ahora bien, la Corona es algo que se pone sobre la cabeza, lo que indica que Kether es de nuestro Cosmos, pero no está en él. También encontramos su correspondencia microcósmica en el Loto de Mil Pétalos, el chakra Sahasrara (Sajasrara), que se encuentra en el aura, inmediatamente por encima de la cabeza. Esto nos enseña claramente que la esencia espiritual más interna que todas las cosas, sea en el ser humano o en el mundo, no está nunca en plena manifestación, sino que permanece en su centro formando la raíz de donde brotan todas las cosas, y perteneciendo, en realidad, a una dimensión distinta, a un orden de cosas diferentes. Este concepto de diferentes tipos de existencia es fundamental para la Filosofía Esotérica y hay que tenerlo siempre presente al considerar los reinos invisibles del mago u ocultismo práctico.

 

En la Filosofía Vedanta, Kether equivaldría, indudablemente, a Parabrahman, Chokmah a Brahma y Binah a Mulaprakriti. En los demás grandes sistemas del pensamiento humano, Kether equivale al concepto Primario de Padre de todos los Dioses. Si gracias a Ellos surgió el Universo en el espacio, entonces Kether es Dios del Cielo. Si surgió del Agua entonces Kether es el Océano Primordial. En relación con Kether encontramos siempre el sentido de lo amorfo e infinito. Los Dioses de Kether son terribles y son los que devoran a sus propios hijos, porque Kether, aunque es el Padre de todos, reabsorbe el Universo en sí mismo al final de cada época de la Evolución.

 

Kether es el Abismo de donde todo ha surgido y al cual volverá al final de su época. Por lo tanto, en todos los mitos exotéricos relacionados con Kether, encontramos implícito la idea de no existencia. Sin embargo, esotéricamente comprendemos que ese concepto es erróneo. Kether es la forma de existencia más intensa, puro ser, no limitada ni por la forma ni por la acción, pero es una existencia de otra clase a la que estamos habituados, y por tanto nos parece no existencia, ya que no se conforma a ninguno de los requisitos que estamos acostumbrados a pensar como determinadores de la existencia. Este concepto de otros modos de existencia está implícito en nuestra filosofía y hay que tenerlo siempre bien presente, porque es la clave de Kether, el cual, a su vez, es la clave del Árbol de la Vida.

 

El texto yetzirático descriptivo de Kether, como todos los dichos del Sepher Yetzirah, es oculto. Llama a Kether "La Inteligencia Oculta", denominación que confirma los demás títulos dados a Kether en la literatura cabalística. Es el Arcano de los Arcanos, la Altura inescrutable, la Cabeza que no es. Aquí encontramos la confirmación de la idea de que la Corona está por encima de la Cabeza del Hombre Celestial - Adam Kadmon y que el ser puro está tras toda manifestación y no es absorbido por ella, sino que él emite y proyecta de sí. De la misma manera que nosotros nos expresamos en obra, así también Kether se expresa en la manifestación. Pero tal como las obras del ser humano no constituyen su personalidad, sino que son la expresión de su actividad natural, igualmente ocurre con Kether: su existencia no está manifestada, pero es la causa de la manifestación.

 

Hasta esta hemos considerado a Kether en Atziluth, esto es su esencia primaria; ahora, en cambio, debemos considerar a Kether tal como aparece en los otros tres reinos que determinan los cabalistas.

 

Cada reino o plano de manifestación tiene su forma primaria. Por ejemplo, la materia con toda propiedad es primariamente eléctrica, cosa que es expresada por los esoteristas con el subplano etérico que está tras los cuatro planos elementales: Tierra, Aire, Fuego y Agua. En otras palabras, los cuatro estados de la materia densa: sólido, líquido, gaseoso y etérico.

 

Los cabalistas piensan que el Árbol existe en cada uno de los cuatro reinos: Atziluth, Espíritu Puro; Briah la Mente Arquetípica; Yetzirah, la Conciencia imaginativa astral, y Assiah, el Mundo Material, incluyendo sus aspectos denso y sutil. Las operaciones de las fuerzas de cada Sephirah se representan en cada mundo bajo la presidencia de un nombre Divino o Palabra de poder y estas palabras dan las claves de las operaciones del ocultismo práctico en los distintos planos. El nombre Divino representa la acción de Sephirah en el mundo de Atziluth espíritu puro. Cuando el ocultista invoca las fuerzas de un Sephirah, por medio del Nombre Divino, es que desea ponerse en contacto con su esencia más abstracta, que está buscando el principio espiritual que anima ese modo de manifestación particular. Es una máxima del ocultismo blanco que toda operación debe comenzar con la Invocación del Nombre Divino de la Esfera en que se va a hacerse la operación, lo que asegura que la operación misma estará en armonía con las leyes cósmicas. No hay que descuidar absolutamente el equilibrio de las fuerzas naturales; ya que es esencial para la seguridad del mago conducir sus operaciones de acuerdo con dichas leyes y, por tanto, tiene que comprender los principios espirituales implícitos en cada problema para obrar acordemente. De consiguiente, toda operación debe tener su unificación o resolución final en Eheieh, nombre Divino de Kether en Atziluth.

 

La fórmula de toda invocación de divinidad reside en el nombre de Eheieh, esto es, la afirmación del ser puro, Eterno e Inmutable, sin atributos o actividades, que todo lo sustenta y mantiene. Sólo cuando la mente está impregnada con la realización de este Ser Infinito e Inmutable, con intensa concentración puede lograr la realización del Poder ilimitado.

 

Toda energía que se derive de cualquier otra fuente es limitada y parcial; únicamente en Kether se encuentra la fuente pura de toda energía. Las operaciones del mago que tratan de concentrar la energía y todas las operaciones que tengan ese objetivo deben comenzar con Kether, porque allí se encuentra la fuerza surgente del Gran Inmanifestado oculto tras los Velos de la Existencia Negativa, de donde procede todo poder.

 

Si extraemos poder de cualquier esfera especializada de la naturaleza es como si estuviéramos robando a uno para dar a otro; ese poder ha venido de alguna parte para ir a otra. De manera que ha de ser liquidado al final. He aquí la razón por la que se dice que el mago paga con sufrimiento lo que obtiene por medio de su arte. Esto es verdad si sus operaciones se realizan en cualquiera de la esferas inferiores de la naturaleza. Mas si se inician en Kether de Atziluth, entonces toman fuerzas no manifestadas y las pone en manifestación, con lo que aumenta los recursos del universo, y siempre que pueda mantener las fuerzas en equilibrio no se producirá ninguna reacción exterior ni compensación por medio de sufrimiento a causa de sus poderes mágicos.

 

Este punto es de grandísima importancia práctica, porque a los estudiantes se le ha enseñado que los Tres Supremos, Kether, Chokmah y Binah, están fuera del alcance de toda obra práctica, mientras estamos encarnados. En verdad, se hallan fuera del alcance de la mera conciencia cerebral, pero son la base esencial de todos los cálculos mágicos, y si no operamos con dicha base no tenemos realmente una fundación cósmica, sino que nos ponemos entre el Cielo y la Tierra y no encontraremos lugar alguno de reposo ni de seguridad, teniendo que mantener continuamente la tensión mágica que sostiene vivas las formas astrales.

 

La gran diferencia entre la Ciencia Cristiana y sus formas más vulgares de Nuevo Pensamiento y Autosugestión es que aquélla comienza todas sus operaciones con la Vida Divina, y por más irracionales que sean sus tentativas para crear un sistema de filosofía, sus métodos son empíricamente sanos. El ocultista, y especialmente el que practica la magia ceremonial, si no ha sido debidamente instruido en esta disciplina, suele comenzar sus operaciones sin vincularlas con las leyes cósmicas o los principios espirituales. Por consiguiente, las imágenes astrales que forma, son como cuerpos extraños dentro del organismo del Hombre Celestial o Macrocosmos, y entonces todas las fuerzas de la Naturaleza se dirigen espontáneamente a eliminar esa sustancia extraña, para restablecer el equilibrio normal de las tensiones. La Naturaleza lucha contra el mago con uñas y dientes y, por lo tanto, todo aquel que ha recurrido a la magia no consagrada no puede deponer jamás la espada, sino que tiene que estar continuamente a la defensiva para conservar lo que haya adquirido. Pero el Adepto que inicia su obra en el Kether de Atziluth, es decir, en el principio espiritual, y opera de arriba abajo para irlo expresando en los distintos planos de la forma, emplea un poder extraído de lo Inmanifestado con ese objeto; ha hecho de su operación una parte intrínseca de los procesos cósmicos y entonces la Naturaleza trabaja con él, en vez de contra él.

 

No podemos esperar entender la Naturaleza de Kether en Atziluth, pero sí podemos abrir nuestra conciencia a su influencia, y ésta es sumamente poderosa y nos da una extraña sensación de Eternidad y de Inmortalidad. Podemos saber cuánto ha sido efectiva la invocación de Eheieh en su purísima refulgencia nívea, porque nos encontraremos realizando nosotros mismos la completa convicción de nuestra impermanencia e insignificancia en los planos de la forma y la suprema importancia de la Vida Única que lo condiciona todo como la arcilla en las manos del alfarero.

 

La meditación sobre Kether nos proporciona una realización intuitiva de que el resultado de una operación no importa en lo más mínimo, "Que el sucio juegue con las cosas sucias si le agrada lo sucio". Una vez que hemos logrado esa realización adquirimos el dominio sobre las imágenes astrales y podemos hacer con ellas lo que nos plazca. Sólo cuando el operador pierde todo interés personal en el resultado de la operación en el plano físico es cuando adquiere este completo dominio sobre las imágenes astrales. Sólo le interesa el manejo de las fuerzas y el ponerlas en manifestación por medio de la forma pero no se preocupa por la forma que dichas fuerzas puedan asumir ultérrimamente; eso queda librado a ellas mismas, porque seguramente asumirán la forma que esté en consonancia con su naturaleza, respondiendo así perfectamente a las leyes cósmicas, mientras que probablemente no ocurrirá así si el operador quisiera ajustarlas a un modelo determinado, de acuerdo con sus limitados conocimientos. Esta es la verdadera clave de todas las operaciones, mágicas, y su única justificación, porque no debemos alterar el Universo para ajustarlo a nuestras conveniencias personales. Sólo tenemos justificación cuando trabajamos deliberadamente con la gran marea de la vida evolucionante, con objeto de llegar a la plenitud de esa misma vida, sea cual fuere la experiencia que resulte de esa manifestación. "Yo he venido para que tengáis más vida y que la tengáis más abundante", dijo el Señor. Y ésa debe ser la regla del Mago. La vida, y sólo la Vida, debe ser su palabra de poder, y no las manifestaciones especializadas de la misma como Sabiduría, Poder o Amor.

 

Los que han seguido atentamente estas páginas, punto por punto, estarán en condiciones ahora de vislumbrar algún significado en las críticas palabras del texto Yetzirático atribuido a Kether. Las palabras "Inteligencia Oculta" sugieren la naturaleza inmanifestada de la existencia de Kether, lo que es confirmado con el aserto de que "ningún ser creado puede alcanzar su esencia”, esto es, ningún ser que utilice como vehículo de conciencia cualquier organismo de los planos de la forma. Sin embargo, cuando la conciencia ha sido exaltada hasta el punto en que puede trascender el pensamiento, recibe de la "Gloria Primordial" el poder de comprender el "Primer Principio", o, en otras palabras "Entonces comprenderemos de la misma manera que somos comprendidos".

 

Eheieh, Yo Soy el que Soy, ser puro, es el Nombre Divino de Kether, y su imagen mágica es la de un antiguo rey, con barba, visto de perfil. El Zohar dice de este antiguo rey barbudo que es todo lado derecho. Nunca vemos toda la imagen mágica de Kether, su plena faz completa, sino sólo parcialmente. Hay un aspecto que debe siempre quedar oculto, como el lado oculto de la Luna. Este lado de Kether es el lado que está hacia lo Inmanifestado y que la naturaleza misma de nuestra conciencia manifestada nos impide comprender, debiendo quedar siempre como un libro sellado para nosotros. Pero aceptando esta limitación podemos contemplar el aspecto de Kether, el perfil del antiguo rey con barba que se nos presente, reflejado hacia abajo, hacia la forma.

 

Antiguo y anciano es este rey, el Anciano de los Ancianos, el Anciano de los Días, porque El era desde el principio, cuando el rostro no contemplaba rostro alguno. Es un rey, porque rige todas las cosas de acuerdo con su voluntad suprema e indisputada. En otras palabras, la naturaleza de Kether es la que condiciona todas las cosas, porque todas las cosas han surgido de El. Tiene barba, porque, de acuerdo con el curiosísimo simbolismo de los rabbis cada pelo de su barba tiene un significado.

 

La manifestación de las fuerzas de Kether en Briah, el Mundo de la Mente Arquetípica, se dice que se efectúa por medio del Arcángel Metatron, el Príncipe de las Faces, a quien la tradición le adjudica el papel de instructor de Moisés. El Sepher Yetzirah dice del Décimo Sendero, Malkuth, que "hace que una influencia fluya del Príncipe de las Faces, el Arcángel de Kether, siendo la fuente de iluminación de todas las luces del Universo". Así, pues, vemos claramente que no solamente el espíritu fluye hacia la manifestación externa en la materia, sino que la materia misma, con su propia energía, atrae el espíritu a la manifestación, punto importantísimo para todo aquel que practica la magia, porque le enseña que está justificado en sus operaciones y que no es necesario que el ser humano espere las palabra del SEÑOR, sino que puede invocarlo para que El le escuche.

 

Los Ángeles de Kether, que operan en el mundo Yetzirático, son las Kjaioth ja Kadesh, las Santas Criaturas Vivas y su nombre lleva la mente a la visión del Carro Flamígero de Ezekiel y las Cuatro Santas Criaturas ante el Trono. El hecho de que los cuatro Ases del Tarot, asignados a Kether, sean considerados como la representación de los cuatro elementos, Tierra, Aire, Fuego y Agua, confirma igualmente esta asociación. Podemos, pues, considerar a Kether como la fuente primaria de los elementos. Este concepto aclara muchas dificultades metafísicas y ocultas que se presentarían si limitáramos su operación al Mundo Astral y consideráramos a los elementales apenas algo mejor que diablos, como parecen hacerlo ciertas escuelas de pensamiento trascendental.

 

Toda la cuestión de los Ángeles, archons y elementales es a la vez muy importante y difícil, porque sus aplicaciones prácticas en la magia son inmediatas. El pensamiento cristiano puede tolerar con cierto esfuerzo la idea de los arcángeles, pero los espíritus auxiliares, los mensajeros que son llamas del fuego y los constructores divinos son por completo extraños a su teología. Sólo Dios, y en un instante, hizo los cielos y la tierra. El Gran Arquitecto del Universo es al mismo tiempo el albañil. La Ciencia Esotérica piensa muy diferentemente; el iniciado conoce las legiones de seres espirituales que son agentes de la Voluntad Divina y vehículos de su actividad creadora. Es por intermedio de todos ellos y por gracia del Arcángel dirigente, que obra Dios. Pero no se puede conjurar a ningún Arcángel mediante encanto alguno, por potente que sea. Más bien deberíamos decir que cuando estamos efectuando una operación en la Esfera de un Sephirah particular, el Arcángel opera a través nuestro para realizar Su misión. El arte del mago, por lo tanto, consiste en alinearse con la Fuerza Cósmica para que la operación que desea llevar a cabo se produzca como parte integrante de la operación de las actividades cósmicas. Si se ha purificado y dedicado sinceramente, así ocurrirá con todos sus deseos; y si no lo está, no es un adepto y su palabra no es un Verbo del Poder.

 

Es interesante notar que en el Mundo de Assiah, el título de la Esfera de Kether es: "Rashith ha Gigalim", o primeros remolinos, evidenciándose así que los rabinos conocían la teoría nebular antes de que la ciencia la descubriera por medio del telescopio. La forma en que los antiguos dedujeron los hechos básicos por medios puramente intuitivos y empleando el sistema de las correspondencias, muchos siglos antes de la invención y perfeccionamiento de los instrumentos de precisión que permitieron al hombre moderno hacer iguales descubrimientos por otros medios, es una cuestión que tiene que dejar perplejo a todo aquel que estudie la filosofía sin fanatismo.

Como arriba es abajo. El microcosmos corresponde al macrocosmos, y, por tanto, tenemos que buscar a Kether en el ser humano, sobre la cabeza que resplandece en una luminosidad blanquísima en Adam Kadmon, el Hombre Celestial. Los rabbis los llamaban Yechidah, la Chispa Divina; los egipcios, Sah, y los indostanos, Loto de Mil Pétalos. No obstante la diversidad de nombres, todos ellos encierran la misma idea: el núcleo de Espíritu que emana, pero que no mora en los planos de la forma, en sus múltiples manifestaciones.

 

Se dice que, mientras estemos encarnados, jamás podremos elevarnos hasta la conciencia de Kether en Atziluth, y retener intacto el vehículo físico hasta que regresemos. Así como Enoch caminó con Dios y desapareció, así también el ser humano que alcanzara la visión de Kether se desvanece, en lo relativo al vehículo que se servía de encarnación. Esto se explica fácilmente, si nos damos cuenta de que no podemos penetrar en una modalidad de conciencia si no reproducimos esta modalidad en nosotros mismos; de igual manera que la música nada significa ni representa si el corazón no canta al unísono con ella. De consiguiente, si reproducimos en nosotros ese modo de ser que no tiene forma ni actividad es evidente que nos libraremos automáticamente de toda forma y actividad. Si logramos esa realización, aquello que mantenía la forma merced a ese modo de conciencia, desaparece, y la forma retorna a sus elementos. Una vez disuelta, no puede volver a formarse al retornar a la conciencia. Por tanto, cuando aspiramos a alcanzar la visión de Kether en Atziluth, debemos estar preparados para penetrar en la Luz y no salir nunca más de ella.

 

Esto no significa que el Nirvana sea la aniquilación, como algunos de los traductores de la Filosofía Oriental han enseñado erróneamente a los estudiantes europeos, sino que implica un cambio completo de modo o dimensión. Aquello que seremos cuando estemos al mismo nivel de las Santas Criaturas Vivientes, es cosa que no sabemos, porque ninguno de los que lograron la visión de Kether en Atziluth ha vuelto para decírnoslo. No obstante, la tradición nos declara que hubo quienes lo lograron, y que están íntimamente interesados en la evolución de la humanidad, siendo los prototipos de los superhombres de quienes hablan las tradiciones de todas las razas, tradiciones que, desgraciadamente, en los últimos años, han sido envilecidas por las enseñanzas seudo ocultas. Sea lo que fueren estos seres, puede decirse con seguridad que no tienen forma astral, ni personalidad humana, sino que son como llamas en el Gran Fuego que es Dios. El estado del alma que ha alcanzado el Nirvana puede ser comparado con el de una rueda que hubiera perdido la llanta y cuyos rayos penetran e interpenetran toda la creación; un centro de irradiación a cuya influencia no se le puede poner límite alguno salvo el de su propio dinamismo, y que siempre mantiene su identidad como núcleo de energía.

 

La experiencia espiritual atribuida a Kether es la unión con Dios.

Este es el fin y el objeto de toda experiencia mística, y si buscamos cualquier otro, somos como aquellos que construyen una casa en el mundo de las ilusiones. Todo lo que puede detener al místico en su recto camino hacia la meta, le produce la impresión de un grillete, de una cadena que debe ser rota de inmediato. Todo cuanto sujeta la conciencia a la forma, todos los deseos que no sean ese único deseo, son males para él y, desde ese punto de vista, tiene sobrada razón; si obrase de otra manera, invalidaría toda su técnica.

 

Esta no es la única prueba que el místico tiene que afrontar. Se le exige que satisfaga las exigencias de los planos de la forma antes de quedar libre para retirarse y escapar de ellos. Existe un sendero siniestro que conduce a Kether: el Kether de los Qliphoth, que es el Reino del Caos. Si halla prematuramente el Sendero Místico, es allí donde irá, y no al Reino de la Luz. Para el ser humano que se siente inclinado naturalmente al sendero místico la disciplina del cuerpo y de la forma le repugna; y una de las tentaciones más sutiles, es abandonar la lucha en la vida de las formas que se resiste a su dominio, y retirarse a través de los planos antes de haber pasado por el nadir y haber aprendido allí las lecciones que debía aprender.

 

La forma es la matriz donde se encierra la conciencia fluídica hasta adquirir una organización a prueba de toda dispersión, hasta convertirse en una núcleo indestructible de la individualidad diferenciada, extraída del mar amorfo del Ser puro. Si la matriz se rompe prematuramente, antes de que la conciencia fluídica se haya formado como un sistema organizado de tensiones, estereotipado por la repetición, la conciencia se retrae nuevamente a lo amórfico, de la misma manera que la arcilla vuelve al barro original si se la saca prematuramente del molde, antes de que haya tenido tiempo de fraguar. Si existe un místico cuyo misticismo produce incapacidad mundana, o cualquier forma de disociación de la conciencia, entonces podemos decir que el molde se ha roto prematuramente; será necesario que vuelva a la disciplina de la forma, hasta que haya aprendido la lección y su conciencia haya alcanzado una organización coherente y cohesiva, que ni el Nirvana mismo pueda destruir. Que parta leña y acarree agua para el servicio del Templo si lo desea, pero no profane el lugar santo con sus patologías y su falta de madurez.

 

La Realización es la virtud a Kether, el completamiento de la Gran Obra, para usar un término extraído de la Alquimia. Sin completamiento no puede haber realización, y sin ésta no hay completamiento. Las buenas intenciones pesan poco en la escala de la justicia cósmica, pues somos reconocidos por el completamiento de nuestra obra. Es verdad que tenemos toda la eternidad para completarla, pero debemos hacerlo hasta el Yod final. No hay misericordia alguna en la justicia perfecta, salvo la que nos permite probar una y otra vez.

 

Kether, contemplado desde el punto de vista de la forma, es la corona del Reino del Olvido. A menos que realicemos la naturaleza vital de la Luz Blanca Pura, sentiremos poca tentación de luchar por esta corona que no pertenece en absoluto a este orden de ser; y si logramos esta realización, entonces estaremos libres de todas las limitaciones de la manifestación, y podremos hablar a todas las formas como quien realmente tiene autoridad para hacerlo.

 

 

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