Todas las civilizaciones históricas –sin importar su época, su
situación geográfica o su desarrollo científico– comparten idénticos
mitos para explicar el mundo. Esta llamativa coincidencia sigue sin
tener una explicación convincente y definitiva.
Cuando Stephen Hawking inauguró la última edición de los Premios
Príncipe de Asturias, habló acerca de la teoría de los universos
múltiples. Esta idea postula que existen infinitos universos paralelos
en los que se desarrollan todas las historias imaginables.
Desafortunadamente, los humanos estamos destinados a vivir en un único
universo. Sin posibilidad de saltos temporales ni espaciales. Al menos
eso ocurre con nosotros. Pero no así con los mitos. Ellos sí cumplen con
nuestro anhelo de alternar universos... culturales. “Y en el inicio fue
el caos”. No, no es ninguna cita de Hawking, ni siquiera de Carl Sagan.
Ni aún de la Biblia. Es como se relata el origen del universo en las
culturas africanas yoruba y de Madagascar: “ Y en el principio fue el
caos, que no era mar ni tierra y no tenía forma”. Este relato coincide
plenamente con el mito del origen propio de chinos, nórdicos e hindúes,
entre otras civilizaciones. Pero, lo interesante no es sólo la
coincidencia, sino también la semejanza de relatos ancestrales con las
actuales teorías científicas (ver recuadro). Todo esto confirma que los
mitos originarios llegan a romper la barrera del tiempo cuando se traza
su paralelismo.
Piezas de un
mismo puzzle
Con retazos de diferentes culturas se teje el manto que cubre
todas las historias. La Venus de Willendorf (arriba, dcha.)
representa a la primera diosa madre. El diluvio (arriba, izda.)
también tiene su correlato en culturas tan dispares como la
polinésica o la azteca. El Árbol de la Vida (abajo, centro); y
la resurrección de Osiris (abajo, dcha.)
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La creación del
hombre
La adopción de una figura masculina como ente creador se dio de
forma casi simultánea en todas las culturas. Las civilizaciones
abandonaron el modelo matriarcal en favor de uno dominado por el
hombre. |
Para los norteamericanos indios zunis, la
vida se originó a partir de la interacción entre las algas y el Sol
Un puzle de algunos de estos mitos confirma esta afirmación. Primera
pieza: en el relato de la creación propio del zoroastrismo (religión
practicada en el actual Irán), se cuenta que Ozmad empezó su trabajo de
creación arrojando parte de su luz en el vasto abismo del cosmos. El
Kojiki, la historia mítica de Japón, podría ser la segunda pieza. En
esta obra se narra cómo en el inicio no había nada, excepto un vasto
océano aceitoso que contenía una mezcla de todos los elementos. Los
mitos griegos, egipcios y de los zunis (nativos de Norteamérica) relatan
con asombrosa semejanza el siguiente paso. Para los zunis, en el mar
crecieron las algas y la interacción de éstas con el Sol originó todas
las criaturas vivientes. Los egipcios veían en Ra, deidad nacida del
abismo acuoso, al creador de todo lo que existe, y en el caso de los
griegos es el mito de Eurínome y Ofión. En este último, el caos crea un
inmenso mar en el que todas las cosas están mezcladas. Del mar surge
Eurínome, la gran diosa de todas las cosas sobre la Tierra, y de ese
modo no sólo da inicio a la vida, sino también a la figura de la Madre
Creadora, una diosa común a casi todas las culturas. Y es que las
civilizaciones no sólo compartieron mitos, sino también símbolos. La
madre primigenia fue Gea o Gaia para los griegos, Pachamama para los
incas, Papatuanuku para los maoríes, Yemaya, Mujer Araña, Ishtar,
Deméter..., sus nombres son infinitos, pero su identidad es una sola.
Todas ellas fueron las primeras creadoras de vida.
La medición del tiempo es solar en casi
todas las culturas, pues el Sol es el principio creador
Hasta que los modelos matriarcales dejaron paso al numen masculino;
Zeus, Júpiter, Brahma, Ra u Odin, que relegaron a la mujer a un segundo
plano. Este cambio, de cultura matriarcal a patriarcal, se produjo en la
prehistoria y es apreciable en la forma de medir el tiempo que tenían
muchas civilizaciones. En la era matriarcal, el tiempo se medía tomando
como referente a la Luna, en un reflejo del ciclo menstrual femenino, ya
que nuestro satélite natural siempre fue asociado a deidades femeninas:
Artemisa, Diana, Po (polinesios), Coyo-lxauhqui (aztecas), Ningal
(sumerios), Ngame para los akanos del sur del Sáhara, la cartaginesa
Tanity o la cananea Anatha. La era patriarcal se inicia con la adoración
al Sol, la figura masculina (el Apolo griego, el egipcio Osiris o el
polinésico Ao, entre otros), y es este astro quien gobierna la medición
del tiempo. Otros historia y es apreciable en la forma de medir el
tiempo que tenían muchas civilizaciones. En la era matriarcal, el tiempo
se medía tomando como referente a la Luna, en un reflejo del ciclo
menstrual siempre fue asociado a deidades femeninas: Artemisa, Diana, Po
(polinesios), Coyo-lxauhqui (aztecas), Ningal (sumerios), Ngame para los
akanos del sur del Sáhara, la cartaginesa Tanity o la cananea Anatha. La
era patriarcal se inicia con la adoración al Sol, la figura masculina
(el Apolo griego, el egipcio Osiris o el polinésico Ao, entre otros), y
es este astro quien gobierna la medición del tiempo. Otros símbolos
frecuentes en la mitología universal son el árbol -escandinavos, sioux,
persas y algonquinos y tribus norteamericanas, creían que el hombre se
había creado de un árbolo los gigantes o titanes, una raza que tanto los
dioses griegos como los nórdicos y los incas debieron derrotar para
hacerse con el poder del mundo.
Analizando las diferentes visiones creacionistas, el agua juega un papel
fundamental, pues los pueblos antiguos conocían su importancia para
sostener la vida. Y, del mismo modo, un exceso de ella ponía en riesgo
la existencia humana. Así, nace el mito del diluvio. En casi todas las
culturas este relato sigue la misma secuencia: los hombres se
pervierten, olvidan a sus dioses, ellos eligen a un hombre honrado
(nunca a una mujer) para comunicarle la terrible inundación que se
avecina, instruyéndole en la construcción de una nave, que siempre se
detiene en una montaña.
Sólo en una cultura el mito del diluvio no
menciona una embarcación y es protagonizado por una mujer
Mientras el caso emblemático es Noé y el monte Ararat, en la mitología
india es Manu; en la babilónica, Utnaphistim (monte Nisir); para los
hawaianos fue Nu´u (su barca se detiene en el Mauna Kea); los aztecas
mencionan a Tata; y los griegos a Deucalión, cuya embarcación encalla en
el monte Parnaso. Es verdad que casi todas las civilizaciones tuvieron
mitos del diluvio, pero mientras en algunas resulta “esperable” por
vivir a orillas de algún océano, en otras es sorprendente por su
ubicación claramente continental. Es el caso de los tobas de las selvas
argentinas, los buryat de Siberia, los kabadi de Nueva Guinea, los
yanomami de Brasil y Venezuela o los pigmeos del África Ecuatorial.
Pero, entre todos los mitos, los más originales son el de Egipto y el de
los indios knisteneau, de Estados Unidos. En el primer caso, el padre de
Ra, el abismo acuoso, le advierte que la humanidad se ha vuelto perversa
y debe ser castigada. Pero lo que se inicia como un mito más de diluvio,
se descontrola cuando Ra envía a Hator, diosa de la venganza y ojo de Ra,
a efectuar el trabajo. Esta deidad comienza a asesinar a diestro y
siniestro a todos los hombres, iniciando, literalmente, un baño de
sangre que inunda el mundo y arrasa con todo. Tan sanguinaria se vuelve
Hator, que comienza a beber de la sangre y el único modo que encuentra
Ra para frenar la masacre resulta ser vertiendo cerveza en las“ aguas” y
emborrachándola. Sólo asílogran salvarse algunos seres humanos y
repoblar la Tierra. El segundo relato, el de los indios knisteneau,
rompe los moldes. Aquí no hay barcos y quien se salva es una mujer, K-wapth-w,
que se coge de la pata de un ave para huir de las aguas. El ave la lleva
hasta una cumbre y allí da a luz a unos gemelos, de quienes desciende la
humanidad.
La realidad es que los mitos son medios para explicar la vida... y la
muerte. Son muchas las culturas que escenifican un viaje hacia el otro
mundo. Para los antiguos, la muerte es una etapa, un más
allá generalmente subterráneo, pues es debajo de la tierra donde están
las raíces, primera instancia de la vida. Este submundo está dominado
por un dios que impide que los cuerpos regresen del periplo al otro
mundo. La divinidad regente es habitualmente hermano del dios gobernante
(Zeus y Hades, Osiris y Seth o Ishtar y Ereshkigal, por ejemplo) y es
sumamente inflexible en su tarea.
La resurrección, uno de los pilares de la
religión cristiana, se basa en el mito egipcio de Osiris
Excepto cuando se enfrenta al verdadero amor. Son abundantes los relatos
de viajes al mundo de los muertos para rescatar a un amante: Orfeo y
Eurídice para los griegos, Marwe y Sawoye para algunas tribus del este
africano, Savitri y Satiavan en la mitología hindú, Pare y Hutu en los
relatos maoríes, Ishtar y Tammuz para los babilónicos y Osiris e Isis en
la Eneida egipcia. Esteú ltimo mito es significativo porque recorre otro
paralelo cultural, capital en el cristianismo: el de los dioses que
resucitan. Osiris muere a manos de su hermano Seth, pero su mujer Isis
logra revivirlo y conciben un hijo. Luego morirá definitivamente para
gobernar el inframundo y dejar paso a su hijo Horus en la Tierra. En
síntesis, una divinidad (Cristo), traicionada por un hermano (Judas),
que es enterrada y vuelve a la vida para dejar un último milagro. Los
dioses aztecas se sacrificaban para que el Sol saliera cada mañana y la
Perséfone griega resucitaba cada primavera, igual que el nórdico Bálder.
Esta conciencia de la muerte como una etapa más por parte de las
antiguas civilizaciones trajo consigo una noción, ya no sólo del hombre
sino de la naturaleza, como entidad que tiene un ciclo. A partir de este
conocimiento es cuando se originan, en culturas tan alejadas entre sí
como la navajo (los cinco mundos) y la griega (las cinco eras del
hombre) o la azteca (los cinco soles) y la hindú (las cuatro eras del
hombre), la idea de los diferentes tiempos o periodos de la vida del
hombre en la Tierra.
Prácticamente en todos los idiomas, los siete días de la semana llevan
el nombre de una divinidad
Sólo por el título de las historias es fácil establecer un paralelo.
Pero esta vía conjunta también es visible en los argumentos. Todos estos
mitos hablan de un pasado mejor, de una humanidad que se va degenerando
y de un final que llegará pronto si el hombre no cambia su actitud y se
vuelve más compasivo y generoso.
El conocimiento de la existencia de los mitos paralelos llegó con las
exploraciones y los grandes viajes. Muy pronto, los estudiosos se dieron
cuenta de la extraordinaria relación entre algunos relatos bíblicos y
las historias mayas, polinesios e incas o entre los relatos griegos y
aquellos procedentes de Asia. Hasta el momento son dos las teorías más
aceptadas a la hora de explicar la existencia de los mitos paralelos. La
primera de ellas es la “difusionista”, propuesta por Leo Frobenius. En
1898, con 26 años, este alemán y estudioso amateur de los mitos,
concibió la “Kulturkreislehre” o la “teoría de los círculos culturales”.
Frobenius proponía la existencia de un área central de producción de
mitos que abarcaba África Occidental y la India y que de allí se
extendía hasta Indonesia, Oceanía y el continente americano siguiendo
unos círculos expansivos similares a las ondas de una roca cuando cae en
un estanque y que estaba provocada por el contacto sucesivo entre las
diversas culturas.
La segunda teoría es la del consciente colectivo. Esta noción fue
concebida por el sociólogo francés Émile Durkheim, quien creía que la
función clave del mito era adecuar el comportamiento del individuo al
grupo. De este modo, la mitología, sus historias, sus personajes y sus
argumentos resultan producto de una función neurológica del cerebro
humano y son, por lo tanto, comunes a todos los seres humanos.
En el presente ambas teorías, y aún una combinación de ellas, se
disputan la explicación que origina las historias paralelas. Pero la
realidad es que estos mitos son tan fuertes que aún hoy determinan
nuestro día a día. Literalmente. Si no ¿de qué modo se explica que todos
los días de la semana en las lenguas india, celta, germánica y romance
(excepto el portugués) se basen en la mitología? Baste como ejemplo el
día domingo (domenica en italiano, dominica en rumano,
dimanche en francés), que proviene del latín dominus y
significa señor. Por lo tanto, se refiere al día del señor. Mientras que
su traducción del inglés, noruego, alemán y holandés es el día del Sol,
el “señor” que dominaba en aquellas culturas.
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