El Chamanismo es la Tradición
Sagrada que une al hombre con la Naturaleza en un mutuo y sagrado
respeto, que es producto de una conciencia que sabe percibir más allá de
la realidad física.
Joan B. Townsend, una antropóloga y
profesora canadiense especialista en la gama de nuevos movimientos
religiosos y actividades de la "Nueva Era" en Occidente, define el
neochamanismo como un movimiento "que combina aspectos específicos del
chamanismo tradicional, procedente de diversas sociedades alrededor del
mundo, con un nuevo complejo de prácticas y creencias".
En su ensayo "Neochamanismo y el movimiento místico moderno",
que a mi juicio tiene un destacado lugar en la valiosa compilación de Gary
Doore: El viaje del chamán, curación, poder y crecimiento
personal, Joan Townsend segura que el neochamanismo está
ejerciendo una gran influencia en la mística moderna.
Este resurgimiento tiene lugar primordialmente en un pequeño pero importante
segmento de la población que experimenta una nueva espiritualidad
caracterizada por su interés en sistemas religiosos no occidentales. Y
resulta especialmente significativo este interés por cuanto incluye gente
educada, de clase media alta, personas que ocupan posiciones desde las que
pueden influir, a su vez, sobre las ideas y tendencias de su sociedad. En
dicho grupo se están redefiniendo y modelando distintos sistemas de
creencias que cobran apariencia de un nuevo movimiento místico.
Esta profesora enmarca los orígenes del neochamanismo en la década de los
sesenta del siglo pasado, cuando el movimiento hippie impulsó la idea de
buscar el contacto directo con lo trascendente y cuando algunos antropólogos
estudiaron con chamanes indígenas que habían conservado sus sistemas
tradicionales, convirtiéndose en sus aprendices, en un intento por asimilar
de primera mano los sistemas chamánicos, alejándose del punto de vista
teórico y anecdótico de sus antecesores.
En este sentido, ella destaca los trabajos de Michael Harner con los
chamanes sudamericanos, los de Peter Furst y Barbara Myerhoff sobre el
chamanismo huichol en el norte de México y los polémicos estudios de Carlos
Castaneda, sobre su aprendizaje con el chamán-brujo yaqui llamado don Juan,
también en el norte de México. Y aquí yo incluiría también los estudios de
Josep Maria Fericgla, aprendiz de los shuar (jíbaros) ecuatorianos; los de
Jacobo Grinberg-Zimmerman, seguidor de Pachita y otros chamanes mexicanos; y
los estudios de por lo menos dos de los destacados discípulos de la mítica
oaxaqueña María Sabina, que son los doctores Salvador Roquet y Richard
Yensen.
Para Joan Townsed, lo fundamental del chamanismo "es el acceso a una
realidad alternativa, distinta a la realidad cotidiana en la que todos
funcionamos", donde el chamán es capaz de penetrar a voluntad y realizar
cosas que afecten directamente la realidad ordinaria, con ayuda de
espíritus, guías, maestros sin cuerpo físico o animales de poder. Hasta aquí
señala coincidencias, sin embargo le parece que las diferencias comienzan en
la búsqueda de trascendencia que caracteriza a los neochamanes, en su forma
de integrar los conceptos de la medicina occidental con la sabiduría de la
medicina tradicional y en general, en el hecho de que las ideas de un
neochamán son mucho más eclécticas que las de un chamán clásico.
Muchos neochamanes son individuos en busca de trascendencia, que no suelen
afiliarse a organizaciones duraderas o claramente definidas, como las
iglesias o los grupos de "culto". En realidad, sus "grupos" no son más que
pequeñas aglomeraciones de gente que se reúne en talleres y asambleas
locales. Estos grupos, raramente dotados de una estructura social, son
amorfos y relativamente de poca duración. La gente participa con frecuencia
en varios grupos de este género simultáneamente, en uno de los cuales puede
que se haga hincapié en el neochamanismo, en otro en la curación, en otro en
el desarrollo psíquico y en otro en sesiones espiritistas.
A veces los neochamanes utilizan técnicas del chamanismo clásico para curar,
tales como la de succionar para eliminar el objeto intruso en esta realidad
y en la realidad alternativa, o la de viajar a la realidad alternativa para
rescatar un alma perdida o un espíritu de poder. Sin embargo, su
interpretación de la enfermedad es más amplia. La mayoría acepta la teoría
de los gérmenes, así como otros modelos occidentales contemporáneos sobre
las causas de las enfermedades, y reconoce el valor de las técnicas de la
medicina moderna. En la mayoría de los casos, la curación chamánica
(psíquica o espiritual) se considera adjunta a la medicina occidental, más
que una opción alternativa. No obstante, existe un sentimiento, compartido
por los miembros del sistema de creencias neochamánico y los del movimiento
místico en general, de decepción con respecto a la medicina convencional. Se
respetan los éxitos alcanzados por la medicina occidental, pero son muchos
los que opinan que ha ido demasiado lejos. Con frecuencia se perjudica a los
pacientes, en lugar de ayudarles.
En su completo ensayo, Townsed advierte que gran parte, los neochamanes, los
videntes, los espiritistas y los curanderos, tanto hombres como mujeres,
practican las mismas actividades y comparten las mismas creencias por lo que
hoy en día resulta peligroso establecer una distinción rigurosa entre
"chamán" y "no chamán":
"Técnicas tales como la imposición de
manos, la curación del aura, la curación por meditación a distancia y con la
asistencia de ayudantes espirituales, o los viajes chamánicos y la
extracción de la enfermedad, se consideran como suplementos útiles a las
terapias ortodoxas. A veces éstas pueden triunfar donde ha fracasado la
medicina convencional y curar a paciente desahuciado. La curación no es sólo
física. Incluso cuando no se cura la enfermedad física, la curación del
espíritu y la armonía del paciente consigo mismo y con "el universo" se
consideran de una importancia igual o mayor. Claramente, la línea que separa
a los chamanes tradicionales y neochamanes contemporáneos por una parte, de
los videntes y espiritistas por otra, es sumamente sutil".
Otras coincidencias que Joan señala entre el neochamanismo y el movimiento
"nueva era" se hayan en "el supuesto esencial de que todo está
interrelacionado", lo cual conduce a un enfoque profundamente ecológico en
el neochamanismo, "reminiscente de las primeras creencias hippies", y a la
idea recurrente de la necesidad de un "despertar espiritual colectivo" que
detenga no sólo el deterioro ecológico, sino los problemas derivados de las
desigualdades sociales y la violencia entre grupos raciales y entre
naciones. En este sentido:
"Se considera que el trabajo neochamánico constituye un instrumento para
poner fin a dichas pautas y dirigir el rumbo del desarrollo humano hacia la
supervivencia, en lugar de la destrucción. Existe también una esperanza y
una fe compartidas en que cuanta más gente ingrese en dicha espiritualidad,
mayor será la probabilidad de efectuar un cambio en el mundo, que lo
convierta en un lugar mejor y más seguro donde vivir. La unión de todos los
pueblos puede convertirse en realidad y la paz en un hecho consumado. Es
preciso que tenga lugar un despertar espiritual y éste es el fin al que se
encamina la totalidad del movimiento místico".
Por último, Townsend se refiere al futuro del
neochamanismo y descarta la posibilidad de que sea sólo una moda
"instantánea" de consumo en Occidente. Frente a las críticas que señalan que
el éxito del neochamanismo encarna el vacío y "la superficialidad de gran
parte de la sociedad actual de supermercado que demanda versiones abreviadas
de trascendencia espiritual", la autora cita a Michael Harner, quien
respondió con las siguientes palabras a las críticas dirigidas contra sus
"cursos intensivos" sobre chamanismo, poco después del accidente de 1986 en
la central nuclear de Chernobyl, en la Unión Soviética:
"...si las grandes naciones del mundo trabajan día y noche en sus propios
cursos intensivos para nuestra aniquilación mutua, no podemos permitirnos ir
más despacio en nuestro trabajo en dirección opuesta. La pausada enseñanza
que fue posible en las antiguas culturas tribales ha dejado de ser
apropiada. Las fuerzas de destrucción nuclear y ecológica avanzan
apresuradamente, y también debemos hacerlo nosotros. Es preciso despertar a
la gente, o puede que duerma eternamente. Y no sólo es preciso que despierte
al conocimiento de la realidad ordinaria, por importante que ésta sea, sino
a una comprensión personal, profundamente espiritual, de la interconexión de
todo lo existente. Trabajemos unidos y tan rápido como podamos".
Según Townsend, la respuesta de Harner es típica de
los sentimientos de muchos miembros del neochamanismo y del movimiento
místico en general:
"Es posible cambiar radicalmente la actitud y por consiguiente el rumbo de
la historia mundial por medio del trabajo místico, conforme prolifere entre
la población del planeta. Sin un cambio de rumbo importante, el mundo se
encamina a la destrucción. Por el camino de la mística y conscientes de la
unión de todo cuanto existe, se conseguiría un mundo nuevo y mejor en esta
realidad, además de la paz que aporta la trascendencia. El chamanismo posee
importantes verdades místicas y el potencial de experiencias trascendentes
que mucha gente en la sociedad occidental anhela con ahínco.
Así pues, creo que el neochamanismo y
el resto del movimiento místico no constituyen una moda pasajera de una
sociedad seglar y consumista, sino que suponen una tendencia importante, en
potencia, capaz de cambiar radicalmente las creencias de la sociedad
occidental".
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