En
el otoño de 2003, unos 40 investigadores se reunieron en Atlanta para
revisar sus hallazgos sobre el poder curativo del perdón. Un estudio
demostró que olvidar los resentimientos puede reducir el dolor de espalda
crónico. Otro reveló que el perdón disminuye las recaídas en personas
drogadictas. Y según otro estudio, realizado con imágenes de resonancia
magnética, el simple acto de pensar en la empatía y la reconciliación pone a
funcionar la circunvolución temporal media izquierda del cerebro, lo que
indica que todos tenemos un centro mental del perdón...
El Doctor Fred Luskin, director del proyecto sobre el perdón de la
Universidad Stanford, ha observado que desterrar la ira reduce el estrés
hasta el 50 por ciento. Los participantes de sus estudios también han
mostrado mejoría en vigor físico, estado de ánimo, calidad de sueño y
vitalidad general. “Llevar a cuestas una carga de amargura y rabia por haber
sufrido un agravio es muy dañino”, afirma.
La razón es que estamos conformados para reaccionar ante cualquier cosa que
nos produzca tensión como si fuera una crisis, ya sea una alarma de
incendios o recordar un pleito encarnizado. En una situación así, nuestro
cuerpo segrega hormonas del estrés adrenalina y cortisol, que nos acelera el
pulso, la respiración y el pensamiento.
Ocurre también un aumento en el nivel de glucosa en la sangre, lo cual tensa
los músculos, y de factores coagulantes. Esto resulta inofensivo si el susto
es pasajero (como un percance leve de tránsito), pero la ira y el
resentimiento perduran mucho más y convierten en toxinas las hormonas que
deberían protegernos.
El efecto inhibidor del cortisol sobre el sistema inmunitario está asociado
con algunos trastornos graves. Bruce McEwen, director del laboratorio de
neuroendocrinología de la Universidad Rockefeller en Nueva York, dice que el
cortisol atrofia las neuronas, causa pérdida de memoria y aumenta la presión
arterial y el nivel de glucosa en la sangre, lo cual propicia el
endurecimiento de las arterias y la aparición de problemas cardiacos.
Al parecer, perdonar detiene la secreción de estas hormonas. En Marzo de
2003, unos investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison reclutaron
para un estudio a 36 excombatientes varones enfermos de las coronarias y
agobiados por los dolorosos motivos, algunos relacionados con la guerra y
otros con problemas conyugales, laborales o traumas de la infancia. La mitad
recibieron terapia para perdonar, y cuando la aplicaron se observó en ellos
una mayor afluencia de sangre al corazón.
La práctica del perdón es por tanto algo muy saludable y además produce un
efecto dominó sobre nuestro entorno. Como muestra, un botón: esta es una
historia verídica que ocurrió hace veinte años. Julio, un brillante
ejecutivo que trabajaba en una multinacional, tuvo que enfrentarse a una
situación muy común en este tipo de ambiente: la envidia.
Un compañero suyo, que no poseía el mismo carisma que él, se había dedicado
a criticarlo duramente a sus espaldas porque lo veía como un competidor y
planeaba. Esto duró muchos meses hasta que un buen día Julio sintió la
necesidad repentina de llamar a este compañero y decirle que le perdonaba
por sus habladurías, que no le apetecía trabajar en un ambiente tenso, y le
propuso que fueran amigos. El otro aceptó encantado y cesaron las críticas,
pero el destino quiso que este chico, de apenas 35 abriles, falleciera en un
accidente de aviación una semana después.
Es como si intuitivamente Julio hubiera captado este triste desenlace y
hubiera querido saldar las cuentas con su compañero antes de que se fuera.
Pero lo curioso es que apenas unos días después, recibió una llamada de su
superior jerárquico para convocarle a una reunión. Le dijo a Julio que había
estado mirando su expediente porque necesitaban cubrir un puesto directivo
en otra ciudad (su jefe era extranjero y llevaba poco tiempo en la división
española), y se había dado cuenta de que era un buen profesional pero un
tanto conflictivo, juerguista y ácrata.
Le dijo lo siguiente: “He decidido romper este expediente para que nadie
pueda verlo así que prescindiré de los comentarios poco gratos de tu
anteriores jefes y te daré una oportunidad porque creo que tienes madera de
líder y que vales para el puesto que tenemos vacante”. Julio no cabía en sí
de gozo, fue nombrado para un interesante ascenso.
Pero, a lo que íbamos: plantó en su propio jardín las semillas del perdón y
estas fructificaron a los pocos días. Y ahora que se están acelerando tanto
los procesos, los frutos pueden ser cosechados incluso en horas. ¿Quién se
apunta a comprobarlo?
Para leer más sobre el perdón entra a este enlace:
http://abriendoconciencia.blogspot.com/2008/01/ms-cosas-hermosas-sobre-el-perdn.html