Vista de Gadeb,
Etiopia
Vista de la
garganta
de Olduvai
Grafito, Terra
Amata
Cráneo de
Pitecanthopus,
Sangiran,
Java
Enterramiento
procedente de Shanidar
Venus de Adeevo,
Rusia
Venus de
Brassempoy, Francia
Ídolo, Trois
Freres, Francia
(VER
ORIGINAL)
(AMPLIAR)
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LA RELIGIÓN EN LA
ANTIGÜEDAD MEDITERRÁNEA
En este apartado
proponemos adentrarnos en una de las facetas más características
del ser humano, compleja y a menudo difícil de delimitar o
explicar, como es el hecho religiosos. Fenómeno que entendemos
como una percepción de algo más allá de la realidad tangible,
que se manifiesta en múltiples formas y lugares y que genera un
cambio en el ser humano cuando lo experimenta o contempla.
Genera una nueva mirada del mundo exterior e interior del
hombre.
Como marco cronológico nos hemos
marcado de los primeros indicios del sentimiento o hecho
religiosos datados por los especialistas hasta el año 476 d.C,
el final de la Antigüedad, representado por la caída del imperio
romano de occidente, y como marco geográfico el Mediterráneo.
Aquí, incluimos las culturas y pueblos no sólo ribereños de este
mar, sino también los del interior al norte, este y sur de este
mar de “entre tierras”.
Posible espacio
sagrado, Babilonia
Comenzamos esta
sección con una pequeña síntesis del fenómeno religioso y nos
adentraremos en las creencias de los diversos pueblos de la
Antigüedad mediterránea. Con esperanza iniciamos este camino en
busca de Dios y, como en todo inicio del camino, necesitamos
franquear un umbral, en este caso, proponemos nuestra página web
en su sección BABILONIA (ka –dingir- ra en
sumerio =”la puerta/boca de dios”; bab-ilim en acadio =
“puerta del cielo”; Babilonia en griego).
Dingir
es el simbolito justo encima del Indalo
Siguiendo la
definición que nos da J. Martín Velasco, la religión o hecho
religiosos como un relación interior del hombre con una realidad
invisible, que afecta al foro interior de la conciencia. Aquí la
relación religiosa comporta dos elementos principales. El
Misterio, realidad inefable, invisible y trascendente y el
hombre, todo él se ve afectado por la presencia del Misterio en
su vida. Este mismo autor nos hace una estructuración del hecho
religioso desde:
El
ámbito de lo sagrado como una forma
especial de ser y de aparecer el hombre y la realidad cuando
aparece lo religioso. Hay un cambio de percepción, un atravesar
el umbral que separa lo religioso de lo profano u ordinario.
Pero no son dos mundos contrapuestos sino del mismo mundo vivido
de una forma nueva.
El Misterio,
realidad que determina el ámbito de lo sagrado. Lo
religioso, lo sagrado conlleva una relación con Dios, pero hay
tradiciones religiosas que carecen de un nombre o figura para
Dios (ej. el budismo primitivo), este nombre es el Misterio.
Realidad anterior y superior al hombre que aparece en su vida
cuando éste se introduce en el ámbito de lo sagrado y que le
fuerza a una reorganización de su mundo y de su vida. La
percepción de este sentimiento ha sido descrita por R. Otto como
la “experiencia del Misterio tremendo y fascinante”. Tremendo y
fascinante son dos rasgos del Misterio, dos reacciones del
individuo ante la presencia de lo numinoso, es decir, lo divino
o el Misterio. Ante él, el individuo descubre su pequeñez y se
siente perdido, le aterra y le maravilla. A partir de la
reacción que provoca en el sujeto, el Misterio aparece como la
realidad suprema que irrumpe en la vida del hombre afectándole
en esencia.
La actitud
religiosa como reconocimiento del Misterio y búsqueda de la
propia salvación en él. La idea religiosa de salvación conlleva
tres elementos. Primero, la toma de conciencia de una situación
de mal de la que la salvación libera. Segundo, el paso de ser de
una manera a otra, determinada por una nueva relación con Dios o
ser superior. Tercera, la salvación viene dada por un ser
superior al hombre.
Ya hemos mostrado
una serie de características de este fenómeno, hablar de lo
inefable puede parecer contradictorio pero es necesario, por que
las palabras son las imágenes de nuestra realidad, a veces más
allá de nuestros cinco sentidos. Ahora, nos referiremos al
sujeto de la experiencia religiosa como ser social y creador.
El ser humano, en
palabras de Xabier Pikaza, nace sin saber ni conocer. A través
de la experiencia, aspecto que nos diferencia del animal que
está ajustado al medio y sólo tiene un margen pequeño de ensayo
y aprendizaje, el humano desborda el ajuste al medio y construye
su cultura en equilibrio de búsqueda plasmada en diferentes
esquemas de comprensión, que valen por un tiempo y luego
quiebran, dando lugar a otros nuevos. La experiencia constituye
el modo de ser específico del ser humano, que se hace así mismo
mientras va creando sus propias formas de entender la realidad y
de influir en ella. También el hombre es un animal con
conciencia, que reflexiona sobre sí mismo y descubre sus
posibilidades y desarrolla un a cultura, una estrategia
adaptativa, un sistema de comportamiento que se independiza del
instinto y se refleja en signos, formas de actuar y de
interpretación transmitidos por el aprendizaje.
Una de las
características del ser humano es la manifestación cultural. La
cultura es esencial, pues forma parte de los procesos de
adaptación al medio y ha sido determinante en la evolución de la
especie, debido a sus posibilidades de innovación, crecimiento,
acumulación y transmisión de conocimientos.
El hombre como ser social
es comunitario y mundano. A través de ese mundo, de las
realidades mundanas, el hombre reconoce las
manifestaciones del Misterio en lo que se denomina las
hierofanías (M. Eliade)o apariciones de lo
sagrado como el cielo, los astros, la tierra y su
fecundidad, etc. Cada cultura o pueblo registra las
hierofanías en su propio ámbito cultural y social,
nómada, agrícola, etc. Las realidades mundanas quedan
así transignificadas por el misterio, metáforas o
imágenes de lo inefable. |
El sueño
de Jacob |
El hombre
interviene el proceso hierofánico, el reconocimiento de lo
inefable necesita de un expresión espacial y de unos tiempos
sagrados. La actitud religiosa, a través de la racionalidad del
hombre, dará lugar a doctrinas religiosas, dogmas y teologías.
Los actos concretos de la actitud religiosa dará forma a
oraciones, sacrificios, etc. El carácter comunitario del hombre
hará surgir la actitud comunitaria en forma de secta, iglesia,
fraternidad, etc, y sus diferentes formas históricas de
comunidad religiosa.
Siguiendo un
patrón cronológico en nuestra exposición, mostramos los primeros
indicios, a veces muy controvertidos, del sentimiento o del
hecho religioso.
Podemos entender la religión como
un sistema de creencias y como una actitud interior del ser
humano que se expresa a través de signos y ritos, integrados en
la vida cotidiana y que tiende de algún modo a transcenderla.
Podemos considerar que el sentimiento religioso está presente,
simbolizado, desde la existencia de signos abstractos y de una
mente reflexiva.
Gratitos;
Terra Amata, Niza |
Un
ejemplo de ésto es el uso de ocre rojo que se remonta a
época anterior a las sepulturas neandertalenses o del
Paleolítico superior registrado en yacimientos
arqueológicos como Gadeb, Etiopía, Olduvai, Tanzania, o
en Terra Amata, Niza, etc. O el tratamiento de osamentas
humanas, en especial los cráneos, es una expresión de
simbolismo religiosos.
Un ejemplo conocido lo
encontramos en cráneos manipulados que carecen de base o
perforación occipital debido, quizá, debido a una
mutilación intencionada (pitecántropos de Java y
sinántropo de Pekín, y restos de calvarias y maxilares
inferiores en Chou-Kou- Tien). |
Estos restos óseos
pudieron ser llevados allí con intención de conservarlos “como
culto a los cráneos” (H. Breuil y R. Lantier, 1951). O como una
practica de canibalismo (Weidenreich, 1941) apoyándose en
paralelos de antropofagia ritual de los pueblos actuales de
Melanesia, Borneo, Célebes, etc. Otros autores han criticado
estas hipótesis, argumentando que acumulación de osamentas
humanas en grutas es debido a los animales predadores (Binford y
Kun Ho, 1985).
Una manifestación
del tratamiento de los restos de seres humanos lo encontramos en
las prácticas antropófagas. Según Ulrich (1982) el término
“canibalismo” designara la práctica de consumo de carne humana
dentro de una ceremonia o ritual. Es una manipulación del
cadáver practicada en el Paleolítico, pero sólo hay pruebas de
ello en escasos yacimientos. Presentamos una clasificación de
esta práctica como un canibalismo: A. ritual, mágico, funerario
o religioso; B. Alimentario, bien incidental por supervivencia,
o bien gastronómico y prolongado (los seres humanos forman parte
de la dieta); C. Patológico; D. Político (un ejemplo es lo
sucedido la localidad de Guang-Xi durante la revolución cultural
china, o en los años 70 en alguna dictadura en centroáfrica).
En el yacimiento
arqueológico de la sierra de Atapuerca, Burgos, en Gran Dolina
(800.000 a. e.) se han encontrado seis individuos consumidos por
otros humanos. Sus restos óseos están mezclados con otros de
animales, sin colocación o disposición especial. Cráneos, manos,
pies o costillas presentan marcas de corte similares al de los
animales consumidos. Y en la Sima de los Huesos (300.000 a.e.)
se halló la acumulación de cadáveres de treinta y seis
individuos Homo Heidelbergensis, que parece ser el tratamiento
distintivo de restos humanos más antiguo conocido a día de hoy.
Cuando el
hombre inicia la práctica de la sepultura, la muerte
adquiere otro dimensión para él. En cuanto a las
sepulturas más antiguas que se conocen se datan de
aproximadamente 90.000 años (Gruta de Qafzeh, Israel).
De Homo Neandertalensis se han hallado sepulturas
en Tesik-Tash, Uzbekistán, en Shanidar, Irán
(70.000-45.000 a.e.). Practica que continúo con la nueva
especie Homo Sapiens Sapiens, enriqueciendo el
pensamiento conceptual y las manifestaciones artísticas.
Vemos materiales funerarios como en cuevas de Grimaldi,
con collares de conchas, sílex tallados, propulsores,
etc. El culto a los difuntos está ampliamente
atestiguado durante el Paleolítico medio y superior, lo
que expresa algo más que una simple conciencia de la
muerte. |
Enterramiento; Shanidar, Irán |
El arte del
paleolítico superior representado por las figurillas de
animales, figuras sexuadas femeninas conocidas como las “venus”
(40.000 a.e.) y las pinturas parietales del Magdaleniense
(15.000 a.e.). Con un simbolismo más complejos, nos referiremos
a representaciones de individuos enmascarados e híbridos, mitad
humanos y mitad animal. Algunos investigadores ven imágenes de
atuendos religiosos en danzantes y cazadores como en la famosa
cueva de Les Tríos Frères (Ariège, Francia). Parece una figura
humana vestida con una piel de bisonte que realiza una danza
ritual al tiempo que toca una especie de flauta.
Las sociedades
preagrícolas, o grupos humanos que extraen su sustento de su
entorno natural sin necesidad de complicadas manipulaciones y
que están insertos en un ciclo vital de cuya regularidad depende
directamente su supervivencia, el grupo humano es reducido,
generando sociedades y formas religiosas poco modificadas
durante grandes períodos de tiempo. Estas sociedades
preagrícolas han sido las más numerosas y duraderas, aunque con
el desarrollo de la agricultura han sido relegadas a pequeños
espacios marginales.
Las sociedades
preagrícolas han desarrollado mecanismos adaptativos, entre los
que la religión es fundamental, muy eficaces en hábitats
concretos que les ha permitido la supervivencia. Son sociedades
de grupos reducidos. El núcleo es la familia, o célula
reproductiva, y la banda, agrupación de parentesco con un tamaño
inferior al centenar de individuos. La movilidad debida a la
caza y recolección les impide desarrollar conceptos de
propiedad, salvo excepciones, lo que lleva a la no concreción de
jerarquías sociales con diferencias de status marcadas más allá
de las diferencias por sexo, edad o habilidad personal. El
reducido tamaño del grupo impide la aparición de especialistas a
tiempo completo en el religioso, teniendo cada individuo la
capacidad de entrar en contacto o intermediar ante las fuerzas
sobrenaturales. Es, por tanto, una religión de carácter
individualista. La naturaleza, en general, y la caza y la
pesca, en particular, son el objeto de veneración. Existen
lugares estimados por su sacralidad superior, como montañas,
ríos o cualquier característica peculiar del terreno.
La religión de
estas sociedades cumple una función básica; regular la acción
del hombre y de su impacto sobre la Naturaleza, conservándola al
sacralizarla. El hombre, como cazador, creó unas pautas
religiosas de caza muy variadas para evitar la depredación de
animales gestantes o crías hasta la caza mística, en la que se
opera la metamorfosis de los cazadores en el espíritu del animal
presa. El tamaño de los grupos humanos preagrícolas se debe a
una infraexplotación de los recursos del medio natural para
evitar su agotamiento.
El Neolítico
representa un importante cambio en el mundo religioso, siendo
más complejo y orgánico. La economía de base agrícola utiliza
técnicas mediante las que el hombre manipula el ecosistema y
controla la producción de los alimentos. Labra campos, domestica
animales, modifica el entorno natural según sus normas e
interese. Este territorio modificado permite mantener a una
población más numerosa que con la caza y recolección, pero
sujeta al suelo a la población, la sedentariza. El tamaño cada
vez mayor de la población forma aldeas, poblados, ciudades, etc.
La sedentarización permite la acumulación de riqueza,
diferenciando por status económico y social al individuo,
consolida líderes que controlan, recolectan y distribuyen los
productos obtenidos por el grupo y los aglutina en tareas de
interés común. En definitiva se crean sociedades más complejas y
mayores con un número crecido de especialistas, que generan
formas religiosas acordes con las nuevas necesidades.
Las sociedades de
base agrícola comienzan a formarse en torno al X –IX milenio
a.e., y continúan vigentes. La agricultura genera formas
religiosas con una serie de puntos de interés que resumimos en
un control del tiempo, de siembra y de recolección, básico para
la subsistencia del grupo. Surgen especialistas a tiempo
completo que se dedican a conocer los ciclos astronómicos,
sacralización del sol y la luna (respecto a sus diferentes
fases percibieron la coincidencia con el ciclo fértil de la
mujer, coincidiendo a grosso modo el plenilunio con la
ovulación, y otras fases con la menstruación). Determinar las
estaciones y el momento adecuado de la siembra.
La necesidad de
acumular excedentes agrícolas, tanto para la prevención de
hambrunas como para la selección del grano para una nueva
siembra. A través de prejuicios religiosos o restricciones de
otro tipo se facilita la reserva de las “primicias”que se
custodian en los templos-graneros (como en las sociedades
mesopotámicas).
La tierra se
sacraliza (ya dada por la larga tradición de las sociedades
cazadoras recolectoras) dotándola de una identidad femenina (por
comparación con la gestación de la mujer) y con su complemento
fecundante el cielo, identificado con lo masculino. La tierra en
diversas antropogénesis es el elemento formador del hombre y se
alimenta de ella. En relación con la agricultura, el agua se
sacraliza. Forma el origen de todo en algunas cosmogonías (las
aguas primordiales, el caos acuoso, etc.), o bien tiene
cualidades purificadoras y curativas (aguas termales).
El territorio,
tierras fértiles y aledaños se convierten en lugares dotados de
sacralidad. El territorio se considera el centro del mundo (omphalos
griego). Por características orográficas, interés social u otro
evento real o ficticio de relevancia se estructura el
territorio. Los templos son puntos de referencia principal as,
normalmente centrales, por su carga de fuerzas sagradas a
partir del que se compartimenta el resto del territorio. Igual
que se diviniza la tierra, también sus frutos y las
comparaciones entre el grano y el ciclo vital y mortal del
hombre y los dioses son evidentes. Nacimiento, muerte y
resurrección.
Con referencia a
los especialistas en lo sagrado ya hemos visto que las
sociedades agrícolas complejas generan un número variado.
Justifican su poder en la sacralización de los cometidos y las
personas que lo realizan. La religión es un medio de
justificación de su preeminencia y consolida sus ideologías.
Podemos distinguir
dos modelos de especialistas de lo sagrado: A. El modelo
comunitario, en que el sacerdote desempeña funciones a tiempo
parcial, representa a la sociedad ante el mundo de las fuerza
supranaturales y obtiene su poder del consenso social en torno a
su persona. Este es un modelo de sociedades indoeuropeas. B. El
sacerdocio eclesiástico, a tiempo completo, genera
justificaciones de su papel en la sociedad y se destaca por
privilegios, generan complicadas especulaciones teológicas.
Gestionan excedentes y un boato para su dios, siendo los únicos
interlocutores válidos con la divinidad, garantes del bienestar,
fertilidad y armonía social.
En próximos artículos trataremos
las primeras religiones históricas. Hasta entonces recomendamos
la lectura el libro de
J.Martín Velasco:
Introducción a la fenomenología de la religión. Ediciones
Cristiandad. Madrid 1997
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