1. Consciencia en la respiración y el recuerdo de
Allah
Dijo
el hispanomusulmán Ibn al-Arabi "en cada aliento hay un camino hacia
Allah”. Hay que tomar cada aliento que Allah nos da y
devolvérselo y hay que entender este aliento como la personalidad
(carácter). Según esto, si el aliento o la personalidad (alma) dejasen al
hombre, éste volvería a su origen, es decir, al Creador. Así, dice el Señor
de los mundos en su noble Corán: "A Allah habéis de regresar”.
Cuanto más consciente se es de la respiración, más intensa es la vida
interior. Ibn al-Arabi, dice en su obra Las Revelaciones de la Meca:
“La gente de Perfección es la que, pendiente de su respiración, se hace
guardián del Tesoro de sus corazones. Dejemos que la consciencia en la
respiración se quede de guardián y no deje entrar a ningún extraño. El
Tesoro del Corazón es la Biblioteca de Allah. No permitáis que entren
los pensamientos que no sean del Amado”.
En la
vía espiritual del Sufismo se le da una gran importancia a la respiración y
a ser conscientes de ella en todo momento porque, en haciéndolo, mantiene
consciente al hombre y le hace despertar en el aquí y ahora integrado en la
Creación. El sufí es el hijo del instante, en árabe ibn-ul-waqt, o esclavo
del momento, abdul-waqt, porque en cada instante su corazón está en el
recuerdo de Allah, con pleno sometimiento a Su Voluntad y, por
consiguiente, en completo equilibrio y armonía con la Creación.
La
vida es hálito y el hálito es vida. Todo lo que tiene vida respira. Todo en
la existencia respira, todo vibra y late en un acto amoroso de expansión y
de contracción: los pulmones y el corazón en su latir, las emociones, los
sentimientos, la célula, el día, la noche y la crisálida en su proceso de
convertirse en mariposa. Dice Allah, Glorificado y Exaltado sea en su
sagrado Libro: “Por el día cuando transpira...”. Y Allah no
emite un juramento por cualquier cosa, sino por que cuando jura lo hace con
profundos significados y en el respirar del día se esconde un gran secreto
de la existencia.
La
vida entra en el cuerpo en cada inspiración y, así como el feto respira a
través del vínculo de su madre, también el ser humano está ligado al Hálito
del Principio Creador, respirándolo.
Los
métodos de curación sufíes han dado más importancia a la respiración que a
otros elementos de la vida, porque la vida está comprendida entre el primero
y el último aliento. La respiración es el nexo entre nosotros y el Creador.
La esencia de la respiración es el hálito.
Este
aliento no es aire u oxígeno; es una energía sutil y su origen –como todas
las cosas– es divino. La respiración es una sustancia luminosa, un rayo de
luz, es la Fuerza de Allah.
La
respiración comprende el ciclo de la inspiración y la espiración y nos
recuerda en ese acto los estados de expansión y de contracción del espíritu.
El equilibrio de este ciclo respiratorio afecta al cuerpo, a la mente y al
espíritu. La respiración es responsable de dirigir los divinos atributos al
corazón y es también responsable del punto de encuentro entre lo consciente
y lo inconsciente, entre lo físico y lo psico-emocional, entre el ego y el
espíritu.
Esta
respiración consciente está estrechamente ligada al recuerdo de Allah,
el dhikr, por lo que el ideal del sufí es mantenerse en el constante
recuerdo de su Creador. En cada respiración se pronuncia uno de los nombres
de Allah, de tal modo que los atributos divinos descienden a la
mente, a la lengua y al corazón del que invoca.
Concretamente, la tariqah Naqshbandiya basa la vía del Sufismo en la
respiración, ya que es el puente que integra el cuerpo y el ego; al quemar
las impurezas del ego, el corazón se abre permitiendo contemplar el espíritu
del creyente y las luces del Espíritu Creador.
Por
esto tenemos que reconsiderar el modo en que respiramos –el cual suele ser
bastante deficiente– y dar la merecida importancia a la calidad y cantidad
del aire que inhalamos, pues, como decíamos arriba, la respiración tiene un
efecto directo sobre la salud psicofísica y espiritual. El Aliento
Misericordioso, Nafs Ar-Rahmani, es transportado en la respiración.
Gracias a la comprensión de esta alquimia espiritual, la persona se unifica
con el Todo, cambiando su percepción sobre la respiración, pasando de ser el
protagonista que respira, al que acepta ser respirado por el universo, y, en
última instancia, a ser respirado por el Universo, es decir, por Allah.
En cada inspiración se inspiran los atributos de Allah y en cada
espiración éstos son devueltos a Él. En este sentido es más importante el
acto de la inspiración que el de la espiración, ya que la inspiración nos da
la vida y la espiración es entrega a Allah de lo vivido. Consideremos
que en cada acto respiratorio nos acercamos más al final de nuestras vidas
(expiración), sirviéndonos esto de reflexión sobre el sentido de la vida y
de la muerte y prepararnos para el último instante de nuestra vida.
2. La
respiración en el Islam y en el Sufismo
Decía
el sufí Abu Yazid al-Bistami (m. 874): “Para el gnóstico, el verdadero culto
es la respiración”. Y Abu Bakr ash-Shibli (m. 945) comenta: “el Sufismo,
Tasawwuf es el control de las facultades y la observación de la
respiración”. En la orden sufí naqshabandiya, la respiración es un elemento
capital en la vía de transformación espiritual. Su fundador Bahauddin
Naqshaband (1317-1389), comenta: “Esta escuela está construida toda ella
sobre la respiración. Por eso es un deber para todos los buscadores ser
conscientes de la respiración cada vez que inspiramos y espiramos”. Esta es
la primera de los once principios en que se fundamenta el trabajo de esta
orden. La expresión farsí hush dar dam significa ‘consciencia de la
respiración’ y es una de las técnicas más potentes para llegar a desarrollar
una consciencia interior.
Se
dice en un versículo del Corán: “Aquel que dio principio a los cielos y a
la tierra, cuando decreta algo, le basta con decir: ¡Sé! y es” (Kun
faYakun) (2:16). Y: "En cada respiración, Allah crea mundos que Le
glorifican día y noche". “E hizo (Allah) que su descendencia se
produjera a partir de una gota de agua insignificante. (Luego le dio
forma e insufló en él parte de Su espíritu. Y os dio el oído, la vista y el
corazón 32:7), “...” (33:7), “Y cuando le haya dado forma (al ser
humano) y haya insuflado en él parte de Mi espíritu...” (38:71). "El
es el Quien os creó a partir de un solo ser (nafs)...” (6:99). “Verdaderamente
Jesús, ante Allah, es como Adam. Lo creó de tierra y luego le dijo: ¡Sé¡ Y
fue” (3:58).
3. Al
principio era el Aliento. El Aliento hace la creación y, por consiguiente,
crea al hombre (nafs)
Allah
hizo la Creación por desbordamiento de amor. Su Aliento Misericordioso
Kun (‘hágase’, ‘sea’) es el Sonido Primordial, que dio lugar a la
Creación. En cada respiración el ser humano se une a esa energía. Este
aliento del hombre es espíritu vital, se expande y contrae y forma parte del
Aliento del Misericordioso.
Al
respirar conscientemente, absorbemos sustancias energéticas sutiles que
están en el aire. El aire que respiramos sirve para despertar los centros
sutiles energéticos del cuerpo; estos centros sutiles, que se conocen en el
Sufismo con el nombre de lataif, son cinco y se distribuyen a lo
largo del cuerpo y actúan como transformadores de la energía espiritual.
Existe una relación estrecha entre el aire y el espíritu, lo que los hindúes
llaman prana y los chinos chi. Por esto muchas lenguas
vinculan con una sola palabra aire y espíritu. En árabe la palabra ruh
nombra a la vez espíritu y soplo vital; por otro lado, respirar en árabe es
nafas y personalidad es nafs, es decir, el yo experimentador,
carácter, ego o alma. Pues como se dice en el Corán: “Allah creó el
universo a través del Hálito del Misericordioso”; es el soplo mediante
el cual Allah da la vida y transmite el espíritu (ruh) al
cuerpo.
En la
meditación sufí (dhikr) –es decir, en la pronunciación de los nombres
de Allah–, los atributos divinos fluyen por todo el cuerpo gracias a
la respiración. En la inspiración, la mente piensa y visualiza el nombre del
de la invocación, dhikr; la lengua lo pronuncia –estando ésta
conectada íntimamente con el corazón físico–, mientras que el corazón envía
sangre por las arterias al cuerpo en cada movimiento sistólico de
contracción, llegando a toda célula el efecto purificador de la meditación y
eliminando lo tóxico y sacando de lo vivo lo muerto. Pues como dice un
versículo del Corán: “No veis como de lo vivo Allah saca lo muerto
y lo muerto de lo vivo”. Al hacer dhikr, las células “despiertan”
reconociendo a su Creador. El corazón intuitivo Le reconoce como único Señor
y Único Creador de los Mundos.
Es
entonces cuando el cuerpo se “espiritualiza” y, por lo tanto, se “ilumina”.
Al sufí persa Ibn Hassan an-Nuri se le veía iluminado cuando hacía dhikr;
su nombre an-Nuri significa ‘el iluminado’. El Shayj marroquí Muhammad ibn
al Habib había incorporado en su vida cotidiana el hábito de pronunciar en
cada aliento el nombre de Allah e incluso durmiendo se le escuchaba
decir ese nombre. En cada pronunciación, toda célula se orienta (se “enquibla”)
hacia Allah, porque en cada célula permanece el recuerdo de su
naturaleza esencial y la el Aliento del Misericordioso (Nafas ar-Rahmani).
4.
Inspiración, espiración y expiración
La
presencia de Allah se manifiesta mediante lo que podríamos llamar la
“respiración universal”, es decir el Hálito del Misericordioso, mediante el
cual, Él Crea y Re-Crea, pues el proceso de Creación no ha cesado desde el
“primer instante creador”.
Los
pulmones son el órgano que establece la función del primer vínculo entre el
niño y el mundo exterior en su vida intrauterina. Respirar es vivir y
constituye el contrapunto del morir. El miedo paraliza el flujo natural de
la respiración y produce bloqueos energéticos y causa enfermedades
psicosomáticas.
La
inspiración nos reconecta con la energía del universo; es un dejarse morir,
un entregarse generosamente a Allah en cada aliento. Sin embargo, en
la entrega del aliento subyace la vida y, cuanto más abandona el ego la
obsesión por la manipulación, más vida se genera. La respiración en la
Medicina Musulmana tiene una gran importancia en la salud, pues es la que
crea el equilibrio y armonía de los temperamentos en el cuerpo. Regula la
alegría, la tristeza, la rabia, los celos y demás emociones. En el
tratamiento se considera el efecto que puede causar el medicamento en la
respiración.
5. La
fase de inspiración
La
vida dura el tiempo que va desde la primera inspiración a la última
espiración; a esta última se la conoce como expiración, es decir, morir,
expirar.
La
primera inspiración del recién alumbrado es comenzar a vivir y la vida es
expansión, movimiento y calor; pero además es comenzar a morir. También es
separación de la madre por la ruptura del cordón umbilical, mediante la cual
adquiere el recién alumbrado individualidad y autonomía como ser único.
Nacer es alejarse del Origen pero, al mismo tiempo, es ir consumiendo el
número de respiraciones que tenemos asignadas antes de regresar al Creador.
Por todo esto, los sufíes antiguos lloraban cuando veían nacer un nuevo ser,
porque comprendían profundamente el dolor que la separación de Allah
conlleva, aunque también sabían la necesidad de este proceso de separación
para vivir el “re-encuentro” con el Creador y la recompensa que la criatura
obtiene en desvelamientos y comprensión que Allah Le regala por su
esfuerzo en la consecución de esta “reunión”. Con la inspiración
actualizamos los atributos divinos llevándolos a los centros de la mente,
del cuerpo y del espíritu. Abrirse a la respiración y recibir el hálito es
recibir la vida, porque el hálito es espíritu viviente. Bloquear la
respiración es negación de la vida, es cobardía y miedo a vivir.
6. La
fase de espiración
La
espiración es contracción, entrega, abandono, aceptación. Es aceptar la
muerte de las impurezas del yo (nafs). Contener el aire es temor a
abandonarse, es egoísmo al retener algo que no nos pertenece. Es, en última
instancia, temor a la muerte y miedo a lo desconocido; es sufrimiento por
aferrarse al mundo del apego y de la ilusión. El último suspiro es abandono
de la vida en el plano físico y retorno del espíritu hacia el Originador de
los Mundos. Espiración es aceptación de la muerte sin poner resistencia.
También es deseo anhelante por el encuentro con el Amado. Dice el Corán:
"Toda alma probará la muerte". El espíritu no morirá, pero la muerte del
cuerpo dará un sabor de muerte al espíritu cuando éste se separe del cuerpo.
7. La
fase de apnea
Pero
la meditación más importante no es en la inspiración ni es la espiración, es
la conciencia en la apnea –parada momentánea respiratoria–, porque es la
barrera o barsaj entre lo vivo y lo muerto, entre este mundo (el
mundo del espacio-tiempo y de las densidades –mulk–) y el otro (el
mundo de los espíritus, de los ángeles, de los entes luminosos –malakut–).
La apnea es la separación y diferenciación entre la inspiración y la
espiración y el hombre es un “interespacio” barsaj, entre su Creador y la
Creación. La inspiración y la espiración no pueden mezclarse –se está
inspirando, espirando o en apnea–, como tampoco pueden mezclarse la vida y
la muerte –se está vivo o se está muerto–. Un versículo del Corán
dice: “Ha dejado que los dos mares se encuentren libremente”, “entre
ambos hay un espacio que no traspasan”. Y también: “El es Quien ha
hecho confluir los dos mares, uno dulce y agradable y otro salado y salobre.
Entre ambos puso un espacio intermedio y una barrera infranqueable”
(25;53).
Dice
Ibn al-Arabi: "Todo lo que está en la tierra cambia de un estado a otro.
Así, el mundo de las respiraciones cambia en cada respiración". "Permite
esta realidad que alguien pudiera permanecer en un estado durante dos
respiraciones o dos momentos".
La
consciencia en la apnea es unión o re-unión con nuestro ser y por lo tanto
encuentro en Allah.
Por
todo lo anterior expuesto podemos decir que entre la inspiración y la
espiración existe un secreto que espera ser desvelado por el ser humano y,
para desvelarlo, tiene que observar la apnea, recordando en todo momento a
Allah.
8. Relación entre lo divino y lo humano a través de la
respiración y el dhikr de Allah
Cada
letra del alfabeto árabe tiene asignada una relación entre lo divino y lo
humano. Es en el cuerpo y en el corazón donde los atributos divinos se
estimulan a través de la recitación del Sagrado Corán o en la
repetición de los nombres de Allah. Una de las múltiples formas de
recordar a Allah puede ser: "Hasbunallahu wa ni´amal wakil" “Allah
me basta y Él es mi mejor Guardián”; repetido 73 veces, purifica el yo de lo
que le turba, fortalece al sufí y es aliento y pura compasión para quien lo
repite. Es un dhikr para los momento de crisis.
9. La
recitación del Corán (discriminación y discernimiento)
“Y
con el Corán hemos hecho descender una cura y una misericordia para
los creyentes” (Corán, 17, 82).
La
recitación del Corán es cura en sí misma; su práctica de recitación
conlleva unos tiempos respiratorios definidos, que junto a la dicción
correcta de sus palabras emitidas en esta recitación provoca unos efectos
transformativos energéticos profundos y de absoluta perfección. Cada palabra
del Libro Generoso, cada aleya posee un significado emanado directamente de
la “Fuente”, que transciende la temporalidad (palabra de Allah
eterna, no creada) y que posee en sí misma siete niveles o planos de
comprensión y de efecto transformador.
Se
podría decir, en términos absolutamente alegóricos, que el Corán, su
recitación, es la “Sinfonía Perfecta”, la “Sinfonía del Universo”, la
“Sinfonía del creyente sometido en el Universo”. La Recitación da pleno
reconocimiento y sometimiento a Quien, en su infinita generosidad, regaló al
hombre el conocimiento de Su Palabra Perfecta para que con ella aprendiera a
respirar en adoración completa a Él debida y se liberara así de todos los
yugos y padecimientos que el velo de la ignorancia le acarrea.