Impresiones
Del Libro: El Asalto al Hades. La rebelión de Edipo. Casilda Rodrigáñez
La
serpiente: una clave simbólica
Hay
que darle la vuelta al cuento que
no cesan de contar:
No
son príncipes azules los
que nos pueden salvar,
sino
el dragón de la cueva que
vive en cautividad.
La
importancia de la simbología de la serpiente en la Vieja Europa, la explica así
Gimbutas:
La
serpiente y su derivado abstracto, la espiral, son motivos dominantes en el arte
de la Vieja Europa, y su utilización imaginativa en dibujos espiriliformes a lo
largo del período Neolítico y Calcolítico, hasta la civilización minoica, la
única heredera de la Vieja Europa,
no
ha sido superado por ningún otro estilo decorativo posterior. Los pueblos del
periodo calcolítico, de Butmir, Cucuteni y del Este de los Balcanes crearon
grandes vasijas de forma bulbosa, que adoptaron el motivo de la
serpiente-espiral como la base de su composición global ornamental. Este arte
alcanzó su cima como símbolo unificador y expresión artística en el 5000
a.c. " Sinfonías de serpientes" aparecen en
colores y en grafito, o en incrustaciones blancas en incisiones sobre vasos,
lámparas, mesas, paneles de chimeneas y paredes de las casas. Al mismo tiempo,
todos los tipos naturalistas de serpientes fueron reproducidas por todos los
grupos culturales de la Vieja Europa en hueso, madera o arcilla.
(…)
La
ornamentación de la cerámica pintada de Cucuteni y del Este de los Balcanes es
un símbolo de la glorificación del dinamismo de la naturaleza. Su expresión
gráfica está organizada en torno al símbolo de la serpiente, cuya presencia era
una garantía de que el enigmático ciclo de la naturaleza se mantendría
y sus fuerzas vitales no disminuirían. La
serpiente era el vehículo de la inmortalidad.
Algunas vasijas muestran una serpiente gigantesca enroscándose o estrechando
"todo el universo", el sol y la luna, las estrellas y los torrentes de lluvia;
en todas partes la serpiente se enrosca por encima o por debajo de las plantas
que crecen, o se enrolla en el vientre de una madre embarazada. Las serpientes
se enroscan en círculos concéntricos cubriendo todas las protuberancias, las
nalgas al igual que el abdomen femenino. La santidad de la protuberancia queda
indicada por la especial atención que se da a cualquier redondez convexa del
cuerpo femenino, incluso la rodilla es rodeada. De modo similar, la serpiente
está presente en los cuartos traseros o sobre los lomos del toro. El falo, así
como vasijas y tapaderas con forma itifálica también están acompañadas de
serpientes enrolladas.
La
serpiente era la estimuladora y guardiana de la energía espontánea de la vida, y
su asociación anatómica, tan frecuente que su simbología queda fuera de toda
duda, demuestra el poder que se atribuía a las protuberancias del cuerpo en
tanto que origen de la misma.
En El
lenguaje de la diosa, Gimbutas describe a la serpiente como
la fuerza de la vida
y añade que
es la energía que exhala esta criatura, que se mueve en espiral y se enrosca,
trascendiendo de sus límites e influenciando su entorno. Esta misma energía está
en las espirales, en las plantas trepadoras y en los árboles que crecen, así
como en los falos y en las estalagmitas, pero se concentra especialmente en la
serpiente, y por consiguiente, esta es la más poderosa; es algo primordial… que
procede de las profundidades de las aguas donde la vida comienza; la renovación
que realiza cada temporada, desprendiéndose de su vieja piel y la hibernación,
la convirtieron en un símbolo de la continuidad de la vida y el nexo de unión
con el mundo subterráneo (1) …
En la Vieja Europa las cerámicas con el tema de la
serpiente crecen constantemente en
importancia alcanzando su cima alrededor del 5000-4000 a.c.
(1) "mundo subterráneo": en el inglés original
"the
underworld" con minúscula; y en la versión de nuestro inefable Gomez-Tabanera,
que ya nos le topamos en la versión del libro de Delporte: "Otro Mundo",
ambas con mayúscula. Hay una diferencia radical entre decir que la serpiente es
el nexo de unión entre la vida y el mundo subterráneo y decir que lo es entre la
vida y el Otro Mundo: se convierte la conexión de la vida con la tierra en una
conexión con el Más Allá, el mundo sobrenatural inventado. Esta traducción de "underworld" por
"Otro Mundo" pone de manifiesto una tendenciosidad consciente,
premeditada y con alevosía, que trata de impedir que el mundo simbólico de la
serpiente nos abra la mente a los procesos vitales; porque no hay justificación
lingüística que valga. Es evidente que esto de utilizar las traducciones como
dique de contención de las informaciones políticamente incorrectas es el pan
nuestro de cada día. La eficacia de este método de desvirtuación se puede
comprobar en la página 230 del libro ya citado de Pepe Rodríguez, donde dice que
la serpiente representa además de la continuidad de la vida, su conexión con el
Más Allá. Sólo añadir que este gazapo, por decirlo de modo suave, me lo he
topado por casualidad, no porque haya cotejado sistemáticamente la traducción de Gimbutas; así es que si alguien quiere entretenerse, ya sabe.
1.-
Cadmo, fundador de Tebas, matando a la serpiente. 550 a.C.
2.-
Jasón y Medea, siglo IV a.C.
3.-
Krisna sometiendo a la serpiente-demonia Kaliya, siglo X-XI d.C.
4.-
Cultura Vinca, NO Bulgaria, 5000-4500 a.C.
5.-
Atenea antes de convertirse en Diosa de la Guerra, en el frontón de la
Gigantomaquia, ofrece la serpiente a un gigante herido (Acrópolis de Atenas, 525
a. C.)
6.-
Duelo entre Zeus y Tifón, el monstruo enviado por Gea para vengar la muerte de
sus hijos los Titanes. 540 a.C.
Su
simbología prominente inspira el desarrollo del arte de la espiral y de la
serpiente tan característico de la Vieja Europa en el 5º milenio a.c. La gama de
posibilidades decorativas que ofrece el enroscamiento y la forma espiral parecen
ser motivo de intriga sin fín para el artista europeo.
Los
dibujos serpenteantes adornan todas las vasijas, a veces con cabezas de
serpiente claramente definidas, incluso esculpidas en relieve. Una serpiente
enroscada etiqueta todos los vasos y vasijas de Karanovo entre el 5800 y 5600
a.c.
Desde
el Neolítico temprano hasta la antigua Grecia, la serpiente aparece en forma
antropomórfica como Diosa de la Serpiente. Su cuerpo es normalmente decorado con
rayas y espirales de serpiente, mientras que sus brazos y piernas se configuran
como serpientes, o bien es abrazada por una o más serpientes.
(…)
Las
formas de la serpiente se ponían de relieve con líneas paralelas en zigzag,
bandas con puntos y, más frecuentemente, con serpientes enroscadas en espiral
sobre el cuerpo o con un peinado de "serpiente en espiral"
.
La
serpiente es un símbolo que siempre ha estado presente en las dos partes de la
historia humana, en la gaiática –y no sólo en el Neolítico– y en la
patriarcal. Tenemos un diente de mammouth con tres serpientes grabadas, con sus
cabezas perfectamente dibujadas, datado del 24.000 a.c.
En la
primera, la serpiente simboliza la generación de la vida, el erotismo del cuerpo
de mujer, el bienestar humano. La serpiente viene del agua pero es también de la
tierra como la vida; es de agua y de tierra, y además por su piel mucosa se
relaciona con lo húmedo. Su serpentear y su flexibilidad son cualidades
admirables, como las del tejido muscular y de la vida misma; y su movimiento
ondulante la asocia con la voluptuosidad femenina; su renovación de la piel en
cada estación, su apego a la tierra, etc. etc. todo esto, y en el contexto de
una sensibilidad humana en sintonía gaiática, hizo de ella símbolo de la vida y
de ese remoto ámbito femenino del mundo de las madres.
En la
sociedad patriarcal, no se eligió, vino impuesta como un símbolo de la líbido y
de la función femenina, integrado, como esa misma función, en las relaciones
sociales y dentro de cada ser humano, hasta la médula y en lo hondo de las
conciencias y de los inconscientes.
Por
eso los mitos sobre los orígenes de nuestra sociedad patriarcal tienen como uno
de sus principales objetivos, darle la vuelta al significado de la serpiente,
para apoyar el cambio social. Zeus mata a Tifón, que era el monstruo de la
oscuridad, para que la luz se hiciera sobre la Tierra; luego Apolo mata a la
hija de Tifón, la serpiente Pitón. Entre las muchas representaciones de dioses y
héroes matando o venciendo a serpientes monstruosas, hay un cuadro en el museo
del Prado de Cornelio de Vos, Apolo y la serpiente Pitón (ver pág. 82), que es
especialmente interesante. Aunque el título del cuadro dice explícitamente que
se trata de la serpiente Pitón, su cuerpo es el de un monstruo que yace boca
arriba en el suelo y acaba en dos piernas abiertas en decúbito supino, de entre
las cuales sale una larga cola; en su vientre o abdomen tiene varias tetas; la
cabeza es la de una bestia con un espolón en forma de garfio en la nariz y una
expresión de ferocidad y lascivia; tiene una extremidad delantera acabada en
garra y una ala en omoplato. Varias flechas parecen haberla herido de muerte
cuando yacía tumbada bocarriba en el suelo, y no en un combate frente a frente
con Apolo. Hasta hace poco, el título del cuadro llevaba un subtítulo, que ya ha
sido retirado, que decía que la pintura simbolizaba el origen de la
civilización.
Las
fundaciones de las principales ciudades de la Grecia patriarcal, tienen casi
siempre un mito fundacional que incluye la derrota de alguna serpiente
monstruosa por parte del héroe: Cadmo, para fundar Tebas; Perseo para fundar
Micenas, etc.
Cuando comienza la sociedad de realización del Poder en contra de la realización
del bienestar, la función femenina empezó a estorbar: primero se la somete por
la fuerza física; y los dioses y los héroes destinados a configurar el modelo de
ser humano, deben luchar físicamente y vencer a las serpientes. Luego, a las
amazonas que se resisten se las destierra con sus serpientes al Hades. Después,
como no era suficiente, ya vino la malignización de la función femenina, aquello
de que en la mujer está el origen del mal (del vestido sale la polilla y de la
mujer la maldad femenil) y que ningún mal es comparable a la maldad de la mujer.
Entonces, junto a la satanización de la sexualidad femenina, se inventa el
Infierno y se sataniza también la serpiente que la simbolizaba.
Ya
hemos comentado en la Presentación de este libro, el mito de Hércules venciendo
a la serpiente Ladón en el Jardín de las Hespérides; y el "remake"
judeo-cristiano del Jardín del Edén que refleja la evolución de la mitología.
Ante
una realidad con minúscula tan aplastante y presente en la vida cotidiana, se
tiene que construir una Realidad aplastante y presente en el imaginario
colectivo para neutralizarla, y esa Realidad es el Infierno, el demonio y el
miedo al castigo eterno.
"Pondré enemistad entre tí y la serpiente" dijo Yavé explícitamente, es decir,
te quitaré tu sexualidad: paralizaré tu útero, te volverás "histérica", parirás
con dolor y el hombre te dominará, ahí está el destino de la nueva condición de
la mujer. Las hetairas desaparecen o pasan a llamarse prostitutas, lo más
deleznable de una sociedad; y el destino de sus hij@s, los hij@s-de-puta, lo
peor que una madre puede desear para su prole. Y lo mejor, lo que decía
cínicamente Nietzche: un buen padre.
Así
pues, la serpiente siguió siendo objeto simbólico en nuestra cultura, en este
caso como símbolo demoníaco, de la perdición humana.
En el
Neolítico (y no sólo en la Vieja Europa), la serpiente, como explica Gimbutas,
aparece por doquier, desde enroscándose en el cuerpo de una mujer o de una
vasija, hasta dibujada en un útil de hilar o sobre una flauta.
En la
sociedad patriarcal, representa toda suerte de maldades: la serpiente-demonio
induce a Eva a desobedecer al Señor y a pecar, y le cuesta a nuestros ancestros
la expulsión del Jardín del Edén (el paraíso de la matrística desaparece con la
sexualidad de la mujer); su cabeza luego es otra vez aplastada por la Virgen
María, que representa el paradigma de mujer con la sexualidad bloqueada; luego
la serpiente que se hace cada vez más "monstruosa", deriva en toda suerte de
dragones que capturan a las doncellas y que son salvadas por los príncipes
azules, o los caballeros medievales (en el Medioevo se realiza una gran ofensiva
contra reductos matrifocales aislados que habían sobrevivido en Europa). En
todas las civilizaciones, y no sólo en la judeo cristiana, dioses, santos y
héroes deben vencer a serpientes o sus derivados. Al igual que sucede en la
fundación de las primeras ciudades de la Grecia patriarcal, la epopeya salvadora
aparece en las leyendas o mitos (como la de San Jorge en Gran Bretaña, San
Patricio en Irlanda o Siegfrido en Alemania) para justificar el aplastamiento de
los residuos de la matrística que da lugar a la fundación de las naciones
modernas.
Los
drávidas, pueblo matrifocal que habitaba la India antes de ser invadida por los
arios indo-europeos, fueron denominados por éstos últimos como "pueblo de la
tierra y de la serpiente", mientras que a sí mismos se designaron "pueblo del
cielo". Según la mitología hindú la diosa drávida Danu fue decapitada por el
dios del cielo Indra, y el hijo de Indra, el dios Vrta, decapitó a las dos
serpientes creadoras del pueblo drávida.
Desde
entonces éstos son la casta más inferior llamada de los "intocables", y la India
tiene una de las legislaciones más misóginas conocidas, que incluía la quema de
las viudas en la pira del marido fallecido.
El
rastro de la serpiente nos indica que no fue un tipo de gobierno, ni una
religión, ni siquiera una filosofía de la vida el principal obstáculo que se
oponía al patriarcado. Fueron concretamente los cuerpos de cada una de sus
mujeres: y el matricidio se somatizó y se somatiza en el cuerpo de cada mujer.
Por eso la persistencia de la mitología y la iconografía patriarcal sobre la
perfidia de la sexualidad de la mujer y sobre la serpiente para destruir uno a
uno los cuerpos maternos y su sustancia emocional.
La
dura y larga resistencia de las mujeres, una vez ya consolidada la sociedad
patriarcal, la pone de manifiesto la imagen de la "bruja" que tiene trato con el
demonio (la serpiente satanizada), y que se inventa para justificar el
holocausto de tanta carne de mujer que tuvieron que quemar.
Siempre en los grandes genocidios tienen que sembrar algo peor que el miedo a la
muerte: el miedo al modo de morir, para disuadir de la rebeldía.
Si
antes dijimos que una sociedad basada en la ayuda mutua requiere que
los cuerpos de sus mujeres funcionen y exuden su
fluido emocional, que de sus cuerpos mane la sustancia (el "mutterlich") de la
urdimbre del tejido social dedicado a la realización del
bienestar; para establecer un Estado patriarcal de realización del
Poder, hace falta paralizar esos cuerpos uno a uno, como requisito de
dicha fundación. Y para conseguirlo se crean los mitos
fundacionales o los mitos de los orígenes que encontramos en el
nacimiento de las naciones.
Como
en la actual Colombia que despellejan vivas a las personas y las dejan colgadas
en las plazas de las aldeas, o las van cortando a cachos con motosierra: todo
vale para el negocio del petróleo, como para cualquier otra realización del
Poder.
Desaparecida la sexualidad de la mujer la madre desaparece, y aparece la pseudo
madre patriarcal que tiene el cuerpo domesticado como las vacas reproductoras,
para servir a las realizaciones del Poder.
Muchas mujeres han rechazado la maternidad patriarcal sin saber que hay otra
maternidad que no es esclavitud ni dolor; y también hay otras que luchan por
recuperarla, para que las criaturas humanas dejen de criarse en la sequedad, en
el abandono y en el desierto afectivo.
Las
consecuencias de la crianza patriarcal son devastadoras: una de las huellas de
esta devastación la descubrió Michael Balinten el ámbito más profundo de
los inconscientes de sus pacientes y la llamó "Falta Básica".
Es la
herida y la carencia que se manipula con imágenes salvadoras a las que nos
aferramos para sobrevivir, y hacia las que canalizamos el anhelo emocional y el
deseo de fusión carnal: el mito de la "media naranja".
El
"príncipe azul", o si se prefiere, el arquetipo masculino o el "padre", es el
eje estructurador de nuestra psique, en torno al cual se construye un orden de
valores, un orden sentimental, sexual y emocional falocrático.
En
nuestra sociedad no hay armonía entre los sexos, porque el sexo femenino no
existe y el masculino está corrompido por el falocentrismo.
No
hay armonía entre hombre y mujer porque el sentido y el valor del cuerpo
femenino han desaparecido. La relación entre los sexos la representaban en la
Vieja Europa,
por
ejemplo, con falos terminados en cabezas de serpientes que reposaban en el
regazo de una mujer. Esto aparece en un contexto en el que es fácil encontrar
serpientes
enroscadas en cuerpos femeninos; largas serpientes saliendo de entre sus
piernas, cogidas con los brazos y apegadas a sus cuerpos, haciendo reposar la
cabeza de la serpiente sobre las mejillas; mujeres con brazos que son serpientes
cuyas cabezas reposan en sus piernas, con criaturas en brazos que son
serpientes, con moños y coronas hechos de serpientes enroscadas, trajes con
dibujos de serpientes…
El
cambio en el significado simbólico de la serpiente lo comenta también Gimbutas:
La
serpiente de la Vieja Europa es claramente una criatura benevolente…
en
este arte no vemos nada que refleje que sea mala. Esto es pues lo opuesto de lo
que encontramos en las mitologías indo-europeas y del Próximo Oriente, donde la
serpiente simboliza las fuerzas del mal. Los dioses guerreros se engrandecen
matando serpientes y dragones: Vedic Indra mata a la serpiente Vrtra, Norse Thor
mata a Midgard, Marduk en Babilonia mata a los monstruos de Tiamat, y así
sucesivamente.
No
podemos por menos que comentar el significativo silencio de Gimbutas al no
mencionar los mitos y la iconografía cristiana con respecto a la serpiente.
Las
sirenas y Nereidas que representaban la asociación de lo femenino con el agua,
también se convierten en monstruos marinos, como Escila que no deja a Ulises
pasar por el estrecho de Mesina para volver a Itaca.
El
friso del Partenón de la acrópolis de Atenas es una de las múltiples
representaciones de Apolo luchando contra la serpiente, que en este caso tiene
tres cabezas humanas que representan, según la guía del museo, las tres fuerzas
de la naturaleza, el agua, el fuego y el aire.
Tenemos que tener en cuenta que las primeras órdenes contra la autorreglación
gaiática, antes de que se escribieran los decálogos, los códigos, etc. que
conocemos, se establecieron mediante mitos que presentaban el modelo de
relaciones y de ser humano que se requerían para la realización del Poder, así
como la cualidad humana más importante de ese nuevo modelo de ser humano: la
fuerza física capaz de someter y matar al enemigo, representado en la serpiente.
Poner en pie el nuevo modelo de ser humano y cambiar la escala de valores de las
cualidades humanas, es el cometido simbólico de las historias de Hércules y
Ladón, Apolo y la Pitón, etc. etc.
Por
eso, el hecho mismo de que hayan llegado hasta nuestros días esa infinidad de
leyendas y cuentos, sobre dioses, héroes y santos que luchan y vencen a
representaciones de la serpiente y sus derivados, los dragones, etc., en general
ya todos satanizados, es una prueba del profundo y crucial significado que tuvo
la serpiente en la historia humana pre-patriarcal.
Cualquier diccionario especializadoofrecerá al lector o lectora un botón
de muestra, que le permitirá hacerse una ligera idea de la coincidencia general
en la conexión entre la serpiente y la condición femenina.
Esto
sucede también en Egipto donde Ra tiene que combatir diariamente a Zet, la
serpiente de la oscuridad; en México la serpiente Quetzalcoath tiene que huir
cuando los aztecas se convierten en un pueblo guerrero; el hindú Krisna somete a
la serpiente Kaliya, y los seguidores de Krisna de hoy tienen prohibido matar a
los animales con
excepción de la serpiente, a la que sí pueden y deben matar; etc. etc.
Cuando aparecen los pactos matrimoniales entre los sexos, que van socavando las
urdimbres matrísticas y van sustituyendo la sororidad entre las mujeres por la
rivalidad, se crean los mitos de los matrimonios entre dioses y diosas, que en
muchos casos se realizan tras haber vencido el dios o el príncipe a la
correspondiente serpiente o dragón.
Assumpta Bonet Juliàen su artículo “La religión de la Gran Madre” hace
una recopilación de leyendas de la serpiente.
“Todas las historias y los mitos clásicos que
hablan de dragones muertos por el héroe son el fruto del establecimiento del
nuevo orden. El dragón, la serpiente, el monstruo marino…
todas ellas son formas del cuerpo
femenino de la Gran Madre.
Bonet
cita una importante observación de Robert Graves, que alerta sobre la imagen que
tenemos en nuestros días, del héroe que mata a la serpiente o al dragón para
salvar a la doncella; Graves afirma, con cierta ingenuidad que es “un error
iconotrópico”: porque
la princesa no es
la futura víctima de la serpiente o de la fiera, sino que ha sido encadenada por
Bel, Marduk, Perseo o Hércules después de haber vencido éstos al monstruo que
era una emanación de ellas. [negritas nuestras]
O
sea, que la mujer es "encadenada" o poseída por el héroe cuando éste logra matar
a la serpiente que la representa (que "emana" de ella, o que es su guardiana):
A mi
modo de ver, esta observación del mitólogo Graves es muy importante: porque los
primeros mitos hablan de dioses o héroes cuya heroicidad consistía en matar al
"monstruo" que manaba de la mujer (matar la líbido femenino-materna); y esta
acción les permite capturar y poseer a la mujer, es decir, establecer la
falocracia y el falocentrismo en las que descansa la institución del matrimonio
y el mito de la media naranja.
Esta
simbología corresponde al periodo de transición durante el cual se trata de
subyugar e impedir el desarrollo de una sexualidad femenina de la que hay
conciencia de que existe; y el objetivo político no es ocultar su existencia,
sino simplemente, eliminarla por la fuerza, lo cual se convierte en el objetivo
de los héroes; siendo, a su vez, dicha "heroicidad" la realización del paradigma
de masculinidad. Cuando la sexualidad femenina ya habita en el Hades (en donde
están ya las amazonas custodiadas por el Can Cerbero) o se ha convertido en el
Infierno de Satanás, y las niñas crecen desconociendo su sexualidad, la
serpiente ya no es algo que mana de la mujer o que la representa, sino una
amenaza exterior: Lucifer, el dragón, etc. etc.; entonces el santo o el héroe se
presenta, no La matrística en el Neolítico como el vencedor de la mujer sino
como su salvador, pues la serpiente ya es algo ajeno a la mujer, y no sólo algo
ajeno a la mujer, sino su más peligrosa amenaza. Así es como el hombre pasa, de
ser el que vence y
derrota a la mujer, a ser el que la salva.
El
monstruo o la serpiente empieza, pues, a representarse siempre como algo que
viene de fuera de la mujer, que existe en el Infierno y que trata de inducirla a
pecar, o bien que la mantiene cautiva en las peores circunstancias; y es cuando
entra en escena la epopeya del héroe o del santo (el arcángel San Miguel que
mata a los dragones, o la propia Virgen María aplastando a la serpiente Lucifer)
para salvarnos, ofreciéndonos al mismo tiempo la resolución del anhelo amoroso
frustrado: el príncipe azul, la simbiosis de la carne bendecida por Dios, o la
sublimación más espiritual de la virginidad y del matrimonio con Dios.
La
serpiente –la sexualidad de la mujer– en un primer momento se somete, se
destierra, se mata, y finalmente se sataniza, sin esconder su significado –una
emanación de la mujer–; luego sigue satanizada y habitando los infiernos, pero
se oculta cuidadosamente que es una emanación del cuerpo de la mujer. De hecho,
el cuadro de Cornelio de
Vos
que hemos mencionado, o el de Leighton de la portada de este libro, sorprenden
por ser tan explícitos para los tiempos en que fueron pintados: pues la
sexualidad de la mujer para entonces ya no existía, hacía tiempo que había
desaparecido del mapa, junto con la imagen de la serpiente como su
representación simbólica.
La
serpiente-satanás hoy sigue siendo la representación del Mal, pero nadie lo
asocia con la sexualidad de la mujer; la desconexión se ha producido para no dar
ninguna pista, ninguna posibilidad de que despierte y vuelva a la vida.
Este
cambio simbólico en la mitología corresponde al paso de la dominación de la
mujer por la fuerza bruta (se captura a la mujer tras destruir por la fuerza lo
que emana de ella), a la sumisión voluntaria de la misma (la mujer se considera
"salvada" cuando conserva su "pureza" durante su infancia y su adolescencia, y
llega virgen al matrimonio, habiendo destruido entre tanto las monstruosas
emanaciones de su cuerpo).
El
dragón de los cuentos ahora sugiere un monstruo que se quiere comer a una
víctima inocente. Pero antes el monstruo sugería también el desenfreno de la
lascivia y la lujuria: ¡a saber lo que el dragón haría con la doncella antes de
comérsela!
Los
mitos de la media naranja y de los príncipes azules, son mucho más eficaces que
la fuerza bruta porque consiguen que sublimemos (que idealicemos) nuestra
libido, en lugar de reprimirla sin más: y así el hombre dominador aparece como
el hombre salvador. Desde el origen el Poder se ha investido del halo de la
protección y de la salvación para enmascarar o justificar la dominación y lograr
la estabilización de la organización social.
En el
afán de borrar los orígenes del patriarcado, tienen que ocultar los primeros
mitos que explican la dominación del hombre sobre la mujer por la fuerza bruta,
y meterlos todos en el saco del héroe que lucha con el dragón para salvar a la
doncella. "Un error iconotrópico" como dice eufemísticamente Graves; una
intencionada mentira, entre millones de otras, para ocultar la verdad.
Bonet
también cita a Jung, que explica en el terreno del psicoanálisis la función
simbólica de la serpiente:
Según
Jung, la lucha hombre-dragón es la expresión simbólica del proceso de desarrollo
en el cual el hombre se libera de las energías psíquicas de su relación con la
madre, con la finalidad de ganar una relación más adulta con las mujeres.
Se
trata de la "superación" del Edipo tradicional del psicoanálisis, simbolizada
también con el dragón. Edipo se realiza y se "supera" cuando se consigue la
orientación falocéntrica de la sexualidad femenina.
Hay
una gran variedad de leyendas relacionadas con la serpiente, tantas como formas
y estrategias de dominación y de sometimiento de la mujer. Bonet también señala
los mitos de las famosas amazonas que luchan contra el patriarcado y que toman
forma de serpientes monstruosas en los relatos de la épica que nos han llegado
al respecto
(Iliada
etc.). Anatha (Marruecos) llevaba una bolsa de piel de serpiente.
Las
amazonas Górgonas desterradas al Hades, también tenían algún aspecto que las
asociaba a la serpiente, como Medusa que llevaba una cabellera de serpientes. El
Can Cerbero, guardador del Hades y hermano de las Górgonas, era un perro-demonio
con tres cabezas, de cuyo cuerpo también salían pequeñas serpientes y además
tenía por cola una serpiente. También los hombres defensores del antiguo modo de
vida tenían de algún modo serpientes asociadas a su imagen.
La
serpiente se convierte a través de nuestra historia, y en un sin fin de cuentos
y leyendas, en el símbolo del mal, que siempre es lo terrenal frente a lo
espiritual, lo femenino frente a lo masculino (Medea seduce a Jasón, Onfale a
Hércules y Eva a Adán), la sequedad frente a lo húmedo (en la India la serpiente
está vinculada al agua como fuente de
vida;
su movimiento ondulante se asocia también a las ondas marinas; y según el
Voluspa el diluvio da comienzo al despertarse la serpiente de la destrucción
universal).
En la
leyenda de Arturo, la tragedia alcanza el punto de inflexión en torno al dragón.
Arturo, que era un caballero que defendía el antiguo modo de vida, en el mito
original no mata sino que salva al dragón; a modo de pulseras llevaba serpientes
en ambas muñecas, y en su estandarte el famoso Pendragón. En la batalla final en
la que reune a todos los reyes de Inglaterra, y que se considera un hito en la
fundación de la nación británica, le obligan a quitar el Pendragón del
estandarte, a lo que tiene que ceder debido a una correlación de fuerzas
desfavorable, y tiene que luchar únicamente bajo el símbolo de la cruz
cristiana. La batalla se gana con la derrota simbólica del antiguo modo de vida.
Paralelamente persisten mitos heterodoxos; por ejemplo el que identifica la
serpiente con la rueda de la vida, de los nacimientos y de los renacimientos;
esto aparece gráficamente representado en el símbolo gnóstico del Ouroboros, que
es una serpiente que se muerde la cola; y una importante secta gnóstica, los
nasenios, tomó su nombre de "naas"= serpiente. Hipólito, autor de la doctrina
nasenia, afirma que "la serpiente vive en todos los objetos y en todos los
seres".
El
concepto yoga de la Kundalini (la fuerza interior) se representa simbólicamente
con una serpiente enrollada sobre sí misma en forma de anillo (kundala), que se
sitúa en el extremo inferior de la columna vertebral; gracias a las prácticas
espirituales, la serpiente se despliega e inicia su ascensión hasta el entrecejo
y en ese momento el hombre recupera según la doctrina hindú, el sentido de la
eternidad. Es una aplicación del simbolismo al proceso de sublimación, desde la
región dominada por el sexo hasta la del pensamiento.
Es
imposible ni siquiera intentar resumir la presencia omnímoda de la serpiente en
todas las civilizaciones, en todas las religiones. El adivino Calcante profetizó
el triunfo helénico sobre Troya (un importante hito en la culminación de la
revolución patriarcal) cuando un águila se apareció entre los griegos llevando
entre sus garras una serpiente herida.
Pero
no sólo en las grandes obras religiosas y literarias… Vladimir Propp, en su
libro Las raíces históricas del cuentohace una recopilación de cuentos
de todo lo ancho y lo largo del planeta, muchos de tradición oral, con todo tipo
de historias de serpientes y dragones. Señala Propp la existencia en China y
otros países orientales, de dragones buenos que han sido domesticados; Propp no
sabe entender su significado, dice que la serpiente es uno de los enigmas "indescifrables del folklore y de la religión en todo el mundo".
Propp
no tiene una perspectiva para entenderlo, pero su obra es de un interés
primordial por la sorprendente recopilación de historias que ha conseguido. El
dragón domesticado es la domesticación de la fuerza vital, del cuerpo de la
mujer, otra manera de anular el significado simbólico que tuvo la serpiente; por
cierto, San Jorge también doma al dragón después de vencerle.
Como
decíamos, la importancia y la omnipresencia de la serpiente o dragón en la
historia de nuestra civilización, de alguna manera delata su importancia y su
omnipresencia en la matrística, y pone de manifiesto aquello en lo que Gimbutas
acertadamente insiste una y otra vez: la capacidad de simbolización de la
cultura neolítica. Porque si la serpiente ha sido un símbolo del mal permanente
en el patriarcado, es porque antes simbolizó ese eslabón básico de la
autorregulación de la vida humana del que venimos hablando, un símbolo del bien
tan sólidamente interiorizado que no se podía eliminar sólo levantando nuevos
símbolos y deidades, ni imponiendo leyes con la fuerza de la represión.