La dualidad
ying/yang es quizá el tema de la filosofía china más difundido en el
hemisferio occidental. Se originó, según el filósofo Feng Youlan, hace unos tres
milenios en el seno de las primitivas artes esotéricas de esa extensa nación
asiática.
De acuerdo a
esta concepción, el Universo es el producto de la tensión dialéctica de dos
principios opuestos que, en realidad, no son más que dos fases complementarias
del Uno (o en términos occidentales, de Dios). Reposo y movimiento, contracción
y expansión, condensación y dispersión, retroceso y avance, masculino y
femenino: desde sus manifestaciones más simples y hasta las más complejas, en
todo ser viviente se expresará esta polaridad originaria.
De tal suerte,
es común atribuir papeles opuestos a mujeres y hombres: lo femenino sería
ying, lo masculino yang; la energía receptiva ying, la
expansiva yang; lo débil ying, lo fuerte yang; la luna
ying, el sol yang; lo frío ying, lo caliente yang…
Pero esa
dicotomía no es sólo cosa de asiáticos: en Occidente –y América Latina no escapa
a ello- también hemos compartimentado la realidad en esas regiones opuestas.
Durante siglos, nuestras sociedades han asignado roles antinómicos a hombres y
mujeres. Pero el amanecer del siglo XXI, comienza a traernos nuevas realidades,
especialmente en la manera que ejercemos la maternidad y la paternidad.
En el antiguo
paradigma, la mujer era administradora doméstica, el hombre proveedor de bienes
materiales; la mujer, cercano lazo afectivo; el hombre, reprensor y distante; la
una, gestadora de vida; el otro, cazador y guerrero; la primera, subordinada; el
segundo, regente.
No por nada,
llamamos "matrimonio" (matri es prefijo latino que significa "madre") a
la unión afectiva entre esposo y esposa y "patrimonio" (patri es prefijo
latino que significa "padre") a la suma de bienes materiales que acaudala una
familia o persona. Los roles estaban claros: la madre proveía cuidados y
afectos; el padre, bienes y cosas.
En la
actualidad, tales roles no sólo se han invertido, sino que en muchos casos, se
complementan: muchos padres del siglo XXI saben asear cacas, cocer el diario
alimento, disfrutar horas de juegos con sus hijos e hijas, dar consuelo oportuno
en momentos de tristeza y hasta se "embarazan" cuando acompañan a su pareja en
cursos pre-maternales y viven juntos el especial momento del parto.
Por su parte,
la madre de hoy se tornado en ágil guerrera del trabajo, en moderna cazadora del
sustento; se puso –literalmente- los pantalones del hombre y ejerce funciones
que antaño les estaban vedadas; gerencia, administra, pero también lleva a
efecto labores donde la fuerza física tiene primacía; preside organismos,
empresas, naciones; todo ello sin perder el natural encanto de su belleza y
femineidad.
En palabras de
los chinos, los padres se han un vuelto un poco más ying y las madres un
poco más yang. De pronto, los antiguos opuestos se han dado cuenta de
que no lo son tanto… sino que más bien, sus vidas, ocupaciones y afectos son dos
fases complementarias del mismo Yo Superior.
La paternidad
de hoy se ejerce desde el momento en que el bebé comienza a desarrollarse en el
vientre materno. El padre del siglo XXI –inédito proveedor de ternura- le habla
y canta a su "barriga"; susurra con cariño el nombre de su hijo cuando éste
apenas es un indefenso habitante del estanque uterino; cuando emerge el neonato
a la vida, ya conoce las cálidas inflexiones de la voz de su padre.
También funge
como administrador doméstico: no es raro verlo haciendo cola en el automercado,
adquiriendo los enseres básicos del diario vivir; tampoco es extraño verlo
comprando y escogiendo la ropa de sus hijos; y al final del día, sellar el sueño
de sus pequeños con un cuento, una oración, un beso…
Este sano
intercambio de roles ha hecho que hombres y mujeres, padres y madres, comprendan
mucho mejor sus naturalezas, energías y lazos emocionales. Refrenda valores como
la tolerancia y el respeto. Crece la familia del siglo XXI con esta esperanza:
no más barreras arquetípicas, no más limitantes estereotipos; la paternidad y la
maternidad se nutren hoy con la amorosa comprensión de la igualdad.