Antecedentes en el
descubrimiento de la escritura:
1. Julio Cejador
Julio Cejador,
como Marcelino Sanz de Sautuola, tuvo también su aliado
y adalid en un eminente erudito catalán, P.
Bosch-Gimpera. A éste me remito, pues, y a su
prólogo al libro de Cejador Ibérica -I-,
antes de pasar a reproducir algunas de las tesis
defendidas por el lingüista aragonés:
Cuando terminaba la corrección de las
pruebas del presente trabajo sobre las antiguas
inscripciones ibéricas, pasó a mejor vida el que fue
sabio Profesor de Lengua y Literatura Latinas de la
Universidad de Madrid,
D. Julio Cejador y Frauca,
filólogo eminentísimo y de vastos conocimientos, perito
a la vez en las lenguas orientales, en el griego y en el
latín, así como en la filología románica, pensador de
gran originalidad y de ideas personales en sumo grado.
Su producción copiosa,
de la que buena parte se halla todavía
inédita, acerca de la historia del castellano, de sus
orígenes y del vasco, no sólo como lengua primitiva
de España, sino como lengua en la que debían buscarse,
según él, las raíces de las demás, deja una profunda
huella.
El problema del vasco le llevó a estudiar
las antiguas inscripciones ibéricas, que creyó poder
descifrar a través del vascuence, después de haber
hallado un nuevo sistema de lectura de los alfabetos en
que están escritas y que creyó
el primero de las civilizaciones históricas...
Sin duda los
resultados de Cejador habrán de ser muy discutidos y
nosotros, que no somos filólogos, no sabríamos formar
una opinión acerca de este difícil problema, que viene
discutiéndose desde los tiempos de Humboldt. Creemos,
sin embargo, que el trabajo en que el difunto maestro
puso todo su entusiasmo y que meditó y retocó
cuidadosamente durante mucho tiempo, es uno de los
mayores esfuerzos hechos para resolver el problema, así
como también creemos que debe ser tomado en
consideración y estudiado por los especialistas, sobre
todo por los filólogos que se ocupan de la lengua vasca.
El propio Cejador les invitaba, al terminar su obra,
con la ecuanimidad propia del verdadero hombre de
ciencia, a que la discutiesen serenamente.
De tal discusión
esperamos mucha luz. ¡Desgraciadamente en ella no podrá
intervenir ya Cejador, que tantas ilusiones cifraba en
este trabajo que, en cierta manera, venía a darle la
clave de una gran parte de su labor filológica!
Escuchadas las cariñosas
palabras de Bosch-Gimpera, conozcamos ahora algunas de
las tesis de Julio Cejador en relación con el origen del
lenguaje y de la escritura:
Desde que se publicó la
obra de Manuel de Rougé, Mémoire sur l´origine
égyptienne de l´alphabet phénicien (París, 1874), se
admite generalmente que el origen del alfabeto está en
los jeroglíficos egipcios. Muchos comienzan ya a
dudar y a mirar a las islas del Mediterráneo y aun
hacia España. La cultura minoana de Creta y la
ibérica de España comienzan a revelársenos como las
más antiguas del Mediterráneo. Cuando al
alfabeto ibérico -llamado celtibérico o de letras
desconocidas y que debería llamarse español o
euskérico, puesto que es el propio de los antiguos
españoles o del euskera, habla primitiva de España-
desde fines del siglo XVI en que se dio a conocer, no se
ha podido descifrar ni una sola palabra: ha sido el
mayor fracaso que se conoce en achaque de inscripciones.
(...) Bien sabía Hübner (Monumenta
linguae ibericae, Berolini, 1893) que tenemos en
España todavía un idioma antiquísimo, (pero) como veía
que los sabios españoles no daban la menor importancia
al vascuence y no sólo no lo sabían ni trataban de
estudiarlo, sino que se reían de los que se acordaban de
este idioma, no se tomó el trabajo de aprenderlo. Él
y los sabios españoles merecen en este punto seria
censura. Si el vascuence es continuador del idioma
ibérico, por muy cambiado que esté en él aquel idioma,
siempre sería de ayuda inapreciable. (...) Este
menosprecio de un idioma que tenían dentro de su propia
casa, ha sido la verdadera causa del vergonzoso fracaso
de no haberse podido descifrar ni una sola palabra
ibérica. (...) "Domine" me han llamado en letras de
molde y hará ya la friolera de veinte y tantos años que
se dijo que "era lástima que tuviera yo la chifladura
del vascuence". La frasecita sigue repitiéndose,
en vez de refutar algo de lo mucho que acerca del
vascuence llevo escrito y publicado hasta la fecha.
(...) Desde el siglo XVIII los eruditos españoles
sienten verdadera tirria contra el vascuence y ni
admiten la tesis de Humboldt (el euskera, lengua
primitiva de Iberia), admitida por la mayor parte
de los sabios extranjeros.
Dan por enteramente averiguado que el
vascuence no tiene nada que ver ni sirve para nada
tratándose de inscripciones ibéricas ni de castellano.
Ceguera increíble, menosprecio injustificado de un
idioma que, aunque no hubiera tales inscripciones,
deberían estudiarlo nuestros eruditos como el monumento
más venerable y antiguo de España. El vascuence, por
ellos menospreciado, les ha jugado una mala partida,
mejor dicho, les ha dejado en su ignorancia por no haber
acudido a él que les hubiera alumbrado.
Las pruebas aducidas por mí sobre que el
vascuence se habló por toda España y, tal, que no
difiere del vascuence hablado hoy, son tan evidentes
que, entre los escritores españoles se va notando ya
algún cambio, dando como cosa averiguada que el
vascuence se habló en otro tiempo fuera del país
vascongado y aun por toda España; aunque (...)
el estudio del vascuence es harto
espinoso y pide gran desinterés por no dar honra ni
provecho. Mis argumentos, ¿cómo van a tomarlos en
cuenta los que me tienen por un dómine y por un chiflado
en materia de vascuence?
(...) Ello supone gran
cultivo de las letras entre los españoles en su propia
lengua, el vascuence, antes de llegar acá los romanos.
La mayor parte de los historiadores no se explicaban
el dicho de Estrabón de que los turdetanos
tuvieran escritos literarios tan antiguos como él dice.
¿Pero no tenían su alfabeto, que veremos supone muchos
siglos de vida y de evolución? Los historiadores romanos
para nada hablan de los españoles, si no es como
guerreros que tanto les dieron en qué entender. La
civilización romana hundió la civilización española,
hundió su literatura, su lengua, su alfabeto.
Fuera de ese texto tan general de Estrabón y de otro de
Silio Itálico, en que dice que ciertos españoles
cantaban versos en su idioma, nada nos dijeron los
romanos de aquella nuestra cultura.
(...) Otra cosa queda probada y es que
el vascuence de aquella época
remota no ha cambiado en lo más mínimo. Duras de aceptar
parecerán estas conclusiones a los enemigos del
vascuence: pero ellos se tienen la culpa, porque el
sabio no ha de tener malquerencia ni mirar de malos ojos
ninguna cosa, si quiere dar con la verdad.
(...) Y digo del alfabeto y no de los
alfabetos, porque aunque en cada región y época se
emplearon unos signos más que otros,
todos pertenecen a un solo alfabeto
evolucionado en épocas y regiones y los signos
principales se hallan en todas las regiones y épocas.
(...) Resumiendo,
las letras primitivas son ideogramas,
sobre todo de la conformación de la boca al articular
los sonidos, ideogramas de la articulación. Nada de esto
se vislumbra en los alfabetos fenicio ni griego. No
puede ser casualidad esta pintura en todas las letras,
de modo que hay que confesar que tal fue la intención de
los hombres que inventaron la escritura, que fueron
los euskaldunas. Tenemos, pues, aquí el origen del
alfabeto y de la escritura entre los mismos que aún
conservan el habla primitiva. Nada más natural.
(...) Lo segundo que se saca de este
estudio es que el alfabeto
ibérico es muy antiguo, aunque no podamos precisar
cuándo se inventó. La evolución de formas hasta
olvidar el valor ideológico de los que lo inventaron
requiere mucho tiempo. Además, de este alfabeto veremos
que salieron el fenicio, el griego y hasta el hiératico
de Sumer y Acad, del cual salieron los signos silábicos
de las inscripciones cuneiformes de Asiria y Babilonia.
Es, pues, anterior a la cultura babilónica y asiria, a
la egipcia y a la cretense o minoana, esto es, anterior
a todas las culturas que conocemos. Los signos de
nuestro alfabeto se derramaron por el Mediterráneo y
llegaron hasta la India e Indochina en último término.
Lo probable es que se inventara en la Edad de Piedra,
antes de la época de la gran agricultura, que convirtió
en sedentarios a los pueblos antes nómadas y cazadores.
No sabemos cómo se
llamaba cada signo del alfabeto entre los euskaldunas;
pero de sus nombres debieron salir los que se conservan
entre griegos y semitas, algo modificados...
(...) cuando se redactaron las
inscripciones y medallas que poseemos se había ya
olvidado el valor propio y digamos etimológico de los
signos. El mismo hecho prueba
la antigüedad grande del alfabeto, pues para que así se
pierda el valor ideológico y propio sonido de cada signo
silbante, confundiéndose todos ellos, muchos tiempos son
menester que transcurran.
Inscripciones de Portugal.
Son sin duda las más importantes por todos conceptos.
Las letras son de las más antiguas y sin mezcla de
signos de alfabetos extraños o de signos ambiguos.
Apenas si hay que suplir nada.
Son finalmente tan artísticas en el trazado y de tan
denso contenido ideológico, que puede asegurarse que
tenemos aquí las más antiguas muestras literarias que
conocemos de España. El idioma es francamente el
vascuence sin lugar a dudas.
(...) Hay que convenir en que el griego y
latín tienen letras ibéricas que no tiene el
fenicio, es manifiesto, y que no se derivaron de las
correspondientes fenicias. ¿Vinieron de Grecia a España
o de España fueron a Grecia? La respuesta es la misma
que dimos a la pregunta de si vinieron a España las
letras ibéricas saliendo de las fenicias o las ibéricas
dieron las fenicias. En España se hallan todas las
griegas y latinas y con su clara derivación mediante la
jucla de las formas primitivas; en Grecia no se halla
explicación de la jucla ni de las formas jucladas,
ni se hallan todas las primitivas que de las jucladas
salieron, ni se halla
explicación alguna de ninguna de las letras, como se
hallan en España. Luego de España salió el alfabeto
griego...
Gloria de España es poseer todavía el
habla más antigua y de la cual se derivaron los idiomas
todos que conocemos,
el habla natural, nacida de los gestos, principalmente
de los gestos de la boca o articulaciones. Con ella
se conservó el alfabeto primitivo.
Quedaron atrás los
tiempos míticos de los vascófilos que, desconociendo la
lingüística como ciencia del lenguaje, que todavía no
había nacido, nos presentaron atisbos de la verdad a
vueltas de mil elementos míticos y misteriosos, de
patrañas que les desacreditaron. Con mis trabajos ha
entrado la luz de la ciencia en aquel bosque tenebroso.
(...) Cómo del vascuence salieran las
lenguas indoeuropeas, lo hallará el curioso recogida
y ceñidamente en mi Diccionario
etimológico-analítico latino-castellano.
El descubrimiento del
alfabeto primitivo confirma mi descubrimiento del origen
del lenguaje: el idioma primitivo y su alfabeto y
escritura tenían que ir a la par y hallarse en la misma
raza española.
Sólo me queda rogar a los verdaderos
sabios, quiero decir, a los que buscan sólo la verdad,
lean con serenidad este mi trabajo, como leyeron los
demás míos,
y me comuniquen las rectificaciones de yerros que sin
duda en tan espinosa materia no habrán de faltar, a
pesar de todos mis esfuerzos.
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