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SOBRE EL ORIGEN DE ROMA, DEL VATICANO Y DEL

SAGRADO CUERPO CARDENALICIO

 

RIBERO MENESES    PRINCIPAL

     Jorge Mª Ribero-Meneses


 

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 El mayor descubrimiento arqueológico de la historia

(Jorge Mª Ribero-Meneses. Extracto capítulos XI y XII)

 

En una antiquísima y bien documentada tradición egipcia se habla de setenta y cinco "Príncipes" anfibios, híbridos de pez y de ser humano, que poblaban originariamente la Isla de KA...:

 

Según le cuenta la serpiente, que se denomina a sí misma Príncipe de Punt, en la isla moraban originariamente setenta y cinco reptiles afines a él, habiendo muerto todas como consecuencia de la caída de una estrella que las había abrasado...

 

Una noticia que concuerda, reveladoramente, con la de aquellos setenta y dos "Reyes" primigenios o Sulimanes cuyas estatuas se veneraban en las galerías subterráneas de las Montañas de KAZ. He aquí lo que puede leerse al respecto en los libros sagrados de los Parsi, traducidos por el francés Anquetil en el siglo XIX:

 

Las tradiciones persas hablan constantemente de las Montañas de KAZ en donde se encuentra una galería construida por el gigante Argeak, que guarda las estatuas de los hombres antiguos en todas sus formas. Las denominan Sulimanes y se cuentan hasta setenta y dos reyes de este nombre.

 

Setenta y dos Reyes en KAZ y setenta y cinco Príncipes en KA... Y encima, de éstos se nos dice que eran reptiles, cuando resulta que los otros, los Reyes de KAZ, responden a un nombre, SULIMANES, que recuerda enormemente al de ciertos reptiles acuáticos denominados salamandras... Nombre que comparten con ellas unos saurios conocidos como salamandrias o salamanquesas... Y por si fuera poco, el nombre de los Sulimanes -cuyas estatuas se custodiaban en una cueva- es un calco del término castellano salamanca cuyo significado es cueva. Todo ello sin perder de vista que estamos hablando de la segunda parte del nombre de Jeron-Salem o Jerusalem, cuya forma completa ha pervivido en la denominación de una de las más importantes ciudades sagradas de la Península Hibérica: Salamanca. Y hago notar que esta ciudad castellana debe su nombre a una ciudad homónima que el Ravenate documenta en Cantabria y a la que denomina Saramón, por corrupción de Salamón... Una ciudad que sin duda estuvo consagrada al Sol (de ahí solemne....) y en la que hunden sus raíces dos ilustres apellidos de Cantabria: Salmón y Salmones.

 

O sea que los Sulimanes eran nuestros primeros antepasados, cuando resulta que en esa otra versión de la misma leyenda se nos presenta a nuestros ancestros como una suerte de híbridos de ser humano y de salamandra. Porque recuérdese que aquellos moradores de la Isla de Ka vomitaban fuego por sus fauces. Una facultad que también se les atribuía a las salamandras. He aquí tres de los significados que el Diccionario le atribuye a este término:

 

1. f. Anfibio de color negro y con manchas amarillas. Se le conoce también como tritón

2. [f.]Ser fantástico, espíritu elemental del fuego, según los cabalistas.

4. [f.]Calefactor de combustión lenta.

 

Aunque la leyenda egipcia de la isla de Ka no lo dice, el nombre de los seres que la poblaban y que ha conservado la lengua castellana, era salamandras. De ahí el que los cabalistas otorgasen ese nombre a unos seres fantásticos a los que reconocían como espíritu elemental del fuego... De ahí, igualmente, que conozcamos como salamandras a esa suerte de estufas de gran poder calorífico cuyas bocas y patas reproducían otrora la de las salamandras...

 

Ocioso es decir hasta qué punto es rotundamente mítico el nombre del Rey Salomón, estrechamente relacionado con aquellos antepasados anfibios del ser humano de los que se hacía derivar nuestra genealogía... Tan mítico, por supuesto, como la Reina de Saba. Y tengo que volver a deplorar la puerilidad y la pavorosa ausencia de espíritu crítico con las que todas las generaciones precedentes (la nuestra incluida) han reconocido como históricos a esos dos entes de ficción, tan quiméricos como puedan serlo Adán, Eva, Abraham, Jacob, Lot y un larguísimo etcétera.

 

Haría falta estar ciego para no comprender la relación de identidad que existe entre la leyenda egipcia de la Isla de Ka y la tradición persa de las Montañas de Kaz, así como para no caer en la cuenta de que esos guarismos que ambas tradiciones aportan en relación con el número de nuestros primeros antepasados, concuerdan asombrosamente con el que se menciona en el Ramayana hindú, referido precisamente a un lugar denominado PARADESA que, parece ridículo aseverarlo, no era otro que el PARADISO Terrenal, situado, como vamos a ver, en tierras de Occidente. Leamos a Joan Parellada de Cardellac:

 

Los brahmanes afirman que la patria de Ram, fundador del Imperio, era la Europa occidental. El Ramayana nos describe las hazañas de Ram o Rama, llegando de Europa occidental al frente de una enorme migración, para destronar al rey negro Dacarata. Fatigado de tan intensa actividad, Ram regresó hacia Occidente, retirándose a un lugar que denominó Paradesa, estableciendo un sacro colegio de 70 miembros. Y se consagró a la meditación, mudando su nombre de Ram por el de Lam. De él toman su nombre los Lamas del Tibet, sus sucesores.

 

La llegada a la India de la primera oleada de homo sapiens procedentes de la Europa Occidental, se esconde tras esta impresionante tradición documentada en el Ramayana... Todo lo cual supone una prueba más de que el Paraíso Terrenal estuvo situado en el Occidente de Europa, allí donde floreciese la primitiva y genuina ciudad de Rama o Roma. Y de ahí el sentido y origen de este impresionante documento histórico griego, escrito hace 2400 años por Heraklidas de Ponto en su Tratado del alma:

 

Según un relato que me llega de Occidente, un ejército originario del país de los Hiperbóreos, habría conquistado una ciudad llamada ROMA, situada allá, cerca de la gran mar. Los Hiperbóreos fueron los antepasados de los Keltas.

 

Como quiera que la gran mar fue, para todos los pueblos mediterráneos, el Océano Atlántico, este texto de Heraklidas confirma que la primera Roma se alzó sobre algún lugar del litoral septentrional de Hiberia. Y digo esto porque los Hiperbóreos fueron los también denominados Pueblos del Norte, resultando abrumadoras todas las pruebas que he venido aportando (y que incrementaré en estas mismas páginas) en relación con su filiación cantábrica.

 

La ciudad sagrada de Rama estuvo situada en el antiguo Extremo noroccidental del mundo conocido, localizado en la Península de Santander desde tiempos inmemoriales. De donde el que el topónimo Val-de-RAMA se haya conservado vigente en esta ciudad, remedado en la población homónima de los cruciales Montes Albarenes burgaleses, recientemente declarados Parque Natural. Rama es, por lo demás, una antigua ciudad del Norte de España, documentada en el Itinerario de barro. Lo que remacha la filiación cantábrica de Roma, al existir constancia documental de que Rama había sido el antiguo nombre de Roma. De ahí el nombre de las Vestales o Rameras (que ofrecían su cuerpo a los peregrinos a cambio del estipendio de rigor), así como el porqué de que a las peregrinaciones se las haya conocido también como romerías.

 

Como acabamos de ver, aquella primitiva Rama cantábrica fue el precedente de la Roma italiana, habiendo contado ya con una alta institución eclesiástica, de la que es un simple calco el actual Vaticano. Lectura latina del primitivo BATIKANO: a la sazón una de las denominaciones del Primer Santuario Oracular de la Humanidad, regentado por los bates (vates) y bestales (vestales) que emitían en verso los correspondientes batizinios (vaticinios), amén de batizar o bautizar a los peregrinos en las sacrosantas aguas de la Fuente de la Vida. Fuente termal a la que, por cierto, replicaba también el británico Santuario de BATH...

 

Todo cuanto antecede desborda nuestra capacidad de asombro, aunque no tanto como el hecho de que en aquella primera Rama cantábrica existiera ya un Sacro Colegio, integrado justamente por setenta miembros, que resultan ser los predecesores del actual Sacro Colegio Cardenalicio. Si pudiésemos llegar a conocer el color de las túnicas con las que se vestían aquellos Setenta Cardenales del Colegio fundado por Rama, veríamos que ese color era el mismo morado = cárdeno = púrpura al que remedan hoy los ropajes de los Cardenales. Y digo esto porque ya Platón documenta que los diez Reyes-Sacerdotes de la Atlántida vestían atuendos de ese color nazareno que tan característico es de las tradiciones sagradas del Norte de España y que viene a coincidir con la tonalidad de los Pendones cántabro-castellanos, herederos de los Lábaros venerados por todos los pueblos cantábricos.

 

Si sería propio de los Españoles el color nazareno, que los pueblos del Sáhara conocían con ese nombre, Nazarenos, a todos los habitantes de la Península Hibérica...

 

Recapitulando: setenta y cinco Reyes o Sulimanes de las Montañas de Kaz..., setenta y dos Príncipes de la Isla de Ka... y setenta Sacerdotes integrantes del Sacro Colegio instituido por Rama en la ciudad sagrada de Paradesa = Paradiso del País de OCCIDENTE... y que son el precedente incontrovertible del Sacro Colegio Cardenalicio que hoy sigue regentando la Iglesia de Roma. Y todavía podríamos referirnos a los legendarios Setenta Intérpretes bíblicos. Pero todo este fascinante asunto no acaba aquí...

 

Debemos a Iulius Solino el privilegio de conocer el más extraordinario y minucioso documento histórico que nos ha legado la Antigüedad y que tiene como protagonistas a los pobladores del Mundo Primigenio. A aquellos Hespéridos, Hiperbóreos o Atlantes a los que Solino, en su libro sobre Las cosas maravillosas del mundo, denomina Hipuros por síncopa de Hispuros. Conozcamos este monumental documento, que constituye la más fiel y rigurosa descripción de la civilización atlante que ha llegado hasta nosotros, y asombrémonos nuevamente ante el hecho de que vuelva a repetirse la misma cifra de Reyes-Sacerdotes que viene acompañándonos a lo largo del presente capítulo, referida en este caso a una especie de Consejo o Tribunal Supremo instituido por los Hiperbóreos y que constaba de setenta Jueces...:

 

Puerto de los Hipuros en la isla Trapobana. Los hombres de aquella parte hazen ventaja en grandeza de cuerpo a todos los demás. Tienen los cabellos roxos, los ojos verdes con espantosa vista y terrible boz. Los que entre ellos tienen breve vida, biven hasta cien años, los demás llegan a muy larga edad, casi mayor que sufre la fragilidad humana. Ninguno duerme hasta el día o en el día, una parte de la noche dan solamente a su reposo y despiertan antes que venga el día. Levantan los edificios no muy altos de la tierra. La cosecha de las sementeras siempre es allá de una misma suerte. No tienen vides. Tienen grande copia de manzanas. A Hércules tienen en veneración. En la elección de su Rey no tienen voto los nobles, sino el parescer universal de todos, porque el pueblo elige uno, que sea adornado de muy buenas costumbres y que sea por mucho tiempo conoscido ser clemente y que sea de antigua edad, y procúrase que no tenga hijo alguno, porque aunque sea muy virtuoso, si tiene hijos, no lo eligen por Rey y si por ventura mientras reyna le nascieren, es privado del Reyno y assí procuran grandemente que el Reyno no sea hereditario.

 

Demás desto, aunque el Rey sea justísimo, no permiten que le sea lícito hazer todo lo que quiere, porque hay elegidos cuarenta hombres que le assistan en su consejo, de manera que no sea él solo juez en las causas de los negocios capitales. Y si se sintiere agraviado en la sentencia, hay apelación al pueblo, el cual señala setenta juezes de cuya sentencia no se puede apelar.

 

Entre otras muchas cosas, este extraordinario documento pone en evidencia la ignorancia de quienes atribuyen a los Griegos mediterráneos la institución de la Democracia. Esta forma de gobierno hunde sus raíces en la más remota Prehistoria, originariamente concebida como una auténtica Monarquía Republicana en la que los Reyes eran elegidos directamente por el pueblo, con la condición expresa de no poder tener descendencia o de que, si la tuvieren, renunciasen a su condición regia. Una sabia manera de evitar la degradación que acaba siendo consustancial a todas las monarquías hereditarias, al quedar al albur de la Genética la calidad de los hijos de los Monarcas llamados a sucederles algún día.

 

Volvamos sobre nuestros pasos y regresemos a aquel viejísimo texto griego que da fe de la existencia de una ciudad denominada Roma, que estaba situada a orillas de la Mar Occéana, en el país que ostentase el nombre de HESPERIA... o de Atlántida. He aquí, nuevamente, las palabras de Heraklidas de Ponto en su Tratado del alma:

 

Según un relato que me llega de HESPERIA, un ejército del País de los HIPERBÓREOS habría conquistado una ciudad llamada ROMA, situada allá, junto a la Gran Mar.

 

Son sólo dos líneas, pero dos líneas que se llevan por delante todos los millones de líneas que sobre el origen de la Civilización vienen escribiéndose desde hace tres milenios. Porque lo que estas palabras de Heraklidas certifican, es que la primera ROMA estuvo situada a orillas del Occéano ATLÁNTICO. No cabe la menor duda de ello porque, desde que el mundo es mundo, sólo éste ha sido denominado la Gran Mar o Mar Occéana. En contraposición, obviamente, a la Mar Pequeña que era el Mediterráneo. Y aunque ladinamente los traductores de este texto han reemplazado el nombre de HESPERIA por el de Occidente, vano ha sido su empeño porque, aunque ellos lo ignoraban, el nombre compuesto de la región HIPER-Bórea es una corrupción de HESPER-Bórea que testimonia que este territorio crucial al que todos los más viejos testimonios históricos reconocen como cuna de la Humanidad, estaba situado en un país doblemente identificado con el NORTE y con el OCCIDENTE.

 

Nadie ha caído jamás en la cuenta de este dato que mis lectores son los primeros en conocer. Y es que Bóreas significa NORTE, en tanto que Hyper es una síncopa de Hesper > Hisper. A la sazón, el nombre griego para denominar al OCCIDENTE. Lo que quiere decir que la región Hyper-Bórea en la que según el testimonio unánime de la más vieja historiografía morara la primera Humanidad, estaba situada en un país que tenía ese doble carácter SEPTENTRIONAL y OCCIDENTAL. ¿Cómo no iba a ser el mismo pueblo el formado por los Hesperios y por los Hiperbóreos, cuando Apollodoro nos ha transmitido esta trascendental información?:

 

Las Hespérides habitan en Lybia, cerca de los Atlantes. En el País de los Hyperbóreos.

 

¿Se puede decir más claro que Hespéridos, Atlantes, Lybios e Hyperbóreos fueron gentilicios indistintos de un mismo pueblo?

 

La mitología clásica, por una parte, y uno de sus más reputados glosistas, el latino Iulius Solino por otra, permiten documentar muchas de las conclusiones a las que mis estudios sobre los orígenes de Roma me han conducido. Escuchemos, pues, nuevamente, a Solino, cuando en su obra citada -De las cosas maravillosas del mundo- nos aporta otra de las claves que permitía identificar el primer emplazamiento de Roma:

 

Algunos quieren que a ROMA fuese dado primeramente este nombre por Evandro, habiendo él hallado en aquel lugar una fortaleza que estando antes edificada, los Latinos la llamaron VALENCIA, conservando la significación del nombre que primero le fue expuesto, que los Griegos dicen Romín y los Latinos, Valencia. La cual, habitando ciertas gentes de ARCADIA en la parte más alta del monte, de ahí en adelante las demás fortalezas se llamaron ARCAS...

 

Sí, VALENCIA era la clave que conducía a la identificación de la primera Roma, situada a orillas del Cantábrico, en la región poblada por los Hespéridos o Hiperbóreos. Valencia tenía la respuesta para uno de los mayores interrogantes que nos ha legado la Historia: ¿cuál era la verdadera cuna del pueblo romano, arribado a la Península Italiana en una época extraordinariamente moderna de su larguísima historia? Rastrear el nombre de Valencia por tierras del Cantábrico podía despejar ese interrogante si, como ha venido a suceder, ese topónimo crucial aparecía vinculado a algún enclave sagrado lo bastante importante como para proponerse como su primera raíz. Porque existe un afamado Santuario, situado en el entorno próximo de la Bahía de Santander, que responde a la advocación de Nuestra Señora de Valencia. El clérigo cántabro José Mª Bedoya nos habla sobre él en un artículo titulado Un altar en la Montaña:

 

En una bellísima atalaya, festoneada de robles gigantescos y centenarios, allá en las estribaciones del monte Santa Olalla, al occidente del Real Valle de Piélagos, en Bioño, se encuentra ubicado un antiquísimo santuario: el de la Virgen de VALENCIA, en la ladera del monte Bizute... [homónimo, añado yo, del monte Bezeta contiguo a la primera Jerusalem hibérica]

 

En el lejano pretérito, los montes de Piélagos eran un paradisíaco vergel y los bosques ocupaban la totalidad de su superficie. En ellos, roble y castaño constituían las especies predominantes. En el ocaso de aquel tórrido verano, el firmamento, grisáceo de súbito, amenazaba tormenta cuando un trueno ensordecedor invadió las espaciosas vaguadas, límite de monte y valle. El eco profundo se propaga reiterativo en el éter y un rayo irrumpe en la cerrada selva del entorno, provocando un fenómeno prodigioso. Dos zagales divisan el portentoso evento desde las cercanías del bosque, acudiendo raudos, vereda arriba, hacía un roble que parecía arder con intensas llamas. Ya en las proximidades de la arboleda, observaron atónitos el efecto milagroso: dentro de un tronco ahuecado en ignición, aparecía la Virgen con el Niño en su regazo. Recogida ésta por los apacentadores, no pasaría mucho tiempo hasta que fuera edificada una ermita en la que se le rendía culto. La imagen actual data del siglo XIII y se la veneraba como Protectora de Navegantes y Afligidos.

 

Ese rayo que cae sobre el monte Bizute = Bezeta, no es otro que aquel que había traído la vida a la Tierra, ora procedente del Sol, ora configurado por el propio Astro Solar en su imaginada caída sobre la superficie de nuestro planeta. En ambos casos, el resultado sería la perforación de un MANANTIAL llamado a engendrar la vida y a propiciar el nacimiento de un primer árbol -el Árbol del Edén- del que, pensaban nuestros antepasados, habrían de derivarse todas las formas de vida que existen sobre la Tierra. De ahí esa aparición de la Virgen en el interior del tronco de ese roble que protagoniza la leyenda de la Virgen de Valencia.

 

Podría objetarse que en la versión de la leyenda del Santuario de la Virgen de Valencia que nos es conocida, no se habla para nada de esa Fuente que había horadado el Sol con uno de sus rayos, pero esa laguna se ve solventada de inmediato por el hecho de que la leyenda de otro importante Santuario Mariano del Norte de España, heredero del anterior, dé fe de la existencia de esa Fuente cuyas aguas habían hecho posible el nacimiento del Primer Árbol de la Tierra. Nos lo cuenta Fray Gregorio Bravo de Sotomayor en su Historia de la invención, fundación y milagros de Nuestra Señora de Valvanera (Logroño, 1610):

 

Historia de Valvanera sacada de otra latina antiquísima que está en el Archivo del Monasterio:

 

Muño = Onne, hombre de vida depravada, se arrepintió de sus pecados y decidió retirarse a la cueva de Trómbalos o Trómulos. En la tierra de ARBEJAL tuvo una revelación, hallándose junto a un roble a cuyo pie nace una FUENTE. Y entonces comprobó que en el interior del roble se escondía un enjambre de abejas y, sobre él, una imagen de María. Decidió establecer su ORATORIO (oráculo) en aquel árbol, trasladándose con su hermana COLUMBA a la cueva de Alambres.

 

Entre las reliquias del monasterio se encuentra la rueda de San Atanasio, con una columba dorada en su centro. También se conserva la leche virginal venida del cielo a los pechos de la Virgen Santa María con la que crió a su hijo bendito.

 

Ocioso es decir que esa leche virginal venida del cielo es aquella Materia Primordial a la que nuestros antepasados atribuían la generación de la vida sobre la Tierra, firmemente persuadidos de que era ella la que manaba de la Fuente Primigenia o Fuente de la Vida, allí donde -como se especifica en este escrito- se consagrase el primer Templo u Oratorio de la Historia, coherentemente situado en el Árbol al que se atribuía la paternidad sobre todo lo creado. Todo ello es coherente con el hecho de que Arbejal reproduzca el nombre de la cuna de la Humanidad de Arbah o Hebrón... Con el de que Trómbalos = Trómulos remede al Trémula del Jardín de Oz o del Paraíso... O con el de que Columba y Alambres sean dos estadios distintos en la evolución de los nombres de Olimpia y del Olimpo: Callambria > Allambria > Olymbria > Olympia. Por eso son vecinas en Cantabria las poblaciones de Colimbres (hoy Colindres) y Olimpias (hoy Limpias)... Sin comentarios.

 

Si analizamos morfológica y semánticamente el nombre de Valencia, lectura latinizada del originario BALLANZIA, lo primero que vendremos a descubrir es que el nombre de BELÉN con el que conocemos al lugar en el que se produjo el nacimiento de Jesús, es un derivado suyo. Lo que tiene todo su sentido cuando acabamos de leer que en el Santuario de la Virgen de Balenzia se conservaba... "la leche virginal venida del cielo con la que la Virgen crió a su hijo bendito". La conclusión es obvia: si esa leche había caído sobre BALENZIA, ello quiere decir que las remotas tradiciones cristianas de Cantabria se localizaba en ese punto el nacimiento del Hijo de Dios. De Jesucristo. Y de ahí el que, por corrupción de Balenzia, haya acabado consagrándose que Cristo nació en Belén... De ahí, igualmente, el que sea Nazareth uno de los nombres del Puerto de la levantina Valencia... De ahí, en fin, el episodio bíblico de la burra de Balán, que tan elocuentemente evoca a la asnilla que preceptivamente aparece reproducida en todas las recreaciones de la gruta o portal de Belén...

 

Resulta más que plausible que la Leche de la Creación se esconda entre los entresijos semánticos del término Balenzia = Valencia, cuando no habiendo existido nada más valioso que ella (puesto que había hecho posible la vida), vemos que tanto este adjetivo como el verbo valer resultan ser derivados suyos. O cuando, referido en este caso a los senos de la Diosa Madre, de María, la palabra bola se muestra obviamente emparentada con la radical de Balenzia; exactamente igual que bollo y bulto, por razones obvias... De las tetas o balas, el francés avaler (tragar)... O el verbo vouloir (anhelar, desear)... O el nombre de los velos con los que las mujeres de antaño cubrían su torso, hasta la base de sus pechos... O el término bulimia, para referirse al apetito desmesurado...

 

Como estamos viendo, todo este asunto tiene una trascendencia inconmensurable. Porque si Belén procede de Balenzia (cosa que nadie que posea unos mínimos conocimientos de Filología osará cuestionar) y resulta que este término designó en otro tiempo a los pechos femeninos, entonces hemos de deducir que la auténtica Belén estuvo situada en Cantabria, toda vez que es éste el único punto de la Tierra en el que existe un Santuario de la Virgen de Balenzia en el que, además, se ha conservado vigente la tradición de "la leche de la Virgen, caída del cielo para que ésta pudiera criar a su divino hijo"...

 

Por si fuera poco, uno de los nombres con los que las fuentes latinas denominan a la Bahía de Santander, es Portus Blendium. Y volvemos a lo mismo; unos minúsculos conocimientos de Filología permiten reconstruir la forma genuina de ese latinizado topónimo: Bellendia > Blendium. Ahí tenemos, calcado, el nombre de Belén, en lo que resulta ser un nuevo derivado de Balenzia: Ballanzia >> Bellendia.

 

Todo cuanto antecede es tanto más indiscutible, cuanto que la etimología que la Antigüedad reconoció al nombre de ROMA, fue precisamente ésa: TETA. De donde se infiere que si Roma y Valencia fueron nombres de una misma población, debemos deducir que ambos términos compartían, también, un mismo significado.

 

¿Por qué se reconocía a la Virgen de Ballenzia como la protectora de Navegantes y Afligidos? Pues sencillamente porque era ella la que había dado nombre a aquel celebérrimo PALLADIO que había caído a la Tierra en el punto en que se había generado la vida, en forma, se supone, de imagen de la Diosa Primigenia. Una imagen que hacía invulnerable e inexpugnable a la ciudad que la poseía, convirtiéndose por ello en el objeto más codiciado de la Antigüedad y en la raíz de innumerables guerras, desencadenadas por mor del empeño por hacerse con ese preciadísimo talismán. De ahí todas las tentativas, constantes, por hacerse con él (verbigracia, la Guerra de Troya), así como la posterior proliferación de imágenes que se postulaban como el Palladio auténtico, sin serlo. Con lo que a las guerras dirimidas en el afán por poseer este preciado talismán, vendrían a suceder las hostilidades derivadas del empecinamiento de unos y otros al presentar a sus Palladios respectivos como los genuinos, en competencia siempre con los de sus vecinos.

 

Resulta meridianamente obvio que aquel sacrosanto Palladio caído sobre la Tierra, fue idealizado originariamente como la mama o mamas de la Diosa Solar, caídas sobre nuestro planeta para fecundarlo. Fábula cuyo contenido fundamental reproduce intacto la leyenda de la Virgen de Balenzia... Por eso la Virgen del Pilar se asienta sobre una gran columna. Sobre una columna que, como todas las modeladas y erigidas por el ser humano, tuvo originariamente una factura CÓNICA. Hechura que calcan centenares de imágenes de la Virgen en las que ésta, supliendo a aquella primitiva columna cónica, se nos muestra rematada con un impresionante y desproporcionado manto cónico. La cabeza acostumbra a ser minúscula, como corresponde a una tradición iconográfica en la que lo que inicialmente se representaba no era una mujer, sino una mama. Se adoraba a la teta que había traído la vida y sólo muy modernamente se añadió la cabeza de la Diosa Celestial sobre ese cono, con el fin de suavizar la lectura del mito original. Fue entonces cuando nacieron todas esas infinitas imágenes de María, similares a las que reproduzco junto a estas líneas. ¿Comprendemos ahora el porqué del nombre de esos bollos elaborados con leche a los que llamamos magdalenas...?

 

¿De dónde procede el término PALLADIO? Pues, justamente, de uno de los nombres del Primer Santuario de la Humanidad: BALLANZIA >> PALLANTIA. Por eso se nos dice que Valencia fue el primitivo nombre de Roma, existiendo constancia documental de que Pallantia y Palanteo fueron, así mismo, antiguas denominaciones de esa misma urbe sagrada, erigida en su primera edición sobre el monte PALATINO. Todo lo cual permite comprender el porqué de que los Altos de PALANZIA se yergan al norte de la provincia de VALENCIA...

 

Buen momento éste para devolverle la palabra a Iulius Solino...:

 

No hay duda de que los de Arcadia hayan edificado a PALACIO. Los cuales assí mesmo edificaron aquel pueblo que dizen PALANTEO donde un cierto tiempo habitaron los Aborígenes. Mas con la incomodidad que tenían con la vezindad de una LAGUNA que hazía el río Tibre corriendo por allí cerca, la desampararon y se fueron a Reate. (...) Muchos dizen que PALACIO fue llamado assí de PALES, Diosa de los pastores o, como cuenta Sileno, de PALANTA, hija de HIPERBÓREO a la cual hay opinión de que Hércules forzó en aquel lugar y della se puso este nombre de PALATINO.

 

Si la primera Roma de Pallanzia = Palanteo = Palatino = Palacio recibió su nombre de una diosa de los Hiperbóreos conocida como PALLAS o PALANTA, ello es prueba irrefragable de que la primitiva Roma fue creada en el propio País de los Hiperbóreos, situado a orillas del Occéano y totalmente extraño, por ende, al contexto geográfico del Mediterráneo. Con lo que, a modo de cannon, hemos vuelto a nuestro punto de partida cuando leíamos, asombrados, estas palabras de Heraklidas de Ponto:

 

Según un relato que me llega de HESPERIA, un ejército del País de los Hiperbóreos habría conquistado una ciudad llamada ROMA, situada allá, junto a la Gran Mar.

 

En conclusión, en la Roma italiana confluyen dos inmensos FRAUDES, porque sobre no ser esa urbe la verdadera Santa Sede del Cristianismo, su felonía llegó hasta el extremo de presentarse como la madre del pueblo latino, siendo así que la cuna de éste y la propia matriz de la religión cristiana se encuentra y se ha encontrado siempre en la RAMA = ROMA del Norte de España, allá donde -todavía hoy- se rinde culto a las Vírgenes de LATAS... y de Balenzia.

 

Roma es, sin duda, una ciudad extraordinaria. Lástima que toda la inmensa riqueza que atesora se asiente sobre la mayor USURPACIÓN y el más vil de los FRAUDES que ha conocido la Historia. Por eso y recordando a los MILLONES de víctimas que le ha procurado a Europa la perpetuación de ese fraude por espacio de más de dos milenios, víctimas directas o indirectas del latrocinio y de la tiranía militar y eclesiástica del Imperio Romano y de su heredera directísima la Iglesia Romana, hace ya muchos años, desde que empecé a tener un conocimiento profundo de estos hechos, prometí solemnemente que jamás pondría un pie en esa ciudad, construida y enriquecida durante esos dos mil años a costa de la sangre, de la ignorancia y de la miseria de los Europeos.

 


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