Desde hoy, la Historia
empieza en Puente Biesgo
Mi felicitación más
calurosa para todo el equipo que trabaja en las
excavaciones del Monte Castillo, con Victoria
Cabrera y Federico Bernaldo de Quirós al
frente. Ellos, con su trabajo sobre el terreno y yo con
mi no menos oscura y sacrificada labor de investigación
filológica, hemos protagonizado uno de los más hermosos
episodios de la joven historia de la Arqueología: el que
ha permitido identificar la más antigua palabra
documentada hasta el presente, capital para demostrar
que la escritura, como todas las artes humanas
-pintura, grabado, escultura, arquitectura
(megalítica)...- tuvo también su cuna en el antiguo
Occidente. Lo que supone retrotraer en más de
treinta mil años el nacimiento de la Historia
propiamente dicha, habida cuenta de que tradicionalmente
se ha conceptuado como Historia aquel período del
devenir humano en el que se ha constatado la existencia
de documentos escritos. De donde se deduce que,
desde hoy, la clasificación tradicional de la
Prehistoria se viene estrepitosamente abajo, al
pasar a ser Historia químicamente pura todo ese
riquísimo período de nuestro pasado al que desde hace
algún tiempo venimos conociendo como Paleolítico
Superior. Altamira, Lascaux, El Pindal, La
Garma, Niaux, Font-de-Gaume, Mas- d´Azil, Chufín,
Covalanas, Riba-de-Sella, Candamo, Hornos de la Peña
y tantas otras grutas insignes del Norte de España
y del Sur de Francia, pasan a ser, desde hoy,
yacimientos plena y rotundamente históricos,
comparables en este sentido a todos aquellos en los que
se exhuman vestigios arqueológicos de antigüedad
inferior a siete u ocho mil años y en los que, sólo
excepcionalmente, se produce el hallazgo de documentos
escritos. Por la sencilla razón de que a medida que
retrocedemos en el tiempo, la posibilidad de encontrar
intactos los materiales efímeros en que se plasmaron los
más viejos escritos -cortezas de árbol, metales,
papiros, pieles...- disminuye drásticamente hasta
resultar nula. Sólo la piedra, máxime si está
enterrada, es capaz de eternizarse en el tiempo. De ello
se infiere que sólo la piedra podía transmitirnos
las primeras palabras. Palabras como ésa que hoy vuelve
a ver la luz 38.500 años después de haber sido
inscrita. Palabras como todas aquellas que desde hoy y a
raíz de este descubrimiento, empezarán a ser reconocidas
en numerosos objetos que la Arqueología ha exhumado y a
los que, hasta hoy, se ha concedido escasa o nula
importancia.
Mi enhorabuena, repito, a los excavadores
del monumental complejo subterráneo de Monte Castillo.
Ésta ha sido, ésta es mi aportación absolutamente
desinteresada a su trabajo: haber logrado interpretar el
que quedará como su más importante hallazgo. Que, a la
postre, ésta es la auténtica Arqueología:
la que concentra y aglutina todos los esfuerzos y
disciplinas, la que contribuye, con su esfuerzo, al
progreso de la Ciencia y del conocimiento humano. Ella
es la única Arqueología digna de tal
nombre. La que no se limita a realizar hallazgos sino,
lo que es muchísimo más importante, a saber
interpretarlos correctamente y a ofrecer una visión
coherente, completa y bien fundamentada del pasado de la
Humanidad. Todo eso,
en definitiva, que las ciencias históricas no
están ofreciendo hoy a la sociedad. Como honesta y
lúcidamente reconoce el antropólogo John H. Moore,
profesor de la Universidad de Florida:
Los antropólogos, los etnólogos, los
arqueólogos y los lingüistas tienen plena conciencia de
encontrarse en una situación comparable a la de Charles
Darwin en el siglo XIX: la masa de datos acumulada en
biología, prehistoria y lingüística sufre una cruel
ausencia de teoría general.
Lo que sí está ya absolutamente claro y
se ve refrendado, una vez más, por el descubrimiento que
ha dado origen a la redacción de estas páginas, es el
acierto de aquellos que, como Rick Gore, han
sabido ver que... debido a
su climatología, muchas de las respuestas a los grandes
interrogantes sobre la especie humana, podrían
desvelarse en los yacimientos españoles.
Todos, allende nuestras
fronteras, han empezado a verlo. Nosotros, una vez más y
como siempre, seremos los últimos en creerlo...
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