Del original de D.B.H. Sanahuja
- 2ª Edición digital mejorada. Fuente:
www.iberiacunadelahumanidad.com
Este fue el primer trozo
que adquirimos el domingo 17 de Marzo de 1850. La cenefa que lo adorna por los
costados u orillas indica que era un ángulo de la losa: Dos agujeros que se
observan en su parte inferior, y que coinciden exactamente con los dos clavos
del fragmento numero 7, confirman lo mismo. Esta cenefa está compuesta de unos
cuadros, dentro de los cuales hay varios hierográmatas, y la misma se reproduce
en otros trozos; induciendo á creer que esta orla orillaba toda la losa.
En el centro se ve un
buey con tres figuras en su vientre; una de ellas nos parece demostrar a
Osiris; y la culebra que lleva en la mano y forma el ojo del animal, la unión
intima de estos dos individuos, ó la metamorfosis, que según la mitología
egipcia acaeció a este príncipe tan querido después de su trágica muerte,
convirtiéndose en buey, conocido posteriormente y adorado bajo esta forma con el
nombre de Apis.
Fragmento nº 2,
páginas 7 y 8
En este trozo se ve a una
deidad desconocida; en la cabeza, sostenida con las dos manos, lleva una tabla y
sobre ella tres aves y tres triángulos, en sus costados y debajo de ella se
observan varios jeroglíficos. Está como el de numero 1º orillado con la cenefa
de hierográmatas. Algunos creen reconocer en ella á la diosa Natura.
El Egipto fue la cuna de
la mitología, de las ciencias y de las artes. Los griegos en su constante
afán de apropiarse los descubrimientos de las demás naciones, adoptaron esta
misma mitología desfigurándola con fábulas inverosímiles y obscenas,
distrayendo así el objeto noble que se propusieran sus verdaderos inventores;
cual era unir la religión con la agricultura su principal recurso.
En el Apis vemos adorado
el buey, constante compañero en las fatigas del labrador. El Nilo que
fecundizaba sus campos, era simbolizado por el cocodrilo. En Isis (La Ceres de
los griegos y romanos) la feracidad, el ave Ibis, que destruía las larvas,
insectos y reptiles dañosos; y en fin otras deidades que ofrecían beneficios a
la humanidad.
Este fragmento nos
representa con todos los atributos, que acompañaban, a Isis, coronada con la
flor de loto, el caduceo y las espigas. La abundancia y fertilidad demostrada en
los muchos pechos, y su constante compañera el Ibis, confirma esta fundada
opinión. Al parecer está dentro de un templo que guarda mucha analogía con las
pagodas actuales de la India.
Los egipcios tenían una
idea imperfecta de los premios y castigos reservados a la otra vida. Suponían
que las almas después de la muerte debían ser conducidas a la eternidad por un
barquero, el cual exigía por este trabajo una moneda, y los que no la llevaban
estaban condenados a divagar como sombras entre los vivientes. Para evitarlo
tenían gran cuidado de poner en la boca de los difuntos un óbolo, y esto
seguramente dio objeto para la fábula de Caronte y la Laguna Estigia.
Este fragmento nos da una
idea del modo ingenioso con que sabían los Egipcios expresar de la posteridad
sus pensamientos. La cabeza de elefante que lleva este nuevo Caronte es el
emblema de la eternidad: Así era demostrado por los antiguos, porque el elefante
es el animal terrestre de mas longevidad. Además lleva en la mano la serpiente
mordiéndose la cola, que constantemente simboliza la propia. El buho,
murciélago, y estrellas manifiestan la noche que sigue a la muerte, y que con su
denso velo cubre a los ojos de los mortales los hechos subsiguientes a ella.
Está así mismo orillada por la cenefa de hierogramatas.
Creemos ver en este
fragmento la representación del Hércules egipcio en la acción de separar según
la mitología egipcia, los dos continentes de Europa y África, abriendo la
comunicación del Océano con el Mediterráneo, separados antiguamente por un
istmo.
El héroe va cubierto con
la piel de león, y tiene el pie derecho apoyado sobre la cabeza de un hombre
negro echado de espaldas, y el sinistro sobre la de un hombre blanco en la misma
posición. Entre las dos cabezas, que están algo separadas, y las piernas
abiertas de Hércules, se observan unas impetuosas corrientes de agua. Encima del
hombre blanco se ve parte de una vid para indicar seguramente los frutos
europeos; y sobre del negro asoma una palmera y media serpiente, cuya
continuación no permite ver la falta de piedra, pero que indicará probablemente
las producciones africanas. Hércules lleva en la mano derecha un peñón y aunque
le falta parte de la izquierda, colegimos que llevaría otro para indicar
sin duda las columnas de Hércules representados en los peñascos Abila y Calpe.
Parece que en la época de
la construcción de este monumento los egipcios conservaban aun algunas ideas de
la primera generación, y esto, como luego diremos, hace remontar este sepulcro a
los tiempos de la primera población egipcia.
Vemos en este resto
delicadamente demostrado dicho pensamiento. Adan y Eva están frente uno de otro;
el primer feto en figura de espiral tiene origen en el hombre que lo une a Eva,
y esta a su vez lo alimenta con la leche de sus pechos.
Para significar la dulzura
de la palabra, tan expresiva en estas ocasiones, salen de la boca de Adan,
introduciéndose en la de Eva, una línea de abejas, símbolo de la dulzura. Dentro
del espiral hay varios signos, al parecer zodiacales para indicar sin duda los
nueves meses del embarazo; y el fuego con alas que se ve debajo, será tal vez el
emblema del fuego de la sensualidad. Para hacer mas demostrativo el cuadro de la
primera generación, se ven dos palmeras de distinto sexo; y es bien sabido que
jamás fructifican sin recibir mutuamente sus emanaciones; que en esta hay además
el contacto físico por el cruzamiento de sus palmas.
Creemos ver así mismo el
buen y mal genio en figura de serpientes, a imitación de la que nos habla el
Génesis. La representación del buen genio en figura de serpiente con cabeza
humana, parece que tuvo origen en Egipto, y conocido posteriormente por Agato-Demone.
Coronando por fin la parte
superior del cuadro un fragmento de Zodiaco y parte de un arco compuesto de
estrellas con el Sol en el centro vivificando con sus rayos al universo, y los
recibe a su vez de la divinidad demostrada en el trozo siguiente que vamos a
describir.
Tres triángulos reunidos
por su base en forma de pentágono sin principio ni fin es el único objeto de
este cuadro. En el centro de cada uno de los espacios que dejan el cruzamiento
de los triángulos, hay otros tantos ojos, emblema de la eterna sabiduría. En los
vértices de los cinco ángulos hay cinco brazos derechos adornados con alas, para
manifestarnos sin duda la omnipotencia divina, y la celeridad ejecutiva de su
voluntad. Entre uno y otro, rayos y centellas; atributo, que en todas épocas y
religiones ha acompañado a la divinidad superior. En el espacio inferior hay
unos rayos de luz que sin duda tenían relación con el sol del fragmento
anterior. Finalmente, varias estrellas diseminadas nos indican el empireo, lugar
que siempre ha sido considerado como la mansión del Ser Supremo. Sensible es que
no se haya encontrado la continuación de estos fragmentos, pues nos hubiesen
demostrado tal vez algún otro pasaje de la escritura anterior al Pentateuco. De
todos modos creemos que es un original e interesante fragmento, digno de ser
estudiado.
Anverso, o exterior.
La historia egipcia supone que Tifon, hermano de Osiris, aprovechando la
coyuntura de hallarse ausente Oron Hércules, hijo del segundo con todo el
ejercito, lo asesinó, y fue convertido en buey según tenemos dicho. Regresando
entonces Hércules vengó a su padre matando a su tío, que echó al Nilo y fue
convertido en cocodrilo.
En la primera fila de
figuras vemos una adoración a este Tifón simbolizando al Nilo; y en la línea
inferior el simulacro de una pesca sagrada.
Orla este y los demás
fragmentos en el exterior una franja o cenefa muy sencilla. Esta pieza, que
pertenecía a los pies, está fracturada poco mas de la mitad, y el cocodrilo
formaba el centro. Se observan en el canto superior de ellas dos clavos de cobre
sumamente oxidados, que coinciden exactamente con dos agujeros que tiene debajo
la pieza nº 1, como queda dicho.
|
Reverso |
Anverso |
Reverso, o interior.
La línea
superior de figuras representa un combate entre guerreros blancos y gente de
color. La primera; que forma la principal figura, va cubierta con una piel de
leon. Este mismo personaje está, como hemos visto, y veremos más adelante,
representado en varios otros fragmentos, y nos da vehementes indicios para
suponer que este sarcófago fue construido para recibir sus despojos.
La piel de león, que
constantemente ha sido el emblema o distintivo de Hércules que la llevaba como
un trofeo de su combate y victoria con el león libico; la coincidencia de los
hechos representados en estos fragmentos con la historia de este héroe, y la
relación de ellos con la historia primitiva de España, hasta cierto punto nos
autoriza a interpretarlos. Creemos, pues, que este pasaje puede representar la
batalla ó combate de Hércules con los Geriones, hijos de Gerión, de origen
africano; y la línea inferior de figuras, el triunfo subsecuente a esta victoria
viéndose decapitados los tres hermanos, y sus cabezas con los priapos en la
boca, son llevadas por tres guerreros vestidos de pieles.
Esta cara no tiene cenefa,
pero se observa a su izquierda otro clavo de cobre, y la señal de unión entre
esta y la pieza que formaba el costado izquierdo.
Anverso.
Para tener propicio al
Nilo en determinados días los egipcios le ofrecían sacrificios, no vacilando las
madres en entregar a sus propios hijos en holocausto; lo que se ve representado
en este fragmento.
Reverso.
En el reverso se ve a un
ídolo de extrañas formas entre dos piras, y a Hércules ofreciendo sobre una de
ellas en sacrificio una cabeza de ciervo: ¿Querrá tal vez aludir a la cierva de
los cuernos de oro, otro de los trabajos de este héroe? Aunque no completo se
distingue muy bien la piel de león como en los fragmentos anteriores.
(Nota de Soliman, webmaster:
el artículo me ha llegado así, sin estas imágenes en concreto.)
Tiene tanta relación el
asunto de este fragmento con la historia de España primitiva, que no podemos
desentendernos de intentar su explicación.
En el anverso
se ve la parodia del jardín de las Esperides, Egle, Aretusa y Hesperatusa,
unidas en un solo tronco; para indicarnos sin duda su conformidad de genios y
costumbres llevan en las manos instrumentos de labranza; y de sus pechos mana
leche que fecundiza el jardín. En el centro de este, rodeado de espigas, se ve
el celebre árbol que producía las manzanas de oro, y a la izquierda de las tres
hermanas el vigilante monstruo que lo guardaba. La fiera tiene tres cabezas, una
de gallo indicando la vigilancia, otra de perro, que es el símbolo de la
fidelidad, y el de la fuerza en la del león. Lastimosamente falta la
continuación del cuadro, pero se observa una punta de lanza dirigida a la fiera,
que sin duda alguna pertenecería a Hércules. Nos abstenemos de comentar su
contenido, pues es bien manifiesta la idea que encierra la fabula, aludiendo al
clima y feracidad de nuestro país, el más fértil de Europa. La codicia de los
presidiarios que lo encontraron, inutilizó en parte este interesante trozo,
arrancando las manzanas de oro, que posteriormente hemos averiguado vendieron,
pero se conservan las cavidades que las contenían.
En el reverso
observamos otro pasaje relativo a nuestro país. Vemos a Pan, o Spahan vestido de
pieles tocando la zampoña. A cuyo son baila una cabra. Enfrente de el esta Baco,
al parecer vendimiando, vestido de pámpanos y colocando las uvas en una cesta
que tiene al lado. Fueron en todos tiempos tan célebres los vinos de nuestro
país, y tantas las alabanzas que de ellos hacen los historiadores antiguos, que
omitimos hablar de ello en obsequio de la brevedad. Añadiremos no obstante, que
muchos creen ver en Baco de la fábula, a Noe, que vino a visitar y enseñar el
cultivo de la vid a Pan o Tubal su nieto.
En el anverso
y línea superior se observa un sacerdote conduciendo con una guirnalda a un buey
muy adornado de cintas y flores.
Debajo de esta se ve a un
pueblo emigrando, o tal vez cautivo. Llevan consigo los equipajes y utensilios,
seguidos de un esclavo agobiado bajo el peso de un gran fardo.
En el reverso
vuelve a aparecer otro personaje muy parecido al de los fragmentos, nº 5, 7 y 8,
luchando con un león. En el suelo se ve un cachorro muerto, que al parecer ha
dado motivo a la lucha ¿Será tal vez otro de los trabajos de Hércules con el
león líbico? La conjetura no parece del todo infundada.
La fila inferior de
figuras la ocupa parte de una nave o piragua de una gran longitud, con una vela
cuadrada: Va tripulada de gente con traje egipcio, siguiendo el curso de las
golondrinas; ingenioso modo de demostrarnos la venida de esta gente de Oriente a
Occidente. Antes del descubrimiento de la brújula, el curso del sol, estrellas y
aves era lo que constituía toda la ciencia de la navegación. Ciertamente debía
llamar la atención de los primeros navegantes y de los habitantes de las costas
africanos la emigración periódica de las aves, constante siempre, en el mismo
curso, en busca de un país templado; y ¿no podría deducirse de esta
circunstancia, al parecer trivial, el descubrimiento de una de las causas de la
población de la península? ¿No podían, como tenemos dicho, llamarles la atención
estos viajes anuales atravesando el mar? Naturalmente debieron reflexionar que
estas aves, abandonando su país natal en busca de otros climas, hallarían sin la
menor duda su ventaja en ello; y este viaje además no podía ser muy dilatada
supuesto que lo efectuaban sin tomar descanso, y dirían, sigámoslas; y he aquí
en nuestro concepto el descubrimiento de los países meridionales, y el objeto
que se propusieron demostrar en este fragmento. Este espíritu de observación no
lo concederíamos seguramente a unos salvajes como los de la Groenlandia,
Zeelandia, etc. Embrutecidos por la miseria y el rigor del clima, que forman por
decirlo así un escalón degradante entre el hombre y el bruto, la inteligencia y
el instinto; pero deja de ser una hipótesis en una nación como los egipcios que
habían llegado a un grado eminente de civilización y cultura, como es
generalmente sabido. En nuestros días vemos un ejemplo de ello en el
descubrimiento del nuevo mundo. Los españoles dirigidos por Colon, se animaron
repentinamente a la vista de unas ramas verdes de árbol que fluctuaban sobre el
agua y de las aves terrestres que anunciaron la proximidad de la costa. Sin
embargo, al llegar los egipcios a España, ya otro pueblo se les había anticipado
como luego veremos, a despecho de los extranjeros, que envidiosos de nuestras
glorias, quieren negarnos nuestra primitiva población, esforzándose en probar
que los egipcios ignoraron la navegación, mas este resto coetáneo les da un
solemne mentís.
Observase además otra
circunstancia: los remeros van desnudos de medio cuerpo, cabalgando en la orla
del barco o piraguas, del mismo modo que lo practican actualmente algunas
naciones de la india; lo que manifiesta, como va dicho, muchos puntos de
contacto entre estas dos naciones, y manifiesta palpablemente que todos los
pueblos primitivos tienen un origen común, y que las costumbres de estos pueblos
en su principio eran muy análogas porque aun distaban poco de su origen, hasta
que influyera en su carácter color y costumbres la acción del clima en donde
vivieran. Estas observaciones son de mucha importancia para el estudio de este
y otros monumentos de épocas desconocidas.
Este trozo está entero,
grabado en una sola faz,
tiene 18 ½ pulgadas de largo, que forma el tipo del ancho del sepulcro, igual
ancho que demuestra el fragmento nº 7, suponiendo que el cocodrilo forma centro
en el dibujo, y pertenecería sin duda a la parte inferior como indicaremos en el
fragmento siguiente.
El centro y la mayor parte
de la pieza lo ocupan dos líneas de hierogramatas o caracteres sagrados en
perfecta conservación, y en los dos extremos hay figuras. Las de la derecha
consisten en un pastor con su rebaño. Al parecer consulta el curso de la luna y
astros dibujados en lo alto. A la izquierda hay una torre cuadrangular y parte
de muralla defendidas por gente que arrojan saetas a unos hombres desnudos que
hay al pie de ella, y la atacan a pedradas.
La torre y muro está
compuesto de grandes pedruscos que guardan mucha analogía con las murallas
primitivas, llamadas ciclópeas, que rodean esta ciudad, y forman la base de la
actual fortificación. Es tal su semejanza, que nos parece ver retratada en el
manual la torre conocida por “la del arzobispo” y el muro que sigue, con la
puerta primitiva, cerrada en el dibujo con dos peñas, distinguiéndose muy bien
las jambas y el dintel, así como en aquella, compuesto de un solo peñón.
Omitimos por de pronto hacer comentario sobre ella, aplazándolo para el
fragmento numero 13, en que volveremos a encontrarlas.
Este trozo nos evidencia,
que si los egipcios no eran perfectos dibujantes, eran por lo menos hábiles
artífices. Ocupan todo el fragmento un buey, delante de una ara encendida. Este
animal compuesto de jaspes perfectamente unidos entre si, está embutido dentro
del mármol blanco. Para completar la semejanza con el buey Apis tiene en la
frente una mancha blanca, accidente natural que forma la pieza de mármol que
compone la cabeza. La ara es así mismo de jaspe en su base, y el neto es de
mármol, con unas vetas paralelas horizontales, muy vistosa, embutido así mismo
en el mármol blanco.
Este fragmento no está
cortado en Angulo recto.
Hemos visto en el numero anterior el tipo del ancho del sepulcro, tal vez en
la parte superior se ensanchaba para que cupiese con mas comodidad los brazos
del cadáver. Los jaspes de que se componen el buey y la ara son del país;
prueba evidentísima que fue construido en el mismo lugar en que se encontró.
Tenemos recogidas para evidenciarlo algunas piedrezuelas enteramente idénticas a
las empleadas en este monumento.
Sobre el buey se ven una
línea de hierogramatas interrumpidos por la fractura del mármol, en los que
observamos una semejanza muy marcada con algunas de las letras del alfabeto
celtibero. En otro pequeño fragmento muy parecido al anterior se ven así mismo
parte de unos caracteres con la misma circunstancias, y da fundadas sospechas
para creer, que los primeros inventores de la escritura en la Península fueron
los egipcios, y nos los fenicios como generalmente se cree, que solo
perfeccionaron la civilización ibera.
Por fin llegamos al ultimo
fragmento adquirido, y tal vez el mas interesante de cuantos hemos descrito,
porque a un tiempo comprueba lo que tenemos consignado en la relación
precedente, y nos autoriza a conjeturar que su espacio contenía una momia o
cadáver perteneciente, sin que podamos dudarlo, a algún jefe o caudillo de
aquella gente; un hércules de aquellos remotos tiempos. Esta pieza de mármol
blanco, como todo el monumento, es perfectamente cuadrada, del mismo ancho del
fragmento numero 11, esto es, 18 ½ pulgadas de lado. En el centro tiene embutido
a modo de mosaico, otra pieza cuadrada negra y brillante como el azabache, de 8
½ pulgadas en cuadro.
Al parecer, este fragmento
ocupaba el centro del fondo del sepulcro, y la pieza negra, llena de objetos
simbólicos, fue construida por inhábil artista. Así lo atestigua la perfección
de las formas y la delicadeza de sus perfiles, diestramente esculpidos en el
mármol que contrasta singularmente con la rudeza de los dibujos que la rodean; y
hace evidente que este sepulcro fue trabajado a un tiempo por distintos
artistas.
En medio de la pieza negra
hay entallada una figura o momia de mármol blanco, con los brazos cruzados,
imitando tal vez al cadáver de que era objeto el sepulcro. La cara la forma
otra pieza embutida de mármol de color carne tostado. Esta momia está
tendida sobre una piel de león perfilada de blanco sobre el mármol negro,
rodeada de rayos. A los pies hay dos pebeteros que despiden perfumes y producen
unos insectos como abejas describiendo una elipse alrededor de la momia y piel,
y al parecer la defienden de unos genios maléficos que la rodean de rara figura,
y arrojan rayos por la boca. En los dos ángulos inferiores hay embutidas dos
lloronas de mármol así mismo blanco como las demás figuras. (2)
Difícil seria explicar la
significación de estos emblemas, que ya podrían las abejas indicar algún dios
tutelar de este individuo o casta, defendiendo con sus cuerpos a su protegido,
de las influencias malignas de aquellos vampiros; ya también podría ser la
mitificación del Hércules, que los egipcios era sinónimo del sol, ahuyentando
con su presencia las tinieblas, para indicar emblemáticamente la civilización
que como la luz material nos vino de oriente a occidente. Entonces tendríamos
demostrado el oriente en los pebeteros y perfumes, y en las abejas las
generaciones producidas en aquella región, que poblaron el continente africano.
Las abejas entre los egipcios simbolizaban a las colonias, y así se traduce en
los jeroglíficos. El sol que lleva la momia en su vientre, el centro común de la
especie humana, los rayos emanados de él, el impulso excéntrico de la primera
población, y finalmente los fantasmas y murciélagos, la oscuridad
emblemáticamente de la tierra antes de ser poblada. Estas conjeturas, que no
pasan de tales, son hasta cierto punto confirmadas por las figuras que forman,
por decirlo así, el marco de este cuadro; y aunque al parecer sus pasajes son
inconexos, tienen en nuestro concepto intima relación entre sí, especialmente si
se considera que los hierográmatas suplirán sin duda lo que falte.
En su parte superior se ve
a un sacerdote sacrificando en una tosca ara sin ídolo alguno, que evidentemente
manifiesta la religión primitiva con la sencillez de los primeros tiempos (3)
Las antorchas llevadas por las doncellas o sacerdotisas pueden indicar también
los sacrificios nocturnos dirigidos a la luna, que graves historiadores suponen
fue la primera y mas constante religión de nuestros primitivos pobladores. La
fractura del mármol nos impide ver la confirmación de este aserto. Al lado
siniestro se ven dos piraguas tripuladas de gente armada intentando un
desembarco pacifico, pero son recibidos hostilmente por los indígenas
desnudos. ¿Sería este el Gerión de las antiguas crónicas, que pasando del
África a nuestro país vino a tiranizarlo? Estas piraguas siguen al parecer una
línea de atunes, y tal vez los guió a España el objeto de la pesca, tan
abundante en nuestras costas meridionales (4) Debajo de las figuras hay una
línea de hierográmatas. El cuadro inferior está dividido en dos partes por un
árbol; el derecho, siguiendo el modo de escribir oriental, que sin duda tendrá
relación con los caracteres que hay debajo, se ve a Hércules robando los bueyes
a Gerión (5) A la izquierda hay unos egipcios construyendo la muralla ciclópea,
que como dijimos en el fragmento nº 11, tiene tanta semejanza con las de
Tarragona, y este monumento interesante nos evidencia cuales fueron los
constructores de estas célebres murallas, objeto por tantos siglos de vanas
investigaciones y encontrados pareceres. Tal vez en breve podamos indagar por el
mismo monumento la época en que fueron construidos, dando solución al problema.
A la derecha del cuadro
hay una colmena en figura de torre rodeada de abejas, que al parecer se dirigen
contra tres aves que ocupan la parte superior, y se defienden de ellas a
picotazos. Algunas caen muertas, y otras tomando insensiblemente forma humana,
se dirigen hacia Occidente, dirigidos por dos líneas de golondrinas, y
acaudillados por un hombre cubierto de una piel, armado con una clava y un
broquel. La falta del mármol impide ver la continuación, pero un hombre postrado
a sus pies, y otros tres colgados a un árbol con las cabezas al alado, indican
una conquista. ¿Simboliza la colmena la catástrofe de Sennaar, las abejas y las
aves la batalla de los Titanes contra los dioses, y la venida a España del
Hércules líbico? Sus autores consideraron tan claro el objeto de este dibujo
emblemático, que no creyeron necesario comentarlo con hierográmatas como los
otros.
En esta pieza, que estaba
fracturada por tres partes, se observa en el ángulo superior de la derecha un
depósito de asfalto, que sin duda con el calor resudaría la momia, y en
él se ve impresa la tela o sudario que la envolviera según la costumbre
egipcia. Es muy sabido que estos preparaban los cadáveres en sus disecciones con
el asfalto o betún judaico, el cual tiene la propiedad de identificarse con la
carne, inyectándose por las venas, arterias y poros, ocupando el lugar del
liquido, y haciendo impermeable el cadáver se conservan como vemos. Esta mancha,
pues, nos pone en manifiesto la existencia de un cadáver o momia, como luego
tendremos lugar de repetir.
¿Sería tal vez
trasladado a nuestro país este sepulcro por alguna de las muchas naciones que
dominaron en él?
Para contestar a esta
pregunta preciso es que descendamos a hacer una minuciosa descripción de las
circunstancias que acompañaron su descubrimiento para certificarnos que fue
colocado en el lugar donde se encontró por los mismos que lo construyeron.
Al mediodía de la ciudad,
entre esta y el mar, existe una colina que al parecer estuvo habitada desde la
primera población de Tarragona, y comprehendida antiguamente dentro de los
primitivos muros cíclopes, según Pons de Meart (6) Para el desmonte de esta
colina están empleadas continuamente de quinientos a seiscientos presidiarios;
las peñas arrancadas por el impulso de los barrenos, y conducidas por los
primeros, han servido y sirven para la construcción del muelle actual. Esta
pequeña loma, que se eleva ciento y dos pies sobre el nivel del mar, estuvo,
repetimos habitada por los egipcios, indígenas, y últimamente por los romanos,
que la destinaron para ciudad patricia, dando manifiestas pruebas de ello la
multitud de medallas e idolos de bronce, vasos cinerarios y lacrimatorios,
lámparas y otros útiles domésticos, y mas que todo ricos pavimentos y mosaicos,
baños y ruinas de edificios de construcción romana que se encuentran
diariamente. Cubre esta colina una capa de tierra más o menos espesa, que
trasladan a otra parte una sección del mismo presidio destinada a excavaciones,
y el objeto de ellas es dejar la roca practicable a los barrenos, limpia de
tierra.
El reglamento de las obras
del puerto señalan los trabajos diarios de cada sección, y finidos estos ó se
retiran al baño, ó continúan trabajando, abonándoles este exceso
pecuniariamente, lo que motiva que con la precipitación destruyen sin miramiento
alguno restos antiguos preciosísimos, contribuyendo no poco a ello la orden
terminante de entregar a la Dirección de las obras todo cuanto encuentren sin
darles por ello gratificación alguna. Como es consecuente, procuran utilizarse
de las medallas y otros pequeños objetos de metal que pueden facilmente guardar
y vender con cautela a los aficionados, destruyendo por despecho lo que no es
facil de ocultar a la vigilancia de los encargados de la Obra.
La primera noticia que
tuvimos del hallazgo fue acompañada del fragmento nº 1 sorprendiéndonos en
extremo la vista de un resto egipcio en Tarragona (7.) Aunque estábamos
fluctuando entre la disidencia de los críticos modernos, que niegan
absolutamente la venida de los egipcios a España, con las relaciones de los
historiadores antiguos, fundados en la tradición y en las crónicas que lo
afirman, juzgamos que este monumento, como instrumento coetáneo tal ver
resolvería el problema; por otra parte, habiéndose encontrado próximamente en el
lugar donde los romanos tenían su ciudad patricia, y sabiendo que estos
conservaban en sus gabinetes antigüedades que hacían trasportar de lejanas
tierras, en especial del Egipto, como lo demuestran los obeliscos de Roma, que
algunos compradores hicieron transportar a gran coste de aquellas regiones,
llegamos a opinar que este resto debiera sin duda ser traído por alguna de las
legiones que vinieron de Oriente. Para juzgar con conocimiento de causa, y
recoger todos los datos oportunos, nos trasladamos al lugar donde se practican
las excavaciones.
Cuando la guerra de la
independencia trajo a España las armadas y ejércitos ingleses aliados, cedió
esta ciudad un pedazo de terreno para cementerio de los que fallecieron en
ellas, que desde entonces fue conocido por “cementerio de los ingleses”,
y entre el vulgo por “fossa dels Jans”. Al llegar la excavación a este lugar,
los cónsules de las naciones protestantes manifestaron la necesidad de recoger
todos los restos que se encontraban para trasladarlos con todo decoro al
cementerio nuevo. Al efecto construyeron unas grandes cajas, que llenas de
despojos humanos eran conducidas en carretones por presidiarios.
En este mismo terreno,
pues, fue descubierto este monumento, y por una singular coincidencia,
exactamente debajo de los panteones de los generales ingleses existía el
sarcófago de un caudillo egipcio, descansando en un mismo espacio los jefes de
dos distintas expediciones, tal vez análogas en su objeto, lejos de sus
respectivos países y familias, separados unicamente por seis pies de tierra,
producto de cuatro mil años; Cuantas revoluciones ha sufrido el Globo,
cuantos trastornos, mientras la naturaleza iba depositando tranquilamente estas
capas, que cada una es la historia de diez generaciones!
Cuando llegamos al lugar
citado, la excavación iba continuando lentamente, y aunque habían transcurrido
ocho días después del hallazgo, se conocían todavía los destrozos y el lugar que
ocupaba el monumento. La excavación se reducía a practicar un corte vertical o
perpendicular desde la flor de tierra a la superficie de la roca y este mismo
corte manifestaba evidentemente, que el monumento egipcio existía en aquel lugar
desde remotísimo tiempo, colocado sin la menor duda por el mismo pueblo que lo
construyó.
Inmediatamente encima
de la roca se veía una zona o lecho de greda amarillenta, que sin duda fue
la superficie en la época de la venida de los egipcios. Sobre este lecho estaba
colocado el sepulcro con la dirección algo oblicuado de Oriente a
Occidente. Por los lados y encima se habían formado unos cinco pies de
terreno de aluvión, distinguiéndose perfectamente en el corte las líneas
paralelas, horizontales, que indicaban las distintas capas de tierra que con el
transcurso de los siglos se habían consecutivamente sobrepuesto y fueron
superficies en otro tiempo. Luego venia un pavimento de grandes baldosas de
jaspe del país, de construcción romana, y finalmente, tres pies de tierra
vegetal producto de las ruinas del edificio romano, entre cuyos escombros y
materias carbonizadas que manifestaban la causa de su ruina, se encontraron
varias medallas romanas, lámparas y otros objetos de uso domestico (8.)
El pavimento, la tierra
de aluvión, tres medallas celtiberas encontradas entre estas capas debajo del
pavimento y las incrustaciones petrificadas que cubrían las paredes del
sepulcro, son en nuestro concepto, pruebas irrefragables de haber pasado
desapercibido a los romanos,
los cuales fabricaron en este terreno sin cuidarse de indagar lo que había
debajo; y esto es tanto mas natural, cuanto ni remotamente podían presumir la
existencia de semejante preciosidad, que sin duda alguna hubiesen trasladado a
lugar más a propósito.
Calcular que lo llevaron
de tan lejos para enterrarlo luego a tanta profundidad, seria mas que absurdo.
Además, con la excavación que necesariamente debían practicar se hubiesen
mezclado las capas de aluvión, y, como tenemos dicho, estas capas estaban
intactas cuando las vimos, y describían unas largas líneas paralelas.
Finalmente, nos prueba que fue colocado allí por el pueblo que lo construyó los
pasajes representados en el, que tanta coincidencia tienen con los hechos
relativos a la primera población de la península, que sin el menor miramiento
han sido calificados por los críticos modernos de fabulosos, pasando de un
extremo a otro; viniendo este monumento a demostrar la falacidad de los cálculos
humanos. Debemos seguramente la conservación de este precioso resto, al
pavimento romano que lo cubría, impidiendo las infiltraciones de las lluvias y
otros accidentes atmosféricos.
La relación de aquella
gente ruda vino a confirmar la descripción precedente; y a lo que parece, al
descubrirse el ángulo del monumento de un color terroso, creyeron que seria un
pedrusco, y no queriendo salir a los primeros esfuerzos, fueron rompiéndolo a
pedazos, hasta que, al saltar una de las incrustaciones adheridas a él, puso
patente a su vista el mérito de la pieza y la equivocación padecida, pero
irremediable ya. Imposible seria describir las dificultades que nos costó
arrancarles esta declaración, que rehusaban, temerosos del castigo por haber
destruido un objeto de tanto merito y valor.
Tampoco fue posible
averiguar con certeza la existencia del cadáver, pues como mezclaron la tierra
de arriba abajo, los restos de este se confundieron en tal caso con los de los
ingleses, y juntos fueron recogidos sin poder sacar en limpio otra cosa. Es
indudable que era sepulcro y no cenotafio por el deposito de asfalto que se
observa en uno de los ángulos de la pieza nº 13 en donde quedaron impresas las
señales de la tela o sudario con que estaba amortajado como ya tenemos dicho.
En qué época fue
construido?
Problema es este de
difícil solución. Ciertamente seria de un interés incalculable para la historia
si pudiera determinarse con exactitud la época de la erección de este monumento.
Difícil de resolver, repetimos, pues cualquier cosa que se diga para probarlo
será mirado con prevención por los críticos modernos que niegan el principio,
esto es, la venida de los egipcios a España, y en buena lógica, sin principio no
puede haber fin. Sin embargo, aunque podríamos esquivar la cuestión
contestándonos con lo que tenemos dicho, aventuraremos algunas observaciones
filosóficas, que si no fuesen concluyentes para probar un argumento, que puede
por si solo variar la opinión que se tiene formada sobre la historia primitiva,
sirva a lo menos para ilustrar la materia, y forme tal vez la base para la
verdadera solución.
Bajo dos aspectos puede
mirarse este argumento, y ambos reunidos pueden decir mucho.
Vamos pues a examinar este
dilema separadamente, y probaremos de sacar todo el partido posible de ello.
Los egipcios son con
justicia considerados como los inventores de la escritura. Los restos de mas
de tres mil años de antigüedad nos prueban con evidencia que ellos y no los
fenicios y griegos fueron los que descubrieron tan precioso y útil invento. En
su origen la escritura se reducía a pintar groseramente el objeto que se
proponían describir, ya fuese pasaje histórico ó hecho particular, imitando á
los personajes que figuraban en el, con los vestidos, colores ó señales que
podían hacerlos conocidos, y esta escritura hija de la pintura se llamó
jeroglíficos. Poco después fue simplificándose dando a ciertos signos un valor
ideal, que encerraba cada uno un concepto, y entonces se llamó hierográmata o
sacerdotal, ya porque eran ellos casi los que exclusivamente la usaban, o ya por
ser muy común en monumentos mortuorios, y en este caso se ven generalmente
mezclados jeroglíficos y hierográmatas. Fácil es de concebir que esta escritura
solo servia para una generación, para un pueblo, y mientras durara la memoria
del suceso descrito, mas luego era de difícil y dudosa interpretación, por mas
que haya querido cacarearse el hallazgo de la clave que facilita el
descifrarlos. Los fenicios y los griegos simplificaron aun mas este sistema
reduciéndolo a ciertos signos, que combinados entre si expresaban la palabra así
como la otra demostraba la acción, y esta escritura se llamó alfabética, y es la
que nosotros conocemos. Estas modificaciones refluyendo a su origen fue adoptada
luego por los egipcios, dejando como tenemos dicho la otra simbólica y secreta
para los sacerdotes que con ella escribían los misterios de su religión; y esta
escritura primitiva es la que vemos en el monumento.
Poco después del diluvio,
cuando los hijos de Cam conducidos por Osiris pobló el Egipto, comenzó la
idolatría. En un principio solo se propusieron los hombres venerar y respetar
los inventos o actos heroicos de sus semejantes, los beneficios de algunos
animales, las virtudes de ciertas plantas, y esta veneración y respeto, inocente
en su origen, degeneró en breve en adoración dando a las criaturas el culto
debido tan sólo a Dios, y esta religión adornada luego por los griegos con
fabulas ridículas y obscenas produjo la idolatría que alcanzó al cristianismo.
Los fragmentos num.1,
2, 3, 4, 7 y 8 presentan todo el carácter de la teogonía egipcia, virgen aun sin
mezcla alguna de la mitología que la siguió, y esta circunstancia con los
jeroglíficos da fundados motivos para sospechar que este sarcófago se remonta a
la primera época de la población del Egipto, y contemporáneo del Hércules libico,
a quien parece por las multiplicadas representaciones que vemos en el que le fue
dedicado. El fragmento nº 6 nos induce a creer que sin duda a la erección de
este monumento los egipcios conservaban aun alguna idea de la primera creación,
que bien pronto perdieron confundiéndola con las fábulas con que adornaron su
mitología, y esta circunstancia robustece nuestra opinión.
Podrá objetársenos que
esta idea de la primitiva creación los egipcios podían haberla tomado de los
israelitas en la larga mansión que hicieron entre ellos hasta la salida de
Egipto conducidos por Moises; mas, pocos esfuerzos tendremos que hacer para
probar su prioridad. En primer lugar los egipcios habían abandonado la escritura
jeroglífica en la época de Moisés, y conocían ya la alfabética. Lo prueba el
Pentateuco escrito por este caudillo, que lo mismo que su pueblo había nacido y
se había criado en Egipto; y por consiguiente habían aprendido en él las artes y
las ciencias. Bien sabido es el abatimiento y abyeccion en que estaba sumido el
pueblo de israel entre los egipcios, y la condición servil a que los tenían
destinados, pues aunque vivían entre ellos conservaron siempre su religión y su
casta, como entre nosotros sucede con los judíos descendientes de aquellos. Esta
circunstancia hace inaccequible la idea de que los opresores tomasen de los
oprimidos ni la religión ni las costumbres; muchos mas cuando era un interés de
los ministros de la religión establecida conservar las preocupaciones de sus
secuaces, y así nos lo manifiestan las sagradas Letras cuando los magos trataron
en vano de sostener su honor en presencia de Faraón contra Moises en la ocasión
de las plagas de Egipto: creemos al contrario que los hebreos tomaron en su
esclavitud resabios de idolatría, como lo vemos demostrado en el desierto,
adorando á los ídolos que fabricaron ellos mismos en ausencia de Moises. Además,
aunque en estos dos fragmentos se ve mucha expresión y verdad en la
representación de la generación primera y de la divinidad, muy diferente de
la idea que tenían formada de ellas los egipcios en tiempo de Moises, difieren
sus acciones bastante del contexto del Génesis, escrita según la tradición
conservada y, transmitida por los descendientes de Sem; lo que indica en
nuestro concepto otra época distinta. Fuera de esta los egipcios no tuvieron
contacto con los progenitores del pueblo del Señor mas que con Abraham cuando se
refugio a Egipto; pero fue tan breve esta permanencia que casi no merece
citarse. No siendo, pues, como tenemos demostrado, contemporáneo de los
descendientes de Jacob, debe precisamente remontarse a una época inmediata a
la dispersión babélica.
Todas las crónicas de
España, como procedentes de una fuente común, están contestes en el origen de la
población de la Península y venida de los egipcios. Es muy cierto que estas
relaciones plagadas de fabulas y hechos inverosímiles, narrados con tanta
certeza y minuciosidad como si las hubiesen presenciado, las hacen sospechosas
sin que por esto nos autorice a negarlas absolutamente.
La fábula es hija de la
verdad y de la mentira y participa de ambas naturalezas. Romey en su
introducción a la historia de España, dice “El origen de los pueblos no cabe
duda que es recóndito; pero hasta en las exageraciones y en las fabulas se echa
de ver la estampa general de una nación” (Romey. Hist.de España cap.1º fol.10)
Esta máxima que no siguió, está muy en armonía con el principio que para
negar a un pueblo su origen tradicional y su historia, es preciso probar lo
contrario con fuertes e innegables argumentos. Desnudemos pues estas
relaciones de la corteza fabulosa que las cubre, y hallaremos tal vez un
principio de verdad.
Cuando la historia
primitiva está sumida en la lobreguez de los tiempos; cuando la falta de datos
históricos nos oculta la luz de la verdad, las conjeturas y el raciocinio suplen
lo que no es dado asegurar.
La mayor parte de los
pueblos primitivos fueron pastores; sus riquezas se reducían a numerosos rebaños
que a un tiempo los alimentaban y vestían, y era su principal recurso. Su ajuar
era sencillo, porque sus necesidades eran pocas. La vida nómada de aquellos
pueblos pastores no hay duda que fue muy a propósito para la población primitiva
del Globo, porque obligados a buscar nuevos pastos, iban descubriendo terrenos
vírgenes y nunca hallados, sirviendo no poco a ello el maravilloso desarrollo y
fecundidad de la primera generación (9.)
Cuando estos (aduares) o
tribus errantes eran muy numerosos, se subdividían, y la nueva tribu alejándose
de su matriz buscaba un terreno a propósito para alimentar sus ganados; y
aquellas generaciones sucesivas, empujándose a otras, del modo que en un
estanque al echar una piedra en su centro, se forman ondulaciones, que impelidas
mutuamente por el impulso excéntrico se dilatan en círculos concéntricos hasta
perderse en las orillas, así, aquellas oleadas humanas describiendo grandes
círculos cuyo centro común era el corazón del Asia, llegaron a los confines del
mundo conocido.
Inmediatamente después de
la dispersión babélica, los hombres constituidos en sociedad, fundaron tres
grandes imperios, los mas antiguos del mundo, los Asirios, los Chinos y los
Egipcios (10.) Los dos primeros poblaron el Asia, y los últimos se establecieron
en el África, inmediatos todos al centro de la especie humana. Cada uno de estos
imperios fue el núcleo para la población general: Sus extremidades,
extendiéndose lentamente como tenemos dicho, formaron otros pueblos, que a su
vez fueron la raíz de otros, dilatándose de este modo los dos primeros hasta la
extremidad del Asia en la Escitia é India; y el Egipto por la Nubia y por la
costa occidental del África en el litoral del mediterráneo hasta las columnas de
Hércules, por donde probablemente verificaron su entrada en la Península. Este
sistema de la primera población ibera, es en nuestro concepto la mas racional y
sencilla, y la que ofrece menos dificultades: Basta examinar el plano de nuestro
hemisferio para convencerse del curso que debía seguir aquella primitiva
población (11.)
Las costumbres con la
sociedad se relajaron. Algunos hombres de carácter fogoso, mal avenidos con la
vida pacífica de las ciudades, unidos con otros avezados a vivir de la rapiña,
formaron grandes asociaciones que llamaron ejércitos, escogiendo para
dirigirlos, jefes, que reuniendo a la fuerza física un talento a propósito,
tuvieron la energía suficientes para hacerse obedecer, y los apellidaron
Hércules, sinónimo de caudillo. Aquellos enjambres de merodeadores hacían
incursiones lejos de país, que llamaban expediciones, como a la violencias y
robos, hazañas, y a los que las hacían, héroes. Alguna de estas expediciones
citadas hubo de alcanzar a España, sea corriéndose, como los primeros
pobladores, por el litoral del Mediterráneo, sea embarcados, que es lo más
probable, siguiendo el curso de las aves. (fragmento numero 10) A lo que parece
habían ya sido precedidos por otros, pues los naturales escarmentados, a pesar
de las señales de paz con que anunciaban su venida, los recibieron hostilmente.
(fragmento numero 13B) y estos recién venidos constituyéndose protectores de los
naturales contra las violencias de los opresores (fragmento nº 7 y 13E) dio sin
duda origen a la historia de los Geriones, que vinieron del África a tiranizar
el país (Pujades, Cron. de Cataluña lib.ss1º Cap XVIII y XIX)
Las crónicas hacen subir
estas expediciones a tres; bien puede ser esto cierto, aunque la tercera
efectuada por Harracon o Thearca, la suponen en una época tan reciente que no
dudamos que en esto haya una equivocación de fechas, y que los sucesos referidos
en las tres, hubiesen acaecido en una sola. Los historiadores refieren que
Hércules robó a Gerion los rebaños de bueyes (fragmento nº 13D) y libró al país
de sus tiranías; por lo que, agradecidos los de Gades (fragmento nº 13) hicieron
sacrificios y le erigieron un templo, que tuvo gran celebridad, y del que habla
mucho la historia antigua.
Luego fueron internándose
al oriente de la Península, y los indígenas temerosos de los excesos y
violencias que cometían a su transito, abandonaban sus hogares, llevando consigo
lo mas precioso que poseían (fragmento nº 10)
La primera población de la
península, estaba dividida, como tenemos dicho, en tribus o rancherías, y esta
subdivisión, que favorecía la situación quebrada del país, duraba aun a la
venida de los romanos. Los habitantes de la derecha del Ebro, este este y los
Pirineos, tuvieron con tiempo noticia de que esta grande expedición se dirigía a
su país, y trataron de conjurar la tempestad que les amagaba de cerca, a cuyo
fin, reunidos los hombres de estas rancherías por el interés común, trasladaron
a montañas inaccesibles sus familias, riquezas y ganado; hostilizaron en lo
posible al enemigo en los desfiladeros, talando el país a fin de reducir por la
estrechez al que no podían vencer con las armas. “Los egipcios experimentando
con frecuencia muy apretados asaltos, vieronse precisados a mudar su campo a la
parte de la marina para que su armada le hiciera espaldas, y no pudiese ser
rodeado o cercado, y tomo asiento y alojamiento en el collado de una montañita
pequeña hacia la marina, no lejos del agua; y allí le fortificó en forma de real
(fragmentos números 11 y 13c) con reparos y trincheras, cosas que hasta entonces
no lo había usado en tantas jornadas como había hecho en todo el camino
pasado....... con estas desgracias crecieron los daños de los sitiados y fue
forzado a renovar las estancias y aposentos que había hecho en aquella montañita
o pequeño collado, que, como ya tengo dicho, ocupó a la parte de la marina. Allí
edificó algunas barracas y chozas donde la gente pudiese estar recogida de la
inclemencia del tiempo” (Pujades, lib.2. Cap.VII)
A lo que parece, en la
residencia que hicieron los egipcios dentro de esta improvisada ciudad, hubo de
morir alguno de los jefes o héroes de su nación. Sabidas son las preocupaciones
que tenían los egipcios sobre la muerte, y el modo ostentoso con que enterraban
sus cadáveres, las pirámides y los ricos sepulcros que diariamente se hallan en
Egipto, y el modo de conservar sus momias nos da una perfecta idea de ello. Los
pasajes heroicos toscamente grabados en él según la costumbre primitiva, (12) no
nos dejan dudar de la verdad de este aserto, y, al propio tiempo nos fortifica
en el concepto de que este sarcófago es contemporáneo de los muros ciclópeos
de Tarragona; dentro de cuyo recinto se encontró.
Algún tiempo después de
los sucesos descritos, se verificó por el Pirineo otra invasión de un pueblo de
casta gala que se apellidaban Celtas; Estos unidos a los iberos formaban el
pueblo Celtíbero, que tan celebre se hizo posteriormente con estas conjeturas,
pues no pasan de tales, nos parece haber llenado el objeto que nos habíamos
propuesto, hermanando en lo posible de nuestras antiguas crónicas con el
monumento. Los jeroglíficos, deidades y adoraciones sencillas de la primitiva
teogonía egipcia, muy distinta de la mitología fenicia y griega, la
representación original del pasaje de la primera generación; el tipo del dibujo
exclusivamente egipcio, las escenas repetidas del Hércules egipcio, y la
relación de ellas con los principales sucesos de nuestra historia primitiva, no
nos dejan duda que este monumento se remonta a la epoca de los reyes
desconocidos de Egipto, y muy próxima a la desgraciada escena de los campos de
Sennaar.
Uno de los principales
argumentos empleados por los críticos modernos para negar la venida de los
egipcios, es, que ignoraban la navegación. Aunque el monumento descrito no nos
manifestara lo contrario ¿es asequible la idea de que un pueblo eminentemente
civilizado, que cruzaba su país un caudaloso río, abundante de pesca, y que
poseía un largo espacio de costa en las orillas del mar rojo y en el litoral del
mediterráneo, desconociese la navegación, cuando todos los pueblos salvajes
descubiertos en el globo no la ignoraban?
Nosotros creemos muy bien,
que no eran consumados navegantes como los fenicios, rodios, y focenses; que sus
naves no tendrían la perfección de las de aquellos, y tal vez se reducirían a
sencillas piraguas; pero también creemos que la navegación es tan antigua como
el hombre.
Dejando aparte el arca de
No-e, de que nos habla la Escritura, Straton nos dice que los egipcios tenían
barcas de tierra cocida, lo que tal vez dio origen a la ficción antigua, que
Hércules había atravesado el mar dentro de un vaso de beber. Plutarco en su
tratado de Isis y Osiris, cuenta que los egipcios fabricaban barcos muy ligeros
con las hojas de papiro, y que los cocodrilos respetaban a los que iban
embarcados en aquellas frágiles embarcaciones en memoria de Isis, que había
navegado por el Nilo en una embarcación igual. Era también entre los egipcios
símbolo de apoteosis el representar a uno sobre una barca por creer, que no era
propio de los dioses el andar sobre la tierra, y en el mismo Egipto tuvo origen
la fabula de la barca de Caronte que formaba parte de su religion. (fragmento nº
4)
Además, el enlace que
existe entre la historia antigua, la mitología y las crónicas de todos los
pueblos del Mediterráneo, da motivos suficientes para creer que algo de verdad
existiría en esas fabulas. La tradición supone, que la isla de Creta fue poblada
por los Egipcios: En Norva, Cortona y Volterra en el Lacio y, Etruria se
encuentran ruinas de construcción ciclópea; las mismas se observan en Arpino,
Segui y Alatri en Italia: En la Giganteya de la isla de Gozo en Malta: Los
Nuragas en Cerdeña; y los Talayots en las Baleares se ve igual fisonomía; y en
especial en los muros de Acropolis de Tirinto en la Argolia es en donde se ve el
carácter titánico de la edad heroica, y en todos poco mas o menos, conservan
iguales tradiciones; siempre figura como el héroe principal un Hércules.
Los griegos en su
constante afán de apropiárselo todo hicieron suyo este Hércules, trasladando la
mayor parte de sus hazañas en el Peloponeso.
En la antigua Tirinto, hoy nauplia, cerca de Argos, suponen que se crió. Allí
trajo los bueyes robados en España. En la selva nemea, si hemos de darles
crédito, mató el león; y finalmente, a ellos debemos esta confusión histórica
embrollada con tantas fabulas; pero es preciso confesar, que a estas mismas
fabulas; pero es preciso confesar, que a estas mismas fabulas debemos sin duda
la conservación de la historia primitiva, que de otro modo estaria sumida en la
negra oscuridad de lo pasado.
Concretándonos a España,
los antiguos geógrafos la apellidaban Hesperia, país de poniente por su
situación geográfica al Este con respecto a Egipto, y esta denominación tal vez
originó la fabula del jardín de las Hespérides hijas de Héspero, uno de nuestros
reyes fabulosos, y, las manzanas de oro robadas por Hércules. (fragmento nº 9)
Las célebres columnas de
Hércules y su templo en Gades, las murallas hercúleas de Tarragona, los
sepulcros labrados en roca viva cerca de Olerdola en Cataluña, de un carácter
puramente egipcio; (14) el templo junto a Antequera, conocido del vulgo por
“cueva de mengal” y finalmente los toros de guisando, el puerto de ponto du
posco, y, los animales de piedra cárdena en la calle real de Toledo ¿qué no
serán otra cosa que rudas imitaciones del buey Apis revelan un origen egipcio
mas o menos degenerado. Estas obras que nos restan de tan remota época, sin
contar las muchas que se abran destruido, hablan en nuestro concepto mas que
tantos historiadores cuyos escritos se contradicen a menudo; y el que mas
escribió dos mil años después de estos sucesos: Además, en gran parte son
griegos, cuyo solo nombre basta para hacerlos mirar con prevención, ó romanos
que copiaron a estos.
Reasumiendo pues lo que
tenemos dicho, consideramos por las conjeturas y las tradiciones, que no deben
ser despreciadas, que la población nos vino con lentitud del Asia por las costas
del África, originándose el pueblo Itero, y que hay muchas probabilidades para
conceptuar igual origen a todo el litoral del mediterráneo. Que los egipcios se
anticiparon a los fenicios a visitar nuestro suelo, lo evidencian los monumentos
que dejamos arriba citados, las crónicas de todos los países del Oriente y
mediodía de Europa, y finalmente, el sepulcro descrito, que se remonta a la
primera época después de la dispersión humana, deducido por los jeroglíficos,
deidades y caracteres. Que no fue trasladado a nuestro país, sino colocado en
él por el pueblo que lo construyó:
1º por las capas
intactas de terreno de aluvión, que los siglos habían depositado sobre él.
2º por las
incrustaciones formadas en su superficie, que denotan la larga fecha desde su
colocación.
3º por el pavimento
romano que lo cubría; demostrando que pasó desapercibido a estos conquistadores,
edificando sin examinar lo que existía debajo.
4º por las
representaciones históricas y mitológicas que al parecer tienen intima relación
con las crónicas de nuestro país, en especial los fragmentos 11 y 13 con
Tarragona.
5º por el carácter de
las piedras de que está compuesto el Apis del fragmento nº 12
6º por las medallas
celtiberas interpuestas entre el pavimento y el sepulcro, en una de las capas de
aluvión.
Todo lo que prueba con
evidencia la antigüedad remotísima de su construcción, y la presencia
incontestable de una raza egipcia en la Península.
Finalmente, conceptuamos a
este resto de un interés incalculable, tanto para la historia primitiva de
nuestro pais como para la historia universal. ¡Ojalá que lo poco que tenemos
dicho pueda servir de base para la verdadera interpretación y estudio de este
raro y precioso monumento!
Tarragona 10 de Mayo 1851
Buenaventura Hernandez y
Sanahuja
Rúbrica
|