Del Kitáb al-Futúhat al-Makkiyya (Tratado del Amor)
El amor espiritual reúne en el amante tanto el amor
del bienamado por el amado como por sí mismo, mientras que en el amor natural o
físico el amante ama sólo por sí mismo al bienamado.
Has de saber que en el amor espiritual el amante une la razón (´aql) y el
conocimiento (´ilm). Mediante la razón da muestras de sabiduría, y, mediante
ésta, muestra suficiencia. De este modo llega a ordenar las cosas según el orden
de la sabiduría sin modificar, no obstante, mediante ella el lugar que le
corresponde.
Así pues, cuando ama sabe:
- lo que es el amor;
- lo que hay que entender por amante;
- lo que es realmente el ser amado;
- lo que espera del bienamado;
- si su bienamado es capaz de ejercer la voluntad (irada) y si está dotado de
libre albedrío (ikhtiyar), para amar lo que ama;
- o si, por el contrario, el amado no es capaz de ejercer su voluntad, a fin de
que el amante ame únicamente por sí mismo a su bienamado;
- lo que es este individuo en el cual, y sólo en él, quiere que se realice el
objeto de su amor. En este último caso, podemos precisar que este individuo es
amado por el amante, incluso si el móvil de su amor sólo se encuentra en este
individuo sin ser por ello este último él mismo.
Si este individuo puede ejercer su voluntad, es posible que el amante lo ame por
él y no por sí mismo.
Si este individuo, por el contrario, no puede ejercer su voluntad, el amante no
amará a esta persona sino por sí mismo, quiero decir por el amante, y no por su
bienamado, porque éste, en su amor, no está animado por una cosa o una
motivación particular (hacia el amante). Sin embargo, puede que este ser grato
imponga su voluntad al amante, de forma que éste distinga sin esfuerzo que tiene
afecto por lo que este individuo ama y que el amante pueda también amarlo por
él, aunque por un efecto secundario que el amor engendra.
Por esencia, el amante desea la unión después de haber buscado la existencia
efectiva del objeto de su amor. Y, sin duda alguna, la existencia efectiva del
amado es idéntica a la unión con él, ¡no puede ser de otro modo!
He aquí lo que decimos de ello:
El momento del éxtasis es el de la unión
y el del amor. ¡Comed y bebed de él!
Durante una verdadera revelación que se nos presentó a nosotros estando en
contemplación, improvisamos los versos siguientes:
Zaynab me ha conquistado mediante la pasión de amor.
Fuera de ella no sé, pues, comportarme.
Pero cuando se me manifestó la luz del ser envolviéndome por completo,
se esfumaron las tinieblas.
Me entregué a ella por afecto intenso.
Pero el amor para siempre agota por cansancio.
Entre el efecto de amor y la atracción del deseo
no podría encontrarse un momento de descanso.
Desde que se actualiza la pasión de amor, se desarrollan un hálito de
beneplácito recíproco (tanaffus) y de profundos suspiros (tanahhud), el hálito
se exhala de manera que forma en el amante la imagen del amado hasta el punto
incluso de hacer aparecer una forma externa que contempla y por la que realiza
su motivación y su felicidad al margen de toda circunstancia temporal.
Hemos expuesto este aspecto doctrinal, que acabamos de completar, a propósito de
la existencia de la Nube opaca (´ama) (por la acción de seres
individualizados).
En la siguiente poesía damos su quintaesencia:
Permanezco subyugado por la misericordia
que Allah me ha otorgado. Es por ello que, en amor,
es deseable que seáis conquistados.
El momento del amor es el del éxtasis
y el de la unión ¡Comed y bebed de él!
¿Dónde está el amor intenso? ¿Dónde está la enfermedad?
¿ y dónde está la pasión? ¿Acaso no estáis turbados?
Esta amada cuyo vestido sigue puro está escondida.
¡Pero entonces a nadie puede ella compararse!
Hemos visto que el objeto de amor debe ser virtual o no actualizad (ma´dum).
Ahora bien, en este estado potencial (´adam), el amado es puro en su vestido al
principio mismo de la existencia, porque nada viene a degradarlo o a mancillarlo
en el primer momento de su manifestación y de su existencia.
El fundamento de la pureza original es atestiguado por esta palabra del Profeta:
«Todo ser es engendrado según la naturaleza primordial (fitra)... que es esta
pureza de la que aquí hablamos.
En el último verso de nuestra poesía hemos especificado: está escondida puesto
que se trata de la potencialidad de este ser puro que hemos puesto en relación
con la toma de conciencia inmediata de la existencia efectiva (shuhud al-wujud).
La última parte de esta misma poesía: Pero entonces a nadie puede ella
compararse se refiere al ser virtual que no existe todavía de modo relacional,
aunque el amante desea una relación así para sí mismo.
Completamos este punto doctrinal con estos últimos versos que acaban la última
poesía:
¡Es muy necesario dar gracias a Allah!
¡Yo la tengo por virgen, pero yo ya no lo soy!
La explicación que puede darse de ello es que el objeto grato se realiza a
partir de una potencialidad que es (simbólicamente) una virginidad (bikr). Sin
embargo, yo me encontraba ya amado (por el amor divino) incluso antes de ser
generado, pero ahora estoy revestido del hábito (de la existencia de forma que
yo no he podido conservar mi virginidad primordial).
Tras estas consideraciones, añadiremos que, sin ser grato, que es
(originalmente) virtual, llega a realizarse en un individuo que no ejerce su
voluntad, no se dice que el amante desea el objeto grato para el amado, en
consecuencia lo ama forzosamente por él, el amante, como ocurre en el amor
natural.
Si, por el contrario, el objeto del amor no se realiza sino en el ser capaz de
actuar deliberadamente (sobre el amante), como Allah (s.w.t), una doncella o una
adolescente, el amante puede ser afectado por estos seres gratos que acabamos de
mencionar. Por ello es plausible que el amante ame el afecto de un tal ser, en
el cual, y solamente en él, se cristaliza el objeto de su amor. Pero si
sucediese que este ser no quisiera lo que ama ese amante, éste se quedaría en su
estado primero, es decir, en el amor (no actualizable) que tiene por el amado,
dado que el amado no puede ejercer su voluntad sobre él, lo que equivale a lo
que expusimos anteriormente.
Esta última reflexión no significa que el amante deba vincularse a lo que este
individuo ama, puesto que éste no ama (necesariamente) lo que le gusta al
amante, porque este individuo no es el objeto mismo del amor, sino sólo el lugar
en el que este objeto grato se realiza. En efecto, no está dentro del poder del
amante actualizar el objeto de su amor en este individuo, salvo si puede hacerla
por sí mismo. Si, por el contrario, lo que es grato no encuentra modo de
ejercerse en un individuo, no lo será nunca posible al amante realizar este
objeto grato sin que intervenga una ayuda especial de Allah para permitirle, si
lo quiere, realizar un acto creador (takwin), al modo de Jesús -que la paz sea
con él- y de otros servidores de Allah. Si Él les otorga tal gracia, el amor
obliga al amante a dar la existencia al objeto grato.
No encontrarás en ningún otro tratado este punto doctrinal analizado de una
forma tan realista, porque yo nunca he encontrado a nadie que haya desarrollado
lo que acabo de exponer.
Sin embargo, los amantes son legión. Podemos incluso afirmar que todos los seres
existentes son amantes, pero no son conscientes de quién depende su amor y se
encuentran ofuscados por el ser sobre el que se aplica el objeto del amor. En
consecuencia, imaginan que este individuo es aquel al que aman, cuando
verdaderamente se trata de un efecto secundario de amor. En realidad, nadie ama
al amado por el amado mismo, lo ama solamente por sí mismo. ¡Tal es la verdad
sin duda alguna!
Jamás un ser inexistente en acto (ma´dum) puede ser calificado de voluntario.
Por esta razón el amante ama al amado por sí, el amante, y abandona su propia
voluntad en provecho de la de su bienamado. Ante esta verdad, sólo le queda al
amante amar por sí mismo. ¡Intenta comprenderlo!
Éste es claramente el amor espiritual despojado de la forma sensible (sura
tabi´iyya). Sin embargo, si el amor se reviste de esta forma y se manifiesta a
través de la misma, tal como lo hemos explicado anteriormente a propósito del
amor divino, sigue siendo no obstante de una condición que lo asemeja más al
aspecto espiritual, porque es una de las formas posibles del mundo, cualquiera
que sea la manera de ser asumida por el Espíritu, aunque sea de un nivel
superior al de la Naturaleza.
¡Has de saber!: cuando el Espíritu se reviste de una forma natural a través de
los soportes del mundo de las imágenes, y no en los cuerpos del reino sensible
percibidos habitualmente, las formas de este mundo de las imágenes proceden
también de un mundo de percepción normal. Sin embargo, no es dado a cualquiera
discernir la diferencia entre estos cuerpos de origen sutil y los del mundo
sensible.
Por esta última razón, los Compañeros del Profeta no reconocieron al ángel
Gabriel cuando se presentó ante ellos bajo la forma de un árabe y no tuvieron
conciencia de que se trataba de una entidad corporal relevante del mundo de las
imágenes, hasta el momento en el que el Profeta (s.a.s) se lo hizo saber
explicando: «¡Éste es Gabriel!» ¡Y ya no dudaron entonces de que Gabriel era
árabe!
El mismo caso se aplicó a María cuando el ángel se presentó ante ella bajo la
apariencia de un ser humano completo, porque ella no tenía el conocimiento de la
señal distintiva (´alama) que hace reconocer a los espíritus cuando asumen el
aspecto corporal.
Ahora bien, el Profeta poseía este conocimiento que le permitió discernir que se
trataba claramente de un ángel y que ese ángel era Gabriel.
Es así como el Ser verdadero se manifestará a Sus siervos el Día de la
Resurrección, hasta el extremo que éstos buscarán refugio de Él por falta de
conocimiento a Él.
Tal es también el principio que rige el doble aspecto divino y espiritual que se
aplica igualmente al ser que se presenta a alguien que ignora este caso preciso.
Cualquiera que goce del favor divino debe conocer el signo particular que
diferencia la Manifestación de Allah de la del ángel, la del ser del mundo
sutil, el genio [yin] y, por fin, la del ser humano, cuando se les ha dado la
facultad de manifestarse bajo formas como Qadib al-Ban y también otras.
Si el ser humano que está hecho de tierra posee la capacidad de metamorfosearse
(tahawwul) bajo el ojo del observador, manteniendo al mismo tiempo su forma
original, las metamorfosis habrán de ser mucho más fáciles para los espíritus de
fuego y de luz.
¡Discrimina, pues, lo que ves y por quién ves y lo que es la realidad de lo que
se presenta ante ti!
Hemos tratado esta cuestión en el capítulo del conocimiento del mundo de las
imágenes. ¡Estúdiala, pues, con atención!.
El espíritu que se manifiesta bajo una forma naturalo corporal lo hace siempre
de esta manera, tal como lo hemos desarrollado ya en el capítulo sobre el amor
divino, sea esta forma percibida externa o internamente (al amante que
experimenta este fenómeno), porque dicha forma no puede escapar a esta ley. ¡
Conviene que lo sepas!
El amor espiritual une así el amor natural y el amor espiritual, pero también el
amor por sí mismo y por el bien amado, aunque éste, sin embargo, es como lo
hemos descrito, es decir, que puede ejercer su voluntad.
Según lo que acabamos de exponer, te será claro que los hombres no tienen
conocimiento de lo que aman y que el objeto de su amor se encuentra contenido
íntimamente en cualquier ser. Entonces imaginan que aman a tal o tal persona,
cuando no es en absoluto así.
Date cuenta bien del alcance de la enseñanza que acabo de transmitirte y
agradece a Allah por haberte liberado de la ignorancia. Sin embargo, esta
exposición te bastará, ya que el fin que nos habíamos propuesto ha sido
alcanzado, aunque las aplicaciones sean numerosas, pero hemos querido, en este
tratado, atenernos a la adquisición de los principios. ¡Allah sea alabado!
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