“La única manera de conocer y convertirse en Dios es vivir y abrazar la vida
plenamente, experimentar todas las situaciones, sentir todas las emociones,
realizar cada acto, sea sublime o miserable, para que tu alma posea la sabiduría
de toda la vida dentro de sí...
Nunca sabes lo que sufre el rey hasta que eres un rey. Y el rey nunca conoce la
humildad de su sirviente hasta que se convierte en un sirviente. Y la mujer
piadosa no conoce la miseria de la concubina hasta que se convierte en ella. Y
la concubina no conoce el juicio de la mujer casta hasta que lo es. Por eso, el
camino hacia una vida virtuosa lo abarca todo. Incluye cada personaje, cada
situación ilusoria creada dentro de la conciencia del hombre.
Por eso, las entidades más nobles y más sabias han vivido cada situación creada
por las aventuras de la humanidad. Ellos han sido la prostituta y el sacerdote,
el gurú y el granjero, el asesino y la víctima, el conquistador y el
conquistado, el padre y el hijo. Sólo condenas en los demás lo que no puedes
aceptar en ti mismo.
Al crear el hombre la noción de lo bueno y lo malo, lo perfecto y lo imperfecto,
también ha creado las trampas llamadas culpabilidad y remordimiento que han
hecho siempre tan difícil progresar en la vida. Pero yo te digo: cualquier cosa
que hayas hecho -a través de la virtud de tus muchas vidas en este plano- nunca
ha sido mala, ni tampoco buena. Ha sido simplemente una experiencia de la vida
que te ha ayudado a llegar a ser quien eres ahora.
Cualquier cosa que hayas hecho, por vil o miserable que haya sido, la hiciste
simplemente con el fin de crear un aprendizaje para ti mismo. Y a lo largo de
ese aprendizaje te has dañado, dolido, entristecido, y te has degradado a ti
mismo y, sin embargo, te has elevado por encima de ello, porque aquí estás
ahora, dispuesto a conocer y abrazar la belleza que tú eres. Tu alma anhela todo
aquello que no ha experimentado.
Cuando tu alma anhela una experiencia, ello significa que necesita información
emocional sobre esa experiencia. Por eso, tu alma creará un sentimiento -llamado
deseo- que cautiva la totalidad de tu ser y te impulsa hacia una aventura, una
experiencia. Entonces, cuando la experiencia ha terminado y las emociones se
calman, has obtenido, gracias a esa experiencia, un tesoro mucho más valioso que
todo el oro de este plano, te ha hecho avanzar hasta la sabiduría; lo cual
indica que tu alma dice que ya nunca más tendrás que experimentar eso otra vez,
pues has adquirido todo el entendimiento de ello.
Entonces, tu alma perseguirá otro anhelo, y serás impulsado a hacer otras cosas,
porque lo necesitas, lo quieres, porque el fuego dentro de ti te impulsa a
experimentar toda la vida.
Ahora, ¿piensas que alguna vez te aventuraste a experimentar algo sabiendo que
te haría daño o que ibas a fracasar? No. Siempre te has embarcado en cada
aventura con gran curiosidad, interés y placer. Y aunque al principio el
resultado era un tanto incierto, la emprendiste simplemente porque nunca lo
habías hecho antes.
La experiencia era nueva y excitante y querías aprender de ella. Y aunque la
aventura pudo causar dolor, eso te ayudó a comprender la emoción llamada
«dolor», lo que aumentó tu entendimiento de la vida. Así pues, esa experiencia
tuvo un propósito en tu vida. Cada cosa que haces, en el preciso instante en que
la estás realizando, sabes en tu alma que la experiencia es buena para ti. Es
sólo después de haber experimentado la aventura, y los sentimientos derivados de
ella se han transformado en sabiduría, cuando averiguas que quizás lo hubieras
podido hacer mejor o de otra forma.
Pero nunca habrías sabido que había un mejor camino si no te hubieras embarcado
primero en la experiencia y obtenido de ella la joya de la sabiduría. ¿Y debe
alguien ser juzgado por eso? No, porque eso se llama inocencia, y también
educación. El fracaso es una realidad sólo para aquellos que creen en él. Pero
nadie realmente fracasa en la vida. Jamás. A pesar de cada cosa que hayas hecho,
ya sea miserable, despreciable o a escondidas -que realmente no lo es-, sigues
vivo, y eso es algo milagroso.
Fracasar significaría detenerse, sin embargo, nada puede parar, porque la vida
es siempre continua; avanza a cada momento. Por eso, nunca puedes permanecer
estancado o retroceder en la vida, ya que cada momento de la expansión continua
de la vida siempre trae más y mayor entendimiento.
Tú nunca has fracasado. Siempre has aprendido. ¿Cómo podrías saber lo que es la
felicidad si nunca has sido infeliz? ¿Cómo sabes cuál es tu meta sino una vez
que la alcanzaste y te diste cuenta de que era un color diferente del que habías
imaginado? Tú nunca has cometido ningún error. Jamás. Nunca has hecho nada malo.
De qué te sientes culpable?
Todas tus equivocaciones, tus fracasos y tus errores son lo que se llama,
apropiadamente, «pasos hacia Dios», paso a paso. Y sólo has llegado a saber todo
lo que ahora sabes a través de haber dado todos los pasos. Nunca te sientas
culpable de aprender. Nunca te sientas culpable de saber. Eso se llama
iluminación. Debes entender que has hecho lo que necesitabas hacer; todo fue
necesario. Y tomaste todas las decisiones acertadas, todas.
Tú vivirás mañana y también el bendito día que le seguirá, y todos los
siguientes. Y lo que descubrirás en esos días es que sabes más de lo que sabes
hoy. Sin embargo, el día de hoy no es un error; te guiará hasta la eternidad. Tú
tienes la opción de crear tu sueño de cualquier manera que elijas. Pero como
quiera que lo crees, para tu propio entendimiento emocional, estás añadiendo
algo a la totalidad de la conciencia en todas partes; nunca le quitas, nunca
puedes quitarle. Cada aventura que emprendes felizmente añade algo al fervor e
intensidad de la vida.
Cada pensamiento que abrazas, cada ilusión que experimentas, cada descubrimiento
que haces, cada cosa vil y miserable que haces amplía tu entendimiento, que a su
vez alimenta y amplía la conciencia de toda la humanidad y expande la mente de
Dios. Si piensas que has fracasado en la vida o hecho algo equivocado,
disminuyes tu capacidad de percibir tu propia grandeza interna y externa, y tu
importancia para la totalidad de la vida.
Nunca desees suprimir nada de tu pasado -ni una sola cosa- porque la ficción de
todas tus experiencias, sublimes o desgraciadas, ha producido dentro de tu alma
las magníficas y hermosas perlas de la sabiduría. Esto quiere decir que ya nunca
tienes que volver a soñar esos sueños, ni crear esos juegos, o experimentar esas
experiencias, pues ya las has experimentado y sabes lo que se siente, tienes en
tu alma su información; se llama sentimientos, el tesoro más auténtico de la
vida.
Tu vida ha sido un maravilloso espectáculo del fuego que vive dentro de ti.
Debería ser contemplada con reverencia, santidad y divinidad. Porque sin
importar lo que hagas, siempre eres Dios. Sin importar la máscara que lleves,
eres Dios. No importa qué tipo de relación estés experimentando, sigues siendo
Dios. Tú eres merecedor de las aventuras de esta vida, de cada una de ellas. Y
más aún, eres merecedor de las espléndidas aventuras que todavía te esperan.
Pero nunca te convertirás en el Yo Soy ni entrarás por las puertas de la
eternidad hasta que te des cuenta de que todo lo que has hecho, lo has hecho
simplemente para adquirir la comprensión del Dios que eres, que se demuestra
aquí y ahora por la virtud de todas tus experiencias sobre la plataforma llamada
vida. Así que tú, que llevas un abrumador bagaje de cargas sobre tus espaldas,
si eso te hace feliz, que así sea.
Pero si has aprendido todo lo que se puede aprender de ellas y estás cansado de
ellas, deshazte de ellas. ¿Cómo? Amándolas, abrazándolas y permitiéndoles vivir
en tu ser. Cuando hayas hecho eso, no te retendrán nunca más. Abraza tu vida.
Sabe que eres divino y que la fuerza de tu ser está ahí gracias a todo lo que
has hecho. Termina con la culpabilidad. Termina con la farsa de la pena por uno
mismo. Deja de poner cargas sobre ti mismo. Deja de echarle la culpa a los
demás.
Toma las riendas. Te pertenece. Ahora, ¿qué ocurre cuando has abrazado todo lo
que has juzgado, amado todo lo que has despreciado, vivido todas tus ilusiones y
perseguido todos tus sueños? Puedes mirar a otros que están experimentando estas
mismas cosas para su aprendizaje, y puedes entenderlos y sentir compasión por
ellos. Entonces, puedes amarlos como el Padre te ama y permitirles la virtud de
las experiencias de sus propias vidas. Entonces te conviertes en lo que tú
llamas un santo. ¿Cómo crees que llegas a ser un santo?
Ciertamente no absteniéndote de la vida, ni escondiéndote en una cueva o un
templo quemando incienso, o sentándote en lo alto de una montaña contemplando
Dios sabe qué. Te conviertes en santo sólo viviendo la vida -que es el Padre- y
experimentándola hasta sus límites, para que la virtud de la sabiduría culmine
en una entidad capaz de abrazar la totalidad de la humanidad y amarla. Ves, sólo
condenas en los demás lo que no puedes aceptar en ti mismo.
Si has vivido todas las situaciones y encontrado paz en ellas, entonces es fácil
entender a otros y permitirles ser, sin juzgarlos, porque tú has sido ellos, y
sabes que si los juzgas a ellos te estás juzgando a ti mismo. Entonces adquieres
la virtud de la verdadera compasión, y las profundidades del amor existirán
dentro de tu alma. Entonces serás, en verdad, un Cristo, porque entiendes, amas
y perdonas a tus amados hermanos en sus limitaciones.
Cada uno en este mundo -ya sea un hambriento, un lisiado, un granjero o un rey-
ha elegido su experiencia con el propósito de aprender de ella. Sólo cuando haya
aprendido de ella y esté satisfecho con ella, pasará a otra experiencia, que le
brindará una comprensión aún mayor de su Yo más profundo.
Cuando te conviertes en un maestro, puedes caminar entre el lodo y las tinieblas
de la conciencia limitada y conservar tu totalidad, porque entiendes a las
grandes masas y el por qué de su manera de ser, pues una vez tú fuiste así. Les
permitirás la libertad de ser limitados -y eso es amor verdadero porque sabes
que esa es la única manera como pueden aprender a tener un entendimiento
ilimitado y a amarse unos a otros, lo cual es, de hecho, amarse a sí mismos
totalmente.
Y cuando veas la cara de otro en la muchedumbre -sin importar su color, limpieza
o apariencia- mirarás a la entidad y verás a Dios en él, porque si miras lo
bastante cerca encontrarás a Dios en cada uno. Cuando sitúes a la gente en el
lugar donde pertenecen, en su Dios-fuente, sabiendo que sin importar lo que
hagan, están viviendo para el Dios dentro de sí mismos -así como tú vives para
el Dios dentro de ti- entonces puedes aprender a amar a toda la gente.
Cualquiera que sea su expresión, ahora puedes, por primera vez en tu existencia,
amarlos verdaderamente, pues tu amor no está gobernado o restringido por el
juicio. Y así es en verdad, como es un Cristo -el hombre que vive como Dios-
dentro de su ser. ¿Cuál es tu camino en la vida? Seguir siempre tus
sentimientos, escuchar a los sentimientos de tu alma y lanzarte a vivir las
aventuras que tu alma te impulse a experimentar.
Tu alma, si la escuchas, te dirá lo que necesitas experimentar. Si te sientes
aburrido o no tienes deseo de hacer algo, ello significa que ya lo has
experimentado, que has adquirido la sabiduría de esa aventura. Pero si quieres
hacer algo, esa urgencia dentro de tu alma significa que debes vivir la
experiencia y su virtud. Si te abstienes de ella, sólo estás posponiendo la
experiencia hasta otro momento y otra existencia. Vive la verdad de lo que
sientas dentro y ama a quien está sintiéndolo. Entiende que el sentimiento debe
ser expresado y satisfecho.
Cuando quieras hacer algo, sin importar lo que sea, no es sabio ir en contra de
ese sentimiento, pues hay una experiencia esperándote y una gran aventura que
hará tu vida más dulce. Si escuchas a tus sentimientos, siempre estarás haciendo
lo más apropiado para la evolución de tu hermoso ser hacia la sabiduría
profunda. Es cuando vas en contra de tus sentimientos cuando sufres la
enfermedad, la neurosis y la desesperación. Sigue a tu corazón, a tus sueños, a
tus deseos. Haz lo que tu alma te pida que hagas, no importa lo que sea, y hazlo
hasta el final; entonces continuarás con otra aventura. Nunca serás juzgado a
menos que aceptes los juicios de aquellos a tu alrededor.
Llegará un momento, en esta vida o en las próximas, en el que habrás alcanzado
ese punto donde ya no tienes el deseo de hacer esto o aquello, sino simplemente
«ser». Nunca más maldecirás o juzgarás a la prostituta, al ladrón, al asesino o
al país que está en guerra. Habrás vivido todas esas cosas y sabrás lo que se
siente al serlas.
Estarás tan completo con las experiencias de este plano, que ya no habrá nada
que te arrastre otra vez aquí para experimentar. Entonces partirás hacia nuevas
aventuras en planos superiores de existencia. Cuando contemples lo que te acabo
de decir, percibirás y entenderás un valor en ti mismo que es la demostración
intencional del Dios poderoso, el fuego y la vida que tú eres. También
entenderás que cualquier dirección que tomes en la vida, ese va a ser el camino
hacia tu iluminación. Y por cada aventura a lo largo del camino, obtendrás una
percepción mayor del misterio que eres.
Llegarás a amar lo que eres, a acariciarlo y a pulirlo, hasta que la luz de tu
ser pueda competir con la gran Luz del firmamento y la paz de tu ser pueda
competir con la medianoche, cuando todo está tranquilo en la Tierra. Nunca más
te negarás a ti mismo. Nunca alterarás lo que eres, ni juzgarás lo que eres.
Permitirás aquello que has de ser.”
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