30 de Junio de
2008.
Algún
día, las células de combustible podrán energizar su automóvil,
expulsando tan sólo agua, y quizás algo de dióxido de carbono.
Siendo más eficientes y limpias que un motor de combustión interna,
sus emisiones serán mucho menores. También podrán abastecer de
electricidad su hogar sin la pérdida de energía que deben afrontar
las líneas de la red de suministro eléctrico, e incluso podrán
alimentar su ordenador portátil o su teléfono móvil. Pero esto no
será en el futuro cercano.
"Es muy improbable que todos estemos usando las células de
combustible en nuestros vehículos en un plazo de, digamos, 10 años",
advierte Frank DiSalvo, profesor de química y biología química y
codirector del Instituto Cornell para las Células de Combustible, un
equipo de investigadores de la Universidad de Cornell. "La
infraestructura energética en el mundo es tan inmensa que incluso si
hoy tuviéramos ya las células de combustible ideales, se tardaría
décadas en remodelar la infraestructura. La mayoría de las personas
que hoy investigan sobre las fuentes de energía alternativa esperan
que la labor tenga su impacto después del 2030 ó el 2040. El papel
de la investigación presente es poner sobre la mesa tantas opciones
como sea posible, de manera que podamos escoger las mejores".
En vez de quemar el combustible
para mover pistones y transmitir este movimiento a las ruedas, las
células de combustible descomponen químicamente el combustible,
convirtiendo su energía directamente en electricidad. Para hacer
esto de manera rentable y eficiente, el equipo de la Universidad de
Cornell está tratando de desarrollar nuevos materiales para los
catalizadores y las membranas de las células, sus componentes
principales.
Para encontrar un catalizador eficaz y barato, el equipo está
probando un gran número de combinaciones posibles de dos, tres o
cuatro elementos diferentes, de un modo muy parecido a cómo las
compañías farmacéuticas prueban miles de compuestos en busca de
actividad biológica. Y ya han obtenido resultados prometedores.
"Es importante aliarnos con la industria porque esto añade
credibilidad, en el sentido de que lo que hallemos no sea visto
meramente como una curiosidad de laboratorio. La mayoría de las
compañías no cree realmente en lo que ocurre dentro de un vaso de
precipitados de un laboratorio académico; ellos tienen que probarlo
por sí mismos", explica Héctor Abruña, profesor de química y
biología química, y también codirector del Instituto para las
Células de Combustible. |