No se trata de una cuestión de edad. La
sabiduría del hombre nuevo consiste en dejar que su espíritu vuele
libremente, para cumplir con su misión de vida.
La Tierra
sangra. Se agita. Se retuerce de dolor. La oscuridad marcha a paso firme,
pisoteando flores, marchitando esperanzas, sembrando temor e incertidumbre.
El escenario mundial se muestra como un cuadro sombrío, dominado por la
ambición, la inseguridad, el desequilibrio y la incoherencia. Hay olor a
derrumbe. Hay olor a muerte. El hombre viejo está sucumbiendo. Lo sabe y se
resiste. Su programación mental le impide aceptar que le llegó su hora.
Soplan vientos de cambio. Se aviva la llama del espíritu. Un nuevo hombre es
llamado al escenario de la vida.
Hay que armarse de coraje para leer los
diarios y ver los noticieros. La negatividad es el signo que manifiesta cada
título: robos, asaltos, crímenes, bombas, guerras, conflictos, peleas,
abusos, accidentes... Intoxica el espíritu tanta densidad compactada.
La calle confirma las noticias. No hay baldosa que no esté salpicada con
manchas de violencia, bronca o descontento. El aire está viciado por
vibraciones rastreras. ¿Existen alternativas de cambio?
Aunque todo pareciera indicar que no, la
buena noticia es que detrás de este tétrico escenario se está gestando una
nueva función. La obra se llama “Hombre nuevo”. Falta poco, muy poco, para
que esta nueva puesta en escena irrumpa. Por medios no tradicionales se va
haciendo el anuncio de que se necesitan actores para que la función cobre
vida. Escuchar el llamado requiere de un corazón sensible y un espíritu
libre de condicionamientos sociales, que no tema al “qué dirán”.
A través de los sueños, las intuiciones y las
emociones más puras, el anuncio golpea a cada instante las puertas del alma.
La mente sube el volumen, potencia la confusión, y con la ayuda del ego y la
razón re-fuerza las paredes de la indiferencia, para que el mensaje no
llegue a destino y naufrague en el olvido. Tarde o temprano, el muro caerá y
el hombre despertará a una nueva realidad; porque el mensaje lleva la fuerza
del agua, que todo lo erosiona.
¿Y por qué tanto caos? El caos es lo que da
lugar a que la transformación ocurra. Cuanto más caos, señal de una
transformación más profunda y visceral. Viejos esquemas se están
resquebrajando. Los modelos autoritarios y represivos dan claras evidencias
de agotamiento, por carecer de valores humanos. Las bases que cimentaron una
economía deshumanizada y despiadada cruje. La vieja mentalidad que alimentó
a un multitudinario ejército de corporaciones inescrupulosas está siendo
acorralada por los consumidores inteligentes que, con sus decisiones de
compra, castigan la irresponsabilidad y se muestran a favor del medio
ambiente.
Esta vez el cambio no vendrá de afuera, sino
de adentro. Desde el mismo centro de su ser. En la medida en que cada uno se
transforme, en la medida en que cada uno se adueñe de su destino, de su
derecho a “ser humano”, estaremos cada vez más cerca de vivenciar la obra.
Esta vez no como simples espectadores, sino como partícipes necesarios, que
harán brillar -con maestría- sus dones y talentos al servicio de un mundo
sin fronteras, que se unificará bajo la bandera del amor. No se trata de una
obra para ver, sino para protagonizar. Una obra para sentir y para vibrar.
Co-crear una realidad distinta, más humana y
armónica, es tarea de todos. Es algo indelegable y también impostergable. La
multitud como tal no existe, sino que se compone de la suma de personas. Por
eso quiero recordarle que su transformación vale, y mucho, porque suma.
Todo suma. Incluso los pensamientos, porque crean realidades.
De nada sirve protestar por el entorno
adverso en que estamos sumidos, si no hacemos absolutamente nada para tratar
de revertirlo. Con nuestras actitudes pasivas, que se apoyan sobre los
bastones de la apatía y la indiferencia, también somos cómplices de estos
tiempos violentos que presagian un futuro apocalíptico.
Si usted es de los que cree que el llamado no
existe, cierre los ojos, relájese, lleve sus manos al centro de su pecho y
pregúntele a su alma si tiene algún mensaje para darle. Si pese a todo no
escucha nada, no se preocupe. Ella sabe que nunca fue bueno a la hora de
escuchar, así que le traerá la respuesta de mil maneras distintas. Apelará a
la magia de la sincronicidad y dibujará la
respuesta en las letras de las canciones, las palabras de un desconocido o
en el canto de los pájaros. Preste atención. Esté atento, el mensaje
llegará.
Sabía que tal vez usted querría un adelanto
sobre el contenido de la obra, por eso le pedí ayuda a mi ángel de la
guarda, quien sonriendo me dijo: “la obra mostrará el resurgir del hombre
como ser multidimensional, en perfecta sincronía con su cuerpo, mente y
espíritu. Conectado con la existencia. Construyendo un nuevo espacio. Dando
impulso a una nueva visión que estará gobernada por la alegría y el sentir,
por el poder de lo simple. Habrá unidad, respeto y cooperación. La palabra
dada recobrará su valor y renacerá la confianza. Las injusticias no tendrán
cabida porque el hombre reconocerá que somos parte de una misma energía, por
lo tanto será consciente de que lo que le hace a otro se lo está haciendo a
sí mismo. Deciles que en el texto de la obra, palabras como fluir, meditar,
elevar, disfrutar, empatía, sinergia y contemplar serán una constante.
Deciles que los espero, que es hora de reencontrarnos”.
Nunca se sabe. Quizá cuando el telón se
levante más de uno se sor-prenda cuando una voz en off agradezca, entre
otros, a los maestros del caos, del desentendimiento, de la indiferencia, de
la confusión y del dolor, porque hicieron posible que la alquimia acontezca,
al servir de fondo para marcar el contraste necesario que impulsó el cambio.
Ahora haga una pausa. Mire su reloj. Observe
cómo corre el segundero. Sepa que al igual que la palabra pronunciada y la
flecha disparada, las oportunidades desperdiciadas no retornan jamás. Se van
al mismo sitio en donde se oculta el tiempo perdido.
Tíldeme de loco si quiere, no me importa.
Sólo soy un simple mensajero. Nuestro contrato álmico
decía que en caso de que lo olvidara se lo volviese a recordar: “su misión
de vida es anclar en la dimensión física lo más puro de su ser”. Despierte,
hombre nuevo, ya es tiempo de subir al escenario.
ESCUCHE EL MENSAJE QUE FLUYE DESDE SU INTERIOR
Por Julio Andrés Pagano
No se trata de una cuestión de edad. La sabiduría del hombre nuevo consiste en dejar que su espíritu vuele libremente, para cumplir con su misión de vida.
Hay que armarse de coraje para leer los diarios y ver los noticieros. La negatividad es el signo que manifiesta cada título: robos, asaltos, crímenes, bombas, guerras, conflictos, peleas, abusos, accidentes... Intoxica el espíritu tanta densidad compactada.
La calle confirma las noticias. No hay baldosa que no esté salpicada con
manchas de violencia, bronca o descontento. El aire está viciado por
vibraciones rastreras. ¿Existen alternativas de cambio?
Aunque todo pareciera indicar que no, la buena noticia es que detrás de este tétrico escenario se está gestando una nueva función. La obra se llama “Hombre nuevo”. Falta poco, muy poco, para que esta nueva puesta en escena irrumpa. Por medios no tradicionales se va haciendo el anuncio de que se necesitan actores para que la función cobre vida. Escuchar el llamado requiere de un corazón sensible y un espíritu libre de condicionamientos sociales, que no tema al “qué dirán”.
A través de los sueños, las intuiciones y las emociones más puras, el anuncio golpea a cada instante las puertas del alma. La mente sube el volumen, potencia la confusión, y con la ayuda del ego y la razón re-fuerza las paredes de la indiferencia, para que el mensaje no llegue a destino y naufrague en el olvido. Tarde o temprano, el muro caerá y el hombre despertará a una nueva realidad; porque el mensaje lleva la fuerza del agua, que todo lo erosiona.
¿Y por qué tanto caos? El caos es lo que da lugar a que la transformación ocurra. Cuanto más caos, señal de una
transformación más profunda y visceral. Viejos esquemas se están
resquebrajando. Los modelos autoritarios y represivos dan claras evidencias
de agotamiento, por carecer de valores humanos. Las bases que cimentaron una
economía deshumanizada y despiadada cruje. La vieja mentalidad que alimentó
a un multitudinario ejército de corporaciones inescrupulosas está siendo
acorralada por los consumidores inteligentes que, con sus decisiones de
compra, castigan la irresponsabilidad y se muestran a favor del medio
ambiente.
Esta vez el cambio no vendrá de afuera, sino de adentro. Desde el mismo centro de su ser. En la medida en que cada uno se transforme, en la medida en que cada uno se adueñe de su destino, de su derecho a “ser humano”, estaremos cada vez más cerca de vivenciar la obra. Esta vez no como simples espectadores, sino como partícipes necesarios, que harán brillar -con maestría- sus dones y talentos al servicio de un mundo sin fronteras, que se unificará bajo la bandera del amor. No se trata de una obra para ver, sino para protagonizar. Una obra para sentir y para vibrar.
Co-crear una realidad distinta, más humana y armónica, es tarea de todos. Es algo indelegable y también impostergable. La multitud como tal no existe, sino que se compone de la suma de personas. Por eso quiero recordarle que su transformación vale, y mucho, porque suma.
Todo suma. Incluso los pensamientos, porque crean realidades.
De nada sirve protestar por el entorno adverso en que estamos sumidos, si no hacemos absolutamente nada para tratar de revertirlo. Con nuestras actitudes pasivas, que se apoyan sobre los bastones de la apatía y la indiferencia, también somos cómplices de estos tiempos violentos que presagian un futuro apocalíptico.
Si usted es de los que cree que el llamado no existe, cierre los ojos, relájese, lleve sus manos al centro de su pecho y pregúntele a su alma si tiene algún mensaje para darle. Si pese a todo no escucha nada, no se preocupe. Ella sabe que nunca fue bueno a la hora de escuchar, así que le traerá la respuesta de mil maneras distintas. Apelará a la magia de la sincronicidad y dibujará la respuesta en las letras de las canciones, las palabras de un desconocido o en el canto de los pájaros. Preste atención. Esté atento, el mensaje llegará.
Sabía que tal vez usted querría un adelanto sobre el contenido de la obra, por eso le pedí ayuda a mi ángel de la guarda, quien sonriendo me dijo: “la obra mostrará el resurgir del hombre como ser multidimensional, en perfecta sincronía con su cuerpo, mente y espíritu. Conectado con la existencia. Construyendo un nuevo espacio. Dando impulso a una nueva visión que estará gobernada por la alegría y el sentir, por el poder de lo simple. Habrá unidad, respeto y cooperación. La palabra dada recobrará su valor y renacerá la confianza. Las injusticias no tendrán cabida porque el hombre reconocerá que somos parte de una misma energía, por lo tanto será consciente de que lo que le hace a otro se lo está haciendo a sí mismo. Deciles que en el texto de la obra, palabras como fluir, meditar, elevar, disfrutar, empatía, sinergia y contemplar serán una constante. Deciles que los espero, que es hora de reencontrarnos”.
Nunca se sabe. Quizá cuando el telón se levante más de uno se sor-prenda cuando una voz en off agradezca, entre otros, a los maestros del caos, del desentendimiento, de la indiferencia, de la confusión y del dolor, porque hicieron posible que la alquimia acontezca, al servir de fondo para marcar el contraste necesario que impulsó el cambio.
Ahora haga una pausa. Mire su reloj. Observe cómo corre el segundero. Sepa que al igual que la palabra pronunciada y la flecha disparada, las oportunidades desperdiciadas no retornan jamás. Se van al mismo sitio en donde se oculta el tiempo perdido.
Tíldeme de loco si quiere, no me importa. Sólo soy un simple mensajero. Nuestro contrato álmico decía que en caso de que lo olvidara se lo volviese a recordar: “su misión de vida es anclar en la dimensión física lo más puro de su ser”. Despierte, hombre nuevo, ya es tiempo de subir al escenario.