La evolución supone aprender por medio de las
elecciones, y para este fin nuestro Creador nos
ha otorgado el libre albedrío. Aquí en la
Tierra, el libre albedrío es utilizado, y sus
consecuencias aprendidas, en la forma más
extrema y bajo las condiciones más difíciles.
En niveles más altos del ser es posible ver en
un solo momento los resultados probables de
varios caminos alternativos. Se trata
simplemente de tomar la decisión correcta. Pero
esta fase evolutiva terrestre está nublada por
el “Velo del Olvido”, por ello no nos es posible
mirar hacia el futuro. Nosotros, aquí en la
Tierra, debemos aprender mediante el arduo
proceso de la experiencia física; debemos tomar
decisiones, sopesar las ventajas percibidas
tanto para nosotros como para los demás, y luego
experimentar las consecuencias de nuestras
decisiones.
Como punto central del concepto de libre
albedrío se encuentra la Ley del Karma, o la Ley
de Causa y Efecto.
La Ley del Karma es también conocida como la
Ley del Equilibrio. Durante el proceso de vivir,
evolucionar, experimentar y aprender, nuestras
acciones afectan a los demás, ya sea en forma
dañina o benéfica, y por tanto se incurre en
numerosas y a veces complejas deudas en nuestra
propia Hoja de Balance evolutiva. La Ley del
Karma requiere que los efectos de nuestras
acciones sobre los otros, incluyendo todas las
formas de vida, los reinos animal, vegetal y
mineral, deban estar siempre equilibrados.
Cuando dañamos a los demás, incurrimos en un
deuda con nosotros mismos al igual que con
estos. Cuando otros nos dañan, ellos incurren en
una deuda con ellos mismos al igual que con
nosotros. Deudas por el bien o el mal, hechas
por nosotros o por otros, deben quedar
equilibradas por ambas partes. De igual manera,
cuando te haces daño, quizá por el uso indebido
de tu cuerpo físico, creas un desequilibrio, una
deuda contigo mismo que debe ser reparada por tu
comprensión y rechazo a tales acciones. Todo, al
final, debe estar en equilibrio.
Por medio de esta Ley de Equilibrio, o de
Causa y Efecto, experimentamos y aprendemos de
los resultados de nuestras acciones elegidas y
de las de otros.
De acciones equivocadas tomadas en
circunstancias específicas, le siguen efectos
equivocados; debemos entonces revisar y recrear
esas circunstancias una y otra vez hasta que,
habiendo aprendido de todos los efectos
desagradables por haber tomado el sendero
equivocado, escojamos el sendero correcto. Esta
es la Ley del Karma. Se presentarán pruebas
instigadas por nuestro Yo Superior Espiritual y
serán repetidas hasta que sean “aprobadas” por
nuestro propio reconocimiento, aceptación y
asimilación de la lección que debe ser
aprendida. Los retos serán planeados por
nosotros y repetidos hasta que sean
conquistados. Este proceso puede ocurrir como
una lección corta que dure un momento o un día;
o puede tomar toda una vida, o varias vidas,
incluso varias encarnaciones. Pero nosotros, y
solamente nosotros, requerimos que nuestras
lecciones sean, en última instancia, aprendidas
completamente.
De igual manera, nuestras
"buenas" acciones,
acciones que muestran respeto por otras formas
de vida, esos "actos de bondad al azar" que
benefician a otros, ponen en acción una reacción
en cadena positiva.
La Ley del Karma trabaja
"automáticamente".
De forma magnética atraemos hacia nosotros las "malas" experiencias cuando tenemos necesidad de
aprender de ellas. De igual forma, cuando no
necesitamos aprender una lección en particular,
no seremos tocados por ningún peligro ni ningún
mal. Resonamos magnéticamente hacia las
experiencias buenas y malas, acercándolas a
nosotros cuando tenemos necesitad de aprender de
ellas.
“¡No veáis el karma solamente como una
columna del Debe o Haber en el Libro Divino de
Contabilidad en el que se ha registrado lo que
debéis a otro por el mal que le habéis hecho! No
funciona de esa manera. Se trata más bien de un
proceso de enseñanza en el que aprendéis a
través de lo que habéis hecho. Sois vosotros los
que habéis creado esas ondas en la charca de la
vida y ellas os afectarán a su vez. El propósito
del karma no es el de castigo. Más bien es un
proceso de equilibrio y educación.”
[The Master ZEN TAO, canalizado por el Centro
Ramala, Glastonbury]
También debemos entender que lo que damos en
forma de energía, creatividad o esfuerzo (poder)
al Universo, eventualmente regresará a nosotros.
Igualmente, aquello que tomamos del Universo en
forma de energía y creatividad de los demás, es
una deuda, que al final deberá quedar en
equilibrio por nuestras subsecuentes ofrendas.
“El Universo funciona según un plan, y ese
plan ha dividido el poder, o la creatividad, de
manera proporcionada. Si vosotros demandáis del
Universo más de lo que os toca, os presentará el
plato con vuestra porción y hasta ahí, porque ya
no hay más para vosotros. Si tratáis de tomar de
otras personas, podría funcionar por un tiempo
porque algunas personas no saben cómo sostener
su poder y lo regalan. Pero el Universo es un
gran ecualizador, y si vosotros regaláis vuestro
poder, el Universo lo va a redistribuir, no
necesariamente entre las personas a nivel
físico, puede utilizarlo para crear nuevos
universos, o darle otro tipo de uso.”
[The Master VYWAMUS, un aspecto más elevado
de Sanat Kumara. Canalizado por Janet McClure en
“El Preludio a la Ascensión”, publicado en l996
por Light Technology Publishing, P.O. Box 1526,
Sedona, Az 86339]
En los niveles superiores, el proceso de
evolución tiene lugar como una continuidad
ininterrumpida del estado consciente y
despierto. Sin embargo, a nivel de la Tierra,
las dificultades de la vida terrenal y el
envejecimiento físico de los cuerpos densos pone
limites a la duración del tiempo sobre este
planeta en el que podemos tolerar la vida. Esto,
a su vez, demanda que “muramos”, que revisemos
nuestra vida desde un nivel superior y, luego,
después del tremendamente necesitado período de
descanso espiritual, regresemos para vivir otro
ciclo de nacimiento y vida sobre la Tierra. Este
ciclo de nacimiento y re-nacimiento es conocido
como reencarnación.
La reencarnación es un ciclo de nacimiento,
muerte y renacimiento en el cual pasamos de los
reinos espirituales a través del “Velo” a una
encarnación dentro del denso nivel físico de la
Tierra, desprovistos del contacto directo con
los Reinos Superiores. Hacemos esto con el
objeto de aprender "en aislamiento" el tipo de
lecciones que solamente pueden ser aprendidas en
tales mundos. Cada lección debe ser
completamente aprendida, y la Ley del Karma
requiere que repitamos este proceso de
reencarnación hasta que hayamos dominado las
lecciones particulares involucradas en este
nivel.
“La Tierra es una escuela, y vosotros
aprendéis hasta de los errores. Si os enfrentáis
a un examen y suspendéis, os esforzáis en
hacerlo de nuevo. Así que si tenéis lecciones
que aprender en una vida y fracasáis en
aprender, entonces en otra vida os presentaréis
ante esas mismas lecciones; porque no podéis
progresar – y toda vida es una progresión hacia
arriba, una espiral en ascenso – hasta que
hayáis aprendido esas lecciones.
“Tenéis una prueba que pasar, una que os
habéis prometido cumplir. El pasarla depende de
vuestro esfuerzo. Si no pasáis la prueba en una
experiencia tendréis otras oportunidades para
hacerlo. Siempre encontraréis nuevas
oportunidades que se abren ante vuestros ojos.
Con el tiempo realizaréis lo que os habéis
prometido, sin embargo, habrá muchas
distracciones que os podrán alejar de vuestra
objetivo. El poder del Espíritu puede triunfar y
triunfará al final. Es como un poderoso imán que
os acerca a Él. Es el esfuerzo el que cuenta; la
responsabilidad es vuestra, nadie puede realizar
la misión por vosotros. La báscula de la
Justicia Divina está perfectamente equilibrada,
no debe existir ninguna deuda si vais a
progresar.”
[Tbe Spirit Guide TENDOR,
en “Full Cycle” por Ripley Webb – Marcus Books,
Queensville, Ontario, Canada]
Cada nueva encarnación es planeada con
anticipación con la ayuda de nuestros Guías y
Maestros Espirituales. Se hace una revisión de
fallos y debilidades pasadas en consulta íntima
con ellos, y se hacen planes para la aparición
de oportunidades óptimas para la próxima vida
con el fin de experimentar y vencer esas
debilidades. Estos acontecimientos pueden
ocurrir durante esa vida de manera bastante
arbitraria e inesperada, y algunas pueden
incluso ser traumáticas, provocando que la
personalidad abiertamente culpe al azar su "mala
suerte". Sin embargo, todos esos acontecimientos
han sido planificados previamente por la misma
alma en niveles superiores para ser manifestados
en algún momento durante la vida terrenal de esa
alma. No son, como podría parecernos en el
momento en que ocurren los hechos, el resultado
del capricho arbitrario de un Azar despreocupado
o de nuestro Creador.
Cuando el alma encarna sobre la Tierra
también hace un "contrato" con ella misma y con
sus Guías Espirituales y con la Jerarquía
Espiritual para comprometerse con una vida sobre
la Tierra que tenga cierta duración, con el
objeto de aprender lecciones específicas.
Si el alma encarnada subsecuentemente
encuentra que las lecciones son muy difíciles y
decide terminar con su vida prematuramente, tal
es el caso de un suicidio, las lecciones no
serán evitadas, solamente pospuestas. El alma
necesitará entrar en el largo proceso de muerte
y renacimiento y así vivir aquellos años
remanentes y aprender aquellas lecciones que
fueron evitadas previamente. Este es el porqué
la mayoría de nosotros, a nivel de conciencia de
la Tierra, tenemos el instinto bien arraigado de
que el suicidio es algo totalmente erróneo. De
hecho no es solo una traición hacia nuestro plan
Superior de evolución, también es un mal uso de
las facilidades y oportunidades que nos fueron
dadas por nuestro Creador y su Jerarquía
Angélica y Espiritual.
A su vez, una comprensión más amplia de los
múltiples conceptos del "libre albedrío", karma
y reencarnación hará más fácil para nosotros
vislumbrar el "drama de la vida" y la naturaleza
fundamental del sufrimiento:
“El drama de la vida tiene un propósito:
enseñarle a nuestra conciencia a evolucionar.
Todo lo que sucede en el plano de la Tierra no
sucede por casualidad, sino porque lo hemos
atraído hacia nosotros a través de nuestro
comportamiento en esta o en vidas pasadas, y
hemos aceptado conscientemente el reto que esto
representa. Queda ampliamente comprendido que el
concepto de "libre albedrío" nos permite escoger
cómo vamos a reaccionar ante determinadas
circunstancias; sin embargo, es importante
darnos cuenta que también ejercitamos el "libre
albedrío" en nuestra selección de retos que
hemos aceptado tomar en cada encarnación. A
través del "libre albedrío" escogemos nuestros
retos y nuestras lecciones; a través del "libre
albedrío" escogemos cómo vamos a reaccionar
frente a ellos.
“Es difícil para aquellos que no aceptan el
concepto de reencarnación, de vida-tras-
vida-tras-vida, ver el sufrimiento como un
proceso evolutivo. Pero cuando la reencarnación
es aceptada como parte integral de nuestro punto
de vista sobre la evolución, es fácil comprender
que hacemos patente, con cada nuevo cuerpo
físico, todo lo que hemos creado en otras vidas
terrenales, y en otros niveles de existencia más
allá del plano físico de la Tierra. Traemos con
nosotros no sólo nuestra sabiduría espiritual,
también los pecados del pasado, las lecciones
que no hemos aprendido, el karma que nos debemos
a nosotros y a los demás. A medida que avanzamos
en la vida que ahora vivimos, automáticamente
atraeremos hacia nosotros las lecciones que
hemos escogido aprender, el karma que hemos
escogido transmutar.
“Por tanto, no existe la tragedia por azar.
Todo lo que sucede en el plano de la Tierra
tiene una razón, un propósito. Vivimos en un
mundo en el cual muchas personas aparentemente
experimentan grandes tragedias. La tragedia le
llega a las personas ya sea porque la escogieron
para su propio destino o porque les brindará una
lección en la vida que todavía no han aprendido.
La tragedia es trabajar la causa y el efecto; a
medida que experimentamos sus efectos,
aprendemos a cambiar la causa. La experiencia de
una tragedia también enseña la simpatía y la
compasión, la habilidad para aceptar y perdonar
las pequeñas imperfecciones de los demás, para
que ellos, a su vez, hagan lo mismo con
nosotros.
“Si hay un punto en el que quiero hacer
énfasis ahora es éste: ese sufrimiento ha sido
escogido por ti. No te lo da tu Creador como un
castigo. Tú lo escoges, voluntariamente, como
una lección para aprender, como una lección que
tu alma necesita en este preciso momento de su
evolución.”
[The Master ZEN TAO canalizado por el Centro
Ramala, Glastonbury.]