¿EL
ÚLTIMO HOMBRE SALVAJE EUROPEO?
En la riquísima mitología vasca destaca un personaje que por su descripción
y atributos humanos ha despertado el interés de antropólogos y
criptozoólogos. Es el Basajaun, el «señor del bosque». ¿Estamos ante un mito
o existió un ser como el descrito en las leyendas?
" El
Basajaun no es exclusivo de Euskadi; encontramos criaturas semejantes en
otras zonas de España "
La
creencia en el Basajaun es anterior a la invasión romana de la Península
Ibérica. Se trataría una criatura humanoide, cubierta de pelo, larga melena
y con un pie de planta circular, como la pezuña de una ternera. Aunque la
tradición alude a su gran talla y fortaleza, no lo presenta como un ser
dañino o peligroso. Al contrario, se le tiene por protector de los rebaños,
pues avisaría mediante silbidos de la llegada de tormentas o de la cercanía
de lobos. Los pastores -dice la leyenda- saben de su presencia porque el
ganado hace sonar al unísono los cencerros; señal de que pueden descansar
tranquilos, pues este espíritu que habita en el interior de los bosques y en
las cuevas más profundas velará por su descanso. A cambio, el Basajaun sólo
pide un trozo de pan, que recogerá cuando el cuidador del rebaño duerma,
para evitar todo contacto con los seres humanos.
El
folclore vasco también atribuye al Basajaun la responsabilidad de transmitir
a los humanos los secretos de la agricultura, el trabajo en hierro y la
construcción de determinados utensilios, como la sierra y el molino. El
mítico ser pertenecería, por tanto, a una raza casi extinguida, de categoría
algo superior a la humana y dotada de ciertos poderes sobre las fuerzas de
la naturaleza, lo que le conferiría un carácter de semidios. Algunas
tradiciones orales también se refieren a la Basandere, compañera femenina
del Basajaun y de similar aspecto y comportamiento.
Los
«yetis» españoles
Este
mito no es exclusivo de Euskadi. Con algunas diferencias, encontramos
criaturas semejantes en otras zonas de España. Por ejemplo, en Asturias está
el Busgosu, genio protector de los bosques y de los seres que en ellos
habitan. Su forma difiere de la del Basajaun, pues se le atribuyen unas
características físicas cercanas a las del fauno. Sin embargo, también se
habla de él como señor de los bosques y se le representa con una larga
cabellera.
Esta
misma tradición la hallamos en Cantabria, pero en este caso el mítico ser
tiene forma de trasgo. No podemos olvidarnos del Basajaun aragonés, criatura
de los bosques pirenaicos que, al igual que su homónimo vasco, ayuda a los
pastores a cuidar el rebaño. Las leyendas que venimos comentando ponen de
manifiesto que en el norte de España, en las zonas más boscosas e
inaccesibles, existe la creencia en una especie de hombre salvaje que habita
el interior de las forestas y que ayuda al ser humano en sus quehaceres
básicos.
Quizá
nos enfrentamos sólo a una serie de narraciones legendarias; pero como en
todo mito, siempre existe un poso de verdad, aunque oculto bajo el velo de
la imaginación y la tradición. ¿Fue el Basajaun una criatura real o, por el
contrario, no se trata más que de una leyenda que intentaría explicar de un
modo fantasioso hechos entonces desconocidos para el ser humano, como el
nacimiento de la agricultura?
La
explicación más sencilla es que, efectivamente, nos movemos simplemente en
el mundo de la mitología. En un territorio como el vasco, que aun hoy tiene
el 65% de su superficie cubierta por bosques, no es extraño que surgieran
leyendas alusivas a la existencia de seres y criaturas fantásticas que
moraban ocultas en la foresta.
Para
el vasco ancestral, los árboles adquirían una gran importancia. Baste pensar
que las decisiones que afectaban a todas las comunidades se tomaban en tomo
a un roble localizado en la Villa de Gemika, a cuya sombra hoy siguen
jurando su cargo los lehendakaris recién elegidos. O que la frontera con
Castilla la constituía el llamado Árbol Malato.
En el
folclore vasco a los bosques se les llegó a atribuir pensamiento racional e,
incluso, la facultad de comunicarse y hasta de desplazarse. Es lo que el
antropólogo José M. Barandiarán llama la teoría animista, según la cual los
antepasados dotaban a los animales y a los vegetales de un cuerpo animado y
un alma. Pero los vascos fueron más allá y conformaron una religión
politeísta en la que los seres míticos poseían rasgos humanos y una forma
animal o semihumana.
Según
esta visión, el Basajaun no representaría más que la creencia en un espíritu
del bosque al que se le confirió un aspecto medio humano, medio animal; pero
en ningún caso estaríamos ante un ser real. Además, para abundar en la
hipótesis legendaria, nos encontramos con mitos similares en otros contextos
culturales. Así, el Basajaun posee grandes similitudes con Prometeo, aquel
humano que robó el secreto del fuego a los dioses; lo mismo que hizo
Sanmartiniko con el secreto de la agricultura o la fundición del hierro. Por
lo tanto, todos estos personajes fueron considerados protectores de los
hombres.
El
último neandertal
Sin
embargo, puede que la figura del Basajaun no esté basada simplemente en la
imaginación de los antiguos pobladores de la foresta vasca. La descripción
tan detallada del personaje y su similitud con los antepasados del ser
humano, han inducido a algunos heterodoxos a pensar que quizá la leyenda
posea cierta base real. En otras palabras, en un pasado remoto algún tipo de
«yeti» debió vivir junto a los hombres en aquellos parajes.
Una
de las posibilidades barajadas es que el Basajaun en realidad sea el
recuerdo legendario de una época en la que existían neandertales por los
parajes vascos. De hecho, se sabe que éstos llegaron a convivir durante unos
10.000 años con los horno sapiens, nuestros ancestros. Por fantasioso que
pueda parecer, no es descabellado que los antiguos habitantes de la comisa
cantábrica hubieran visto en esa raza, hoy extinta, una especie de
semidioses. El paso del tiempo y la imaginación acabarían por crear la
imagen del Basajaun, cuya leyenda ha perdurado hasta nuestros días.
Los
fósiles más antiguos de neandertales prueban que comenzaron a poblar la
Tierra hace unos 150.000 años. Su aspecto era más rechoncho que el de los
homo sapiens, con miembros más cortos y una altura menor, aunque parece que
algunos de estos especímenes podían llegar a medir 1,70 metros de estatura.
El pelo cubría todo su cuerpo y su gran masa muscular les infería una fuerza
tremenda.
Se
puede constatar, entonces, que la descripción de esta raza concuerda con la
figura mítica del «yeti» vasco. En aquellas remotas épocas los horno sapiens
veían a los neandertales como una especie superior, tanto por su fortaleza
como por sus habilidades, ya que los hallazgos antropológicos han demostrado
que poseían unas capacidades técnicas y manuales muy notables, incluso
superiores a las de nuestros ancestros.
Los neandertales eran capaces de fabricar útiles y herramientas de madera y
piedra, lo cual les permitió mejorar las técnicas de caza. Se ha averiguado
que llegaron a dominar procedimientos complejos, como el del calentamiento
de la resina de abedul, que luego utilizaban como adhesivo entre la piedra y
la madera. También eran agricultores, cazadores y recolectores. Gracias a su
robustez e inteligencia pervivieron durante miles de años. Habitaban en
cuevas que preparaban para la llegada de los inviernos levantando cabañas y
muros de protección en su interior. De nuevo nos encontramos con
características similares a las que la tradición atribuye al Basajaun, pues
éste también mora en cavernas y posee habilidades muy parecidas.
A
pesar de su aparente superioridad sobre otras especies, se piensa que los
neandertales desaparecieron hace unos 30.000 ó 40.000 años, coincidiendo con
la invasión de las poblaciones de homo sapiens llegadas desde África (Nota
de Soliman: esto último es cuestionable e incluso parece que regresaron
de nuevo a donde nacieron, los sapiens, claro).
Curiosamente, uno de los últimos reductos de neandertales se localizó en la
Península Ibérica y, más concretamente, en la zona norte y los Pirineos.
Algunos vestigios, como los hallados en la localidad cántabra de El
Castillo, dan cuenta de su presencia.
Por
tanto, es fácil concluir que en aquellas zonas de la Península en las que
habitaron neandertales pervive hoy en día la creencia en el Basajaun, el
Busgosu o el Basajarau. Los homo sapiens y los neandertales llegaron a
convivir por espacio de miles de años. Incluso se especula con la
posibilidad de que ambas razas se cruzaran de forma ocasional, aunque de ser
así sus descendientes no tuvieron éxito y desaparecieron irremediablemente
(Nota de Soliman: esto tampoco es compartido por mi. Si ese contacto se
produjo, es de suponer que también existió algún tipo de intercambio
cultural. En esta supuesta relación entre ambas razas, los neandertales
serían vistos por los homo sapiens como una especie de seres superiores o
maestros que les transmitían saberes básicos para la supervivencia diaria.
¿Está
el origen de la leyenda del Basajaun en el intercambio cultural entre los
neandertales y los homo sapiens?
¿Un
basajaun pirenaico?
Algunos criptozoólogos aseguran que no es tan descabellado suponer que en el
interior de bosques como los pirenaicos exista algún tipo de criaturas
desconocidas, descendientes de los antiguos neandertales.
De
hecho, esporádicamente se recogen testimonios de personas que aseguran
haberse topado con seres extraños en estos bosques. Así ocurrió en 1968,
cuando un motorista avistó en la localidad de Hostalric (Girona) a un
«animal de cuerpo grande, peludo, que cruzaba la carretera con aire
cansino». La misma descripción que ofrecía días antes otro testigo en el
pueblo barcelonés de Vilobí. No han sido encuentros aislados, pues en los
años 80 siguieron recogiéndose descripciones semejantes, esta vez en el
Pirineo oscense. Los encuentros, como no, tuvieron lugar en las mismas zonas
donde perdura la creencia en seres parecidos al Basajaun.
Con la
expansión del homo sapiens por Europa, los neandertales se vieron obligados
a recluirse en lugares cada vez más inhóspitos: zonas boscosas y frías,
inhabitables para la nueva especie. En Europa se refugiaron en los Urales,
los Cárpatos, los Alpes y los Pirineos.
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