La
palabra Agharta es de
origen budista. Se
refiere al Mundo o
Imperio Subterráneo, en
cuya existencia creen
todos los budistas
verdaderos. Ellos
también creen que este
Mundo Subterráneo tiene
millones de habitantes y
muchas ciudades, todas
bajo el dominio supremo
de la capital del mundo
subterráneo, Shamballah.
Allí vive el Gobernador
Supremo del Imperio,
conocido en el oriente
como el Rey del Mundo.
Se cree que él dio las
órdenes al Dalai Lama
del Tíbet, que fue su
representante terrestre.
Transmitió su mensaje
por medio de
determinados túneles
secretos que conectaban
el mundo subterráneo con
el Tíbet. Hay agujeros
semejantes en Brasil.
Brasil, en el oeste, y
Tíbet, en el este,
parecen ser las dos
partes del mundo donde
se accede con mayor
facilidad al contacto
entre el Mundo
Subterráneo y el mundo
de la superficie, debido
a la existencia de estos
túneles.
El famoso artista,
filósofo y explorador
ruso, Nicholas Roerich,
quien viajó mucho en el
Lejano Oriente, sostenía
que Lhasa, la capital
del Tíbet, estaba
conectada por un túnel
con la ciudad de
Shamballah, capital del
imperio subterráneo de
Agharta. La entrada al
túnel estaba vigilada
por lamas, que el Dalai
Lama había hecho jurar
que mantendrían en
secreto su paradero ante
los extraños. Se creía
que había un túnel
similar que conectaba
las habitaciones
secretas en la base de
la pirámide de Gizeh con
el Mundo Subterráneo,
por el cual los faraones
establecían contacto con
los dioses o
"superhombres" del mundo
subterráneo.
Las diferentes estatuas
gigantes de los primeros
dioses y reyes egipcios,
como las de Buda,
hallados en todo
Oriente, representan los
"superhombres"
subterráneos que
vinieron a la superficie
para ayudar a la raza
humana. Por lo general
no tienen sexo. Eran
emisarios de Agharta, el
paraíso subterráneo al
que todos los budistas
desean llegar.
La tradición budista
dice que la primera
colonización de Agharta
se produjo hace miles de
años, cuando un hombre
santo condujo bajo la
tierra a una tribu que
desapareció. Se supone
que los gitanos
provienen de Agharta, lo
cual explica su deseo de
moverse por la
superficie de la tierra
y sus permanentes
traslados para recuperar
el hogar perdido. Esto
nos recuerda a Noé —que
en realidad era de la
Atlántida— que salvó un
grupo merecedor antes
del diluvio que sumergió
a la Atlántida. Se cree
que él llevó a su grupo
a la alta planicie de
Brasil, donde se
establecieron en
ciudades subterráneas,
conectadas con la
superficie por medio de
túneles, para poder
escapar del
envenenamiento de los
residuos radioactivos,
producto de la guerra
nuclear que pelearon los
atlantes, la cual
originó el diluvio que
sumergió su continente.
Se supone que la
civilización subterránea
de Agharta representa la
continuación de la
civilización de la
Atlántida que, al haber
aprendido la lección de
la inutilidad de la
guerra, ha permanecido
en paz desde entonces.
Así, hicieron progresos
científicos estupendos,
sin las interrupciones y
los inconvenientes de
las guerras que sufre
nuestra civilización.
Aquella civilización
tiene miles de años (la
Atlántida se hundió hace
11.500 años), mientras
que la nuestra es muy
joven, sólo tiene unos
siglos.
Los científicos
subterráneos pueden
manejar fuerzas de las
que nosotros no sabemos
nada, como demuestran
sus platillos voladores,
operados por una fuente
de energía nueva y
desconocida, más sutil
que la energía atómica.
Ossendowski sostiene que
el Imperio de Agharta
consiste en una red de
ciudades subterráneas,
conectadas entre sí por
túneles, por los que
pasan vehículos a
tremendas velocidades,
tanto debajo de la
tierra como del océano.
Estos pueblos viven bajo
el reinado benigno de un
gobierno mundial,
encabezado por el Rey
del Mundo. Representan a
los descendientes del
continente perdido de
Lemuria y la Atlántida,
además de la raza
original perfecta de los
Hiperboreanos, la raza
de los dioses. Durante
varias épocas de la
historia, los
"superhombres" o dioses
de Agharta vinieron a la
superficie para enseñar
a la raza humana y
salvarla de las guerras,
las catástrofes y la
destrucción. La llegada
de los platillos
voladores poco después
de la primera explosión
atómica en Hiroshima
representa otra visita
semejante, pero esta vez
no aparecieron entre los
hombres los dioses
mismos, sino emisarios.
En la épica hindú, el
Ramayana, describe a
Rama como un emisario de
Agharta, que vino en un
vehículo aéreo que
probablemente era un
platillo volador. Una
tradición china habla de
maestros divinos que
vinieron en vehículos
aéreos. El fundador de
la dinastía Inca, Manco
Capac, vino de la misma
manera.
Uno
de los maestros más
importantes de Agharta
en América fue
Quetzalcoatl, el gran
profeta de los mayas y
aztecas y de los
indígenas de América en
general, tanto del norte
como del sur. Sabemos
que era un extraño para
ellos, proveniente de
otra raza (de la
Atlántida), porque era
de tez y cabello claros,
alto y con barba, y
ellos eran oscuros,
pequeños y lampiños. Los
indígenas de Méjico,
Yucatán y Guatemala lo
reverenciaron como a un
salvador mucho antes que
al hombre blanco. Los
aztecas lo llamaron
"Dios de la abundancia"
y "Estrella de la
mañana". El nombre
Quetzalcoatl significa
"Serpiente emplumada",
es decir, maestro de la
sabiduría (simbolizado
por la serpiente), que
vuela. Se le dio este
nombre porque llegó en
un vehículo aéreo, que
parece haber sido un
platillo volador. Es
probable que haya venido
del Mundo Subterráneo,
porque luego de
permanecer un tiempo con
los indígenas,
desapareció en forma
misteriosa de igual
manera como vino.
Se
describe a Quetzalcoatl
como "un hombre de buena
apariencia y expresión
seria, con una barba
blanca y vestido con un
ropaje largo". También
se lo llamó Huemac, por
su gran bondad y
moderación. Enseñó a
los
indígenas el camino de
la virtud y trató de
salvarlos del vicio al
darles leyes y
aconsejarles resistir a
la lujuria y practicar
la castidad. Les enseño
el pacifismo y condenó
todas las formas de
violencia. Instituyó una
dieta vegetariana, con
maíz como el alimento
básico, y les enseñó a
hacer ayuno y a
practicar higiene
corporal. Según el
arqueólogo de América
del Sur, Harold Wilkins,
Quetzalcoatl también fue
el maestro espiritual de
los habitantes de
Brasil. Luego de
permanecer un tiempo con
los indígenas y de
comprobar lo poco que
deseaban seguir sus
enseñanzas, excepto por
sus recomendaciones de
plantar y alimentarse de
maíz como alimento
básico en lugar de la
carne, Quetzalcoati
partió y les dijo que
algún día regresaría.
Sabemos que este
"visitante del Cielo"
vino como se fue —en un
platillo volador— porque
cuando Cortés invadió
Méjico, el emperador
Moctezuma creyó que se
trataba del anunciado
retorno de Quetzalcoati.
Lo creyó porque una bola
de fuego giraba sobre la
ciudad de Méjico, y
todas las personas
gritaban y aullaban y
prendieron fuego al
templo del dios de la
Guerra: creían que esta
bola de fuego era un
platillo volador en el
cual viajaba
Quetzalcoati.
Osiris fue otro dios
subterráneo. Según
Donnelly, en su libro
Atlantis: the
Antedüiwian World, los
dioses de los antiguos
eran los gobernadores de
la Atlántida y miembros
de una raza sobrehumana
que gobernaba la humana.
Antes de la destrucción
de su continente, que
habían previsto,
viajaron en platillo
volador a través de la
abertura polar al Mundo
Subterráneo en el
interior hueco de la
tierra, donde aún viven.
"El imperio de Agharta",
escribió Ossendowski en
su libro Beasts, Men and
Gods, "se extiende por
túneles subterráneos a
todas partes del mundo".
En ese libro habla de la
vasta red de túneles
construida por una raza
prehistórica de la más
remota antigüedad, que
pasa debajo de océanos y
continentes, por los que
viajaban vehículos
veloces. El imperio del
que habla Ossendowski, y
del que aprendió de los
lamas del Lejano Oriente
durante sus viajes en
Mongolia, consiste en
ciudades subterráneas
bajo la corteza
terrestre. Debemos
diferenciar éstas de las
que están situadas en el
centro hueco de la
tierra. Por lo tanto,
existen dos mundos
subterráneos, uno más
superficial y otro en el
centro de la tierra.
Huguenin, cuyo libro
sobre platillos
voladores y el mundo
subterráneo mencionamos
antes, cree que existen
muchas ciudades
subterráneas en
diferentes
profundidades, entre la
corteza terrestre y el
interior hueco. Con
respecto a los
habitantes de estas
ciudades, escribe lo
siguiente:
"Esta otra humanidad
tiene un alto grado de
civilización,
organización económica y
social y progreso
cultural y científico.
En comparación, la de la
superficie terrestre es
una raza de bárbaros."
En el libro, Huguenin
muestra un diagrama del
interior de la tierra,
en el que se observan
varias ciudades
subterráneas en
diferentes niveles de
profundidad, conectadas
entre sí por túneles.
Las describe dentro de
inmensas cavidades en la
tierra. Dice que la
ciudad de Shamballah, la
capital del imperio
subterráneo, está en el
centro de la tierra, en
el interior hueco, en
vez de encontrarse en la
corteza sólida. Escribe
lo siguiente: "Todas las
cavernas subterráneas de
América están habitadas
por gente antigua que
desapareció del mundo.
Estos pueblos y las
regiones subterráneas
donde viven están bajo
la misma autoridad
suprema del Rey del
Mundo. Tanto el océano
Atlántico como el
Pacífico, una vez fueron
el hogar de los vastos
continentes que luego se
sumergieron; y sus
habitantes hallaron
refugio en el Mundo
Subterráneo. Las
profundas cavernas están
iluminadas por una luz
resplandeciente que
permite el crecimiento
de cereales y otros
vegetales y les brinda
una larga vida, libre de
enfermedades. En este
mundo, existe una gran
población y muchas
tribus".
En su libro The Corning
Race, Bulwer Lytton
describe una
civilización mucho más
avanzada que la nuestra,
que existe dentro de una
gran cavidad en la
tierra, conectada con la
superficie por un túnel.
Esta cavidad inmensa era
iluminada con una
extraña luz que no
requería de lámparas
para producirla, sino
que parecía resultar de
la electrificación de la
atmósfera. Esta luz
mantenía la vida vegetal
y permitía a los
habitantes subterráneos
cultivar sus propios
alimentos. Los
habitantes de Utopía que
Lytton describe eran
vegetarianos. Tenían
aparatos que les
permitían volar en vez
de caminar. Estaban
libres de enfermedad y
tenían una organización
social perfecta, en la
que cada uno recibía lo
que necesitaba, sin la
explotación de unos por
otros.
Se afirma que la corteza
terrestre está llena de
redes de túneles que
pasan debajo del océano
de un continente a otro
y a las ciudades
subterráneas en grandes
cavidades en la tierra.
Estos túneles abundan en
América del Sur, en
especial debajo de
Brasil, que fue uno de
los principales centros
de la colonización de
los habitantes de la
Atlántida, y podemos
presumir fueron quienes
los construyeron. El más
conocido de estos
túneles es el "camino de
los Incas", que se
extiende por varios
cientos de kilómetros al
sur de Lima, Perú, y
pasa debajo de Cuzco,
Tiahuanaco y Tres Picos,
en camino al Desierto de
Atacambo. Otra rama se
dirige a Arica, Chile,
que fue visitada por
Madame Blavatsky.
Se dice que los Incas
utilizaron estos túneles
para escapar de los
conquistadores españoles
de la Inquisición.
Ejércitos enteros
entraron en ellos, con
llamas cargadas con oro
y tesoros, cuando los
primeros conquistadores
llegaron. Esa entrada
también explica su
misteriosa desaparición
en ese momento, que dejó
atrás solamente la raza
de los quechuas. Se cree
que cuando Atahualpa, el
último de los reyes
Inca, fue asesinado por
Pizarro, el oro que era
transportado en una
hilera de 11.000 llamas
cargadas halló refugio
en estos túneles.
Pensamos que tenían una
forma artificial de luz
y que estaban
construidos por la raza
que construyó Tiahuanaco
mucho antes de que el
primer Inca apareciera
en Perú. Dado que nunca
se volvió a ver a los
Incas que entraron en
estos túneles para
escapar de los
españoles, es probable
que aún vivan en
ciudades subterráneas
iluminadas, a las que
llevan los túneles.
Estos túneles
misteriosos, un enigma
para los arqueólogos,
existen en gran número
debajo del Brasil, donde
se abren a la superficie
en diferentes lugares.
El más famoso está en
las montañas Roncador,
al nordeste del Matto
Grosso. Allí se dirigía
el Coronel Fawcett
cuando fue visto por
última vez. Se afirma
que la ciudad de la
Atlántida que buscaba no
eran las ruinas de una
ciudad muerta en la
superficie, sino una
ciudad subterránea con
habitantes vivos; y se
dice que él y su hijo,
Jack, aún viven allí.
Esto es lo que cree el
profesor de Souza, el
Comandante Strauss y O.
C. Huguenin.
La
abertura del túnel
Roncador está vigilada
por los feroces
indígenas chavantes que
matan a cualquiera que
se atreva a entrar sin
ser invitado, que pueda
molestar a los
habitantes subterráneos,
a quienes ellos respetan
y reverencian. Los
indios murcego también
guardan el secreto de
las aberturas de los
túneles secretos que
llevan a las ciudades
subterráneas en la
región de las montañas
Roncador del Matto
Grosso. Citaremos una
carta escrita al autor
por un ciudadano
estadounidense que vivió
muchos años en la zona y
estudió la materia,
llamado Carl Huni:
"La entrada a las
cavernas está vigilada
por los indígenas
murcego, una raza de tez
morena, tamaño pequeño y
extraordinaria fuerza
física. Su sentido del
olfato está más
desarrollado que el de
los mejores sabuesos.
Aunque aprueben a una
persona y le permitan
entrar en las cavernas,
me temo que esa persona
estaría perdida para el
mundo conocido, porque
guardan el secreto con
mucho cuidado y tal vez
no le permitan salir".
(Tal vez esto le haya
ocurrido al coronel
Fawcett y a su hijo Jack,
quienes se cree entraron
en un túnel, que lleva a
una ciudad subterránea
en las montañas
Roncador, y nunca
retornaron.)
"Los indígenas murcego
viven en cavernas y
salen a la noche a las
junglas que los rodean,
pero no tienen contacto
con los habitantes
subterráneos. Estos
habitan una ciudad
subterránea donde forman
una comunidad de
población considerable
que se autoabastece. Se
cree que los habitantes
de la Atlántida
construyeron las
ciudades subterráneas.
Una cosa es segura: no
les llegarán residuos
radioactivos. Nadie sabe
si aquellos que viven en
las antiguas ciudades
subterráneas de la
Atlántida son los mismos
habitantes u otros que
se establecieron allí
luego de que los
constructores originales
se fueron. El nombre de
las montañas donde
existen estas ciudades
es Roncador, en el
nordeste del Matto
Grosso. Si alguien va en
busca de una de esas
ciudades, debe
responsabilizarse de su
propia vida, pues tal
vez nunca regrese, como
le ocurrió al Coronel
Fawcett.
"Cuando estuve en
Brasil, oí hablar mucho
sobre estas cavernas y
ciudades subterráneas.
Sin embargo, están muy
lejos de Cuiaba. Están
cerca del Río Araguaya,
que desemboca en el
Amazonas. Están al
nordeste de Cuiaba, al
pie de una cadena
montañosa increíblemente
larga llamada Roncador.
Desistí de investigar
más porque oí que los
indígenas murcego
vigilan, con gran celo,
la entrada a los
túneles, de personas que
no estén suficientemente
evolucionadas, pues no
quieren problemas.
Básicamente, no quieren
a nadie que todavía esté
engarzado en la
comercialización y
ambicione el dinero.
"Sé que una gran parte
de los inmigrantes que
ayudaron en la
sublevación del General
Isidro López en 1928,
desapareció en estas
montañas y nunca se vio
de nuevo. Fue durante el
mando del doctor
Benavides, quien
bombardeó Sao Paulo
durante cuatro semanas.
Luego declararon una
tregua de tres días y
permitieron que las 4000
tropas, que eran
principalmente alemanes
y húngaros, salieran de
la ciudad. Alrededor de
3000 fueron a Acre, en
el noroeste de Brasil, y
aproximadamente 1000
desaparecieron en las
cavernas. Oí la historia
muchas veces. Si
recuerdo bien, el lugar
donde desaparecieron fue
en el sur de la Isla
Bananal (cerca de las
Montañas Roncador).
"También hay cavernas en
Asia, que mencionan los
viajeros del Tibet, pero
hasta donde yo sé, las
más grandes están en
Brasil y existen en tres
niveles diferentes.
Estoy seguro de que
obtendría permiso si
quisiera unirme a ellos,
y que me aceptarían como
uno de ellos. Sé que no
emplean dinero y que su
sociedad está organizada
sobre una base
estrictamente
democrática. La gente no
envejece y vive en
armonía perpetua."
Esta Utopía subterránea,
que menciona el señor
Huni (quien vive
actualmente en Nueva
York) se asemeja mucho a
la descrita por Bulwer
Lytton en su libro, The
Coming Race. Lytton era
un rosacruz y es
probable que basara su
novela en información
oculta relacionada con
ciudades subterráneas
existentes.
Se hallaron ruinas de
muchas ciudades de la
primitiva Atlántida en
el norte del Matto
Grosso y el territorio
de Amazonia, lo cual
indica que los
habitantes de la
Atlántida colonizaron
esta tierra alguna vez.
Hace algunos años, un
inglés, maestro de
escuela, que oyó rumores
de una ciudad perdida de
la Atlántida, en un
elevado altiplano de la
región, fue a buscarla.
Lo hizo, pero las
dificultades del viaje
le costaron la vida.
Antes de morir envió una
paloma mensajera con una
nota que describía la
ciudad magnífica que
descubrió, en cuyas
calles se alineaban
altas estatuas doradas.
Si los habitantes de la
Atlántida colonizaron
Brasil alguna vez y
construyeron ciudades en
el Matto Grosso o en su
superficie, ¿por qué
construyeron ciudades
subterráneas allí? No
pudo ser para escapar
del diluvio que sumergió
la Atlántida y las áreas
alrededor, porque el
Matto Grosso está en un
altiplano, donde no
podía llegar el agua. El
arqueólogo de América
del Sur, Harold Wilkins,
ofrece otra teoría: que
las ciudades
subterráneas fueron
construidas para escapar
de los residuos
radioactivos que
resultaron de una guerra
nuclear que pelearon los
habitantes de la
Atlántida. Esta parece
una explicación muy
razonable, pues no hay
otra razón para llevar a
cabo una labor tan
difícil, como la de la
excavación de la tierra
y la construcción de
ciudades subterráneas,
cuando ya tenían
ciudades magníficas en
la superficie de la
tierra.
En el momento que
estemos en peligro de
una guerra nuclear,
nosotros también
deberemos hallar refugio
dentro de la tierra y
vivir allí, en ciudades
iluminadas, y producir
alimentos bajo esta luz.
Por supuesto que
resultaría más fácil
unirnos a las ciudades
subterráneas existentes,
construidas por los
pobladores de la
Atlántida hace miles de
años —que nos superan en
conocimientos de
ingeniería— que
construir las propias.
Si pudiéramos establecer
contacto amistoso con
los habitantes
subterráneos, cuando
llegara la guerra —o
inclusive antes— cuando
los residuos
radioactivos aumentaran
y representaran un
peligro para nuestra
supervivencia, sería
ventajoso tener contacto
con estas ciudades
subterráneas. Si nos
admitieran, podríamos
establecer residencia en
ellas.
No existe la ancianidad
en Agharta, tampoco la
muerte. Es una sociedad
en que todos lucen
jóvenes aunque tengan
varios siglos o miles de
años. Esto parece
increíble para los
habitantes de la
superficie, expuestos a
los
efectos dañinos de la
radiación solar y la
autointoxicación por los
alimentos de una mala
dieta. Los síntomas de
la vejez no son los
resultados del paso del
tiempo o de un proceso
de envejecimiento, sino
que se deben a
condiciones y hábitos
biológicos dañinos. La
senilidad es una
enfermedad, y dado que
los habitantes de
Agharta están libres de
enfermedades, nunca
envejecen.
Los dos sexos viven
separados, y el
matrimonio no existe.
Cada uno es
independiente y libre.
Ninguno de los dos
depende del sostén
económico del otro. La
reproducción se realiza
por partenogénesis y los
bebés nacidos de la
virginidad son todos del
sexo femenino. En esta
civilización matriarcal,
la mujer es considerada
el sexo normal, perfecto
y superior. La crianza
de los niños está a
cargo de maestros
especiales, no de
familias particulares.
La comunidad los
mantiene, así como a las
madres.
La cultura científica
superior de la gente
subterránea, cuyos
platillos voladores son
un ejemplo, es el
resultado del desarrollo
cerebral superior, de
cerebros más poderosos.
Esto se debe a que las
energías vitales fluyen
hasta el cerebro, en vez
de disiparse por los
canales sexuales, como
ocurre entre las razas
supuestamente
"civilizadas" de la
superficie. En realidad,
la práctica sexual no
forma parte de sus
vidas. A raíz de la
dieta vegetariana —de
frutas básicamente— las
glándulas endocrinas
tienen un estado de
equilibrio perfecto y
funcionamiento
armonioso, como ocurre
en los niños, y no se
ven estimuladas a la
actividad anormal por
las toxinas metabólicas,
como las producidas por
la carne, las aves, el
pescado y los huevos y
afrodisíacos, como la
sal, la pimienta, el
café, el tabaco y el
alcohol. Al tener la
sangre pura y libre de
toxinas, los habitantes
subterráneos pueden
vivir en continencia
absoluta, conservar
todas las energías
vitales y convertirlas
en poder cerebral
superior.
Sus logros científicos
superiores resultan de
que su cerebro es
superior al nuestro en
cuanto a desarrollo
intelectual. Conforman
la raza que creó los
platillos voladores. En
cuanto a Agharta, el
profesor Henrique J. de
Souza, Presidente de la
Sociedad Teosófica de
Brasil y una autoridad
en el tema del Mundo
Subterráneo, publicó un
artículo en la revista
de la Sociedad bajo el
título "Does Shangrila
Exist?". Citamos las
siguientes palabras:
"Entre todas las razas
humanas, desde el
principio del tiempo,
siempre existió una
tradición con respecto a
la existencia de una
Tierra Sagrada o Paraíso
Terrenal, donde los
ideales más elevados de
la humanidad se
realizaban. Este
concepto podemos
hallarlo en las
escrituras y tradiciones
más antiguas de los
pueblos de Europa, Asia
Menor, China, India,
Egipto y las Américas.
Se dice que sólo las
personas merecedoras,
puras e inocentes pueden
tener acceso a esta
Tierra Sagrada.
Por eso, constituye un
tema central de los
sueños de la niñez. El
camino que lleva a esta
Tierra Bendita, este
Mundo Invisible, este
Dominio Esotérico y
Oculto, constituye la
búsqueda central y la
clave maestra de todas
las enseñanzas de
misterio y los sistemas
de iniciación del
pasado, presente y
futuro. Esta clave
mágica es el 'Ábrete
Sésamo' que abre la
puerta a un nuevo y
maravilloso mundo. Los
antiguos rosacruces lo
designaron por una
palabra francesa, 'Vitriol',
que es una combinación
de las primeras palabras
de la frase: 'vista
interiora terrae
rectificando invenes
omnia lapidem'. Indica
que 'en el interior de
la Tierra, hay un
verdadero misterio
oculto'. El camino a
este Mundo Escondido es
el Camino de la
Iniciación. En la
antigua Grecia, en los
Misterios de Delfos y
Eleusis, se hacía
referencia a esta Tierra
Paradisíaca como el
Monte Olimpo y los
Campos Elíseos. Además,
en los primeros tiempos
védicos, se lo llamaba
por diferentes nombres,
como Ratnasanu ('pico de
la piedra preciosa'),
Harmadri ('montaña de
oro') y Monte Meru
('hogar de los dioses y
olimpo de los hindúes').
Simbólicamente, el pico
de esta montaña sagrada
está en el cielo, su
parte media está en la
tierra y la base, en el
Mundo Subterráneo.
"Las Eddas escandinavas
también mencionan esta
ciudad celestial, que
estaba en la tierra de
Asar de los pueblos de
la Mesopotamia. Era la
Tierra de Amenti del
Libro Sagrado de los
Muertos de los antiguos
egipcios. Era la ciudad
de los Siete Pétalos de
Vishnu y la Ciudad de
los Siete Reinos de Edom
o Edén de la tradición
judía. Es decir, era el
Paraíso Terrenal. En
toda Asia Menor, no sólo
en el pasado, sino en la
actualidad también,
existe la creencia en la
existencia de una Ciudad
de Misterio, llena de
maravillas, conocida
como Shamballah, donde
está el Templo de los
Dioses. También es la
Erdami de los tibetanos
y mongoles. Los persas
la llamaron Alberdi o
Aryana, tierra de sus
ancestros. Los hebreos,
Canaan; y los mejicanos,
Tula o Tolan; los
aztecas la llamaron
Maya-Pan. Los
conquistadores españoles
que llegaron a América
creían en la existencia
de una ciudad semejante
y organizaron muchas
expediciones para
hallarla. La llamaron El
Dorado. Es probable que
se hubieran enterado de
ella por medio de los
aborígenes que la
llamaban Manoa o Ciudad
Cuyo Rey Viste Ropa de
Oro.
"Para los celtas, esta
tierra sagrada era
conocida como la 'Tierra
de los Misterios': Duat
o Dananda. Una tradición
china habla de una
Tierra de Chivin o
Ciudad de una Docena de
Serpientes. Es el Mundo
Subterráneo, que está en
las raíces del Cielo. Es
la Tierra de los Calcas,
Calcis o Kalki, la
famosa Colchida que
buscaban los argonautas
cuando salieron en busca
del Vellocino de Oro. En
la Edad Media, se
referían a ella como la
Isla de Avalon, donde
los Caballeros de la
Mesa Redonda, con el
liderazgo del Rey Arturo
y la guía del mago
Merlín, salieron en
busca del Cáliz Sagrado,
símbolo de obediencia,
justicia e inmortalidad.
Cuando el Rey Arturo fue
seriamente herido en
batalla, pidió a su
compañero Belvedere que
partiera en barco a los
confines de la tierra,
con las siguientes
palabras: "'Adiós,
Belvedere, amigo y
compañero mío. Ve a la
tierra donde nunca
llueve, donde no hay
enfermedad, y donde
nadie muere.' Esta es la
Tierra de la
Inmortalidad, o Agharta,
el Mundo Subterráneo.
Esta tierra es la
Walhalla de los
alemanes, el Monte
Salvat de los Caballeros
del Cáliz Sagrado, la
Utopía de Thomas More,
la Ciudad del Sol de
Campanella, la Shangri-la
del Tíbet y la Agharta
del mundo budista."
Ya
dijimos que las ciudades
subterráneas de Agharta
fueron construidas por
los atlantes como
refugios contra los
residuos radioactivos
producidos por la guerra
nuclear que habían
peleado. También nos
hemos referido a la
teoría de Huguenin de
que los platillos
voladores eran aeronaves
que este pueblo llevó al
Mundo Subterráneo antes
de que aconteciera la
catástrofe que hundió la
Atlántida. Abandonaron
su hogar anterior en la
cima de la montaña
sagrada de cuatro lados
en el centro de la
Atlántida —Monte Olimpo
o Meru, luego
simbolizado en las
pirámides truncadas de
cuatro lados, en Egipto
y Méjico— y viajaron por
el cielo, por encima del
Puente del Arco iris de
la Aurora Boreal, a
través de la abertura
polar, al nuevo hogar en
Walhalla, los palacios
dorados de la ciudad de
Shamballah, capital de
Agharta, el Mundo
Subterráneo. La
mitología teutónica se
refiere a la migración
de los
dioses-gobernantes de la
Atlántida al Mundo
Subterráneo, anterior a
la destrucción de la
Atlántida, como el "Gotterdammerung",
o Crepúsculo de los
Dioses. Hicieron el
viaje en platillos
voladores, que eran
aeronaves de la
Atlántida.
Mientras en los días de
la Atlántida los
platillos voladores
viajaban en la atmósfera
externa de la tierra,
después de que entraron
en el Mundo Subterráneo
siguieron volando en la
atmósfera interna, en el
interior hueco. Después
de la explosión atómica
de Hiroshima en 1945,
salieron a la superficie
en cantidad para evitar
una catástrofe nuclear.
La tragedia que ocurrió
a la Atlántida se debió
a un desarrollo
científico más
adelantado que el moral.
Esto originó una guerra
nuclear que calentó la
atmósfera, derritió las
capas de hielo polares y
produjo el diluvio que
sumergió todo el
continente. Un grupo de
sobrevivientes,
liderados por Noé, halló
refugio en las alturas
de Brasil —que era una
colonia de los
habitantes de la
Atlántida en ese
momento— donde
construyeron ciudades
subterráneas, conectadas
a la superficie por
túneles, para impedir la
destrucción a causa de
los residuos
radioactivos y la
inundación.
Según Platón, la
Atlántida se sumergió
debido a una serie de
inundaciones que
llegaron a su climax
hace aproximadamente
11.500 años. Alrededor
de cuatro millones de
habitantes perdieron sus
vidas. Aquellos que eran
más espirituales y
fueron prevenidos
escaparon a Brasil a
tiempo. Se afirma que
ellos o sus
descendientes aún viven
allí, en ciudades
subterráneas.
En relación con esto, es
interesante tomar en
cuenta el libro de Julio
Verne, A Journey to the
Center of the Earth, que
presenta una concepción
similar sobre la
formación de la tierra.
Verne describe un grupo
de exploradores que
entró en un conducto
volcánico y, luego de
viajar durante meses,
llegó al centro hueco de
la tierra, a un nuevo
mundo con un sol propio
que lo ilumina, océanos,
tierra y hasta ciudades,
construidas por los
habitantes de la
Atlántida. Verne creía
que antes de la
destrucción de la
Atlántida, algunos de
sus habitantes escaparon
y colonizaron ciudades
subterráneas en el
centro hueco de la
tierra. Dado que la
mayoría de las
predicciones de Verne
luego fueron
verificadas, es posible
que ésta también se
cumpla. Por supuesto que
no por entrar en un
conducto volcánico, sino
por una expedición aérea
a través de las
aberturas polares hasta
el interior hueco de la
tierra.
Uno de los primeros
colonizadores alemanes
en Santa Catarina,
Brasil, escribió y
publicó un libro, en
alemán antiguo, sobre el
Mundo Subterráneo, con
información obtenida de
los indígenas. El libro
describía la tierra como
hueca, con un sol
central. Decía que el
interior de la tierra
era habitado por una
raza longeva, que vivía
libre de enfermedades y
se alimentaba con
frutas. También sostenía
que este Mundo
Subterráneo estaba
conectado con la
superficie por medio de
túneles abiertos en su
mayoría, en la zona de
Santa Catarina y
alrededores en Brasil.
El autor invirtió seis
años en la investigación
y el estudio de los
misteriosos túneles que
abundan en Santa
Catarina, obviamente
construidos por una raza
antigua, para llegar a
las ciudades
subterráneas.
Las investigaciones
continúan. En una
montaña cerca de
Joinville, los cantos
corales de los hombres y
las mujeres de la
Atlántida se oyen en
forma repetida, además
del "canta gallo" (gallo
que canta), que es una
indicación típica de la
existencia de una
abertura de túnel que
lleva a una ciudad
subterránea. No es un
animal vivo el que
produce el sonido, sino
probablemente una
máquina.
El explorador ruso,
Ferdinand Ossendowski,
autor de Beasts, Men and
Gods, sostiene que los
túneles que pasan por
debajo de los Océanos
Pacífico y Atlántico y
de la tierra, son
construcciones de
hombres pertenecientes a
una civilización
preglaciar hiperbórea.
Esta civilización
floreció en la región
polar en el momento en
que el clima aún era
tropical, una raza de
"superhombres" que
poseían poderes
científicos de un orden
superior y autores de
inventos maravillosos,
que incluían máquinas
cavadoras de túneles, de
las que no conocemos
nada. Con estas
máquinas, llenaron la
tierra de túneles.
Ahora, citaremos
palabras del increíble
libro de Ossendowski,
donde cuenta sus propias
experiencias en
Mongolia, donde la
creencia en el Mundo
Subterráneo de Agharta,
gobernado por el Rey del
Mundo, quien reside en
la ciudad sagrada de
Shamballah, es
universal: "—
¡Deténgase! —dijo mi
guía mongol, cuando
cruzamos el altiplano de
Tzagan Luk—. ¡Deténgase!
—Su camello se agachó
sin que él se lo
ordenara. El mongol
levantó las manos en
señal de adoración y
repitió la frase
sagrada: 'OM MANI PAEME
HUM'. Los otros mongoles
detuvieron sus camellos
de inmediato y
comenzaron a rezar. ¿Qué
ocurrió?, me pregunté,
mientras detenía mi
camello.
Los mongoles siguieron
sus oraciones unos
momentos y, luego
montaron los camellos y
continuaron. —Mire —dijo
mi guía—, cómo los
camellos mueven las
orejas con terror, cómo
se quedan inmóviles y
alertas las melenas de
los caballos y cómo los
camellos y el ganado se
agachan hasta el suelo.
Note cómo las aves dejan
de volar y los perros de
ladrar. El aire vibra de
dulzura y uno oye la
canción que penetra los
corazones de todos, los
hombres, los animales y
las aves. Todos los
seres vivientes, llenos
de miedo se detienen.
Pues el Rey del Mundo,
en su palacio
subterráneo está
profetizando el futuro
de todos los pueblos de
la tierra. —Así habló el
anciano.
"En Mongolia, con las
terribles montañas y las
interminables mesetas,
nació un misterio que
preservaron los lamas
amarillos y colorados.
Los gobernadores de
Lhasa y Ourga vigilaron
esta ciencia y poseyeron
estos misterios. Fue
durante mi viaje al Asia
Central que oí por
primera vez sobre este
Misterio de los
Misterios. En un
principio no le presté
atención; pero luego,
cuando pude analizarlo y
compararlo con
determinados
testimonios,
frecuentemente sujetos a
controversia, sí. Los
ancianos en el borde de
Amyil me contaron una
antigua leyenda, que
decía que una tribu
mongol, que escapaba de
Genghis Khan, se
escondió en una tierra
subterránea. Luego,
cerca del Lago Nogan, en
la vecindad de Soyota me
mostraron una puerta que
servía de entrada al
reino de Agharta. Un
cazador había entrado a
través de esta puerta y
contó de su visita
cuando volvió. Los lamas
le cortaron la lengua
para impedirle hablar
sobre el Misterio de los
Misterios. En su
ancianidad, volvió a la
entrada de la caverna y
desapareció en el Mundo
Subterráneo. Los nómades
se emocionan siempre al
recordar esto.
"Obtuve
información más
detallada de Houtouktou
Jelyl Djamsrap de
Narabanch Kure. Me contó
la historia de la
llegada del Rey del
Mundo todopoderoso a la
puerta de salida del
Mundo Subterráneo, de su
aparición, de sus
milagros y de sus
profecías. Luego,
comencé a comprender
esta leyenda, esta
hipótesis, esta visión
colectiva, que —más allá
de cómo la
interpretemos— esconde
no sólo un misterio,
sino una fuerza real que
gobierna e influye en el
curso de la vida
política del Asia. Desde
ese momento, comencé mis
investigaciones. El lama
Gelong, favorito del
Príncipe Choultoun Beyli,
me describió el Mundo
Subterráneo.
"Hace más de seis mil
años —me dijo—, un
hombre santo desapareció
en la tierra, en
compañía de una tribu de
personas que nunca
volvió a la superficie.
Varios otros hombres,
como Cakya-Muni, Undur-Ghengen
Paspa, Baber y otros,
también visitaron este
mundo interno. Nadie
sabe dónde hallaron la
entrada. Algunos dicen
que fue en Afghanistan,
otros, que fue en la
India.
"Todos los habitantes de
esta región están
protegidos contra el
mal, y no existe el
crimen dentro de sus
límites. La ciencia se
desarrolló con
tranquilidad, sin
interrupciones por la
guerra, y libre de
espíritu de destrucción.
En consecuencia, el
pueblo subterráneo pudo
lograr un grado de
sabiduría mucho mayor.
Estas personas componen
un vasto imperio con
millones de habitantes,
gobernado por el Rey del
Mundo, que domina todas
las fuerzas de la
naturaleza, puede leer
lo que está dentro de
las almas de cada uno y
gobierna más de ocho
millones de seres
humanos, todos
dispuestos a ejecutar
sus órdenes.'
'Todos los pasajes
subterráneos en el mundo
entero llevan al Mundo
de Agharta. Los lamas
dicen que todas las
cavidades subterráneas
en América están
habitadas por esta
gente. Los habitantes de
los continentes
prehistóricos sumergidos
(Lemuria y la Atlántida)
hallaron refugio y
siguieron viviendo en el
Mundo Subterráneo.
"El lama Turgut, que
realizó el viaje de
Ourga hasta Pekín
conmigo, me dio más
detalles: La capital de
Agharta (Shamballah)
está rodeada de villas,
donde viven los Sabios
Sagrados. Me recuerda a
Lhasa, donde el templo
del Dalai Lama se eleva
por encima de una
montaña rodeada de
templos y monasterios.
Su palacio está rodeado
de los palacios de los
gurúes, que controlan
las fuerzas visibles e
invisibles de la tierra,
desde el interior hasta
el cielo, y son los
dioses de la vida y la
muerte. Si nuestra
alocada humanidad
continúa sus guerras,
tal vez vengan a la
superficie y la
transformen en desierto.
Pueden secar los
océanos, transformar los
continentes en mares y
hacer desaparecer las
montañas. Viajan en
extraños vehículos,
desconocidos en la
superficie, a
velocidades increíbles,
a través de los túneles
dentro de la tierra. Los
lamas encontraron
vestigios de estos
hombres en todas partes
e inscripciones en las
rocas; y vieron restos
de las ruedas de sus
vehículos.
"Cuando le pedí que me
contara cuántas personas
habían visitado Agharta,
contestó: 'Un gran
número, pero la mayoría
conservan el secreto
todas sus vidas. Cuando
los olets destruyeron
Lhasa, uno de sus
regimientos, en las
montañas del sudoeste,
llegó a los límites de
Agharta y se los
instruyó en sus
misteriosas ciencias,
por lo cual los olets y
talmuts se convirtieron
en profetas. Algunas
tribus negras del este
también entraron en
Agharta y continuaron
viviendo allí por
siglos. Luego, fueron
expulsadas del Mundo
Subterráneo y volvieron
a la superficie.
Trajeron con ellos los
conocimientos del
misterio de la profecía
con cartas y la lectura
de las líneas de la
palma de la mano.
(Fueron los ancestros de
los gitanos.) En una
región determinada del
norte de Asia, existe
una tribu que está a
punto de desaparecer y
que frecuenta las
cavernas de Agharta. Sus
miembros pueden invocar
a los espíritus de los
muertos, que viven en el
espacio'.
"Entonces, el lama se
calló por un tiempo y,
luego, respondió a mis
pensamientos. Siguió:
'En Agharta, los sabios
escriben todas las
ciencias de nuestro
planeta y de los otros
mundos en tablas de
piedra. Los sabios de
los budistas chinos
saben eso. Su ciencia es
la más avanzada y pura.
Todos los siglos, los
sabios de China se unen
en un lugar secreto
cerca del mar, montados
en las espaldas de cien
tortugas grandes que
salen del océano, para
escribir las
conclusiones de la
ciencia divina de su
siglo'.
"Esto me trae a la mente
una historia que me
contó un anciano
asistente chino en el
Templo del Cielo en
Pekín. Me contó que las
tortugas viven tres mil
años sin aire ni comida.
Por esa razón, todas las
columnas del Templo del
Cielo, de color azul,
descansan en las
espaldas de tortugas
vivas: para que los
soportes de madera no se
pudran.
"Muchas veces, los
gobernadores de Ourga y
Lhasa envían embajadores
al Rey del Mundo — dijo
el lama bibliotecario —,
pero no llegan a él. Sin
embargo, un jefe
tibetano, después de una
batalla con los olets,
llegó a una caverna,
cuya entrada decía:
'ESTA PUERTA LLEVA A
AGHARTA'.
"Un hombre de hermosa
apariencia salió de la
caverna y le presentó
una tableta dorada, con
una extraña inscripción:
'El Rey del Mundo
aparecerá ante todos los
hombres cuando llegue el
tiempo de la guerra del
bien contra el mal, pero
el momento aún no ha
llegado. Los peores
miembros de la raza
humana todavía no han
nacido'.
"Chang Chum Ungern envió
al joven Príncipe
Pounzig como embajador
ante el Rey del Mundo.
El embajador retornó con
una carta para el Dalai
Lama de Lhasa. Lo mandó
una segunda vez, pero el
joven nunca regresó."