El autor de este trabajo ha descubierto en el último
año una serie de extraños petroglifos con idénticos símbolos en Galicia,
Portugal y las Islas Canarias. Dichos grabados, desconocidos hasta el
momento por la arqueología, podrían constituir una prueba sobre la
existencia de una civilización que habitó la costa atlántica hace miles de
años.
Hace algunos años me encontraba visitando unos
petroglifos en el ayuntamiento de O Incio (Lugo), concretamente a orillas
del embalse de Vilasouto. Después de inspeccionar la parte alta de una roca,
en la que destaca un grabado de aspecto humano, decidí explorar sus
alrededores. Enseguida me llamaron la atención una serie de pequeños
afloramientos pizarrosos casi a ras de suelo, en los que se apreciaban unas
líneas realizadas por el hombre primitivo, pero que no configuraban ningún
tipo de figura. Parecían una especie de antiguo alfabeto, pues las líneas se
entrelazaban unas con otras. Quedé bastante perplejo por el descubrimiento,
pues en los veinticinco años que llevo investigando el arte rupestre en el
noroeste de la Península Ibérica nunca había visto nada igual. Como era
primavera, el embalse estaba a rebosar, lo que dificultaba mis pesquisas. De
todos modos hallé algunos afloramientos cercanos a la orilla del embalse, en
los cuales se apreciaban el mismo tipo de grabados. Durante meses busqué
referencias sobre estas «marcas» en revistas y libros especializados, sin
encontrar siquiera una mínima pista. En el verano de 2006, aprovechando la
sequía –y los consiguientes incendios forestales– que asoló Galicia, me
acerqué de nuevo al embalse de Vilasouto. Como cabía esperar se encontraba
bajo mínimos, así que comencé a deambular por la zona. No tardé demasiado en
encontrar nuevos petroglifos con los misteriosos grabados. Además, conseguí
ubicar centenares de pequeñas piedras pizarrosas, las cuales medían desde
los cinco hasta los cuarenta centímetros, y que tenían inscritas una especie
de símbolos repetitivos. Regresé a la zona en varias ocasiones, realizando
nuevos descubrimientos, lo que me llevó a plantearme la posibilidad de que
dichos signos pudieran formar parte de una especie de milenario alfabeto
utilizado por un pueblo desconocido. Pero tan interesante como lo anterior
es la presencia en los alrededores del embalse de piedras de pequeño tamaño,
grabadas con estilizadas figuras humanas y de animales, así como otro tipo
de llamativas figuras antropomorfas que podrían exaltar la imaginación de
los estudiosos que defienden osadas teorías sobre la visita de seres
extraterrestres a nuestro planeta en la antigüedad. También descubrí algunas
piedras trabajadas y perforadas, que en un principio tomé por herramientas.
Sin embargo, pronto descarté esta idea debido a la poca dureza del esquisto
y porque algunas de ellas estaban perforadas o tenían forma de ídolos.
Quizá, quien sabe, tuvieran algún tipo de función mágico-religiosa.
Charlando con los escasos moradores del lugar, un vecino me confesó que
antes de construirse el embalse, a principios de los años 60, cuando él
todavía era un niño, debajo de un gran farallón que hoy está parcialmente
inundado había una cueva cuyas paredes interiores estaban grabadas con
extrañas figuras y «letras». A mediados de 2007 volví a Vilasouto, en esta
ocasión acompañado de dos geólogas, Carmen Casares y Matilde Terán, para que
hicieran una primera valoración sobre el terreno y determinar así la
antigüedad de las manifestaciones arqueológicas que había encontrado tiempo
atrás. Después de una detenida exploración, las expertas concluyeron que los
grabados podían tener miles de años, sobre todo por el aspecto de los surcos
que conforman los extraños símbolos. Ambas geólogas también expresaron su
convencimiento de que las «marcas» semejaban algún alfabeto o código
escrito. Del mismo modo, Carmen fue enfática al señalar que ella no había
visto grabados de ese tipo en ningún lugar de arte rupestre de los que ha
visitado en el noroeste de la península.
DESCUBRIMIENTOS EN PORTUGAL
Pero la historia no termina aquí. El pasado mes de junio
de 2007 me visitaron en mi domicilio de Vigo dos buenos amigos, los
profesores de Arqueología de la Universidad Nacional de Colombia Guillermo
Múñoz y su esposa Judith Trujillo. El primero, además de uno de los más
importantes especialistas mundiales en arte rupestre, es el presidente del
GIPRI (Grupo de Investigación de la Pintura Rupestre Indígena de Colombia).
Ambos arqueólogos debían viajar días después a la población portuguesa de
Macao para encontrarse con sus colegas del Instituto de Arte Rupestre de
dicha ciudad, así que me invitaron a acompañarlos. Acepté gustoso. Pretendía
enseñarles a los especialistas de este centro de investigación fotografías
de mis expediciones arqueológicas por África y América y, por supuesto, de
los extraños petroglifos del ayuntamiento de O Incio. En la pequeña y
acogedora población de Macao fuimos recibidos calurosamente por el director
y profesores del Instituto. Allí conocimos a investigadores de todas las
partes del mundo que se encontraban realizando diversos estudios en la
prestigiosa institución. Tuve la oportunidad de intercambiar descubrimientos
con expertos de Túnez, Marruecos, Italia, Francia o Portugal, y a todos
ellos les mostré imágenes de los enigmáticos grabados de O Incio. Se
mostraron muy sorprendidos, aparte de confesarme que nunca habían visto
manifestaciones arqueológicas similares. Después de dos días de estancia en
Macao, aproveché para conocer los impresionantes megalitos del Alentejo
portugués. Muy cerca de la frontera con España se encuentra la hermosa
población de Castelo de Vide, en cuyos alrededores se localiza la mayor
concentración de monumentos megalíticos de Portugal. En pleno ocaso visité
el menhir más alto de la Península Ibérica. El monumento, de siete metros de
envergadura, proyectaba una sombra de unos cincuenta que terminaba junto a
un muro de piedras de esquisto. Decidí recorrer su silueta con la intención
de tomar algunas instantáneas, momento en el que me fijé en un detalle
sorprendente: varias de las piedras del muro tenían inscritas unas líneas
iguales a las que había ubicado en el embalse de Vilasouto. A pesar de la
escasa luz, localicé más guijarros con parecidos símbolos. Sólo tuve tiempo
de tomar algunas fotografías, que posteriormente comparé con las imágenes
que tenía de los grabados de O Incio. La conclusión es que ambas muestras
arqueológicas parecían pertenecer a un mismo pueblo. Curiosamente, los
petroglifos de los dos lugares están grabados en piedras de esquisto o
pizarra. Días después envié las fotografías de las insculturas cercanas al
menhir de Castelo de Vide a los arqueólogos del Instituto de Arte Rupestre
de Macao. Me contestaron que dichos petroglifos suponían una novedad
importante para el arte rupestre del país luso, pues se desconocía su
existencia.
CANARIAS: LOS PETROGLIFOS DE GARAFÍA
La concatenación de casualidades continuó, pues unos
meses después de mi «incursión» en Portugal viajé a la isla
canaria de La
Palma para ofrecer una charla sobre mi último libro, Mis experiencias en el
mundo mágico de la arqueología (Corona Borealis). Por supuesto, aproveché la
estancia para visitar los maravillosos parques arqueológicos de arte
rupestre en la «isla bonita». Pero por encima de todo me interesaba
fotografiar unos monolitos con grabados circulares situados en el Municipio
de Garafía. Después de una hora de recorrido por hermosos parajes llegué a
un barranco semidesértico. A unos centenares de metros reconocí el lugar que
hasta el momento sólo había visto en libros y revistas. Como es mi
costumbre, en primer lugar inspeccioné los alrededores, fijándome en las
piedras del suelo y en las que forman los muros que separan los antiguos
campos agrícolas. Sorprendentemente localicé más de cincuenta rocas que
tenían grabadas líneas o dibujos esquemáticos similares a los de Galicia y
Portugal. Regresé al hotel presa de una gran excitación, pues no me podía
creer que gracias a la «casualidad» hubiera realizado un nuevo
descubrimiento. En estos momentos me encuentro preparando un estudio sobre
los grabados de Galicia, Portugal y Canarias, alejadas cientos de kilómetros
unas de otras y, en el caso de los de la isla de La Palma, con el Atlántico
por medio. Estos descubrimientos también me han llevado a retomar una
investigación que inicié hace veinte años: el porqué de la existencia de
grabados circulares, meandriformes y laberintiformes por toda la cornisa
Atlántica, desde Galicia a las Islas Británicas, pasando por algunas zonas
de Portugal, Canarias, Angola, Sudáfrica, costas de Brasil, Venezuela y
algunos lugares de Norteamérica. Pero éste sería otro reportaje que nos
llevaría muy lejos…
LAS PIRÁMIDES DE LA PALMA
Antes de que las famosas pirámides de Güímar se hiciesen
mundialmente conocidas gracias al explorador y aventurero Thor Heyerdahl,
Ramón Rodríguez, personaje ya fallecido y muy querido en La Palma por sus
investigaciones antropológicas, había descubierto monumentos similares en
varias zonas de la isla. Según Rodríguez, una de estas pirámides –hoy
destruida– se levantaba en el municipio de Garafía, precisamente donde el
autor de este trabajo localizó los petroglifos con los extraños grabados.
También afirmaba que muchas de las piedras de la desaparecida construcción,
sobre todo las que conformaban su base, presentaban petroglifos con extrañas
líneas y figuras. ¿Tendrían éstas alguna relación con las localizadas por
quien esto escribe en la costa atlántica? Todavía en algunos lugares de la
isla pudimos visitar construcciones piramidales, como la que se encuentra en
pleno casco urbano de la población de El Paso o la situada cerca del
aeropuerto de la isla y conocida con el nombre de Los Cancajos. Las visitas
a estas pirámides me dejaron una honda impresión y, por supuesto, dudo que
fuesen levantadas por campesinos a principios del siglo XX. Estas complejas
construcciones de aristas redondeadas, amplias y bien construidas escaleras
y una determinada orientación astronómica, nada tenían que ver con la
agricultura. Me uno a la teoría defendida por importantes historiadores y
arqueólogos para los que su origen es claramente prehispánico.