Kasskara y los siete mundos
De acuerdo con la tradición hopi, la historia de la Humanidad está dividida en
períodos que ellos denominan «mundos», los cuales están separados entre sí por
terribles catástrofes naturales: el primer mundo sucumbió por el fuego, el
segundo por el hielo y el tercero por el agua. Actualmente vivimos en el cuarto
mundo. Y en total, la Humanidad deberá recorrer siete.
No siendo comprobables históricamente los dos primeros mundos, la memoria tribal
de los hopi se remonta a la época del tercer mundo, cuyo nombre era Kasskara.
Este era el nombre, en realidad, de un inmenso continente situado en el actual
emplazamiento del océano Pacífico. Pero Kasskara no era la única tierra
habitada. Existía también el «país del Este». Y los habitantes de este país
tenían el mismo origen que los de Kasskara.
Los Katchinas llegaron por el aire
Los habitantes de este otro país comenzaron a expandirse y a conquistar nuevas
tierras, atacando Kasskara ante la oposición de ésta a dejarse dominar. Lo
hicieron con armas potentísimas (y uno piensa inmediatamente en las armas
devastadoras descritas en las antiguas epopeyas hindúes, así como en la
deflagración atómica de Sodoma y Gomorra), imposibles de describir.
Tan sólo los elegidos, los seleccionados para ser salvados y sobrevivir en el
mundo siguiente fueron reunidos bajo el «escudo». Los proyectiles enemigos
reventaban en el aire, de modo que los elegidos colocados bajo el «escudo»
quedaban indemnes. Repentinamente, el «país del Este» desapareció por alguna
causa desconocida bajo las aguas del océano, y también Kasskara comenzó a
hundirse paulatinamente.
En este momento, los katchinas ayudaron a los elegidos a trasladarse a
nuevas tierras. Este hecho marcó el fin del tercer mundo y el comienzo del
cuarto.
Es preciso aclarar que, desde el primer mundo, los humanos estaban en contacto
con los katchinas, palabra que puede traducirse por «venerables sabios». Se
trataba de seres visibles, de apariencia humana, que nunca fueron tomados por
dioses sino solamente como seres de conocimientos y potencial superiores a los
del ser humano. Eran capaces de trasladarse por el aire a velocidades
gigantescas, y de aterrizar en cualquier lugar. Dado que se trataba de seres
corpóreos, precisaban para estos desplazamientos unos artefactos voladores, unos
«escudos voladores» —al igual que en las crónicas romanas, al igual que en las
crónicas de Carlomagno— que recibían diversos nombres.
Escudos voladores
White Bear describe estos artefactos:
«Si de una calabaza cortas la parte inferior, obtendrás una corteza; lo mismo
debe hacerse con la parte superior. Si luego se superponen ambas partes, se
obtiene un cuerpo de forma de lenteja. Este es básicamente el aspecto de un
escudo volador».
Hoy en día los katchinas ya no existen en la Tierra. Las danzas
katchinas, tan conocidas hoy en Norteamérica, son representadas por hombres
y mujeres en calidad de sustitutos de unos seres realmente existentes antaño.
Los katchinas podían en ocasiones tener un aspecto extraño, siendo así
que originariamente se solían confeccionar muñecas katchina para que los
niños se acostumbraran a su aspecto. Hoy en día, estas muñecas se fabrican
preferentemente para los turistas y coleccionistas.
El gran éxodo
Hecha esta aclaración, regresemos al cambio de territorio de los antiguos
habitantes de Kasskara.
La población, de acuerdo con el recuerdo tradicional de los hopi, llegó a la
nueva tierra por tres caminos diferentes. Los seleccionados para recorrerla,
inspeccionarla y prepararla, fueron llevados allí por aire, a bordo de los
escudos de los katchinas. El gran resto de la población tuvo que salvar la
enorme distancia a bordo de barcas. Y cuenta la tradición que este viaje se
efectuó a lo largo de un rosario de islas que, en dirección noreste, se extendía
hasta las tierras de la actual América del Sur.
“La tocada por el rayo”
La nueva tierra recibió el nombre de Tautoma, que viene a significar «la tocada
por el rayo». Tautoma fue también el nombre de la primera ciudad que erigieron,
a orillas de un gran lago. De acuerdo con los conocimientos actuales, Tautoma se
identifica con Tiahuanaco, mientras que el lago corresponde al Titicaca, en la
frontera actual de Perú con Bolivia.
Posteriormente, un cataclismo convulsionó a la ciudad, destruyéndola, motivo por
el cual la población se fue desperdigando por todo el continente. Durante un
largo período de tiempo estos hombres procedentes del Pacífico se fueron
repartiendo en grupos y clanes por los dos subcontinentes. Algunos de estos
clanes iban en compañía de los katchinas, quienes a menudo intervinieron para
ayudarles.
De la selva a la “pared de hielo”
Los hopi formaban parte del grupo de tribus que emigraron en dirección norte, y
sus leyendas recuerdan un período en el que atravesaron una calurosa selva, y un
período en el que se toparon con una «pared de hielo» que les impidió el avance
hacia el norte, y les obligó a volver atrás.
El ingeniero Josef F. Blumrich, comentando lo sorprendentes que pueden llegar a
parecer algunas de estas tradiciones, recuerda que todavía hoy en día siguen
vivas a través de diversas ceremonias.
“La ciudad roja”
Mucho tiempo después de estas migraciones todavía había clanes que seguían
conservando las antiquísimas doctrinas. Estos clanes se reunieron y construyeron
una ciudad «de importancia trascendental, que recibió el nombre de "la ciudad
roja"», a la que se identifica con Palenque, en el Yucatán mexicano. En dicha
ciudad fue establecida la escuela del aprendizaje, cuya influencia todavía puede
descubrirse en algunos hopi.
Los maestros de dicha escuela eran los katchinas, y la materia de enseñanza
estaba compuesta esencialmente por cuatro apartados: 1. Historia de los clanes;
2. La naturaleza, las plantas y los animales; 3. El hombre, su estructura y su
función física y psíquica; 4. El Cosmos y su relación con el hacedor.
Tras un posterior período de numerosos enfrentamientos entre las ciudades
establecidas en el Yucatán, sus habitantes abandonaron la zona y reemprendieron
la migración hacia el Norte. Durante aquella turbulenta época los katchinas
abandonaron la Tierra. Los pocos clanes que han seguido manteniendo vivo el
antiguo saber se juntaron más tarde en Oreibi, siendo ésta la razón de la
especial importancia de este lugar.
Túneles e instalaciones subterráneas
Tras haber recogido toda la información que le ha sido posible sobre los
katchinas, Blumrich llega a las siguientes conclusiones sobre estos seres que,
sin ser considerados en ningún momento como divinidades —y esto es importante—,
se sitúan en el plano cósmico de injerencia directa en el quehacer humano:
tenían cuerpo físico, tenían apariencia de hombres, en muchos aspectos se
comportaban como hombres, pero disponían de unos conocimientos muy superiores a
los propios hombres.
Poseían artefactos voladores, y un enigmático escudo que rechazaba a los
proyectiles enemigos a elevada altura. Eran además capaces de engendrar niños
en las mujeres sin mediar contacto sexual. A todo ello hay que sumar las
habilidades que los humanos aprendieron de los katchinas, la más importante de
las cuales fuera quizás el corte y transporte de enormes bloques de piedra y,
en relación con ello, la construcción de túneles y de instalaciones
subterráneas.
Los mensajeros de los dioses
Además de lo que afirma Blumrich con referencia a los hopi, que él estudió en
profundidad, podemos corroborar algunas de sus constataciones observando las
costumbres de sus inmediatos vecinos, los indios zuñi y pueblo, que junto con
los hopi forman el grupo de pueblos agricultores de la actual Arizona.
Así, por ejemplo, los zuñi, cuyos templos son cámaras ceremoniales
subterráneas, conservan el culto de la serpiente emplumada como
deidad celeste, lo que indica el origen mexicano de ciertos elementos
de su religión al enlazar directamente con la imagen y culto de Quetzalcóatl
(identificado con Kukulkán y Gucumatz) que fue también serpiente emplumada y
voladora, corroborando así en cierta forma las narraciones de los hopi que
afirman haberse establecido durante un tiempo en el área del Yucatán.
Los mismos zuñi rinden igualmente culto a los katchinas, para ellos mensajeros e
intermediarios entre las deidades del cielo y el ser humano. Con lo cual se
identifican prácticamente con los seres —emisarios o mensajeros de la divinidad—
que en los textos bíblicos actúan bajo el concepto de ángeles.
Otro dato curioso es que este grupo de indios pueblos practican el arte de la
pintura en seco, de arena o de polen, frente a sus altares, para las ceremonias
religiosas. El origen de este arte es desconocido, y el mismo es practicado
igualmente en el Tibet y entre algunas tribus de Australia.
Tecnología de punta
Pero regresemos a las observaciones que efectúa Josef F. Blumrich, sin perder de
vista al hacerlo que se trata de las observaciones de un ingeniero con cargo de
directivo de la NASA.
Afirma que los hopi cuentan que los escudos voladores de los katchinas
se desplazaban a enormes velocidades gracias al impulso de una «fuerza
magnética». En relación con ello, argumenta Blumrich que ni los hopi ni nosotros
sabemos de qué se trata concretamente. Y que nosotros, por ejemplo, todavía no
sabemos qué es realmente la gravitación. El día en que logremos descifrar este
enigma, existirá la posibilidad de que incluso nosotros podamos volar sin
limitación alguna.
Cabe recordar sin embargo —volviendo a lo que afirman los hopi— que Jonathan
Swift vertió en su obra Los viajes de Gulliver datos astronómicos
correctos acerca de los satélites de Marte, que nadie en su época podía conocer
y que no fueron corroborados por nuestros astrónomos hasta 150 años más tarde.
Swift le hace decir a Gulliver —personaje central de esta obra— que estos datos
se los comunicaron los tripulantes de un artefacto volante circular y
resplandeciente (como los «escudos» de los katchinas) gobernado a voluntad por
estos tripulantes recurriendo al magnetismo. La fuerza magnética
por lo tanto que afirman los hopi que servía para desplazar a sus escudos
voladores.
En cuanto al escudo capaz de hacer explosionar los proyectiles enemigos en el
aire, recuerda Blumrich que los rusos estaban desarrollando hace ya años unos
haces de protones capaces de destruir a los cohetes en pleno vuelo, mientras que
en los Estados Unidos se estaban realizando ensayos con rayos de electrones
parecidos, que tienen esta misma capacidad.