TARTESSOS Y LA ARQUEOLOGÍA PSÍQUICA

LOS AMIGOS VOLADORES DE LOS INDIOS HOPI

 

ARQUEOLOGÍA PSÍQUICA     PRINCIPAL


p o r  ANDREAS FABER - KAISER

 

Los indios hopi, en Arizona, afirman que sus antepasados fueron visitados por seres que se desplazaban en escudos volantes y dominaban el arte de cortar y transportar enormes bloques de piedra, así como de construir túneles e instalaciones subterráneas

 

El mensaje del laberinto

La senda del conocimiento puede conducir a la sabiduría o a la perdición del buscador, y este es el riesgo inherente a toda aventura humana desde el momento mismo en que vislumbramos la posibilidad de acceder a la inteligencia.

A ello alude por ejemplo la leyenda de Teseo y Ariadna, escenificada en el laberinto de Dédalo, en Cnossos, en la isla de Creta. El esquema de dicho laberinto —dibujo ancestral que se repite en diseños parecidos en diversas culturas de la antigüedad— tal y como aparece grabado en monedas cretenses antiguas, es idéntico a otro que aparece en una cruz rúnica danesa, y a otro que simboliza a la «madre Tierra» entre los indios hopi americanos. La identidad de dichos esquemas, que forman parte del simbolismo inherente a culturas tan dispares como estas tres, es realmente asombrosa y sigue constituyendo un enigma a la par que un reto para el investigador.
 


 

Escudos voladores

Igualmente asombroso es el hecho de que el esquema de la mitología mediterránea aparezca idéntico precisamente entre los indios hopi. Pues la tradición de dichos indios —viva hoy en día— une el origen de su pueblo al contacto con unos seres de forma humana que disponían de aparatos voladores en forma de escudos. Los textos clásicos latinos, por su parte así como también los Annales Laurissenses que daban cuenta de las campañas de Carlomagno, refieren diversos avistamientos de escudos voladores. Las tradiciones de los indios hopi, exactamente igual. Detengámonos pues un momento en estas tradiciones.

Los indios hopi viven hoy en una reserva en el estado norteamericano de Arizona, y su poblado principal es Oreibi, el más antiguo lugar ininterrumpidamente habitado de Norteamérica. Josef F. Blumrich, el ingeniero de la NASA que reconstruyó el esquema de la nave que vio y describió en los textos bíblicos el profeta Ezequiel, y con quien tuve ocasión amplia de intercambiar informaciones en sendos congresos de la Ancient Astronaut Society celebrados en Crikvenica (Croacia) y en Munich, vive en Laguna Beach, en California, no lejos de la reserva de los hopi. Desde el año 1971 mantiene una agradable amistad con el anciano indio White Bear, el cual le ha venido narrando pacientemente a Blumrich los recuerdos ancestrales de su pueblo, que forman parte de su actual tradición viva. El ingeniero Blumrich dispone hoy así de casi cincuenta horas de cintas grabadas con narraciones y explicaciones adicionales. Voy a resumir aquí los puntos que nos interesan de estas grabaciones.
 


Kasskara y los siete mundos

De acuerdo con la tradición hopi, la historia de la Humanidad está dividida en períodos que ellos denominan «mundos», los cuales están separados entre sí por terribles catástrofes naturales: el primer mundo sucumbió por el fuego, el segundo por el hielo y el tercero por el agua. Actualmente vivimos en el cuarto mundo. Y en total, la Humanidad deberá recorrer siete.

No siendo comprobables históricamente los dos primeros mundos, la memoria tribal de los hopi se remonta a la época del tercer mundo, cuyo nombre era Kasskara. Este era el nombre, en realidad, de un inmenso continente situado en el actual emplazamiento del océano Pacífico. Pero Kasskara no era la única tierra habitada. Existía también el «país del Este». Y los habitantes de este país tenían el mismo origen que los de Kasskara.
 


Los Katchinas llegaron por el aire


Los habitantes de este otro país comenzaron a expandirse y a conquistar nuevas tierras, atacando Kasskara ante la oposición de ésta a dejarse dominar. Lo hicieron con armas potentísimas (y uno piensa inmediatamente en las armas devastadoras descritas en las antiguas epopeyas hindúes, así como en la deflagración atómica de Sodoma y Gomorra), imposibles de describir.

Tan sólo los elegidos, los seleccionados para ser salvados y sobrevivir en el mundo siguiente fueron reunidos bajo el «escudo». Los proyectiles enemigos reventaban en el aire, de modo que los elegidos colocados bajo el «escudo» quedaban indemnes. Repentinamente, el «país del Este» desapareció por alguna causa desconocida bajo las aguas del océano, y también Kasskara comenzó a hundirse paulatinamente.

En este momento, los katchinas ayudaron a los elegidos a trasladarse a nuevas tierras. Este hecho marcó el fin del tercer mundo y el comienzo del cuarto.

Es preciso aclarar que, desde el primer mundo, los humanos estaban en contacto con los katchinas, palabra que puede traducirse por «venerables sabios». Se trataba de seres visibles, de apariencia humana, que nunca fueron tomados por dioses sino solamente como seres de conocimientos y potencial superiores a los del ser humano. Eran capaces de trasladarse por el aire a velocidades gigantescas, y de aterrizar en cualquier lugar. Dado que se trataba de seres corpóreos, precisaban para estos desplazamientos unos artefactos voladores, unos «escudos voladores» —al igual que en las crónicas romanas, al igual que en las crónicas de Carlomagno— que recibían diversos nombres.
 


Escudos voladores

White Bear describe estos artefactos:

«Si de una calabaza cortas la parte inferior, obtendrás una corteza; lo mismo debe hacerse con la parte superior. Si luego se superponen ambas partes, se obtiene un cuerpo de forma de lenteja. Este es básicamente el aspecto de un escudo volador».

Hoy en día los katchinas ya no existen en la Tierra. Las danzas katchinas, tan conocidas hoy en Norteamérica, son representadas por hombres y mujeres en calidad de sustitutos de unos seres realmente existentes antaño. Los katchinas podían en ocasiones tener un aspecto extraño, siendo así que originariamente se solían confeccionar muñecas katchina para que los niños se acostumbraran a su aspecto. Hoy en día, estas muñecas se fabrican preferentemente para los turistas y coleccionistas.
 


El gran éxodo

Hecha esta aclaración, regresemos al cambio de territorio de los antiguos habitantes de Kasskara.

La población, de acuerdo con el recuerdo tradicional de los hopi, llegó a la nueva tierra por tres caminos diferentes. Los seleccionados para recorrerla, inspeccionarla y prepararla, fueron llevados allí por aire, a bordo de los escudos de los katchinas. El gran resto de la población tuvo que salvar la enorme distancia a bordo de barcas. Y cuenta la tradición que este viaje se efectuó a lo largo de un rosario de islas que, en dirección noreste, se extendía hasta las tierras de la actual América del Sur.



“La tocada por el rayo”

La nueva tierra recibió el nombre de Tautoma, que viene a significar «la tocada por el rayo». Tautoma fue también el nombre de la primera ciudad que erigieron, a orillas de un gran lago. De acuerdo con los conocimientos actuales, Tautoma se identifica con Tiahuanaco, mientras que el lago corresponde al Titicaca, en la frontera actual de Perú con Bolivia.

Posteriormente, un cataclismo convulsionó a la ciudad, destruyéndola, motivo por el cual la población se fue desperdigando por todo el continente. Durante un largo período de tiempo estos hombres procedentes del Pacífico se fueron repartiendo en grupos y clanes por los dos subcontinentes. Algunos de estos clanes iban en compañía de los katchinas, quienes a menudo intervinieron para ayudarles.
 


De la selva a la “pared de hielo”

Los hopi formaban parte del grupo de tribus que emigraron en dirección norte, y sus leyendas recuerdan un período en el que atravesaron una calurosa selva, y un período en el que se toparon con una «pared de hielo» que les impidió el avance hacia el norte, y les obligó a volver atrás.

El ingeniero Josef F. Blumrich, comentando lo sorprendentes que pueden llegar a parecer algunas de estas tradiciones, recuerda que todavía hoy en día siguen vivas a través de diversas ceremonias.
 


“La ciudad roja”

Mucho tiempo después de estas migraciones todavía había clanes que seguían conservando las antiquísimas doctrinas. Estos clanes se reunieron y construyeron una ciudad «de importancia trascendental, que recibió el nombre de "la ciudad roja"», a la que se identifica con Palenque, en el Yucatán mexicano. En dicha ciudad fue establecida la escuela del aprendizaje, cuya influencia todavía puede descubrirse en algunos hopi.

Los maestros de dicha escuela eran los katchinas, y la materia de enseñanza estaba compuesta esencialmente por cuatro apartados: 1. Historia de los clanes; 2. La naturaleza, las plantas y los animales; 3. El hombre, su estructura y su función física y psíquica; 4. El Cosmos y su relación con el hacedor.

Tras un posterior período de numerosos enfrentamientos entre las ciudades establecidas en el Yucatán, sus habitantes abandonaron la zona y reemprendieron la migración hacia el Norte. Durante aquella turbulenta época los katchinas abandonaron la Tierra. Los pocos clanes que han seguido manteniendo vivo el antiguo saber se juntaron más tarde en Oreibi, siendo ésta la razón de la especial importancia de este lugar.
 


Túneles e instalaciones subterráneas

Tras haber recogido toda la información que le ha sido posible sobre los katchinas, Blumrich llega a las siguientes conclusiones sobre estos seres que, sin ser considerados en ningún momento como divinidades —y esto es importante—, se sitúan en el plano cósmico de injerencia directa en el quehacer humano: tenían cuerpo físico, tenían apariencia de hombres, en muchos aspectos se comportaban como hombres, pero disponían de unos conocimientos muy superiores a los propios hombres.

Poseían artefactos voladores, y un enigmático escudo que rechazaba a los proyectiles enemigos a elevada altura. Eran además capaces de engendrar niños en las mujeres sin mediar contacto sexual. A todo ello hay que sumar las habilidades que los humanos aprendieron de los katchinas, la más importante de las cuales fuera quizás el corte y transporte de enormes bloques de piedra y, en relación con ello, la construcción de túneles y de instalaciones subterráneas.
 


Los mensajeros de los dioses

Además de lo que afirma Blumrich con referencia a los hopi, que él estudió en profundidad, podemos corroborar algunas de sus constataciones observando las costumbres de sus inmediatos vecinos, los indios zuñi y pueblo, que junto con los hopi forman el grupo de pueblos agricultores de la actual Arizona.

Así, por ejemplo, los zuñi, cuyos templos son cámaras ceremoniales subterráneas, conservan el culto de la serpiente emplumada como deidad celeste, lo que indica el origen mexicano de ciertos elementos de su religión al enlazar directamente con la imagen y culto de Quetzalcóatl (identificado con Kukulkán y Gucumatz) que fue también serpiente emplumada y voladora, corroborando así en cierta forma las narraciones de los hopi que afirman haberse establecido durante un tiempo en el área del Yucatán.

Los mismos zuñi rinden igualmente culto a los katchinas, para ellos mensajeros e intermediarios entre las deidades del cielo y el ser humano. Con lo cual se identifican prácticamente con los seres —emisarios o mensajeros de la divinidad— que en los textos bíblicos actúan bajo el concepto de ángeles.

Otro dato curioso es que este grupo de indios pueblos practican el arte de la pintura en seco, de arena o de polen, frente a sus altares, para las ceremonias religiosas. El origen de este arte es desconocido, y el mismo es practicado igualmente en el Tibet y entre algunas tribus de Australia.

Tecnología de punta

Pero regresemos a las observaciones que efectúa Josef F. Blumrich, sin perder de vista al hacerlo que se trata de las observaciones de un ingeniero con cargo de directivo de la NASA.

Afirma que los hopi cuentan que los escudos voladores de los katchinas se desplazaban a enormes velocidades gracias al impulso de una «fuerza magnética». En relación con ello, argumenta Blumrich que ni los hopi ni nosotros sabemos de qué se trata concretamente. Y que nosotros, por ejemplo, todavía no sabemos qué es realmente la gravitación. El día en que logremos descifrar este enigma, existirá la posibilidad de que incluso nosotros podamos volar sin limitación alguna.

Cabe recordar sin embargo —volviendo a lo que afirman los hopi— que Jonathan Swift vertió en su obra Los viajes de Gulliver datos astronómicos correctos acerca de los satélites de Marte, que nadie en su época podía conocer y que no fueron corroborados por nuestros astrónomos hasta 150 años más tarde. Swift le hace decir a Gulliver —personaje central de esta obra— que estos datos se los comunicaron los tripulantes de un artefacto volante circular y resplandeciente (como los «escudos» de los katchinas) gobernado a voluntad por estos tripulantes recurriendo al magnetismo. La fuerza magnética por lo tanto que afirman los hopi que servía para desplazar a sus escudos voladores.

En cuanto al escudo capaz de hacer explosionar los proyectiles enemigos en el aire, recuerda Blumrich que los rusos estaban desarrollando hace ya años unos haces de protones capaces de destruir a los cohetes en pleno vuelo, mientras que en los Estados Unidos se estaban realizando ensayos con rayos de electrones parecidos, que tienen esta misma capacidad.

 

 

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