Hombre Estelar
Uno de los hándicaps señalados en el sapiens es que vivimos en una realidad física, puntual y material (que seguramente nos dio ventajas en tiempos ancestrales) pero que hoy se nos antoja como una desventaja a la hora de comprender nuestro papel en el mundo, sólo ciertas personas entre nosotros poseen este don de entender nuestra especie como un todo que a su vez se encuentra conectado con ese Todo Cósmico que incluye nuestro planeta y sus recursos
Nuestra especie ha sido y es el mayor depredador del planeta pues ha funcionado como separada de los influjos del origen y mucho más desde la emergencia de la Modernidad. La cultura humana es el gran super-catalizador que aceleró el tiempo evolutivo y precipitará el Gran Cambio. En nuestra forma de pensar lo nuevo tendemos a imaginar que son los grandes hombres, los genios los que terminarán por cambiar a la humanidad pero esto es muy poco probable. Einstein, Mozart, Da Vinci, Miguel Angel o Cervantes no serán los que cambiaron a nuestra humanidad sino solo los mensajeros que nos señalaron como Prometeo hacia donde podemos llegar en las prestaciones de nuestra conciencia humana. El salto evolutivo es una discontinuidad y no una continuidad gradual, y es muy posible que las discontinuidades se forjen a través de alcanzar cierta masa crítica de humanos iniciados, super-conectados a lo Cósmico. Estas personas en cierta forma son aquellas que han superado nuestro pecado original como especie: el pecado de dualidad que procede de nuestra asimetría cerebral.
La hipótesis del catalizador
Quizá necesitemos ahora -más que a muchos nuevos pensadores- a los que podríamos llamar “catalizadores” o “ejecutantes” o “integradores noéticos” usando terminología de J. Huxley. Estas personas “catalizadoras” que si bien no son grandes aportadores para el nuevo hombre, no obstante, serán fundamentales como enlaces de una nueva red de pensamiento (vivencia cósmica) que haga posible una mutación metafísica, como ocurrió con el cristianismo, con la época industrial, o como debe ocurrir con la nueva humanidad.
Si no aparecen estos nuevos humanos, catalizadores cósmicos, seguiremos desparramados como nudos de una red, sin apenas conexiones. Solo creando esta intra-red, la mutación metafísica, la trasformación que nos haga trascender podrá llegar a ese número crítico -en el que las diversas confluencias, bien de nuevos valores asimilados, bien de opuestos…- harán posible la emergencia de la nueva evolución generalizada.
¿Cuáles son las características de estos humanos que han logrado ya esa mutación metafísica que llamamos integración? ¿Las podemos identificar?-¿Cómo reconocer a los catalizadores? – /-No es un científico, ni un artista, ni un homo técnicus (hemisferio izquierdo) ni un homo dionisíacus (hemisferio derecho), no es nada de de eso. Un catalizador no es un erudito, ni un superdotado, ni siquiera un universitario de nuestros días armado de másteres o de conocimientos especiales, ni un superhombre, ni un ser carismático, ni un gurú, ni un místico, ni un profeta new age. Es inútil buscarle entre aquellas personas de éxito, de dinero o de poder. Es también inútil buscarle entre los hombres famosos, los que destacan, el catalizador es un líder pero puede carecer de seguidores pues no está interesado en el proselitismo, es un líder descentralizado y sostenible. No defiende ninguna causa pues su causa está más allá de las confrontaciones mundanas que animan a los seres comunes que se identifican con causas concretas y con liderazgos de confrontación a los que seguir. Mitad logos y mitad dionisos el catalizador se distingue no por sus saberes, sus conocimientos o su influjo magnético en ciertas personas sino porque carece de objetivos y por tanto no usa recursos ajenos, ni los malgasta, ni propicia desencuentros entre ellos, el catalizador es un iniciado que ha logrado conjugar sus asimétricos hemisferios y fundir la acción de su hemisferio izquierdo con la del hemisferio derecho. Ha superado la asimetría y con ella la dualidad, ha dado un salto por encima de las vallas que separan a la mayor parte de los hombres con su mundo interior y que es causa de un cierto nivel de hemisfericidio (o déficit de integración) sea del derecho o del izquierdo. Le distinguiréis por su manera de pensar, por el uso que dan a sus pensamientos, por cómo piensan las cosas, por su manera de fundir lo que sabe en algo de un nivel de definición que abarca todas las partes. Por su originalidad a la hora de plantear y resolver problemas. Lo distinguiréis por su mente sabia, la que va más allá del conocimiento y aplica la resta y el descarte de lo obsoleto. Le distinguiréis por su capacidad de integrar lo nuevo y lo viejo sin esconderlo, separarlo u ocultarlo. Le distinguiréis por su falta de memoria sobre lo banal. No es tampoco un hombre santo, ni un modelo de conducta para los jóvenes, es inútil buscar en él las perfecciones de la virtud que exigiríamos a un líder espiritual. No es nada de eso. El catalizador es un hombre común que ha logrado pensar de forma transversal aprovechando las prestaciones del raciocinio con las prestaciones de la intuición dando por resultado una visión nueva de las cosas. Una visión nueva que no trata de amordazar ninguna de las formas que le precedieron, el catalizador no está en la estéril dialéctica cognitiva sino en la expansión de la conciencia. No está en la verdad sino en la práctica del día a día. No está en las ideas sino en el flujo de las mismas. No está en la razón sino en el uso moderado del juicio, ese que deja espacio para lo irrazonable, lo paradójico o lo inusual: el pensamiento de tipo moiré -equivalente del oximorón retórico- al decir de un gran catalizador.
Funciones del catalizador
Propicia y facilita.
Empodera y responsabiliza.
Enseña a pensar. Resuelve problemas.
Siembra ideas y plantea preguntas que impulsan la conciencia hacia niveles de definición superiores..
Genera focos de liderazgo a su alrededor, legitima, descentraliza y delega.
Atiende más de un nivel de definición por vez e integra opiniones diferentes.
No atiende objetivos sino a pequeñas decisiones sensatas.
Trabaja localmente y en red.
Sabe que ninguna decisión es definitiva pero todas son necesarias.
Carece de planes para arreglar el mundo.
Son raros y excepcionales los hombres que son capaces de llevar ambos hemisferios bien cosidos y amueblados colaborando entre sí de forma sinérgica, pero de ellos ha de proceder el cambio de la humanidad, no necesariamente porque ellos vayan a ser los que introduzcan por sí mismos dichos cambios sino porque resultarán los catalizadores de ese reencuentro entre razón y espíritu, entre ciencia y fe, entre intuición y conocimiento.
Quizá necesitemos ahora -más que a muchos nuevos pensadores- a los que podríamos llamar “catalizadores” o “ejecutantes” (que diría Houellebecq) o “integradores noéticos” usando terminología de J. Huxley. Estas personas “catalizadoras” que si bien no son grandes aportadores para el nuevo hombre, no obstante, serán fundamentales como enlaces de una nueva red de pensamiento (vivencia cósmica) que haga posible una mutación metafísica, como ocurrió con el cristianismo, con la época industrial, o como debe ocurrir con la nueva humanidad. i no aparecen estos nuevos humanos, catalizadores cósmicos, seguiremos desparramados como nudos de una red, sin apenas conexiones. Solo creando esta intra-red, la mutación metafísica, la trasformación que nos haga trascender podrá llegar a ese número crítico -en el que las diversas confluencias, bien de nuevos valores asimilados, bien de opuestos…- hará posible la emergencia de la nueva evolución generalizada .A esta nueva clase de hombre se le conoce, como el Hombre cósmico que W. ha llamado el Centauro.
Hay fases de éxito en que las cosas vienen a ti y se desarrollan, y fases de fracaso en que las cosas se marchitan, se desintegran y tienes que dejarlas ir para que puedan surgir otras nuevas, o para que se produzca la transformación.
Si, llegado a ese punto, te apegas y te resistes, te estás negando a seguir el flujo de la vida, y eso te hará sufrir. La disolución es necesaria para que se produzca un nuevo crecimiento. Ambos aspectos no pueden existir separadamente.
La fase descendente del ciclo es absolutamente esencial para la realización espiritual. Debes de haber fracasado rotundamente a algún nivel, o haber experimentado una pérdida seria o un dolor, para sentirte atraído por la dimensión espiritual. O quizá el éxito mismo haya perdido significado, quedándose vacío y convirtiéndose en el fracaso, reside oculto en cada éxito, y el éxito en cada fracaso. En este mundo, es decir, en el nivel de las formas, todos “fracasamos” antes o después, y todas las realizaciones acaban convirtiéndose en nada. Todas las formas son impermanentes. Puedes mantenerte activo y disfrutar manifestando y creando nuevas formas y circunstancias, pero ya no te identificarás con ellas. No las necesitas para tener una identidad. Ellas no son tu vida; solo son tu situación de vida. -El ciclo tiene una duración variable que va de unas pocas horas a varios años. Hay ciclos largos y ciclos breves dentro de los ciclos largos. Muchas enfermedades se generan por luchar contra las fases de baja energía, que son vitales para la regeneración. La acción compulsiva y la tendencia a extraer la propia autoestima y la identidad de factores externos, como el éxito, es una ilusión inevitable mientras te identifiques con la mente. Esto hace que no puedas aceptar las fases bajas del ciclo, que no las dejes ser. Finalmente, la inteligencia del organismo puede adueñarse de la situación como medida de autoprotección y provocar una enfermedad que te obligue a detenerte para que pueda tener lugar la necesaria regeneración. En cuanto la mente juzga que un estado o situación es “bueno”, le toma apego y se identifica con él, tanto si se trata de una relación como de una posesión, un papel social, un lugar o tu cuerpo físico. La identificación te hace feliz, hace que te sientas bien contigo mismo, y ese estado o situación puede llegar a convertirse en parte de quien eres o de quién crees ser. Pero nada es duradero en esta dimensión donde la polilla y el orín consumen. La situación acaba, o cambia, o puede producirse un cambio de polaridad: lo que ayer o el año pasado era bueno, súbita o gradualmente se vuelve malo. La misma situación que antes te hacía feliz, ahora te hace desgraciado. La prosperidad de hoy se convierte en el consumismo vacío de mañana. La boda feliz y la luna de miel se convierten en un doloroso divorcio o en una convivencia infeliz. O también puede ocurrir que desaparezca una situación y su ausencia te haga infeliz. Cuando el estado o situación con el que la mente se ha identificado cambia o desaparece, esta no puede aceptarlo. Se apegará al estado que ha desaparecido y se resistirá al cambio. Es casi como si nos cortaran un miembro del cuerpo. Esto significa que tu felicidad y tu infelicidad son, de hecho, la misma cosa. Sólo las separa la ilusión del tiempo.