Solo se ama lo que se conoce
A nosotros nos basta con los sabios consejos de Muhammad (s.a.s.) y de Shadzili, Maestro fundador de nuestra Tárika; “en la sencillez se encuentra la dificultad”.
Desde Murcia: H. S. Sa´îd b. Aÿiba al Andalusí
“¡Hombres!, os ha llegado La Verdad procedente de vuestro Señor; quien se guíe lo hará en beneficio de sí mismo, y quien se extravíe solo se perderá a sí mismo. Yo no soy un guardián para vosotros”. El Qor´ân, en la Sura de Hud; XI-108.
En esta aleya Coránica se haya escondido el Objetivo hacia el cual se dirigen todos nuestros actos, todos nuestros esfuerzos, y la razón por la que cada uno de nosotros fue, en su momento, llamado a la existencia.
Durante varias décadas me he dedicado a la ardua labor de reconducir el comportamiento de jóvenes conflictivos, a remodelar la estructura de su personalidad dañada por serias carencias durante el periodo de su desarrollo. Para ello fundé, hace muchos años, una institución ahora dirigida por un equipo multidisciplinar.
Uno de los cometidos de nuestra labor es el de repetir, con diferentes enfoques y en distintos momentos, un mismo concepto, así hasta lograr su implantación en los hábitos del educando. Una vez conseguido este propósito, el nuevo hábito de conducta comienza a operar sobre el sujeto, influyendo de manera determinante sobre el resto de su personalidad.
Cualquier método de modificación sobre las personas, no importa que el propósito sea de cambio espiritual, comportamental, etc., se rige por unos mismos principios, dejar atrás un estado “menor” de conciencia para introducirnos en “otro” estado “mayor”. Es precisamente de esto de lo que trata este artículo.
Naturalmente que una cuestión es decirlo así de fácil y otra muy diferente es llevarlo a la práctica.
El educando, y en según que momento y medida todos lo somos, encuentra su mayor dificultad en la incapacidad para “ver” y “entender” lo que no ve ni entiende, sobre todo porque, con frecuencia, suele creer que sí ve y sí entiende. Esta dificultad está causada por el nafs (ego, nota de Soliman) a través de la autoestima y de la fuerza del propio criterio previamente condicionado.
Pero es natural que así suceda, y nada de especial hay en ello, lo único necesario es saberlo, tener clara conciencia de qué y por qué se pretende cambiar y estar dispuesto a modificar lo que sea necesario, ¡pero seriamente!.
Al igual que cualquier otro educando nos habremos de enfrentar a la pereza, a la vanidad herida, y a las expectativas propias de la exageración y de la confusión de quien cree que, después de oír campanas, ya es maestro campanero. Pero en esto también nos parecemos todos un poco durante los primeros años de nuestro aprendizaje.
Por eso tocamos una cuestión, la dejamos reposar para que actúe sobre la conciencia del lector, y más tarde la retomamos de nuevo con un enfoque diferente, cuando los pensamientos se hayan “refrescado”.
Este no es un articulo de entretenimiento popular, en el que la memoria y el nivel de atención no juegan un papel determinante, este es un articulo de trabajo que expone ideas a memorizar y conceptos que, a veces, no serán fáciles de captar con una primera lectura. Por lo tanto este es un libro de trabajo.
Estas ideas y conceptos han de ser manejados con fluidez, siempre que el lector encuentre en ellos algún provecho. Habrá lectores que lo entiendan mejor desde un punto de vista y habrá otros que necesiten un enfoque diferente, como habrá quienes lean los silencios entre líneas.
Ya dije en anteriores trabajos que el propósito central y prácticamente único de mis escritos es el de descubrir, para quien lo necesite, y razonar al lado de quien ya lo haya descubierto que, Todo cuanto existe es Uno. Lo demás no es sino uno de los métodos válidos para conducirnos hacia el asentamiento en nuestra conciencia de las consecuencias derivadas de este conocimiento, el Tawhid. Y para el desarrollo de los comentarios sobre el método nos limitamos a ser lo mas “racionales” que nos es posible. No somos partidarios de distraer la atención de las personas, interesadas en iniciarse o en perfeccionar su ruta espiritual, en disquisiciones sobre la naturaleza de los Malaikas -Ángeles-, ni empleamos nuestro esfuerzo en vaniloquios esotéricos.
A nosotros nos basta con los sabios consejos de Muhammad (s.a.s.) y de Shadzili, Maestro fundador de nuestra Tárika; “en la sencillez se encuentra la dificultad”.
¿Por qué habríamos de añadir nuevas dificultades a nuestro aprendizaje interesándonos por rarezas que nunca podríamos constatar?. ¿No nos bastará con las dificultades de cada día?.
Por esta razón, estrictamente pedagógica, intentamos ser sencillos, por esta razón vamos y venimos paseando entre las líneas del pensamiento el eje pilar sobre el que todo, de cuanto tratamos, se sustenta, La Unicidad Absoluta y nuestro vínculo a Ella.
Esto es lo único determinante en el objetivo de nuestra existencia, comprender la ciencia del Tawhid, conocer sus implicaciones en el ser humano, y descubrir el método que nos ayude a desarrollarnos en relación con ello. ¡Y ninguna otra cuestión, que nos distraiga, será de nuestro interés en las vías del Conocimiento!. Pues si solo es posible amar en plenitud aquello que se conoce, lo único que nos interesa “conocer” es Allah Bendito.
En esa dirección, al igual que en el resto de este libro, va el significado de la aleya del encabezamiento de este capítulo y el comentario subsiguiente.
Decíamos al principio que en la aleya Coránica se haya escondido el Objetivo hacia el cual se dirigen todos nuestros actos, todos nuestros esfuerzos, y la razón por la que cada uno de nosotros fue, en su momento, llamado a la existencia.
Este Objetivo existencial concuerda, al igual que concuerdan dos imágenes exactas superpuestas, con la solución a la incógnita del ¿Quién soy?. Y como ya dijimos en capítulos anteriores, una vez que hemos dado con la solución a la anterior pregunta también habremos resuelto las siguientes incógnitas ¿De donde vengo?. ¿A dónde voy?.
Absolutamente todo lo demás, cualquier interés, cualquier otro amor, no serán otra cosa que un vehículo de acercamiento a La Causa. Nuestra vida y cuanto en ella se contiene no es sino un prolegómeno, un método de desbaste, un sistema transitorio de utilidad aleatoria. Su propósito no es otro que el de afinar la comprensión que nos permita acceder a “la experiencia”.
Podremos estar o no de acuerdo con esto pero, a mi entender, cualquier otra idea que sobre el propósito de la existencia se entretenga excesivamente en los medios, perdiendo el Objetivo, se confunde de método, simplemente.
Si por la razón que sea nos quedamos estacionados en el método como objetivo, aún cuando podamos justificar “razonablemente” la causa desde los parámetros de nuestro entorno educacional, seremos como el mono atado al pie del árbol. Habremos fracasado al no alcanzar los frutos más altos.
Si no completamos con la práctica el proceso de aprendizaje, dentro del método que sabiamente, hayamos decidido comenzar, nuestro paso por este periodo de la existencia habrá sido un fracaso.
“Quien pone la mano en el arado y vuelve la cabeza para mirar hacia atrás, no es digno del Reino”. Jesús de Nazaret (p. b.).