TARTESSOS

 
                                                     

LA CIUDAD DE TARTESSOS, UN GRAN TESORO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

 

 

 

 

 

“EN LA QUE EN SU TIEMPO ESTUVO LA POBLACIÓN DE GADES, EFORO Y FILISTIDES LA LLAMAN ERITREA; TIMEO Y SILENO, AFRODISIALE; LOS NATURALES DE LA ZONA LA DENOMINAN ISLA DE JUNO. TIMEO DICE QUE A LA MAYOR LA SOLÍAN LLAMAR COTINUSA EN SU LENGUA; LOS NUESTROS LA LLAMAN TARTESSOS.”

Plinio el Viejo, “Historia Natural”

 

Aunque ya en el Antiguo Testamento se recogen citas referidas a la ciudad de Tarshish, las primeras referencias indiscutibles sobre Tartessos se deben a escritores griegos y latinos. Herodoto, Estesicoro, Eforo, Esteban de Bizancio, Plinio el Viejo, Avieno..., todos hablan de un reino de increíbles riquezas. Tal lugar debió de existir en torno a la mitad del primer milenio antes de Cristo, y estaba situado en algún lugar del sudoeste de la Península Ibérica. Sin embargo, y a pesar de las innumerables referencias escritas, la ausencia de restos arqueológicos hace de Tartessos uno de los mayores misterios de la arqueología .

De hacer caso a las fuentes clásicas, la civilización tartésica tenía una economía próspera que se basaba en la minería, la agricultura y el comercio marítimo. Su importante industria metalúrgica era conocida en todo el ámbito mediterráneo. Fue también un pueblo culto, lo que ha llevado a los arqueólogos a pensar que sus raíces culturales podrían encontrarse en Oriente. La literatura griega hace mención a los anales de Tartessos y a la existencia de unas leyes escritas en verso. De todas maneras, hasta hoy, nada de esto ha aparecido.

 

DESCENDIENTES DE LA ATLÁNTIDA

Si la confianza en los textos clásicos llevó a Schliemann y Thompson a descubrimientos magníficos, el alemán Adolf Schulten es la cruz de la misma moneda. Dos décadas dedicó este arqueólogo, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Erlangen (Alemania) y reputado hispanista, a la búsqueda de la ciudad de Tartessos. Nunca la encontró. La fortuna no le concedió ni tan siquiera una mínima evidencia con la que mantener vivo su sueño.

Schulten basó sus investigaciones en los textos bíblicos y en los clásicos griegos, en especial en la obra de Avieno, un autor del siglo IV. Sus investigaciones, plasmadas en el libro Tartessos, le llevaron a identificar la ciudad perdida con la Atlántida de Platón. Consideraba que el origen de Tartessos se debía a la llegada de pueblos procedentes de Asia Menor. Su cultura superior les permitió asentarse en las costas andaluzas y dominar todo el territorio. Durante años excavó en la zona que hoy comprende el Parque Nacional de Doñana sin encontrar vestigios de la ciudad.

El 30 de septiembre de 1958, en la colina del Carambolo, en el Aljarafe sevillano, se produjo un descubrimiento inesperado. En el transcurso de unas obras, entre la tierra removida, apareció en el interior de un vaso un conjunto de piezas de oro. El arqueólogo Juan de Mata Carriazo, delegado de zona del Servicio Nacional de Excavaciones, confirmó y entonces que se trataba de la primer prueba física de la civilización tartésica. El hallazgo que durante tanto tiempo le había sido negado a Schulten sirve a los arqueólogos de hoy de acicate para continuar su búsqueda.