CAPÍTULO VI LOS CARTAGINESES Y LA DESTRUCCIÓN DE TARTESSOS
Los viajes de los focenses a Tartessos no debieron continuar mucho tiempo después de la batalla de Alalia. Esta batalla dio a los cartagineses el dominio sobre el Mediterráneo occidental, y les abrió la entrada en España168. Según Diodoro (Eusebio, 1, pág. 226, Schoene), la talassocracia [dominio del mar] focense no duró más que cuarenta y cuatro años. Al parecer, cuenta los años que median entre la caída de Tiro (después de 600), que dio a los focenses el dominio sobre el mar occidental, y la batalla de Alalia (537 a. J. CJ, que se lo arrebató.
Peor aún que para los focenses fue la batalla de Alalia para los tartesios. Esa batalla eliminó a los griegos del mar occidental, y abrió a los cartagineses los caminos que conducían a los tesoros de Tartessoso Los cartagineses fueron peores aún que los tirios. No debieron tardar mucho en alargar sus codiciosas manos hacia la tierra de la plata. Según Timeo (en Diodoro, 5, 16), ocuparon Ebusus (Ibiza) en 654169. La fecha parece demasiado remota; pero de todos modos el hecho revela que los cartagineses se afianzaron bien pronto en Ibiza, que debió ser el primer punto que ocuparon en España. La ocupación de las costas andaluzas no tuvo lugar hasta después de 530 -puesto que el periplo habla de Tartessos y de Mainake como ciudades aún existentes-, pero antes de 509, pues en el primer tratado romanocartaginés, Cartago prohíbe la navegación hacia España; además, los mercenarios iberos no figuran en el ejército cartaginés hasta la batalla de Himera, en el año 480 (Herodoto, 7, 165).
Entre Tartessos y Cartago hubo de entablarse bien pronto una lucha a muerte. Los cartagineses llegarían a España como llegaron a Sicilia, no sólo en actitud de concurrentes comerciales, sino como conquistadores. De la misma manera que, más tarde, arrasaron las ciudades griegas de Sicilia, así también desde el principio hubieron de proponerse la destrucción de Tartessos. Y no cabe duda que fueron ellos los que aniquilaron a Tartessos. Hay un texto que, según todas las apariencias, puede considerarse como testimonio directo de ello. Un mecánico del siglo 1 a. J. c., llamado Athenaios, y además Vitruvio (¡o, 13, 1), refieren los siguientes hechos que ambos autores conocen por una misma fuente170: «Cuentan que los cartagineses fueron los primeros que, en el sitio de Gades, inventaron el ariete. Hablando, en efecto, ocupado un castillo, antes de poner propiamente el cerco a la ciudad quisieron derribar sus muros para aplanar el lugar. Unos cuantos muchachos, no teniendo a mano herramientas útiles para las demoliciones, cogieron una viga, y empujándola con los brazos contra la muralla derribaron fácilmente una buena parte de ésta. El caso hizo reflexionar a cierto tirio, carpintero de barco, llamado Pefrásmenos, el cual, durante el cerco que los cartagineses pusieron a la ciudad misma, cogió un mástil y colgó de él una viga transversal suspendida como el fiel de una balanza, y con esta viga transversal golpeó la muralla, tirando de la viga con una cuerda hacia atrás. Como los sitiados no conocían medio alguno de defensa contra esta máquina nueva, no pudieron impedir que las murallas se viniesen abajo prontamente".
En esta relación debemos leer Tartessos en lugar de Gades. Verificase aquí la misma confusión que en Avieno y otros autores (cap. VII). Gades, en efecto, como las demás ciudades fenicias de África y Sicilia, debió aceptar más o menos espontáneamente el yugo cartaginés, y en todo caso no debió llegar su resistencia hasta el punto de sostener un sitio y exponerse a ser destruida. Los detalles topográficos, por otra parte, no coinciden con Gades y sí con Tartessos. Ese castillo parece ser el «castillo de Gerón", situado a la entrada del río Tartessos. Los cartagineses tuvieron que destruir esa obra avanzada de la ciudad (v. cap. IX) antes de poner el cerco, para no dejar a sus espaldas la amenaza de un ataque.
Puede determinarse con bastante aproximación la fecha de la destrucción de Tartessos. Tartessos existía aún en la época del periplo y de Hecateo, esto es, hacia 530. Por otra parte, su destrucción debió ser anterior a la batalla de Himera (480), ya que esta derrota debilitó en gran medida el poderío cartaginés. Además, el viaje de Himilcón, que es anterior a 480, supone la sumisión de Tartessos -pues los tartesios no hubieran permitido a los cartagineses el camino del estaño-. Añádase a esto el hecho de que Píndaro considere inaccesibles las comarcas de allende el Estrecho (v. pág. 102)171, y tendremos que Tartessos debió perecer entre 530 y 480; probablemente antes de 500 a.J.C. Desgraciadamente, es poco conocida esta primera dominación de los cartagineses en España; pero Polibio (2, 1, 6) da testimonio de ella al decir que Amílcar «reconquistó» la antigua posesión de Cartago.
En esta misma época fue también destruida otra gran ciudad comercial muy floreciente: Sybaris. Como Tartessos, Sybaris. había perdido su fuerza de resistencia en el goce de la riqueza y el bienestar172. Por muchas circunstancias recuerda Sybaris a Tartessos. Poseía un extenso imperio -dominaba sobre cuatro tribus indígenas y veinticinco ciudades- y, como Tartessos, vendía a Oriente los productos del Occidente.
El periplo contiene importantes noticias sobre las relaciones de los cartagineses con los tartesios y los massaliotas, poco antes de la destrucción de Tartessos. Consisten esas noticias en las referencias acerca de aquellas dos vías comerciales que iban, una del Golfo de Vizcaya a la costa massaliota, y la otra de Mainake por Tartessos a la ría del Tajo. Ya hemos expuesto las deducciones a que estas noticias se prestan. Las citadas vías fueron el recurso a que apelaron los focenses para seguir comprando estaño a los tartesios, después de cerrado el estrecho. Cuando Cartago cerró el estrecho, los focenses construyeron la vía terrestre de Mainake a Tartessos; y cuando después los cartagineses bloquearon a Tartessos también por tierra, los focenses prolongaron la misma hasta la desembocadura del Tajo, por donde pasaban los tartesios, trayendo el estaño de Oestrymnis. Pero habiendo los cartagineses cerrado igualmente esta salida, construyeron los massaliotas la vía por el istmo pirenaico, que se hallaba fuera del cartaginés. Burlados, pues, continuamente en su empeño de impedir las comunicaciones entre los massaliotas y el mercado de Tartessos, los cartagineses no vacilaron en destruir primero a Mainake, y poco después la ciudad misma de Tartessos, pensando sin duda que era mejor monopolizar por sí mismos la plata y el estaño, que no comprarlo a los tartesios.
La destrucción de las dos ciudades enemigas fue completa. Los cartagineses borraron hasta el recuerdo de ellas, y más tarde confundióse Tartessos con Gades y Mainake con Malaca, lo que demuestra que el comercio de Tartessos se trasladó a Gades y el de Mainake a Malaca. Por codicia y celos comerciales destruyeron, pues, los cartagineses a Tartessos y a Mainake. Por codicia y celos comerciales sucumbió también luego Cartago misma a la potencia romana. Las ruinas de Tartessos y de Mainake, como las de Cartago y de Corinto, constituyen la más elocuente prueba del odio feroz con que son llevadas las luchas político-comerciales, sólo comparables en este punto con las guerras de religión173.
La caída de Tartessos y Mainake parece coincidir aproximadamente con la sumisión de las ciudades jonias, sobre todo Mileto, bajo el yugo persa, después de la batalla de Lade (c. 494 a.J.C.). Es posible que entre estos hechos exista un nexo interior, como más tarde entre las batallas de Salamina y de Himera (480). Parece que los cartagineses estaban aliados con los persas (como en 480; Diod., 11, 20), y que los bárbaros buscaban al mismo tiempo la destrucción de sus rivales griegos en Oriente (jonios) y en Occidente (Mainake). Después de la batalla de Lade, el focense Dionisio hizo por su cuenta la guerra a Cartago (Herod., 6, 17), vengando a la vez la destrucción de Mileto y la de Mainake. Así, pues, tres grandes centros desaparecieron al mismo tiempo: Tartessos, Mainake, Mileto. La caída de Mileto inspiró a Frinichos su tragedia (La caída de Mileto). En cambio, Tartessos y Mainake perecieron sin que nadie las llorase.
La destrucción de Tartessos transfirió a Cartago el dominio del amplio imperio tartesio, que comprendía toda Andalucía. El límite meridional que señala a la navegación de los romanos y massaliotas el segundo tratado con Roma (348 a. J. C.), es precisamente Mastia (Cartagena), que era poco más o menos el límite septentrional del imperio tartesio (v. cap. VIII). Parece extraño, a primera vista, que los cartagineses no hayan extendido su dominación más al norte. Sin embargo, este hecho tiene su explicación. Al norte de Mastia hubieran tenido que luchar no con los débiles turdetanos, sino con las tribus salvajes de la libre Iberia. Esa independencia en que vivía la mitad septentrional de la costa oriental española, explica a su vez el que siguiera existiendo la factoría focense de Hemeroskopeion, y hasta que se fundaran otras cuatro colonias massaliotas al norte de Mastia: dos entre cabo Nao y cabo Palos -Alonis, junto a Benidorm (Estéf., v. Άλωνίς) y una desconocida (Estrabón, 159), quizá Alicante, que llevaba un nombre griego Δευκή άκρα (Diod., 25, 10)174 y otras dos más al norte, en el Golfo de Rosas: Emporion y Rodas. El periplo no conoce todavía estas cuatro ciudades que, por lo tanto, debieron ser fundadas después de 530 a. J. C. Sabemos que Emporion y Rodas fueron establecidas poco después de esa fecha, pues los vasos griegos de Emporion llegan todavía hasta el siglo VI. No tenemos datos sobre las otras dos factorías meridionales, que debieron establecerse poco después del año 500. Ya hemos hablado de la importancia cultural que tuvieron los dos emporios del Golfo de Elche, como punto de partida de la escultura iberogriega. Estas ciudades, situadas fuera de la zona cartaginesa, contaban con el tráfico de los libres iberos para quienes los griegos eran tan bienvenidos como los cartagineses odiosos175.
Como término geográfico, el reino de Tartessos se encuentra nombrado aún más tarde. En el segundo tratado entre Roma y Cartago se habla de «Mastia tartesia», es decir, de Mastia en el que fue imperio de Tartessos; y entre los mercenarios iberos de Aníbal figuran también los tartesios. Los anales romanos hablan aún de los tartesios (Liv. 23, 26). El hecho de que Sagunto confinara con los turdetanos se refiere a la antigua frontera tartesia, que llegaba hasta el Cabo Nao.
Después de la eliminación de los tartesios, los cartagineses -precedidos por los gaditanos- hallaron el camino de la Gran Bretaña y durante quinientos años dominaron el mercado del estaño176.
Más tarde sobrevino una reacción contra la dominación cartaginesa, una unión de los iberos y los massaliotas, y una guerra contra Cartago177. Cartago perdió sus posesiones en la España meridional, pero conservó el dominio de las aguas andaluzas y del Océano. Sucedió esto entre 348, fecha del segundo tratado comercial romano cartaginés, en el cual todavía es Cartago dueña de la región tartesia, y 240, fecha de la reconquista de Andalucía por Amílcar. Es posible que la pérdida del imperio en España fuese la consecuencia de la derrota que los cartagineses sufrieron en 340 en Sicilia (en la batalla del Krimissos). En este caso, habrían perdido a España hacia 300 a. J. C. Amílcar recobró Andalucía, y los tartesios entonces perdieron de nuevo su libertad, después de haberse defendido inútilmente, con la ayuda de los celtas (¿celtíberos?) del interior, al mando de Istolacio (Diod. 25, 10). La antigua enemistad de los tartesios contra sus vecinos los de Sagunto, dio pretexto a Aníbal para atacar a Sagunto178; indirectamente fueron pues los tartesios los causantes de la Segunda Guerra Púnica. La caída de Sagunto significó para ellos la ruina de un enemigo hereditario, y las victorias de los romanos sobre los cartagineses les dieron la posibilidad de sacudir el yugo cartaginés. En el año 216 los tartesios, bajo Chalbus, se sublevaron y se hicieron fuertes frente a Asdrúbal (Liv. 23, 26). Sin embargo, la nueva libertad duró poco y sucumbió pronto a los ataques de Roma. Los anales romanos del año 214 (Liv. 24, 42) mencionan la sumisión de los turdetanos. Los vencidos fueron vendidos como esclavos y la capital de entonces -cuyo nombre ignoramos- fue destruida.
Pero los turdetanos no podían encontrarse satisfechos con sus nuevos amos, y siendo de carácter tornadizo, volvieron a unirse con sus antiguos dominadores. En la batalla de Ilipa (206) dícese que 50.000 turdetanos pelearon en las filas de los cartagineses. Esta batalla consagró definitivamente la ruina de la dominación cartaginesa en España. Los tartesios hubieron pues de someterse otra vez a Roma; cierto rey Attenes fue el primero de quien se refiere que se pasó a los romanos. El viejo imperio de Tartessos convirtióse entonces en un distrito romano. Con su mitad occidental, hasta la provincia de Almería, se formó en el año 197 a. J. C. la provincia «Hispania Ulterior»; y la mitad oriental, menos extensa, fue agregada a la «Hispania Citerior». No dejaron de intentar los tartesios algunos esfuerzos para librarse de la dominación romana, pero fueron todavía más vanos e inútiles que los anteriores; pues los tartesios se hallaban atenidos a la ayuda que recibieran de tribus extranjeras. Así, por ejemplo, en el año 195 a. J. C. combatieron a los romanos sólo con mercenarios celtibéricos (Liv. 34, 19). En esta época aparece por vez primera testimoniado el nuevo nombre de turdetanos (primera vez en 220: Liv. 21, 6), que vino a sustituir al viejo nombre de «tartesios», el cual, después de la destrucción de Tartessos, ya en efecto no podía subsistir. Lívio, en 23, 26, dice tarteóii; pero, en general, dice turdetani; (Livio se basa en último término en los anales contemporáneos). Los primeros que atestiguan el nombre de turdetanos son Catón -que en 195 llama Turta a la Turdetania-179, Polibio que escribe Τουρδητανοί Y Artemídoro, que usa Τουρτυτανοί θ Τούρτοι180 (cap. 1). Este nombre étnico, derivado del de la ciudad, con el sufijo -tanus, estaba, al parecer, en uso hacía mucho tiempo entre los indígenas; pero los extranjeros lo rechazaron, substituyéndolo por el de Ταρτήσσιοι, derivado del nombre griego de la ciudad. Existe otra forma del nombre étnico: Τουρδ-οΰλοι. Lo mismo sucede con los bastetanos, que son también llamados bástulos (Mon. Ling. Iber., 242). Hubo discusión sobre si los túrdulos y los turdetanos eran diferentes (como pensaba Polibio que consideraba a los túrdulos como los vecinos septentrionales de los turdetanos) o eran los mismos (Estrabón, 139). El sufijo -uluses también ibero-africano181. Acaso el nombre de torboletes, en Appiano, responda a una tercera forma del mismo nombre, que sería turdetes.
Desde la destrucción de Tartessos, Cartago se consideró dueña absoluta del Mediterráneo Occidental y del Océano. El estrecho quedó cerrado para todo navegante extranjero. A los mismos etruscos, sus aliados, prohibieron los cartagineses la navegación por el Océano y la ocupación de la isla de Madera, recién descubierta (Diod., 5, 20; De miro ausc., 80). En el primer tratado con Roma del año 509 a. J. c., Cartago prohíbe a los romanos y sus aliados, es decir, a los massaliotas principalmente182, el rumbo hacia Occidente.
Las «columnas de Hércules», que fueron antaño el altivo símbolo de la conquista del Océano y del «Plus Ultra» (Diodoro, 4, 18, 5; Mela, 1, 5; Plin., 3, 4; Séneca, Hérc. furo 237) adquieren ahora la resignada significación del «non plus ultra» para la navegación. Pídaro, contemporáneo de estos acontecimientos, canta así (Olymp., 3, 44): «El mundo allende las columnas es inaccesible, para los sabios como para los necios»183. «La vía de Tartessos», (Avieno, 54) se convirtió en «vía de Gades»184. Himilcón que hizo un viaje al Norte, a la tierra del estaño, poco después del año 500, ya destruida Tartessos, refirió en su relato toda suerte de terribles peligros, propios de mares ignotos, como calmas, nieblas, bajos, fucos, monstruos marinos (Avieno, 117, 380, 406) con el fin de atemorizar a los navegantes extranjeros. Y lo consiguió a la maravilla, pues los griegos reprodujeron puntualmente esas imágenes terroríficas185. Y cuando estos medios de suave persuasión no daban el apetecido resultado y algún navío se empeñaba en seguir el rumbo de Occidente, entonces los cartagineses acudían a recursos violentos, echando a pique la audaz embarcación (Estrabón, 802; De miro ausc., 84; Diod., 5, 20).
El segundo tratado de comercio romano-cartaginés del año 348 señala el apogeo del poderío cartaginés. Mientras que el primer tratado del año 509, hecho cuando Cartago empezaba a establecer su predominio en el Mediterráneo occidental. no prohibía más que la navegación por la costa africana (al oeste del cabo Farina) dejando libres -por lo menos en la forma- las aguas de la costa itálica, el segundo tratado, en cambio, determina un «non plus ultra» también en la costa española. Este punto infranqueable es «Mastia de Tarsis». Con lo cual quedaban completamente cerrados el Océano y la España meridional a toda navegación extranjera186. Así Platón da testimonio de que en esta época el estrecho era infranqueable (Timeo, 24, e). Si, pues, Piteas poco después consiguió surcar el Océano, hubo de ser, sin duda, con permiso de los cartagineses, o quizás, inclusive, en un barco cartaginés. Los cartagineses esperaban acaso que el viaje de Piteas tuviese por consecuencia el descubrimiento de nuevos emporios comerciales.
El bloqueo del estrecho explica la total ignorancia de los autores griegos del siglo VIII sobre las comarcas de allende. Todo lo que estos escritores dicen procede de fuentes antiguas, textos del siglo VI (v. cap. VII). Aún hacia, 230 a. J. C, todo navío extranjero que se aventuraba por aguas de Cerdeña, en dirección al estrecho, era sin remedio hundido; Erastótenes (Estrabón, 802) testimonia el hecho. Y los cartagineses supieron conservar el monopolio de la navegación oceánica, incluso después de la Primera Guerra Púnica, que quebrantó el poderío marítimo de Cartago en el Mediterráneo. Es más, todavía después de conquistada España por los romanos, consiguieron los astutos semitas mantener oculta a los dueños del mundo la ruta hacia la tierra del estaño. Un capitán cartaginés, viéndose perseguido por un navío romano, hizo encallar su barco, y el Estado le indemnizó por la pérdida de la nave y de la carga (Estrabón, [76). P. Crasso, que gobernaba la provincia ulterior hacia el año 95 a. J.C.187, consiguió descubrir las islas del estaño en la costa noroeste de España, las «Casitérides» posteriores188; pero hasta que Roma no hubo conquistado la Gran Bretaña, mantúvose intacto el monopolio que los gaditanos ejercían sobre el comercio del estaño, monopolio que duró, por lo tanto, unos quinientos años.
Bloqueadas las columnas, cerrados los caminos del mar, destruidas Tartessos y Mainake, y, por consiguiente, también interceptadas las vías terrestres hacia la plata y el estaño, los massaliotas supieron, sin embargo, abrirse nuevas salidas que les permitieron continuar el comercio del estaño. En esta época debieron habilitar dos caminos: uno, el que seguía la ribera del Ródano y del Sena hasta la Normandía, y el otro, que por el Loira conducía a Korbilo (Estrabón, [89, [93; Diodoro, 5, 22; Estrabón, [90). Ahora bien, el viaje por tierra duraba treinta días189, mientras que la travesía a Tartessos duró solamente unos diez; además, el camino terrestre era muchísimo más penoso y costoso que el viaje por mar. Suponemos, por tanto, que estos caminos terrestres no fueron empleados hasta después del bloqueo marítimo y de la destrucción de Tartessos y Mainake.
Los massaliotas supieron ocultar a los romanos su tráfico por tierra, lo mismo que los cartagineses les ocultaban su comercio por mar. En el año 134 quiso Escipión, en Massalia y Narbona, adquirir noticias sobre la Gran Bretaña. Nada consiguió (Estrabón, 190). Lo mismo le sucedió a César cuando interrogó a los habitantes de las costas occidentales de la Galia, que navegaban a Inglaterra (César, De bello gall., 4, 20). ¡Bien guardado estaba el secreto preciadísimo del camino hacia las islas del estaño!
NOTAS
168 Alalia es también el primer acto de la Guerra Mundial entre los helenos y los bárbaros (persas, cartagineses, etruscos). Las grandes decisiones de esta guerra tuvieron lugar unas veces en Oriente (Lade, Maratón, Salamina, Micala, Platea) y otras en Occidente (Alalia, Himera, Kyme).
169 Meltzer, 1, 155. Las necrópolis cartaginesas de Ibiza (Vives, Estudios de Arqueología cartaginesa, 1917) y de Villaricos en la provincia de Almería (L. Siret, Vi/laricos y Herrerías, Madrid, 1907) son muy importantes para la fijación de la fecha de la ocupación cartaginesa. En VilIaricos, los hallazgos no pasan del siglo V, siendo, pues, un termínus post quem para la ocupación de la costa andaluza. En cambio, en Ibiza los hallazgos llegan hasta el siglo VII.
170 Traducción alemana en Rud. Schneider, Griech. PoJiorketikero 111, 14.171 Véase pág. 108, nota 1930 acerca de Herodoto, considerado como terminus ante quemo
172 Sybaris fue destruida hacia 510 a. J. C. (Véase Belocho Griech. Gesch.o lo lo 282.) 173 Ratzel: Polit. Geogr., 2, 5. 27.
174 Δευκή άκρα en latín Lucentum, se convirtió en árabe en al-Iekant, Alicante. Amílcar hizo de Alicante la fortaleza de los cartagineses, la predecesora de Carthago Nova.
175 justino. 43, 5. 3: cum Hispanis amicitiam iunxerunt (Massalienses). [Los massaliotas hicieron amistad con los hispanos).
176 Estrabón, 175 (v. en Avieno, 114, una interpolación de Éforos) da testimonio de que los cartagineses iban a Inglaterra.
177 justino, 43, 5, 2: Carthaginiensium quoque exercitus, cum bellum captis piscatorum navibus ortum esset, saepe dederunt pacemque victis dederunt, cum Hispanis amicitiam iunxerunt. [Habiéndose originado guerra por unas naves pesqueras apresadas, desbarataron muchas veces los ejércitos de los cartagineses y dieron la paz a los vencidos e hicieron amistad con los hispanos!; Pausanias, 10,8,6: [llegaron a vencer en las naves a los cartagineses]; Tucíd., 1, 13. [Los focenses de Massalia vencieron a los cartagineses en batalla naval].
178 Liv., 21, 6, 1. Appiano, Iber., 10, nombra a los turdetanos Τορβολήτες (Liv., 33, 44, Turba).
179 Orat. rell., 1, 18-19, Jordán: itaque porro in Turtam pronciscor servatum illos [corro, pues, a Turta para salvarlos].
180 La misma vacilación entre la media y la tenue que encontramos en turtetanos y turdetanos, la encontramos igualmente en el ibérico; Pilplis el latino Bilbilis, en el ibérico Dunasu y el latino Turiaso.
181. Africanos: Gétulos, Mássylos, Masséssylos, Musulamos (también hay la forma Musones: Ammiano, 29, 5, 27), Máxula, Sufétula, Muthul. Ibéricos: Agula, Bérgula, Calécula, lIípula, Lacilbula (Numantia, 1, 37).
182 justino, 43, 3, 4; 5, 3; jullian. Hist. de la Gaule, I. 200.
183 Otros testimonios de Píndaro se hallarán en el cap. VII
184 Por primera vez en Píndaro: πύλαι Γαδειρίδες [las puertas de Gades].
185 Píndaro, Nem, 3, 23; Euktemón (Avieno, 362-365); Escílax, 1, 112; Platón, Timea, 25, d: Platón, Kritias, 108, e; Aristóteles, Metafísica, 2, 1, 14; Theophrasto, Hist. plant., 4, 6, 4; De mirab. ausc., 136. Para los textos más recientes, véase Berger, Erdkunde', pág. 232.
186 juntamente con esto, se prohíbe el comercio con Libia y Cerdeña, que en el primer tratado era aún permitido con algunas condiciones.
187 El P. Crasso que menciona Posidonio (de quien toma Estrabón su relato sobre las Casitérides españolas) no es el legado de César (como cree Berger, Erdkunde², 356; Kroll. RE art. Schiffahrt, pág. 418), sino el antiguo gobernador de Hispania; en efecto, la obra de Posidonio es anterior al año 80 a. J. C, es decir, anterior a la guerra de Aquitania, dirigida por Crasso el joven (en el año 56 a. J. c.).
188 Estrabón. 176; Wilsdorf. Fasti Hisp., III.
189 Diodoro. 5. 23. treinta días; Estrabón. 193: c. 5.000 estadios (= 924 kilómetros : 30 = 30 días).
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