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LAS PLÉYADES:

PASADO - PRESENTE - FUTURO

 

 

 

 

 

 

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El Libro del Conocimiento: Las Claves de Enoc® nos dice en la Clave 1-0-6:

«Las Pléyades representan la clave para la protocreación física; 

representan el comienzo galáctico de la familia Adámica física»

 


 

El Pasado:

 ¿Cómo confirma esto lo que los antiguos sabían sobre las Pléyades? Muchas leyendas de la cultura antropológica alrededor del mundo se relacionan con las Pléyades. Las Pléyades, en la mitología griega, son las siete hijas de Atlas y Pleione (llamadas Alcione, Merote, Electra, Celaeno, Taygeta, Maia y Asterote). Atlas y Pleione son las estrellas vecinas y muchos templos griegos estaban orientados hacia el punto de salida y puesta de las Pléyades. Los Griegos también se referían a las "Pléyades" (escrita con una "e" adicional) como las "Palomas". La referencia más antigua registrada sobre las Pléyades, sin embargo, corresponde a la literatura astronómica China fechada en 2357 AEC. Para las tribus agrícolas del hemisferio norte el curso de las Pléyades indicaba el comienzo y el final de la temporada de cultivo.

 

 Probablemente, la más famosa leyenda de las Pléyades en la tradición popular norteamericana sea la historia de la Torre del Diablo, Wyoming, una roca volcánica que los Indígenas Kiowa locales llaman Mateo Tepe. Dicen que una vez siete doncellas acamparon cerca del río en una región conocida por tener muchos osos. Uno de los osos comenzó a perseguir a las doncellas quienes se arrodillaron para pedir ayuda, implorando a los dioses. La tierra se elevó hacia el cielo. El oso intentó, en vano, seguirlas y arañó un lado de la roca, marcas que se ven en la Torre. Para proteger a las doncellas el Gran Espíritu les permitió permanecer en el cielo como las siete hermanas, las Pléyades.

 

 Para los Japoneses la constelación de las Pléyades se llama Subaru y en Sánscrito se llama Krittikas. Algunos de los pueblos aborígenes de Australia la conocían como Makara y reconocían que estaba conectada con la constelación de Orión. Para los Aztecas se llamaba Tianquiztli, que significa el "lugar de reunión" y era considerado un signo importante de la continuidad de la vida: a medianoche, cada 52 años, aparecía directamente arriba de sus cabezas y les aseguraba a los antiguos Americanos que el mundo no llegaría a su fin. Los Aztecas realizaban una ceremonia religiosa especial llamada la Danza del Fuego Nuevo (o Ceremonia del Fuego Nuevo), una vez cada 52 años para asegurar el movimiento del cosmos y el renacimiento del sol. Este período de tiempo de 52 años también correspondía al calendario religioso de 260-días (Tonalpohualli en Náhuatl o Tolkin en Maya) cuando se entrelazaba con el calendario civil de 365-días (Xiupohualli en Náhuatl o Haab en Maya). Cada 52 años solares Haab (73 años Tolkin) estos calendarios coincidían. A veces, a este, los Aztecas lo llamaban el Calendario Redondo. El ciclo de 52 años se decía que empezaba cuando las Pléyades cruzaban el quinto punto cardinal o el cenit del cielo a medianoche. Algunas veces no sólo estaban las Pléyades en el cenit sobre Mesoamérica sino que esa alineación también entraba en conjunción plena con el sol (como lo veremos de nuevo en nuestro siglo XXI). Además, dos ciclos de 52 años (104 años) se coordinan con una alineación adicional con Venus (símbolo de la forma creativa femenina en la escala local).

 

 Se dice que la Pirámide del Sol, fuera de la Ciudad de México, está alineada con las Pléyades, ya que su cara occidental y muchas de las calles aledañas están alineadas directamente con el punto de la puesta de las Pléyades la medianoche de la noche en que está en su punto más elevado. Las Pléyades eran claramente reverenciadas también por los Mayas, quienes, en el área de Chichén Itza, sabían que el sol producía una sombra tipo serpiente del lado de la escalinata del norte de la pirámide de Kukulcan durante el equinoccio de primavera. Algunos estudiosos han calculado que 60 días después de la aparición de su sombra, cuando el sol alcanza su cenit sobre la Pirámide a medio día (Mayo 20-Mayo 23), hay otra alineación directa con las Pléyades. Esta alineación Pléyades-sol podría tener una conexión directa con Quetzalcoatl, la serpiente emplumada que trajo una sabiduría más grandiosa al planeta.

Los antiguos Egipcios también señalaron a las Pléyades como una diosa, probablemente más reconocida como Neith, la "Madre Divina", o Hathor, quien tomó la forma de una vaca (que portaba las semillas de la vida). Los piramidólogos que han trabajado en Egipto durante los últimos 12 años han encontrado textos piramidales que sugieren que los Egipcios reverenciaban a las Pléyades como un sistema estelar superior divino, especialmente a Alcyone, su estrella más brillante.

 

 

El Presente:

Los Astrónomos nos dicen que estamos en medio de una rueda-dentro-de-rueda entrelazante dentro de una máquina de tiempo cósmica que los Mayas y los Egipcios entendieron, y tal como nosotros damos vueltas en relación a nuestro paradigma solar inmediato nuestro sistema galáctico entero se está moviendo actualmente en relación a la configuración mayor de las Pléyades, conocida ahora por los astrónomos como Messier 45 (M45). Esta rueda más grande es conocida como la Precesión de los Equinoccios, el período de tiempo que le toma a la Tierra para realizar un recorrido completo de las constelaciones del zodíaco. Lo que hace que parezca que el zodíaco se "retrasa" un signo cada 2200 años o casi un grado cada 72 años es el tambaleo de la tierra, o el axis del giro (en un ángulo). Esto nos da un promedio de 12 signos en 26,000 años. Las Pléyades tienen un papel clave tanto en el Hemisferio Norte como en el Sur durante los Equinoccios y Solsticios establecidos por la Presesión.


En el Hemisferio Norte, en el Equinoccio de Primavera, las Pléyades se elevan durante el día y pueden ser vistas sólo momentáneamente en la noche. Cada día el sol se acerca un poco más en alineación con las Pléyades para que durante el Solsticio de Verano las Pléyades se eleven justo antes de la luz del amanecer. La primera elevación visible de las Pléyades ante el sol es llamada la elevación helicoidal de las Pléyades. Durante el Equinoccio de Otoño las Pléyades se elevan a medianoche. En el Solsticio de Invierno las Pléyades son visibles en el oriente justo después del anochecer. Esto es porque cada día se elevan unos cuatro minutos más temprano en la esfera celestial. Los Maori de Nueva Zelanda utilizaron la elevación helicoidal de las Pléyades, llamada por ellos la Matariki, como el comienzo de su Año Nuevo (Junio). También interpretaron a la Matariki como la madre con seis hijas (mientras otros reconocían a Puanga o Rigel, Orión, como el símbolo del Año Nuevo). Por tanto, cuando volvemos a visitar las mil columnas, los centros megalíticos y los importantes textos que han sido preservados a lo largo de miles de años de tradición en todo el mundo, vemos una profunda relación entre las historias de las Pléyades y el origen de la humanidad.

 

 

El Futuro:

 

 ¿Por qué estaban los antiguos tan impresionados con las Pléyades? La Clave 106 nos dice también que las Pléyades son "la cuna y el trono de nuestra conciencia" enfatizando que el programa de vida Adámica fue creado en conexión con esta región del espacio. Dice que esta región del espacio es la que también señalará el retorno de la inteligencia superior. La Clave usa la palabra "trono" (t minúscula) ya que representa el lugar de donde vienen las Jerarquías superiores para balancear a la creación inferior. Hay, de hecho, muchas regiones trono, muchos reinos logos de poder que trabajan para nuestra preparación espiritual. Las Pléyades, por tanto, son un centro trono al igual que Orión es un centro de entrada.

 

 Las Pléyades son, por tanto, un marcador de extraordinaria precisión para los eventos del contacto celestial-terrestre y el traslapo angelical-humano de los encuentros registrados por las diferentes culturas del mundo. Aún más importante es comprender la inmensa era y la verosimilitud histórica de las leyendas de las Pléyades que se encuentran a lo largo del mundo y que señalan una grandiosa protección y la transformación última de la creación que nos permitirá volver a los cielos superiores al ser elevados, reprogramados y resucitados hacia los cielos del Dios Más Alto.