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EL REY DEL MUNDO

 

  RENÉ GUENÓN

 

 

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CAPÍTULO VI

«MELKI-TSEDEQ»

 

 

Se dice en las tradiciones orientales que el Soma, en una cierta época, devino desconocido, de suerte que fue menester, en los ritos sacrificiales, sustituirle por otro brebaje, que no era ya más que una figura de este Soma primitivo[75]; este papel fue desempeñado principalmente por el vino, y es a lo que se refiere, en los Griegos, una gran parte de la leyenda de Dionysos[76]. Ahora bien, el vino se toma frecuentemente para representar la verdadera tradición iniciática: en hebreo, las palabras iaïn «vino», y sod «misterio», se sustituyen la una a la otra porque tienen el mismo número[77] ; en los Sûfis, el vino simboliza el conocimiento esotérico, es decir, la doctrina reservada a la élite y que no conviene a todos los hombres, lo mismo que todos no pueden beber el vino impunemente. De eso resulta que el empleo del vino en un rito confiere a éste un carácter claramente iniciático; tal es concretamente el caso del sacrificio «eucarístico» de Melquisedek [78] , y ese es el punto esencial sobre el que debemos detenernos ahora.

El nombre de Melquisedek, o más exactamente Melki-Tsedeq, no es otra cosa, en efecto, que el nombre bajo el cual la función misma del «Rey del Mundo» se encuentra expresamente designada en la tradición judeocristiana. Hemos vacilado un poco a la hora de enunciar este hecho, que conlleva la explicación de uno de los pasajes más enigmáticos de la Biblia hebraica, pero, desde que estabamos decididos a tratar esta cuestión del «Rey del Mundo», verdaderamente no nos era posible pasarla bajo silencio. Podríamos retomar aquí las palabras pronunciadas por San Pablo a este propósito: «Sobre este punto, tenemos muchas cosas que decir, y cosas difíciles de explicar, porque habéis devenido lentos en comprender» [79] .

He aquí primero el texto mismo del pasaje bíblico del que se trata: «Y Melki-Tsedeq, rey de Salem, hizo traer pan y vino; y era sacerdote del Dios Altísimo (El Élion). Y bendijo a Abram [80], diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, poseedor de los Cielos y de la Tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que ha puesto a tus enemigos entre tus manos. Y Abram le dio el diezmo de todo lo que había tomado» [81].

Melki-Tsedeq es pues rey y sacerdote todo junto; su nombre significa «rey de Justicia», y es al mismo tiempo rey de Salem, es decir, de la «Paz»; así pues, aquí volvemos a encontrar, ante todo, la «Justicia» y la «Paz», es decir, precisamente los dos atributos fundamentales del «Rey del Mundo». Es menester precisar que la palabra Salem, contrariamente a la opinión común, jamás ha designado en realidad una ciudad, sino que, si se la toma como el nombre simbólico de la residencia de Melki-Tsedeq, puede ser considerada como un equivalente del término Agarttha. En todo caso, es un error ver ahí el nombre primitivo de Jerusalem, ya que ese nombre era Jébus; al contrario, si se dio el nombre de Jerusalem a esta ciudad cuando los hebreos establecieron en ella un centro espiritual, es para indicar que desde entonces era como una imagen visible de la verdadera Salem; y hay que observar que el Templo fue edificado por Salomón, cuyo nombre (Shlomoh), derivado también de Salem, significa el «Pacífico»[82].

He aquí ahora en qué términos comenta San Pablo lo que se dice de Melki-Tsedeq: «Este Melquisedek, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que fue al encuentro de Abraham cuando volvía de la derrota de los reyes, que le bendijo, y a quien Abraham dio el diezmo de todo el botín; que, según la significación de su nombre, es primero rey de Justicia, y después rey de Salem, es decir, rey de Paz; que es sin padre, sin madre, sin genealogía, que no tiene ni comienzo ni fin de su vida, sino que es hecho así semejante al Hijo de Dios; este Melquisedek permanece sacerdote a perpetuidad»[83].

Ahora bien, Melki-Tsedeq es presentado como superior a Abraham, puesto que le bendice, y, «sin duda, es el inferior el que es bendecido por el superior»[84]; y, por su lado, Abraham reconoce esta superioridad puesto que le da el diezmo, lo que es la marca de su dependencia. Hay en eso una verdadera «investidura», casi en el sentido feudal de esta palabra, pero con la diferencia de que se trata de una investidura espiritual; y podemos agregar que ahí se encuentra el punto de unión de la tradición hebraica con la gran tradición primordial. La «bendición» de que se habla es propiamente la comunicación de una «influencia espiritual», en la que Abraham va a participar en adelante; y se puede precisar que la fórmula empleada pone a Abraham en relación directa con el «Dios Altísimo», que este mismo Abraham invoca después identificándole con Jehovah[85]. Si Melki-Tsedeq es así superior a Abraham, es porque el «Altísimo» (Élion), que es el Dios de Melki-Tsedeq, es él mismo superior al «Todopoderoso» (Shaddaï), que es el Dios de Abraham, o, en otros términos, que el primero de estos dos nombres representa un aspecto Divino más elevado que el segundo. Por otra parte, lo que es extremadamente importante, y lo que parece no haber sido señalado nunca, es que El Élion es el equivalente de Emmanuel, puesto que estos dos nombres tienen exactamente el mismo número[86]; y esto vincula directamente la historia de Melki-Tsedeq a la de los «Reyes Magos», cuya significación hemos explicado precedentemente. Además, todavía se puede ver en esto lo siguiente: el sacerdocio de Melki-Tsedeq es el sacerdocio de El Élion: el sacerdocio cristiano es el de Emmanuel; así pues, si El Élion es Emmanuel, estos dos sacerdocios no son más que uno, y el sacerdocio cristiano, que conlleva esencialmente la ofrenda eucarística del pan y del vino, es verdaderamente «según el orden de Melquisedek»[87].

La tradición judeocristiana distingue dos sacerdocios, uno «según el orden de Aaron», el otro «según el orden de Melquisedek»; y este último es superior al primero, como Melquisedek mismo es superior a Abraham, del cual ha salido la tribu de Leví y, por consiguiente, la familia de Aarón[88]. Esta superioridad es afirmada claramente por San Pablo, que dice: «Leví mismo, que percibe el diezmo (sobre el pueblo de Israel), le ha pagado, por así decir, por Abraham»[89]. No vamos a extendernos más aquí sobre la significación de estos dos sacerdocios; pero citaremos todavía esta otra palabra de San Pablo: «Aquí (en el sacerdocio Levítico), son hombres mortales quienes perciben los diezmos; pero allí, es un hombre del que se afirma que está vivo»[90]. Ese «hombre vivo» que es Melki-Tsedeq, es Manu que permanece en efecto «perpetuamente» (en hebreo le-ôlam), es decir, para toda la duración de su ciclo (Manvantara) o del mundo que rige especialmente. Por eso es por lo que él es «sin genealogía», ya que su origen es «no-humano», puesto que él mismo es el prototipo del hombre; y es realmente «hecho semejante al Hijo de Dios», puesto que, por la Ley que formula, él es, para este mundo, la expresión verdadera del Verbo divino[91].

Hay que hacer todavía otras precisiones, y primero ésta: en la historia de los «Reyes Magos», vemos a tres personajes distintos, que son los tres jefes de la jerarquía iniciática; en la historia de Melki-Tsedeq, no vemos más que uno solo, pero que puede unir en él aspectos que corresponden a las tres funciones. Es así como algunos han distinguido Adoni-Tsedeq, el «Señor de Justicia», que se desdobla en cierto modo en Kohen-Tsedeq, el «Sacerdote de Justicia», y Melki-Tsedeq, el «Rey de Justicia»; en efecto, estos tres aspectos pueden ser considerados como refiriéndose respectivamente a las funciones del Brahmâtmâ, del Mahâtmâ y del Mahânga[92]. Aunque Melki-Tsedeq no sea entonces propiamente más que el nombre del tercer aspecto, se aplica ordinariamente por extensión al conjunto de los tres, y, si se emplea así preferentemente a los otros, es porque la función que expresa es la más próxima del mundo exterior, y por consiguiente la que es manifestada más inmediatamente. Por lo demás, se puede destacar que la expresión de «Rey del Mundo», tanto como la expresión de «Rey de Justicia», no hace alusión directamente más que al poder real; y, por otra parte, se encuentra también en la India la expresión de Dharma-Râja, que es literalmente equivalente a la de Melki-Tsedeq[93].

Si ahora tomamos el nombre de Melki-Tsedeq en su sentido más estricto, los atributos propios del «Rey de Justicia» son la balanza y la espada; y estos atributos son también los de Mikaël, considerado como el «Angel del Juicio»[94]. Estos dos emblemas representan respectivamente, en el orden social, las dos funciones administrativa y militar, que pertenecen en propiedad a los Kshatriyas, y que son los dos elementos constitutivos del poder real. Son también, jeroglíficamente, los dos caracteres que forman la raíz hebraica y árabe Haq, que significa a la vez «Justicia» y «Verdad»[95], y que, en diversos pueblos antiguos, ha servido precisamente para designar a la realeza[96]. Haq es el poder que hace reinar la Justicia, es decir, el equilibrio simbolizado por la balanza, mientras que el poder mismo es simbolizado por la espada[97], y es claramente esto lo que caracteriza al papel esencial del poder real; y, por otra parte, es también, en el orden espiritual, la fuerza de la Verdad. Por lo demás, es menester agregar que existe también una forma suavizada de esta raíz Haq, obtenida por la sustitución del signo de la fuerza material por el de la fuerza espiritual; y esta forma Hak designa propiamente la «Sabiduría» (en hebreo Hokmah), de suerte que conviene más especialmente a la autoridad sacerdotal, como la otra convenía al poder real. Esto es confirmado todavía por el hecho de que las dos formas correspondientes se encuentran, con sentidos similares, para la raíz kan, que, en lenguas muy diversas significa «poder» o «potestad», y también «conocimiento»[98]: Kan es sobre todo el poder espiritual o intelectual, idéntico a la Sabiduría (de donde Kohen, «sacerdote» en hebreo), y qan es el poder material (de donde diferentes palabras que expresan la idea de «posesión», y concretamente el nombre de Qaïn)[99]. Estas raíces y sus derivados podrían dar lugar sin duda todavía a muchas otras consideraciones; pero debemos limitarnos a lo que se refiere más directamente al tema del presente estudio.

Para completar lo que precede, volveremos a lo que la Kabbala hebraica dice de la Shekinah: ésta está representada en el «mundo inferior por la última de las diez Sephiroth, que es llamada Malkuth, es decir, el «Reino», designación que es bastante digna de precisión desde el punto de vista donde nos colocamos aquí; pero lo que lo es más todavía, es que, entre los sinónimos que se dan a veces a Malkuth, se reencuentra Tsedeq, el «Justo»[100]. Esta aproximación de Malkuth y de Tsedeq, o de la Realeza (el gobierno del Mundo) y de la Justicia, se encuentra precisamente en el nombre de Melki-Tsedeq. Se trata aquí de la Justicia distributiva y propiamente equilibrante, en la «columna del medio» del árbol sephirótico; es menester distinguirla de la Justicia opuesta a la Misericordia e identificada al Rigor, en la «columna izquierda», ya que son dos aspectos diferentes (y por lo demás, en hebreo, hay dos palabras para designarlas: la primera es Tsedaqah, y la segunda es Din). Es el primero de estos aspectos el que es la Justicia en el sentido más estricto y más completo a la vez, que implica esencialmente la idea de equilibrio o de armonía, y que está ligada indisolublemente a la Paz.

Malkuth es «el depósito donde se reúnen las aguas que vienen del río de arriba, es decir, todas las emanaciones (gracias o influencias espirituales) que ella difunde en abundancia»[101]. Este «río de arriba» y las aguas que descienden de él recuerdan extrañamente al papel atribuido al río celeste Gangâ en la tradición hindú: y se podría hacer observar también que la Shakti, de la que Gangâ es un aspecto, no deja de presentar algunas analogías con la Shekinah, aunque no fuera más que en razón de la función «providencial» que les es común. El depósito de las aguas celestes es naturalmente idéntico al centro espiritual de nuestro mundo: desde allí parten los cuatro ríos del Pardes, que se dirigen hacía los cuatro puntos cardinales. Para los Judíos, este centro espiritual se identifica a la colina de Sión, a la que aplican la denominación de «Corazón del Mundo», por lo demás común a todas las «Tierras Santas», y que, para ellos, deviene así en cierto modo el equivalente del Mêru de los hindúes o del Alborj de los persas[102]. «El Tabernáculo de la Santidad de Jehovah, la residencia de la Shekinah, es el Santo de los Santos que es el corazón del Templo, que es, él mismo, el centro de Sión (Jerusalem), como la santa Sión es el centro de la Tierra de Israel, como la Tierra de Israel es el centro del mundo»[103]. Se puede incluso llevar las cosas todavía más lejos: no solo todo lo que se enumera aquí, tomándolo en el orden inverso, sino también, después del Tabernáculo en el Templo, el Arca de la Alianza en el Tabernáculo, y, sobre el Arca de la Alianza misma, el lugar de manifestación de la Shekinah (entre los dos Kerubim), representan como otras tantas aproximaciones sucesivas del «Polo espiritual».

Es también de esta manera como Dante presenta precisamente a Jerusalem como «Polo espiritual», así como hemos tenido la ocasión de explicarlo en otra parte[104]; pero ésta, desde que se sale del punto de vista propiamente judaico, deviene sobre todo simbólica y no constituye ya una localización en el sentido estricto de esta palabra. Todos los centros espirituales secundarios, constituidos en vista de las adaptaciones de la tradición primordial a condiciones determinadas, son, como ya lo hemos mostrado, imágenes del centro supremo; Sión puede no ser en realidad más que uno de estos centros secundarios, y no obstante identificarse simbólicamente al centro supremo en virtud de esta similitud. Jerusalem es efectivamente, como lo indica su nombre, una imagen de la verdadera Salem; lo que hemos dicho y lo que diremos todavía de la «Tierra Santa», que no es solo la Tierra de Israel, permitirá comprenderlo sin dificultad.

A este propósito, otra expresión muy destacable como sinónima de «Tierra Santa», es la de «Tierra de los Vivos»; designa manifiestamente la «morada de la inmortalidad», de suerte que, en su sentido propio y riguroso, se aplica al Paraíso terrestre o a sus equivalentes simbólicos; pero esta denominación ha sido transportada también a las «Tierras Santas» secundarias, y concretamente a la Tierra de Israel. Se dice que la «Tierra de los Vivos comprende siete tierras», y M. Vulliaud anota a este respecto que «esta tierra es Canaan en la cual había siete pueblos»[105]. Sin duda, eso es exacto en el sentido literal; pero, simbólicamente, estas siete tierras, como aquellas de las que se habla en la tradición islámica, podrían corresponder muy bien a los siete dwîpas que, según la tradición hindú, tienen el Mêru como centro común, y sobre los cuales volveremos más adelante. De igual modo, cuando los mundos antiguos, o las creaciones anteriores a la nuestra, son figuradas por los «siete reyes de Edom» (y aquí el número septenario se encuentra en relación con los siete «días» del Génesis), en eso hay una semejanza, demasiado sorprendente para no ser más que accidental, con las eras de los siete Manus contados desde el comienzo del Kalpa hasta la época actual[106].

 

 

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